Vuelven las golondrinas a un patio ubriqueño
Por Esperanza Cabello
Desde hace unos días el patio interior de nuestra casa luce de una forma más dulce y tierna, acaban de llegar, al final del verano y de la mano de mi querida madrina, mi tía María Remedios, unas preciosas golondrinas que han jalonado los recuerdos de toda una vida.
Ahora se quedarán conmigo para siempre, este regalo me ha conmovido muchísimo, y es que estas golondrinas tienen mucha historia, ya conté, cuando Marta Canto me regaló las golondrinas de Manises (en este enlace) que recordaba perfectamente las golondrinas del patio de mi abuela Julia.
Con mis padrinos y mis padres, en el patio de mis abuelos
Yo tuve la suerte de ser la primera niña entre todas las nietas, cuando nací ya habían nacido, en la familia paterna, mis primos Paco, Prudencio, José Manuel, Manuel Ángel y mis hermanos Francisco y Manolo, así que el nieto número siete (entonces no se sabía si el bebé sería niño o niña hasta el momento de nacer) era muy esperado y todos querían que fuera una niña.
Nací un domingo de marzo, justo a la hora de la misa matinal, y como mi padre era tan expresivo, tan extremoso y tan impaciente, fue a la iglesia a contarle a mi abuela Julia que había nacido una niña, todos los asistentes a la misa se enteraron en el mismo momento y todos lo felicitaron.
Y mi abuela Julia, al igual que mi abuela Natalia y mis tías, estaban muy contentas con la niña, tanto que de vez en cuando me "rifaban" para llevarme a casa de unas o de otras. A veces tita Ana María me recogía y me llevaba a la tienda, me recuerdo a mí misma sentada en el mostrador y a ellas dándome todos los mimos, como siempre tan zalameras.
Yo siempre fui muy de mis abuelas, a las dos las admiré y las quise con locura, con una viví toda mi infancia, pero a casa de abuela Julia iba a diario.
Me encantaba su patio con tantas macetas, con tantos adornos, con aquellas pilistras tan hermosas, con los platos adornando la pared y los cacharros de metal sobre maceteros de madera, con las columnas de hierro y las tinajas de barro, así es como yo entiendo los patios. Y en aquel patio siempre hubo tres golondrinas.
En el patio de los abuelos en 1964, las golondrinas al fondo
Después, trás la muerte de abuela Julia en 1971, nuestro abuelo vendió aquella casa, y nunca supe dónde fueron a parar todos los objetos que la decoraban, poco a poco fui descubriendo, en casa de las tías, algunos de ellos: las pilistras y los juguetes de madera en lo de tita Julia, los cuadros de los bisabuelos argentinos en lo de tita Joaquina, los adornos de hierro y algunos cuadros en la casa de mis padres y en la de tito Pepe.
Pero aquellas golondrinas que tanto llamaban mi atención, se perdieron de mi vista durante un tiempo, hasta que volví a verlas cuando mis padrinos tuvieron un piso en Cádiz.
2004, Esperanza e Isabelita en la terraza de mi madrina, y las golondrinas acompañándolas
Del mismo modo que siempre fui mucho de mis abuelas, también me he sentido siempre muy cerca de mis tías, ellas han sido siempre muy especiales para mí, y por supuesto de mi madrina, la recuerdo desde siempre muy cerquita, ella era la chica, la más querida y protegida en a casa, y yo heredé ese cariño que todos le han tenido siempre y que ella derrocha a raudales para todos los que estamos cerca.
Cuando Marta Canto me regaló las golondrinas de Manises yo estaba muy contenta, y le conté a mi madrina que después de tantos años por fin había conseguido tener yo también en mi casa unas golondrinas.
2019 las golondrinas de Marta Canto
Y al contarle la historia de las golondrinas mi madrina me dijo que las golondrinas de abuela Julia también serían para mí, y que así volverían a estar en un patio ubriqueño, lleno de pilistras y coleos, con maceteros de madera, tinajas de barro y cacharros de metal.
Lo mejor de una herencia, es que la recibas cuando quien te la lega está vivito y coleando, y por eso estoy tan contenta de haber heredado estas golondrinas de la mano de mi madrina, porque sé que ella disfruta dándomelas tanto como yo recibiéndolas y colocándolas, con la ayuda de Eduardo, en el patio.
Entre las dos hemos cerrado un círculo, un círculo de tradiciones, de cariño y de recuerdos. Seguro que cuando mi familia lea esta entrada y vea las fotografías los recuerdos felices brotarán en cascada.
Ojalá alguien recordara también de dónde vinieron estas golondrinas a casa de abuela Julia, eran tres, y una se quedó en el camino.
Desde ahora las golondrinas de tita Reme, que han vuelto al final del verano a mi patio, se quedarán en Ubrique muchos años, y darán la bienvenida año tras año a las otras golondrinas, a las que de verdad vuelan y son tan importantes para nuestro mundo, y por eso escribo esta historia de recuerdos en femenino singular, por amor a mi abuela y a mi madrina, dos mujeres extraordinariamente hermosas a las que siempre tengo en mi corazón.💜💜💜
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Nota del día 21 de septiembre: Comentario de mi querido tío Pepe💜💜💜 (José María Cabello)
Qué maravilloso artículo, Esperanza. Las dos fuisteis privilegiadas, madrina y sobrina. Yo te recuerdo como la muñeca rubia de ojos de nácar, juguereando en la casa de Málaga o con tu infantil curiosidad repasando los libros de mi microbiblooteca en Algeciras. Tambien allí volteaban golondrinas haciendo curvas imposibles hasta posar en el balcón de Villa Palma. Siempre de paso. Símbolo de mi peregrinaje personal, como su invierno africano. Feliz en los años sesenta, en el hermoso patio de la casa, de familia. E igualmente feliz en los años setenta que conseguí mi libertad. Bss.
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