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martes, 11 de diciembre de 2018

Versos en blanco, por Leandro Izquierdo



Por Esperanza Cabello

Ayer publicábamos unos versos sobre Triana que nuestro tío Leandro Izquierdo había escrito durante su estancia en El Escorial y que habían sido seleccionados y publicados en la revista del centro.
Nosotros habíamos encrontrado su nombre entre las publicaciones indexadas  (en este enlace), y solicitamos a la encargada de la Biblioteca del monasterio, doña María Paz Alonso Campos que nos enviara una copia y tuvo la gentileza de escanearnos y enviarnos todas las publicaciones de nuestro tío.



Leandro Izquierdo con su Madre, Natalia Fernández, y su hermana, Esperanza Izquierdo



En mayo de 1953 fueron publicados, en la página 175 de la revista del Real Centro Universitario Escorial estos "Versos en blanco" que ahora transcribimos.








Pintura de un Hidalgo

Alto… Seco… Animoso y arrogante.
Refleja tu valor vieja armadura.
Caminas belicoso en tu locura
sobre el lomo senil de Rocinante.
Ejemplo y prez de caballero andante.
Recio señor de mística figura;
buscas en todas partes la aventura.
Conviertes el molino en un gigante
…y pones en la punta de tu lanza
cuanto brío requiere una pelea.
No hay espada capaz que te derrote.
Es tu fiel escudero Sancho Panza.
Es tu dulce señora Dulcinea
por quien siempre suspiras, Don Quijote.




Un silencio dormido entre mis manos
quiso alcanzar tu fresca mano ignota
y gozó en tu silencio paz que flota
en música de anhelos y píanos.
Y por sueños profundos y lejanos,
tu mano entre mis manos quedó rota
y el sueño fue de almíbar. Nota a nota
escuché una canción blanca de enanos…
En sopores se hundió la mente mía;
mi espíritu quedó laxo…, dormido,
esperando la aurora con el día.
Oí el canto del gallo, y en su nido
despertaba la alondra: amanecía…
El sueño se quedaba en el olvido.



Caminar por la senda de la vida
es ir tras la ilusión; es caminar
soñando en paraísos; es soñar
con la virgen caricia que en ti anida.
Es seguir una senda indefinida,
quimérica, fantástica, estelar.
Es verte inmensa y lejos como el mar
y tenerte, a la vez, cerca y perdida.
Es ver en la tersura de tu frente
campos de integridad, donde inocente,
se ha estremecido la canción de Abril.
Es gustar melodías en tu boca,
cuajadas en cien besos, y ser roca
para no derretirse en tu perfil.



En el balcón estabas
y al pasar bajo él, te pedí un beso;
un clavel arrancaste de su tallo
y pusiste tus labios en sus pétalos…
Cuando me lo arrojaste y yo lo tuve
lo que busqué primero
entre los tibios pétalos de grana
fue el beso que pusiste entre ellos.
Una hoja del clavel quedóse mustia
cuando encontré aquel beso que habías puesto;
el pétalo besé con toda el alma
y te miré contento,
pues me supo a tus labios
lo mismo que otras veces que te beso.



LEANDRO IZQUIERDO FERNÁNDEZ


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