Por Esperanza Cabello
Ayer publicábamos unos versos sobre Triana que nuestro tío Leandro Izquierdo había escrito durante su estancia en El Escorial y que habían sido seleccionados y publicados en la revista del centro.
Nosotros habíamos encrontrado su nombre entre las publicaciones indexadas (en este enlace), y solicitamos a la encargada de la Biblioteca del monasterio, doña María Paz Alonso Campos que nos enviara una copia y tuvo la gentileza de escanearnos y enviarnos todas las publicaciones de nuestro tío.
Leandro Izquierdo con su Madre, Natalia Fernández, y su hermana, Esperanza Izquierdo
En mayo de 1953 fueron publicados, en la página 175 de la revista del Real Centro Universitario Escorial estos "Versos en blanco" que ahora transcribimos.
Pintura
de un Hidalgo
Alto…
Seco… Animoso y arrogante.
Refleja
tu valor vieja armadura.
Caminas
belicoso en tu locura
sobre
el lomo senil de Rocinante.
Ejemplo
y prez de caballero andante.
Recio
señor de mística figura;
buscas
en todas partes la aventura.
Conviertes
el molino en un gigante
…y
pones en la punta de tu lanza
cuanto
brío requiere una pelea.
No
hay espada capaz que te derrote.
Es
tu fiel escudero Sancho Panza.
Es
tu dulce señora Dulcinea
por
quien siempre suspiras, Don Quijote.
Un
silencio dormido entre mis manos
quiso
alcanzar tu fresca mano ignota
y
gozó en tu silencio paz que flota
en
música de anhelos y píanos.
Y
por sueños profundos y lejanos,
tu
mano entre mis manos quedó rota
y
el sueño fue de almíbar. Nota a nota
escuché
una canción blanca de enanos…
En
sopores se hundió la mente mía;
mi
espíritu quedó laxo…, dormido,
esperando
la aurora con el día.
Oí
el canto del gallo, y en su nido
despertaba
la alondra: amanecía…
El
sueño se quedaba en el olvido.
Caminar
por la senda de la vida
es
ir tras la ilusión; es caminar
soñando
en paraísos; es soñar
con
la virgen caricia que en ti anida.
Es
seguir una senda indefinida,
quimérica,
fantástica, estelar.
Es
verte inmensa y lejos como el mar
y
tenerte, a la vez, cerca y perdida.
Es
ver en la tersura de tu frente
campos
de integridad, donde inocente,
se
ha estremecido la canción de Abril.
Es
gustar melodías en tu boca,
cuajadas
en cien besos, y ser roca
para
no derretirse en tu perfil.
En
el balcón estabas
y
al pasar bajo él, te pedí un beso;
un
clavel arrancaste de su tallo
y
pusiste tus labios en sus pétalos…
Cuando
me lo arrojaste y yo lo tuve
lo
que busqué primero
entre
los tibios pétalos de grana
fue
el beso que pusiste entre ellos.
Una
hoja del clavel quedóse mustia
cuando
encontré aquel beso que habías puesto;
el
pétalo besé con toda el alma
y
te miré contento,
pues
me supo a tus labios
lo
mismo que otras veces que te beso.
LEANDRO IZQUIERDO FERNÁNDEZ
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