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sábado, 19 de diciembre de 2015

Presentación de "Nosotros los de entonces". Por Pedro Bohórquez Gutiérrez

José Manuel Benítez Ariza y Pedro Bohórquez
Durante la presentación


Por Esperanza Cabello

Ayer tuvo lugar, según lo previsto, la presentación en Ubrique de "Nosotros, los de entonces" el nuevo poemario del escritor gaditano José Manuel Benítez Ariza.
La presentación fue en el salón de actos del IES Nuestra Señora de los Remedios, con la colaboración de la librería "El Alambique".
Fue un buen momento, entre amigos muy interesados, en un ambiente relajado y con gente dispuesta a disfrutar de la buena compañía y de la buena escritura de este poeta.
Nos resultó especialmente curioso vernos reflejados en muchos de los poemas que Benítez Ariza leyó para todos, pues su antología comienza en los primeros poemas de amor adolescente de principios de los ochenta, y llega hasta el amor adulto.
Y fue realmente un lujo escuchar sus comentarios, además de las animadas conversaciones que surgieron  una vez terminada la presentación.
Además, tuvimos la oportunidad de conocer mucho más de cerca tanto al autor como a su obra, gracias a la brillante presentación de Pedro Bohórquez Gutiérrez, profesor de literatura, gran lector y conocedor de los libros de Benítez Ariza.
Pedro ha tenido la gentileza de proporcionarnos su presentación, de esta manera podremos leerla más pausadamente y utilizarla, en caso de que sea necesario, como apuntaba una de las asistentes a la presentación, si usamos la obra de José Manuel desde el punto de vista didáctico.


             PRESENTACIÓN DE “NOSOTROS LOS DE ENTONCES”
                             DE JOSÉ MANUEL BENÍTEZ  ARIZA




          No sé si presentar a José Manuel Benítez Ariza en Ubrique, y entre un público amigo,  es el camino más seguro de incurrir en redundancias. Él lo ha deseado y uno no ha querido ni ha podido sustraerse  a ello, por la ley de la hospitalidad y por la condición, primero, de lector, desde hace ya algunos años, y, posteriormente, por la de amigo, gracias a una amistad  que generosamente -tengo que reconocer- desde el primer momento me han brindado tanto él como Mari Ángeles, antigua compañera de remotas fatigas periodísticas.

       Mi conocimiento como lector se remonta a finales de los ochenta y principios  de los noventa cuando era frecuente encontrar la firma de José Manuel esparcida y prodigada en poemas, cuentos  traducciones, artículos, reseñas de libros y críticas de cine en los míticos y añorados suplementos Citas y Cultura, respectivamente del Diario de Jerez y Diario de Cádiz, coordinado el primero por el poeta José Mateos y el segundo, por Mari Ángeles Robles, o en las revistas jerezanas Fin de Siglo y Contemporáneos, o en la sevillana Renacimiento.  Pues José Manuel desplegó desde muy temprano su fruición apasionada por la escritura en muchas direcciones, y su dedicación constante al oficio de las letras –simultaneado heroicamente con el de profesor- comenzó a dar sus frutos, con títulos como –y citó los que primero cayeron en mis manos- Las amigas (1991), Cuento de invierno (1992), Malos pensamientos (1994), El círculo de tiza (1996), La sombra del diablo y otros relatos (1998), Los extraños (1998) o El hombre del velador (1999). 




       Cito en su sucesión cronológica y deliberadamente sin especificar adscripción genérica porque, más allá de su sorprendente versatilidad, la escritura de José Manuel responde a un concepto de “taller abierto” como ha podido comprobar quién en los últimos diez años se haya asomado a su blog Columna de humo, donde se evidencia la relación de vasos comunicantes entre la poesía, la narrativa, el artículo observador de la realidad cotidiana, la mirada crítica que disecciona otras manifestaciones artísticas - el cine o la pintura- o la reflexión volcada hacia  el autoconocimiento, vertida en lúcidos pequeños ensayos o sugestivas reflexiones aforísticas. Y donde el rigor y la exigencia expresiva se manifiestan por igual, permitiendo reconocer más allá de los géneros la existencia de un mundo propio y de una voz reconocibles.
      La elección de Ubrique –junto con Cádiz y  Jerez- para la presentación de su nuevo poemario no es nada casual, creo. Quien frecuente la obra de José Manuel reparará en la importancia que en ella tienen los lugares y cómo éstos se imbrican en la vivencia personal e íntima hasta el punto de permitirnos levantar el plano de su particular  geografía sentimental.  La Sierra de Cádiz ya forma parte de ella.  Desde hace más de veinte años José Manuel es una presencia en estas tierras donde la naturaleza en estado puro  guarda uno de sus reductos, e impregna y condiciona, para bien y para mal, la existencia de quienes habitan en ellas, sin ser siempre conscientes tanto de su condena como de su privilegio. José Manuel se ha instalado en este territorio, que ha hecho suyo, con los ojos bien abiertos y su poesía, entre otras cosas, nos ayuda a ensanchar nuestra conciencia y abrir la mirada hacia esta última consideración.  Los títulos de algunos de sus libros más recientes o de los textos que incluyen son elocuentes del diálogo profundo que lo vincula a un paisaje y a una gente, que voluntariamente ha incorporado a su circunstancia,  sin que por ello la reflexión e el impulso poético que nace de esta circunstancia pierdan un ápice de universalidad y apunten a un decir que transciende  la temporalidad, aun siendo esta una de las fuentes de su poesía.

         Cuaderno de Zahara (2002), Cuatro nocturnos (Segundo cuaderno de Zahara) (2004),  Diario de Benaocaz (2010) o el poema Cerro de los Batanes son algunos de títulos donde el paisaje de la Sierra de Cádiz está presente de un modo envolvente, como lo está su atmósfera en la novela Las islas pensativas o constituye un referente más o menos explícito en numerosas entradas de los dietarios Señales de humo (diario abierto) (2008), Pintura rápida (2011) –cuyo solo título es un homenaje a la amistad y a los pintores ubriqueños- y La novela de K (2014), fechados el primero en Benaocaz  y los dos siguientes entre esta última localidad y Puerto Real.





      Con estas notas dispersas espero haber dado una idea de quién es José Manuel para quienes no lo conozcan y se hayan acercado aquí movidos por la curiosidad, y también haber explicado su presencia entre nosotros con motivo de la publicación de su último libro de poemas, que hace el número once en su sólida carrera poética. Un recorrido que ha gozado del reconocimiento de la crítica más solvente de nuestro país y su inclusión, desde fechas tempranas, en antologías, tanto de poetas gaditanos, como andaluces o españoles, que han sabido dar cuenta de la mejor poesía surgida en el cambio de siglo, como La plata fundida 1970-1995 (25 años de poesía gaditana) (1997), La poesía más joven, una antología de la nueva poesía andaluza (1991), Los cuarenta principales. Antología General de la poesía andaluza contemporánea (1975-2002) (2002), Selección nacional. Última poesía española (1995) o La generación del 99 (1999).
Nosotros los de entonces (Poesía amatoria 1984-2015), publicado primorosamente por la editorial sevillana Isla de Siltolá, en su colección Arrecifes, es una antología que surge no de la mera selección y suma de poemas con un criterio cronológico de publicación y bajo un denominador común temático, sino que responde a un concepto de “obra en marcha" en el sentido en que acuñó el término Juan Ramón Jiménez, un poeta que le es grato a nuestro autor. Los poemas incluidos en esta antología han sido espigados de entre sus anteriores poemarios, pero el autor los ha reagrupado, junto a un total de dieciséis inéditos, en un orden nuevo, que responde a un propósito de unidad que va allá de la existencia de un asunto homogéneo y que pretende dar cuenta, al modo de los Cancioneros del Renacimiento, de las distintas fases del proceso amoroso. De esta forma, los antiguos poemas en su nueva articulación dentro del conjunto pueden leerse bajo una nueva luz, como distintas etapas de una “historia secuenciada”.

       El lector atento podrá advertir también la evolución de las maneras poéticas de José Manuel Benítez Ariza. El personaje de sus primeros poemas, distanciado e irónico, que disecciona con aparente frialdad sus sentimientos va cediendo el paso a un yo lírico caracterizado por una emotividad equidistante entre la cordialidad y la contención, y el tono discursivo y de sintaxis compleja y amiga del encabalgamientos, acorde a una envoltura externa del poema deliberadamente narrativa y prosaica, parece ir desembocando en un decir más sobrio, escueto y trascendente.
       No me voy a extender más sobre su poesía porque él podrá hacerlo con más fundamento como crítico lúcido y reflexivo de sí mismo y de su propio proceso creador, una de sus facetas como escritor que plasman el prólogo que, con el título “Por qué lo llaman amor”,  abre Nosotros los de entonces, o las numerosas poéticas que se diseminan por las antologías citadas o que encabezan sus propias obras a modo de preliminares.

      No voy a concluir sin antes  mencionar –aprovechando que estamos en el espacio que gustosamente nos ha cedido Cineando, al que quiere agradecer su apoyo en la difusión de este acto- la pasión cinéfila de nuestro autor, canalizada en su faceta de escritor de cine. Sus virtudes en este territorio –amenidad, rigor, lucidez y capacidad de síntesis- quedan patentes en sus dos libros hasta la fecha en torno al séptimo arte: La vida imaginaria (1995) o Me enamoré de Kin Novak y otras crónicas de cine (2002). O también en la serie de artículos que con el título de Revisiones publica puntualmente en la revista digital CaoCultura.
Pero cedamos la voz a José Manuel, cuya palabra es la que nos congrega aquí.


                                                                                              UBRIQUE, 18 de diciembre de 2015
                                                                                          PEDRO BOHÓRQUEZ GUTIÉRREZ


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