Ubrique. Gentileza de "Ubrique en Verde"
Esta es la introducción que escribimos para el libro "De los apodos, motes y sobrenombres en Ubrique", escrito por Pedro Galiana con los listados que había elaborado con su amigo Antonio Mateos y que presentamos el pasado mes de diciembre.
LOS APODOS Y MOTES EN UBRIQUE
POR ESPERANZA CABELLO IZQUIERDO
Los
apodos son apelativos que podemos encontrar regularmente en todas las culturas,
desde la época romana e incuso desde mucho antes, sobre todo en el mundo rural
y en el mundo de los pueblos. Son expresiones capaces de sintetizar, en una o
dos palabras, intenciones comunicativas y actitudes de relación y
entendimiento, lo que representa una economía lingüística significativa.
Son un
elemento habitual en las colectividades relativamente pequeñas, y ayudan a
establecer cierto tipo de vínculos entre los miembros de estas comunidades,
incluso más allá del objetivo obvio de estos apelativos, que sería identificar
y distinguir a unos individuos de otros (anotando rasgos físicos, estableciendo
grupos sociales, recordando anécdotas, repitiendo frases o palabras que se
dijeron en cierta ocasión...). Decimos que en las colectividades relativamente
pequeñas su uso es mucho más frecuente
porque es precisamente en estas comunidades donde hay una convivencia más
cercana que favorece el uso de apodos y motes. Todos hemos tenido motes en la
escuela, o en el instituto; también son frecuentes en el trabajo, en los
barrios y, por supuesto hay algunos que trascienden y se conocen en todo el
pueblo.
¿Cuál es la razón por la que los apodos
aparecen en estos lugares? Seguramente una de las más importantes es que
identifican y distinguen al apodado, pero también aparecen por la necesidad de
clasificar, comparar, crear, jugar con las palabras, acercarse a los demás,
realzar las cualidades de alguien y también de ofender, pues muchas veces el
apodo tiene valor peyorativo.
Quizás por
esto en nuestro pueblo también se les llama “mal nombre”.
En las "Misceláneas correspondientes a la Villa de
Ubrique" de Rafael Aragón Macías, de mediados del siglo XIX, el manuscrito
más antiguo que se conserva de nuestro pueblo y que es, fundamentalmente, una
genealogía, encontramos una gran variedad de apelativos diferentes (las siguientes
frases están copiadas literalmente del texto, los textos originales son de los
siglos XVI y XVII):
·
-Pedro Sánchez Morales, por mal
nombre “la Blanca”
·
-Julio Romero, Bigotes por mal
nombre, porque los tenia grandes.
·
-Pedro Fernández casado con María
del Rio le llamaron Cabra Cerneja por mal nombre.
·
-A Cristóbal Benítez Zarzuela,
que casó con María Ruiz de Porras, le llamaron por mal nombre el del Buche.
·
-A Bartolomé de Morales, casado
con Ana Rodríguez Torrejón y a Diego de Morales su hijo que caso con María Gómez
de Reina, les llamaron Morales Bacallaas por mal nombre.
·
-Antonio Fernández Maldonado,
llamado Jurón
·
-Julio Gómez llamado el Manco
·
-Pedro Hernández de Morales,
llamado el Bobo,
· -Bartolomé de Morales, llamado Morralitos
por ser pequeño de cuerpo.
· -Pedro Márquez, el
Viejo
· -
Linaje y apellido de Juan Gómez, llamado El Manco
·
--José Sánchez Morales, hijo de
Pedro Sánchez Morales, llamado La lleva
· -Juan
Martin llamado el Monge
· -Juan Romero que casó con María
Chaves, fue llamado Bigotes y su hijo Pedro le llamaron Romerito por ser
pequeño de cuerpo.
·
-Es un hijo de don Fernando
llamado Matanza
·
-Testamento de María Hernández
que llamaron Buena Mosa por casar
Incluso
sabemos que un mote dio nombre a una de las calles de nuestro callejero. Rafael
Aragón cuenta de una señora de tez muy blanca y le pusieron por apodo María de
las Nieves, esta señora tenía varias casas en la calle Nevada, calle que aún
conserva hoy este nombre
·
... de María de las Nieves, apellido,
que le dieron por ser muy blanca, y hoy retiene el nombre de Nevada la calle
donde tenia sus casas
·
...llamóse
la dicha María Sánchez Borrega, de las Nieves, por ser muy blanca, y tomó
de ella el nombre la calle de La Nevada;
Pero también habla con sus apodos
correspondientes de los reyes de España:
·
-Rey don Alonso el VI llamado el
de la mano Horadada
·
-Nuestro Rey Don Fernando el
III, llamado el Santo
En su libro “Del sombrero de tres picos a la montera. Breve historia de la familia
Janeiro en Ubrique”, Manuel Cabello hacía un pequeño esbozo de algunos de
los apelativos utilizados en nuestro pueblo y sobre todo en la familia. En él
expresaba esa necesidad de cercanía, de definir la convivencia, de economizar
el lenguaje, de conocer a los demás como el pueblo los conocía, pues lo más
normal, en sociedades como la nuestra, es que una persona sea conocida antes
por su apodo que por su nombre oficial, y este apodo nos permite identificar y
definir a los vecinos. Cuando su esposa, Esperanza Izquierdo, comenzó a
mediados de los setenta sus estudios de Lengua Española en la Universidad a
Distancia, realizó un detallado trabajo sobre los apodos en Ubrique, en el que hemos podido constatar la
permanencia a través del tiempo de muchos de los apodos ubriqueños, y también
la pérdida de aquellos que eran exclusivos e individuales que no han pervivido.
Porque los apodos describen lo que realmente somos, cómo nos ven los demás, y
no lo que nos gustaría ser, eso hace que se nos reconozca fácilmente y seamos
más familiares que por nuestro nombre oficial.
Nos hemos preguntado por el origen de la
palabra “apodo”, y lo primero que llama la atención es la cantidad de
denominaciones que podemos encontrar para esta palabra que nombra y define a
las personas: apodo, mote, sobrenombre, alias, remoquete, seudónimo, nombre...
Quizás yendo al significado de estos vocablos podamos ir consiguiendo algunas
respuestas.
En el “Diccionario
de la lengua castellana: en que se explica el verdadero sentido de las voces,
su naturaleza y calidad con las phrases o modos de hablar los proverbios, o
refranes y otras cosas convenientes al uso de la lengua”, de 1739
encontramos las siguientes definiciones:
Apodo: Comparación hecha con gracioso modo, de una cosa a otra por la
similitud que tienen entre sí. Covarrubias cree que viene del griego Apódosis,
que vale repetición y contraposición. Otros le derivan del Griego Podos, que
significa Pié, por quanto el apodo es un pie y mote gracioso, dicho con viveza
y discreción.
Mote: Sentencia breve que incluye un secreto o misterio que necesita
explicación. Se toma también por apodo, dicho con una voz o palabra.
Motejar: Censurar las acciones de algunos con apodos o motes.
Nombre: Se usa también por apodo y se suele decir Mal nombre o Nombre postizo.
Sobrenombre: El apellido que se añade después del nombre propio, que se puso en el
Bautismo.
Sobrenombre: Por alusión se llama el nombre inventado, que se pone a alguno por
apodo. Lat. Cognomen, inis.
Lo
primero que nos ha llamado la atención es el uso de la palabra “nombre” como
apodo. Y es que realmente todos los nombres y apellidos han sido, en algún momento
de la historia, apodos. Los apodos dieron origen a los nombres propios, aunque
con el tiempo han ido desemantizándose, o sea, han ido perdiendo su
significado. Por eso encontramos que la mayoría de nuestros apellidos tienen,
en realidad, una procedencia común, esto es, la necesidad de identificar,
definir y clasificar a las personas:
·
Indican el lugar de procedencia: Sevilla, Cáceres
·
Indican que se es hijo de:(añadiendo “ez”), Fernández, hijo de Fernando
·
Se refieren a un lugar común: de la Barrera,
Campo, Bellacasa
·
Se refieren a plantas o animales: Pato, Lobo, de
la Rosa, Carrasco
·
Se refieren a una característica física: Rubio,
Moreno,
·
Se refieren al carácter: Bravo, Manso
·
Se refieren a un oficio: Zapatero, Carpintero
·
Se refieren a un título: Rey, Duque.
El fenómeno de
la desemantización (pérdida de su significado)
de los nombres y apellidos es, quizás, el responsable de que actualmente
los apodos continúen muy vigentes en nuestras comunidades. Si nos llamásemos,
por ejemplo “Nieves Caballero León” esa denominación no tiene, actualmente,
nada que ver con ninguna de las tres circunstancias que originaron nuestro
nombre y apellidos, sin embargo, si alguien añadiera “la de Ubrique” ese apodo,
que no es un signo inmotivado, sino que responde a una causa concreta (nuestro
lugar de nacimiento o de residencia) sí que nos identificaría, y si viviésemos
en cualquier otro pueblo ese apodo pasaría a nuestros descendientes.
Porque esa es
otra de las características de los apodos: Permanecen imperturbables en el
tiempo y nos acompañan toda la vida, además de transmitirse a casi toda la
familia.
En este
proceso de desemantización y de transmisión a través del tiempo se puede dar
una circunstancia muy curiosa. Pensemos por ejemplo en el apellido “Rubiales”,
es uno de los apellidos que existen en Ubrique casi desde la Repoblación, a
principios del siglo XVI. Imaginamos que el primer “Rubiales” se caracterizaba
por el color de su pelo, que además debía de ser un rasgo físico dominante que
se trasmitió de generación en generación al igual que el apellido (aún quedamos
en Ubrique muchos “Rubiales” con el pelo claro). Pasados cinco siglos los apellidos,
en muchos casos, han ido quedando atrás, y hace un par de generaciones surgió
el apodo “la Rubita”, pero también “el Rubi”, apodos que igualmente se han
transmitido a la generación actual.
Y así, de la
misma forma en que los apellidos tienen un origen concreto, los apodos nacen asimismo de la necesidad de definir, de
identificar, de diferenciar al vecino. Y aunque en la mayoría de los casos no
sabemos exactamente cuándo ni cómo han surgido, podemos ver en ellos una
variedad y riqueza tremendas, además del reflejo de un ingenio singular y, a
veces no muy buenas intenciones.
El por qué de
cada apodo ubriqueño se pierde en la noche de los tiempos, sería muy difícil
llegar al origen de cada uno de ellos, saber quién comenzó a hacer el juego de
palabras, qué circunstancia hizo, por ejemplo, que hace varias generaciones un joven
ubriqueño que solo pensaba en ayudar a sus vecinos y que repartía los alimentos
de la huerta de su padre entre los necesitados tuviera una anécdota con un melón, y a partir de entonces toda su familia sea
reconocida por aquella historia que casi todos han olvidado.
Mucho más
fácil es reconocer el origen de algunos apodos (aunque podríamos caer en
equívocos igualmente) si se refieren a varias circunstancias concretas, como un
lugar de origen, una característica física, una profesión, cierto tipo de
sustantivos, juegos de palabras. Hay apodos formados por nombres de animales,
de plantas, de sustantivos. También hemos encontrado apodos a partir de nombres
de pila o apellidos peculiares y, sobre todo, apodos que juegan con la
fonética, el léxico y la sintaxis, buscando palabras sonoras y características.
Esta podría ser una clasificación,
similar a la realizada por José Carrasco Molina (muy incompleta aún) del tipo
de apodos que podremos encontrar en esta recopilación ubriqueña. El apodo se
escribe con inicial mayúscula y con minúscula el artículo determinado (el, la,
los ) que lo precede normalmente:
·
Referencias geográficas: el Jimenato, el Jimerano, la Malagueña, el Sevillano, el Cándalo, el
Catalán, el Arqueño, la Zareña (de Zahara) ...
·
La profesión: el Retratista, el Mondonguero, el Alpargatero, la Lecherita, el Latero,
la Vaquera, los Betuneros, el Carrero,
el Tinajero, los Esparteros, el Cortador ...
·
Cargos o distinciones: el Alcaldito, el Almirante, el Secretario, el Capataz, la Sargenta, el
Papa, el Obispo, el Scheriff...
·
Nombres de personajes famosos: la Garibaldi, el Barón Rojo, el Chaplin,
el Juan Tenorio,
· Características físicas: el Rubito, el Anillado, el Cabezón, la Flaca, el Cara Metro, el Cara
Quinqué, el Flaco, el Retaco, los Rubi, el Guapito, el Pelón, el Rapao, el
Trespelos ...
·
Nombres de animales: el Alcaudón, el Gorrión, el Almeja, el Cigarrón, el Cañaílla, el
Conejo, el Boquerón, el Pescadilla, los Corzos, el Monicaco, el Mosca, el
Pollo, el Gato, la Ratita, el Grajo...
·
Nombres de flores, alimentos, verduras: el Azucena, el Habichuela, el Bellota, el
Frangollo, el Gachas, el Melón, el Jamón Dulce, el Manteca, los Merengues, el
Garrobo, el Lechuga, el Moniato, el Barquitololi...
·
Nombres de sustantivos diversos: el Platillo volante, el Botija, el Balilla,
el Cristales, el Cucharro, el Flauta, el Peseta, el Rebeca, el Pitera, el
Remache, el Canasto, la Campana...
·
Diversos números: el Seisdeos, el Ochoperras, el Sietelabios, el Veinte a la peseta, el
Sieteperros, el Trespelos, el Tresnuos, el Ochenta reales...
·
Juegos de palabras con nombre o apellidos: el Ziquielo, el Parrita, el Pompeo, las
Piñeritas, los Reguerones, Reinita, el Pericote, Reinita, el Bareíta, Justito,
los Merinos, Rojilla, el Vicentúo, Locadio, Currilloja, Panchova... Incluso
hay un apodo con la unión de dos apellidos: “el Chaconquero”
·
Cambio de género en nombres o apellidos: la Panala, la Quera, la Bartola, la
Dorotea, la Añona, las Carpias, la Rincona, la Tacona, la Chaconquera...
·
Anteposición de la palabra tío/tía al apodo
cuando realmente no hay ningún parentesco, suele utilizarse en lugar de “el hombre de...” o como fórmula
de respeto para personas mayores y apreciadas: Tía Romana, Tía Sopa, Tío Castorita, Tío Juan el Bardas, Tío los Gatos,
Tío los Pájaros, Tío Mascota, Tío Pepito... (Este último, José Piñero de la
Rosa, era maestro zapatero, muy apreciado por su creatividad).
·
Juegos fonéticos que crean palabras nuevas,
normalmente muy sonoras: el Makiu, el
Paconcho, el Mindriolo, la Periaña, el Piriañi, la Parroña, el Magaña, el
Morrillones, el Guimbi, el Chinguango, el Chiriguay, el Yembo...
·
Nombres compuestos, formados por dos lexemas: el Pinchauvas, el Porracilina, Pericopizo,
el Pocapringue, el Robatiza, el Pocamoto, Pacoturbo, Currafría, el Cariancho,
el Ochoperras...
·
Hay personajes a lo largo de la pequeña historia
de nuestro pueblo que han sido conocidos con dos apodos o con hipocorísticos y
apodos a la vez, como Francisco Rojas, que fue conocido como “Rojillas el
Pregonero” o “Mariquita la Partera”, “Paquito
el Latero”. También hay casos en los que al apodo se añade el apellido, como
“la Chata Bohórquez” para distinguirlos de otras familias de “Chatos”.
·
Excepcionalmente algunos apodos son
prácticamente oraciones completas, en el listado constan “Don José a la
fuerza”, “Dame un beso, Salvador”, “el
Hasta Luego”, “el Veinte a la peseta”.
El pantano de Los Hurones desde el puente del "Mennunco"
Nos gustaría terminar
esta introducción con la historia de un apodo ubriqueño: “El Mennunco”, se
trata de un relato muy entrañable que,
lamentablemente, está cayendo en el olvido:
La sobrina-nieta
del “Mennunco” (“me desnuco”) nos contó un día que su tío-abuelo, hombre de
campo, se había enamorado, siendo joven, de una señorita del pueblo, y que el
hombre no se terminaba de decidir a pedir permiso para cortejarla por timidez,
por su manera de hablar...
Al joven le
tocó servir (hacer el Servicio Militar)
en Madrid, como a casi todos los ubriqueños que iban a la capital, en la
Guardia Real, y el buen hombre se fue a la gran ciudad decidido a aprender buenos modales y buena
expresión para después sorprender a su futura novia y a sus suegros.
En Madrid
fue haciéndose a la idea de cómo
hablaban los madrileños, cómo se saludaban las mañanas en el Retiro: “Celebro
saludarla, señora”, “Buenos días, señor”.
Y aquel joven
tomó buena nota para cuando fuera a hablar con su enamorada. Cuando llegó el
momento, ya de vuelta en Ubrique, el hombre se decidió a ir a pedir el permiso
a padre de la joven para cortejarla.
Llamó a la
puerta y lo hicieron pasar a una salita, donde tuvo que esperar varios minutos.
El pobre estaba tan nervioso que memorizaba sus frases: “Celebro saludarlo,
señor”.
Cuando el
futuro suegro entró en la salita, el joven, más nervioso aún, olvidó todas sus
frases, pero haciendo un esfuerzo pensó... “celebro, cerebro...”
Y le dijo: “Mennunco en saludarlo, señor”.
Ni que decir
tiene que el joven, una vez pasado el mal rato, consiguió el permiso para
cortejar a la señorita, con la que se casó más tarde. Sus paisanos ubriqueños
fueron conociéndolo como “el Mennunco”. Con el tiempo el campo en el que
trabajaba tomó curiosamente, el nombre
de aquella genial anécdota, tan entrañable, tan humana, tan sencilla y tan
divertida. Agradecemos a Atanasia que nos contara esta magnífica historia.
Hoy día este
apodo no se conoce en ninguna familia, pero todos en Ubrique conocemos esa
finca al otro lado del pantano llamada “El Mennunco” desde hace más de cien
años.
En el listado
que compone este libro también encontraremos apodos de todo tipo, unos muy
antiguos y otros más modernos, algunos muy simpáticos y otros un tanto
ofensivos, que hacen referencia normalmente a defectos físicos o morales,
aunque generalmente los apodos familiares son aceptados orgullosamente y son
muchas las familias que dicen llevar “a mucha honra” su apodo, y es que en
origen, si volvemos a leer el significado de la palabra “mote” en 1739,
encontraremos que se trata de un concepto honorable, e incluso proverbial,
aunque el paso del tiempo haya adulterado, en gran medida, este significado.
Este concepto
honorable y proverbial es el que hace que reyes y personajes importantes hayan
tenido y conserven su apodo distintivo, del mismo modo que ubriqueños y
ubriqueñas mantienen y conservan sus apodos, que los hacen únicos.
BIBLIOGRAFÍA
ARAGÓN MACÍAS, RAFAEL: Misceláneas
correspondientes a la Villa de Ubrique. (siglo XIX)
CABELLO JANEIRO, MANUEL: Del sombrero de tres picos a la Montera.
Breve historia de la familia Janeiro. (1992)
CABELLO IZQUIERDO, MANUEL:
Ubrique en verde. Al pantano de los
Hurones. (2013) http://ubriqueenverde.blogspot.com.es/2013/09/al-pantano-de-los-hurones.html
CABELLO IZQUIERDO,
ESPERANZA: El blog de Ocurris. El origen
del nombre de la calle Nevada http://manuelcabelloyesperanzaizquierdo.blogspot.com.es/2014/05/el-origen-del-nombre-de-la-calle-nevada.html
CARRASCO MOLINA, José: Vivir
en un pueblo: los apodos (2009) http://josesimeoncarrasco.blogspot.com.es/
MARTÍNEZ RAMÍREZ, Jesús: Aprovechamiento
educativo y didáctico de los apodos del campo de Cartagena. Universidad de
La Rioja. (2004) http://revistas.um.es/rmu/article/view/72851
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