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jueves, 19 de septiembre de 2024

Los perrillos en Ubrique. Recuerdos de otras épocas

 

Una bolsa de perrillos en la azotea

En otros lugares se llaman pinzas

 


Por Esperanza Cabello

 

Aunque cada día vamos dejando de usar muchas de ellas, en el habla de Ubrique hay cientos de palabras ¿"autóctonas"? que siguen formando parte de nuestro léxico.

Los perrillos son, en nuestro pueblo, las pinzas de tender la ropa. Imaginamos que el origen de esta palabra está bastante claro, al apretar la parte superior de cada uno de ellos, se abren como una boca de perro (hocico, claro).

Por supuesto que el uso de esta palabra ha dado lugar, a lo largo de los años, a cientos de curiosidades y anécdotas, pues parece que en Ubrique es en el único lugar en el que se los llama con ese nombre.

También ha dado lugar a historias divertidas, como aquella vez que una amiga granadina iba a tender la ropa en el tendedero del Amarguillo y le dijimos "Espera, que los perrillos están aquí abajo", y ella nos respondió: "No importa, no me dan miedo  los perros". 

Ya hemos hablado de los perrillos con anterioridad (en este enlace),  como palabra singular. Hoy, al ir a tender unos cuantos paños de cocina, hemos tenido un bonito (y quizás triste) recuerdo de la infancia.



 

 Vivíamos en la casa de nuestra abuela Natalia, y a veces, con poquitos años, ayudábamos a tender los pañuelos (entonces eran siempre de tela) o las servilletas (también de tela, por supuesto) o los calcetines, siempre ropitas pequeñas.

Y, puesto que en aquellos años no había demasiado de nada, más bien era época de carestía, tampoco había tantos perrillos como ahora. Así que las prendas se tendían compartiendo los perrillos, para que hubiera suficientes y poder tender toda la ropa.

Acordándonos de eso, hoy hemos tendido los paños compartiendo los perrillos, y han venido a nuestra cabeza, a modo de magdalena de Proust, cientos de recuerdos de aquella azotea.

Los perrillos de madera, los tendederos de alambre, las mujeres lavando en la lavadora de turbina, los primos correteando por aquella azotea, las sillitas de enea para sentarnos al sol, Leonor arreglando las macetas, Mariquita cuidando de los niños, abuela pendiente de todos, tito Pepe Luis dándonos sandía y poniendo el suelo perdido, tito Paco haciéndonos una película, los tíos fumando el día de la boda de mis padrinos...

 


Aquella azotea, como toda la casa de los abuelos, era mágica, y estos perrillos de hoy nos han recordado que la magia existe, solo hay que dejarse llevar por bonitos recuerdos y vuelves a ver a tantos seres queridos que han formado parte de tu vida.



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