Querida Lisanda:
¡Ay, qué dolor!
Seguramente no hay palabras que puedan acompañaros en estos momentos tan trágicos y tristes, aún así quisiera poder expresar, en mi nombre y en el de nuestra familia y amigos, el pesar tan terrible que hemos sentido estos días y la admiración y el cariño que despierta vuestra familia en nosotros.
En estos momentos todos somos vosotros. Todos nos hemos puesto de puntillas en vuestra piel y hemos sentido ese dolor terrible que os ha vapuleado. Lo más triste es que ese dolor será un amargo compañero de camino.
Hoy todos somos vosotros.
Vuestra familia se ha convertido en un ejemplo de fortaleza, de templanza, de amor y de unidad. En los peores momentos es en los que se siente la calidad de las personas, y sois, sin lugar a dudas, de la mejor calidad humana que podría pensarse.
Esta mañana, mientras despedíamos a Julio, siempre dentro de nuestra propia burbuja de tristeza, veíamos las infinitas muestras de cariño hacia vuestro hijo. En ese mar de flores que lo acompañaba, ese respeto, esa gran cantidad de personas que os acompañaban afligidas, ese amor que demostraban sus amigos, sus compañeros, sus seres queridos. Un chiquillo muy querido, apreciado y admirado por todos, un muchacho feliz para el que lo más importante era su familia, sus amigos, sus mayores, el deporte, la naturaleza, los estudios. Su alegría y su luz eran contagiosas, y eso lo hemos comprobado hoy aún con más fuerza.
Todo Ubrique está conmocionado. Podría haber sido cualquiera de nosotros, todos los niños y jóvenes de Ubrique hemos subido al aljibe a jugar al fútbol o a acompañar a los jugadores. Todos hemos dado paseos por la sierra y hemos subido a admirar el paisaje. Muchos hemos tenido pequeños percances o pequeñas caídas y golpes, pero esta vez ha sido diferente, y ha sido Julio la inocente víctima de ese accidente.
Y esta mañana nos habéis dado a todos una lección de mesura, de religiosidad, de humanidad y de entereza. Tenemos el corazón encogido recordando cómo, a pesar del dolor y la tristeza infinita, el amor a Julio y el consuelo de saberlo tan querido, habéis encontrado el modo de recordar la LUZ que irradia Julio y nos habéis mostrado el camino del amor verdadero.
En aquella música y aquellos cánticos; en ese océano de flores que lo rodeaba y acompañaba, flores enviadas por amigos, familiares, instituciones, hermandades, compañeros de facultad, compañeros deportistas, grupos senderistas, agrupaciones corales y tantas personas que han querido acompañaros, hemos querido vislumbrar un horizonte de esperanza que a vosotros, como personas de profunda religiosidad, puede reconfortaros.
Lisanda, tus palabras de despedida han sido muy sentidas y nos han conmovido. Al sentir cómo empiezas a afrontar esta terrible pérdida he recordado a mi madre; entonces he pensado (y es lo mejor que puedo pensar de alguien) que realmente te pareces mucho a ella: en tu forma de encarar la vida, de cuidar de los tuyos, de vivir tu devoción, de entregarte a los demás, de hacer que la vida sea cada día un poquito más amable... gracias por ser como eres.
Sentimos muchísimo vuestro pesar, y sabemos que no hay, ni habrá, palabras de consuelo para esa pena desgarradora, pero queremos haceros llegar nuestro cariño, nuestra admiración y nuestro abrazo en un leve intento de mitigar vuestra amargura.
Sabemos que vuestro Julio siempre será LUZ, como habéis dicho, y esa luz os acompañará en todo momento.
Sit tibi terra levis, Julio 💜
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