Juan Manuel Román, Paco Román y Manolo Cabello. Viaje al centro del Rodezno
Hace unos días un amigo nos preguntó por la historia del Rodezno. Nosotros conocíamos, por los libros y las fotografías antiguas, la historia "formal" de la zona, pero nunca habíamos estado en el interior de los edificios ni teníamos idea de cómo se organizaban todas esas ruinas cuando estaban vivas.
Nuestro hermano Leandro nos sugirió preguntar a Juan Manuel Román, a ver si él, por ser de familia de panaderos y muy curioso con la historia de nuestro pueblo, podía ilustrarnos.
Juan Manuel y Paco junto a la cocina de su madre
La sorpresa fue mayúscula cuando Juan Manuel nos contó que su familia había vivido justo allí, en el molino, en los años cincuenta, y también que su hermano mayor, Paco Román, que se ha convertido en nuestro héroe, tiene una prodigiosa memoria y podría contarnos cómo se estructuraban los edificios y cómo era la vida en el Rodezno.
Así que propusimos a Juan visitar con Paco el molino, ahora que, aunque un poco peligroso, es posible, y se unieron a la visita nuestro hermano Manolo, experto conocedor del Nacimiento y del funcionamiento de las aguas en el pueblo, y Eduardo, que conoce la estructura de los molinos hidráulicos y eléctricos.
Este es, lo más ajustado a las conversaciones posible, el relato de aquel baño de cultura, de recuerdos, de tradiciones y de sabiduría.
Muchísimas gracias a Paco y a Juan Manuel por esta maravilla de explicaciones.
Escaleras para acceder a la tenería de Manuel Rojas desde el molino
Definitivamente, hablar del Rodezno es hablar de la historia de nuestro pueblo y, tratándose de historia, no podemos olvidar a una de las familias que habitó y trabajó en el molino del Nacimiento en los años cincuenta y que es referente de los panaderos de nuestro pueblo.
Hemos tenido la suerte de poder contar con las explicaciones y las historias de dos hermanos: Paco y Juan Manuel Román García, y gracias a ellos hemos podido hacernos una idea de cómo era la zona en los años cincuenta.
Manuel Román Carretero, casado con Pepa García Aguilera, había alquilado a principios de los cincuenta el Molino del Nacimiento, conocido actualmente como Molino de Cotrino, y trabajó en él con su familia hasta 1956, año en el que Manuel se fue a trabajar a las obras de construcción del pantano de Los Hurones, que habían comenzado tres años antes.
Sus hermanos, Pepe y Juan, trabajaban en el molino del americano, y en el ahora conocido como molino de Román, un poco más abajo.
La familia Román García (Manuel, Paco, Ana, Antonio y Pepa) durante una romería en la Venta Martín, acababan de comprar el burrito a Pedro Vázquez Rubiales, y esta fotografía les sirvió de contrato.
Durante los años que trabajó en el molino, Manuel Román Carretero vivió también allí con su familia, su esposa Pepa y sus cuatro hijos mayores, Paco, nacido en 1942; Ana, en 1943; Antonio, en 1945, y Pepa, en 1947. Juan Manuel nacería algunos años más tarde, en 1958, en la casa familiar.
Aunque la familia tenía casa en la calle Nevada, el trabajo del molino a veces no tenía horarios, y entonces la familia vivía allí.
Esa ventanita era la de la habitación de Ana, la segunda hija de la familia
Ha sido increíble oír las palabras de Paco que, a sus ochenta y dos años, tiene una memoria increíble, y él nos ha explicado la estructura de la zona y del molino. Al mismo tiempo las explicaciones de Juan Manuel han conseguido que por fin comprendiéramos mejor el funcionamiento de toda la estructura y los edificios.
Explicaciones de Paco Román sobre los edificios del Rodezno
A la izquierda se ven los restos de la última tenería de Ubrique, la de Ángel Janeiro, que estaba conectada por un puente con la tenería de Manuel Rojas, que fue una de las últimas. Nos recuerda Juan Manuel que además había unas pasaderas con piedras para cruzar el arroyo.
A la derecha se ve, en primer término, la casa en la que vivía Emilia con su familia, y justo al lado, el lugar por el que pasaban los animales de los arrieros con la mercancía.
A continuación, de derecha a izquierda, está el horno y la panadería. La leña se apilaba fuera, los arrieros llegaban del monte y dejaban las cargas de leña junto al muro, mejor menudita, para que hiciera llama.
Hornacinas para los candiles
A la izquierda del horno se ven aún las hornacinas donde se colocaban los candiles de horno.
A la izquierda unas escaleras que subían a las habitaciones donde dormía la familia, al menos había tres.
La cocina del Rodezno, las escaleras y el patio
A continuación, había una estancia en la que estaba la cocina familiar, detrás del muro estaba el gallinero y a la izquierda había una gran máquina que se utilizaba para limpiar la harina. Los restos salían al exterior por un pequeño tragaluz que se conserva aún.
La siguiente máquina servía para limpiar la harina, y justo al lado estaba el primer molino, era un molino hidráulico, aún se conservan las piedras y una parte de la estructura que las sustentaban.
Nos cuenta Juan Manuel:
“Las labores de talla de las piedras del molino se realizaban esporádicamente para evitar que la harina y el "afrecho" se apelmazaran, se les realizaban unos surcos a base de cincel y martillo por artesanos profesionales, uno era Emilio García, (padre del fabricante Francisco García, El Siglo) y otro Señó Antonio, que se desplazaba desde Arcos de la Frontera. Por otra parte, se conserva en el molino un arte que a base de poleas se utilizaba para elevar la piedra de arriba sobre su eje para realizar esta labor de talla.
Me recordaba mi hermano que en la pared de piedra bajo el muro que hoy sostiene la calle, siempre había una piedra de molino a modo de reserva por si se rompiera o deteriorara algunas de las que estaban en uso.”
En la siguiente estancia estaba el molino eléctrico, ya en los años cincuenta funcionaba con electricidad cuando el caudal del agua disminuía. Curiosamente Paco aún recuerda dónde estaba el servicio, a la derecha de la estancia, protegido por un muro. Y lo más curioso, para nosotros, es que se trata de un simple agujero en el suelo que da directamente abajo.
Y, finalmente, dos grandes patios, Paco los llama “el lejío”, era el lugar donde se criaban los cerdos. En los cincuenta había un lugar cubierto, en el que aún se ven los comederos, y un gran patio descubierto con arcadas al fondo que seguramente eran la base de la zúa (azud).
También nos cuenta que de las paredes manaba agua como en la actualidad.
Quizás esas dos grandes dependencias, con las arcadas y el agua fueran, hace siglos, alguno de los otros molinos de los que nos hablan.
Nuestra visita "maravillosamente guiada" terminó en el exterior de los edificios. Paco y Juan Manuel nos contaron que la alegría del molino eran las lavanderas, algunas, como Ana Mena, cantaban como los ángeles, y otras siempre estaban riendo y charlando.
Paco nos ha contado que alguna vez los molineros les gastaban bromas, por ejemplo, que si estaban lavando cerca de los arcos, les abrían las compuertas y había un gran barullo mientras intentaban no mojarse demasiado.
Nos hubiera gustado alargar lo más posible esta tarde, que ha sido extraordinaria. No tenemos palabras para agradecer a los hermanos Román toda la atención que nos han prestado y los datos que nos han ofrecido.
Gracias a ellos conservaremos una bonita parte de la memoria colectiva, y es posible que, si algún día la zona del Rodezno se convierte en zona museística o visitable, podamos apoyarnos en sus explicaciones para comprender e interpretar la vida en los molinos de Ubrique.
Un placer💜
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