Fotografía de la calle Consistorio compartida por Pilar Canto
En Ubrique en el recuerdo
Por Esperanza Cabello
Los amigos que siguen el grupo de facebook "Ubrique en el recuerdo" saben ya a qué vamos a referirnos, a algo que sucede constantemente en este estupendo grupo lleno de recuerdos y de personas que comparten fotografías y nostalgia a partes iguales, siempre dentro de un gran clima de respeto y de colaboración.
Ni en sueños hubiéramos pensado que este sería el resultado del grupo. En principio lo creamos para poder comentar con nuestros hermanos y con Luis Crossa las fotografías que íbamos subiendo al blog. Poco a poco se ha convertido en un espacio de conversación en el que atesoramos, gracias a la colaboración de todos y al trabajo minucioso de Javier Sánchez Pozo, miles de fotografías de Ubrique.
Pero no solo eso, sino que, comentario a comentario, nos vamos todos haciendo una idea de cómo era el Ubrique de entonces... ¿veinte, treinta, sesenta, ochenta años? Porque los recuerdos de todos se mezclan y conseguimos hacer una magnífica imagen de nuestro pueblo antaño.
Con el permiso de los colaboradores, hemos capturado la conversación que siguió a la publicación de Pilar Canto (a la que le encanta ponernos a recordar) de esta fotografía de la calle Consistorio, conocida como "Callejuela de la Cárcel".
Puri Gómez Olmedo: Tal como estaba en nuestra infancia, recuerdo que se veía debajo del ayuntamiento una ventanita enrejada y más abajo vivía el carcelero Antonio Moreno y a los niños tan curiosos nos gustaba el morbo y asomarnos a ella.
Pilar Canto García: La casa del balcón era donde vivía mi vecina Mari Paz Oñate.
Antonio López Sánchez: Ahí nací y me crié, toda mi infancia en esa casa de la que se ve la esquina. Esa mi casa ya estaba reformada sobre el año 1965 era más pequeña de altura. Cuántos recuerdos.
Isabel Moreno Arenas: Yo también nací en esa calle, justo al empezar la calle por abajo en el rinconcillo tengo Buenos recuerdos sobre todo de la hermandad vecinal que había, recuerdo los vecinos puerta por puerta.
Esperanza Cabello ¿Te acuerdas de Juana Saborido?
Manuela Agüera Domínguez: yo sí, la traté mucho de pequeña.
Antonio López Sánchez: Juana Saborido, Remedios, Rogelio y Francisca, Pepa Sevilla, Marta y María Benítez hasta la plaza, y hacia abajo desde mi casa, Antonio Vega, Juanito el Carbonero, la familia Bautista, en el corralete la familia Luna, Pepe Moreno, como decía Isabel, al lado Paca Coronil, más abajo Purita y Fidel. Ojuuuu, años 50/60.
Luis Miguel Fernández: y también vivía abajo en el corralete una familia de apellido Povedano, justo bajando a la derecha.
Una pena en la foto que las flores no dejen ver el fondo y la casa donde vivía la familia Bautista-Cordón. Y un poquito más abajo Hilaria Arenas
Chelo Cuellar Pérez Cuellar. Sí, Antonio, éramos vecinos.
María Benítez : Yo sí recuerdo a Juana Saborido, el primer regalo que le hice a mi novio fue una camisa y me la hizo ella. En esa calle yo aprendí a coser con Paca Villanueva.
Antonio López Sánchez: Se me olvidó de los vecinos a los Villanueva.
María Benítez: y más gente. En la esquina Dolores Suárez y la siguiente Mercedes y Maruchi Pepa y a continuación Eulalia Moreno y más abajo Matías Garrón con su hermano y Rosario y en planta de arriba los franco que era zapatero y enfrente Pura con su marido e hijo y en la esquina Rosario Chacón. También más arriba Herminia su marido y su hija Pepa Angulo.
José María Cabello Janeiro: ¡Admirable descripción! Mis recuerdos son más lejanos. Y si la belleza de esta calle o callejón, como entonces se mentaba, es perenne, la mención de aquella ventanilla enrejada al bajo izquierda de la casona municipal me trae amargos encuentros.
Mi generación de la posguerra, tan castigada por la pandemia, fue dura. Muchas carencias y mucho susto. Y también los zagales acudíamos como moscas a aquella ventana cuyo acceso nos estaba prohibido. De pronto, sonaba una canción española o un sonoro fandango... suspendíamos los juegos infantiles.
En tropel, a la ventanita, y acostumbrada la vista a obscuridad de fondo, aparecían caras normales. Todos los presos preventivos tan numerosos entonces dormían hacinados antes de comparecer en tribunales militares.
Surgía espontáneo el diálogo. Ellos se interesaban por nuestros juegos y nuestro estudio y nos regalaban pequeñas cruces de la parte más blanda de las palmeras. Eran muy numerosos entonces.
De pronto alguien daba la voz: “¡Que viene Juan Suarez!” tan buena persona como buen funcionario, que era el carcelero. Y al momento se deshacía el grupo de niños curiosos, perdiéndose por las esquinas.
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