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domingo, 28 de diciembre de 2008

La vida en Ubrique en los años 20

Isabel Álvarez y su tío Ángel Janeiro


Hoy hemos tenido la suerte de oír un relato entrañable de la vida de una niña en Ubrique en los años 20. Nuestra tía Isabel Álvarez nos ha contado algunas historias de su vida cotidiana:

"Yo era la cuarta hija de una familia muy numerosa, y la segunda nieta de una familia más numerosa aún. Todos mis tíos y tías me buscaban, me compraban regalos y me llevaban de excursión o de paseo. Mi tío Eloy, por ejemplo, que emigró a Argentina, tenía un coche (sería el año 22) y se iba al teatro a Prado del Rey con sus amigos, entre ellos José Coronel, y me llevaban con ellos.
Con mi tío Ángel me llevaba muy bien, siempre me quiso mucho, y mi tía Julia me buscaba para estar conmigo.
A mí no me gustaba demasiado ir a la escuela, pero los paseos, las fotografías, los mandados y el trabajo no me importaban en absoluto.
No era una época mala, no pasábamos hambre ni nada, teníamos todo lo necesario. Mi madre me daba una gorda (diez céntimos de peseta) para ir a comprar lechugas. Si iba a la tienda, me daban una, si iba a las huertas que estaban al otro lado del río me daban cinco o seis lechugas.
También me mandaban a por azúcar y café "ancá la Facana", con un real de azúcar y café había para tres o cuatro días. La Facana, Amalia, era una confitera excepcional, era nuestra vecina, hacía todo tipo de dulces caseros, y era una buena persona.
Cuando pelaban los conejos, llevaba el pellejo a la Fula (taller de sombreros), y me daban una chica por cada uno. Con una gorda (dos chicas) iba a la confitería de Rafaela y Sebastián, al principio de la calle Botica, y compraba un bollo de leche y un pocillo de chocolate (la palabra pocillo se refiere a una onza. Un pocillo es una tacita pequeña de cerámica en la que se tomaba el chocolate, de ahí el nombre).
Otras veces iba a la confitería de María La Paz y Serafín, en la calle del Perdón, que después fue de Eloísa, y compraba con una gorda cualquier dulce de los más buenos.

(Nuestra madre, nacida en 1932, dice que cuando ella era pequeña los dulces valían tres chicas en lo de María La Paz, y que compraban bollos de Bilbao, bucaritos, caracolas y bollos de leche).

Cuando tenía nueve años, en 1927, empecé a trabajar cosiendo sombreros; trabajabamos de nueve a doce por la mañana y de una a cinco por la tarde. A las doce en punto se comía, según el día unas migas cocidas, sopas del cocido o lo que hubiera (huevos casi nunca). A las cinco se tomaba el puchero, de calabaza, de habichuelas o de lo que diera la estación.





La Iglesia del Jesús
Principios de siglo



jueves, 18 de diciembre de 2008

Leopoldo de Ubrique, el obispo Panal, “un anciano hecho del barro de los mártires”



Agradecemos a José María Gavira que nos haya permitido compartir su trabajo en nuestro blog, publicado originariamente en "5*U", más tarde en "Historias del Mediodía" y  actualmente en proceso de publicación en "Historias de Ubrique" (en este enlace).



POR JOSE MARÍA GAVIRA VALLEJO
Un día un amigo me recomendó La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa. Me contó de qué iba el libro y, la verdad, no me sedujo en aquel momento sumergirme en la vida de un repugnante dictador dominicano del siglo pasado (Trujillo). Pero me convencieron estas palabras: “si lo empiezas, no lo podrás dejar”. Y así fue. Vargas Llosa siempre lo consigue. Ya plenamente prendido en la trama, los acontecimientos narrados cobraron un interés adicional cuando, pasado el ecuador de la obra (capítulo XIV), saltó a mis ojos el nombre de Ubrique. Concretamente, se encuentra en el párrafo que copio:
El editorial de Radio Caribe, reproducido por La Nación, aseguraba que monseñor Panal, el obispo de La Vega, «antiguamente conocido por el nombre de Leopoldo de Ubrique», era fugitivo de España y fichado por la Interpol. Lo acusaba de llenar «de beatas la casa curial de La Vega antes de dedicarse a sus imaginaciones terroristas», y, ahora, «como teme una justa represalia popular se esconde detrás de beatas y mujeres patológicas con las que, por lo visto, tiene un desaforado comercio sexual».
El obispo Panal, de Ubrique - loscallejones5uEn cuanto a monseñor Francisco Panal Ramírez, no es ese el primer pasaje en que se hace referencia a este hijo de Ubrique nacido en 1893 y muerto en Santo Domingo en 1970, que fue el primer obispo de la nueva diócesis dominicana de La Vega, entre 1954 y 1965. Desde el capítulo II se van relatando algunos hechos de este singular personaje que, con el norteamericano Tomás Reilly, recibió la siguiente descalificación –una de tantas– por parte de la emisora trujillista La Voz Dominicana:
(…) no nacieron bajo nuestro sol ni sufrieron bajo nuestra luna (…) y se inmiscuyen en nuestra vida civil y política, pisando los terrenos de lo penal.
Y es que el obispo Panal, “el españolete”, el “hijo de puta” (como lo califica el personaje de Trujillo en la novela), le estaba haciendo la vida imposible al Chivo recriminándole cada vez que podía su tiranía y su libertinaje; primero discretamente, después abiertamente, en un proceso de agravamiento de la animadversión que desembocó en guerra declarada el domingo 25 de enero de 1960. Ese día, Panal y los otros cuatro obispos dominicanos leyeron en el púlpito una carta pastoral “que estremeció la República” y “enloqueció de furor a la Bestia”.
Los prelados denunciaban la tiranía, pedían oraciones por los presos políticos que abarrotaban las cárceles y los centros de tortura del país, se acordaban de los “«millones de seres humanos que continúan viviendo bajo la opresión y la tiranía», para los que no hay «nada seguro: ni el hogar, ni los bienes, ni la libertad, ni el honor»”; defendían “[el derecho] a formar una familia, el derecho al trabajo, al comercio, a la inmigración, a la buena fama y a no ser calumniado «bajo fútiles pretextos o denuncias anónimas (…) por bajos y rastreros motivos»”. La pastoral reafirmaba que “todo hombre tiene derecho a la libertad de conciencia, de prensa, de libre asociación…” y elevaba preces para que “«en estos momentos de congoja y de incertidumbres (…) hubiera «concordia y paz» y se establecieran en el país «los sagrados derechos de convivencia humana»”.
rafael trujillo republica dominicana - loscallejones5u
El Generalísimo tenía bien aprendida en la carne ajena de Juan Domingo Perón (Argentina), Marcos Pérez Jiménez (Venezuela), y Gustavo Rojas Pinilla (Colombia) el daño que podían hacer las aparentemente inocuas pastorales de la Iglesia. De hecho, Perón se lo advirtió al Chivo al partir de Ciudad Trujillo, rumbo a España: “Cuídese de los curas, Generalísimo. No fue la rosca oligárquica ni los militares quienes me tumbaron; fueron las sotanas. Pacte o acabe con ellas de una vez”. Pero el Padre de la Patria Nueva dominicana optó por iniciar una campaña de propaganda contra los obispos, sobre todo contra los dos extranjeros, Francisco Panal y Tomás Reilly. Estos, “desde ese negro 25 de enero de 1960 (…) no habían dejado un solo día de joder. Cartas, memoriales, misas, novenas, sermones”. El tirano barajó varios planes criminales para acabar con el problema:

Uno, usando como escudo a los paleros, matones armados de garrotes y chavetas de Balá, ex presidiario a su servicio, los caliés irrumpirían a la vez, como grupos recalcitrantes desprendidos de una gran manifestación de protesta contra los obispos terroristas, en el obispado de La Vega y en el Colegio Santo Domingo, y rematarían a los prelados antes de que las fuerzas del orden los rescataran. Esta fórmula era arriesgada; podía provocar la invasión. Tenía la ventaja de que la muerte de los dos obispos paralizaría al resto del clero por buen tiempo. En el otro plan, los guardias rescataban a Panal y Reilly antes de ser linchados por el populacho y el gobierno los expulsaba a España y Estados Unidos, argumentando que era la única manera de garantizar su seguridad.
Pero sopesó los pros y los contras y decidió “[seguir con] la guerra de nervios. Que no duerman ni coman tranquilos. A ver si ellos mismos deciden irse”. No sabía que se estaba enfrentando con una personalidad de carácter tan tenaz como el suyo propio. Trujillo lo intentó todo para callarlo. Incluso organizó “una sacrílega pantomima contra monseñor Panal, en la iglesia de La Vega, donde el obispo decía la misa de doce”:

En la nave atestada de parroquianos, cuando monseñor Panal leía el evangelio del día, irrumpió una pandilla de barraganas maquilladas y semidesnudas, y ante el estupor de los fieles, acercándose al púlpito insultaron y recriminaron al anciano obispo, acusándolo de haberles hecho hijos y ser un pervertido. Una de ellas, apoderándose del micrófono, aulló: «Reconoce a las criaturas que nos hiciste parir y no las mates de hambre». Cuando, algunos asistentes, reaccionando, intentaron sacar a las putas fuera de la iglesia y proteger al obispo que miraba aquello incrédulo, irrumpieron los caliés, una veintena de forajidos armados de garrotes y cadenas, que arremetieron sin misericordia contra los parroquianos. ¡Pobres obispos! Les pintarrajearon las casas con los insultos. A monseñor Reilly, en San Juan de la Maguana, le dinamitaron la camioneta con la que se desplazaba por la diócesis, y le bombardearon la casa con animales muertos, aguas servidas, ratas vivas, cada noche, hasta obligarlo a refugiarse en Ciudad Trujillo, en el Colegio Santo Domingo. El indestructible monseñor Panal seguía resistiendo en La Vega, las amenazas, las infamias, los insultos. Un anciano hecho del barro de los mártires.

costaverdedr.com
Todo esto removió la conciencia de Salvador Estrella Sadhalá, un católico ferviente, de comunión diaria, que se confesaba a un cura así:

Voy a matar a Trujillo, padre. Quiero saber si me condenaré (…). Ya no puede ser. Lo que están haciendo con los obispos, con las iglesias, esa asquerosa campaña en la televisión, en radios y periódicos. Hay que ponerle fin, cortando la cabeza de la hidra. ¿Me condenaré?




manuel cabello janeiro - loscallejones5u
Casi cuarenta años después de su muerte, el obispo Panal sigue ocupando un lugar en la memoria y el corazón de muchos fieles dominicanos entre los que goza de fama de santo. Tanta, que no hace mucho el actual obispo de la diócesis de La Vega, Antonio Camilo González, hizo una discreta visita a Ubrique que tenía algo de devota peregrinación. Monseñor Camilo quería conocer en persona el lugar donde vio la luz una figura tan admirada en su país. Le sirvió de sin par cicerone nuestro recordado Manuel Cabello Janeiro, en cuya proverbial inquietud de historiador de todo lo nuestro quedó sembrada una semilla de interés que acabó transformándose en entusiasmo incondicional hacia tan ilustre paisano. Don Manuel viajó a la República Dominicana siguiendo el rastro del olor a santidad y narró sus experiencias en su obra Obispo Panal, un hombre comprometido.
En este libro, que como el de Vargas Llosa no se deja cerrar hasta que se concluye, Cabello nos cuenta algunos detalles históricos y nuevas sabrosas anécdotas de la vida de aquel ubriqueño diamantino que nació el 20 de septiembre de 1893, hijo de Manuel y María, en la casa familiar de la calle de la Palma. Desde muy pequeño frecuentaba con sus hermanos mayores el convento de Capuchinos, donde, al parecer, quedaba hechizado ante la celda que había ocupado el beato Diego José de Cádiz. Tanto, que se despertó en él la vocación de “catequizar herejes”, y para disponerse a ello ingresó con doce años en la Escuela Seráfica de Antequera, en 1905, pasando en 1909 al colegio que la Orden tiene en Granada. En 1914, con el nombre de Fray Leopoldo María de Ubrique (un homenaje a Fray Leopoldo de Alpandeire), llegó a la República Dominicana para no retornar jamás a España. Allí llevaba 16 años cuando Rafael Leónidas Trujillo Molina, tras un golpe de Estado, llegó al poder, en el que se mantuvo hasta 1961 siempre bajo un velo de mendaz constitucionalidad. Durante 31 años tuvo tiempo sobrado para hacerse dueño de medio país, robarle a sus compatriotas unos 100 millones de dólares y convencerse a sí mismo de que era una especie de semidiós con patente incluso para nombrar a su hijo Ramfis coronel a los 7 años y general a los 10 (según narra Vargas Llosa). La cantidad y “calidad” de las tropelías del Generalísimo Trujillo difícilmente las podrá supera ningún dictador contemporáneo.

catedral de la vega republica dominicana loscallejones5u
 

Cuenta Manuel Cabello que un día Trujillo asistía a la misa que oficiaba Panal en su catedral. Se habían dispuesto dos reclinatorios en el altar, uno para el obispo y otro para el jefe del Estado; este iba a dirigir su propia “homilía”, que iba a ser retransmitida a toda la nación por su expreso deseo. El tiro le salió por la culata. Al parecer, cuando el prelado pidió que todos se hincaran de rodillas, el Generalísimo se resistió a acatar tamaña afrenta a su dignidad de morador del Olimpo. Pero tampoco Panal estuvo dispuesto a consentir tal insumisión, por lo que recalcó en voz alta e imperiosamente: “¡Todos, todos!”. Y el Generalísimo bajó la testuz y se puso de hinojos… El príncipe de la iglesia le soltó un sermón de padre y muy señor mío sobre las iniquidades que se estaban cometiendo en el país, preguntándole al dictador si no estaba enterado de ellas. Trujillo acabó levantándose y salió de la catedral como alma que lleva el diablo –nunca mejor dicho– con la idea fija de que aquel cura se las iba a pagar caras.


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miércoles, 17 de diciembre de 2008

El Acueducto Romano de Ocurris, Miguel de Olivares y Ceán Bermúdez

La fuente de Benaocaz manando a chorros
Foto: Leandro Cabello




Por Esperanza Cabello

Nos ha parecido fantástica la entrada sobre el acueducto romano de Leandro, y mejor aún su capacidad para recordar los detalles y empeñarse en encontrar los sitios.
Hemos preguntado a nuestra madre y nos ha contado que estuvieron en varias ocasiones visitando el acueducto, ellos solos o con don Salvador de Sancha, y también nos ha contado algo sobre "vasos comunicantes" y tuberías de plomo.
Nos hemos dicho que, con total seguridad, esa obra romana era de suficiente envergadura como para haber sido tratada en muchas más ocasiones, y hemos aprovechado para echar un vistazo en internet.
Ya sabíamos que Miguel de Olivares, el arquitecto ubriqueño que construyera la ermita de San Pedro, había trazado los planos de lo que él consideraba las termas romanas de Ocurris, el Columbario, pero nos ha causado gran sorpresa el visitar la  Biblioteca Cervantes Virtual y encontrarnos con que en el "Informe de las antigüedades descubiertas en el término municipal de Ubrique" remitido a la Real Academia de la Historia en 1802, que incluye la planta de las "termas romanas" de Miguel de Olivares, Arquitecto, ya se habla de los restos encontrados en Ocurris, de un aljibe romano, del acueducto, de cuatrocientas monedas y varias obras de arte más.



Informe de las antigüedades descubiertas en Ubrique, 1802
(pinchar sobre la imagen para ampliar)

No queda ahí la cosa. En 1882 otro miembro de la Real Academia de la Historia, Juan Agustín Ceán Bermúdez, escribió el "Sumario de las antiguedades que hay en España, en especial las pertenecientes a las Bellas Artes




En esta interesante obra podemos leer sobre nuestro pueblo (al que, por cierto, sitúa en la provincia de Granada) lo siguiente:


Descripción de las antigüedades romanas de Ubrique 
por Juan Agustín Ceán-Bermúdez
(pinchar sobre la imagen para ampliar)




Ceán Bermúdez habla de Ubrique, de la cima del Benafi, de una cuidad romana llamada Ocurris, de la RESP. OCVRRITANORVM, y, por supuesto, de los vestigios de un acueducto.

Suponemos que entre estas citas y las actuales ha debido de haber muchas más, pero ya las iremos encontrando.

Muchos años más tarde nuestro padre habló del acueducto romano de la Sierra de los Paredones en su libro "Ubrique, encrucijada histórica"
En 2008 Elena Sánchez López, de la Universidad de Granada, escribía "Introducción a los acueductos romanos en Andalucía", y en este artículo podemos leer sobre el acueducto de Ocurris, en la Sierra de Grazalema:


(pinchar sobre la imagen para ampliar)
Buscando acueductos en la Sierra  también hemos encontrado el estudio sobre "El  quanat de Villaluenga del Rosario", un formidable artículo del historiador ubriqueño Alejandro Pérez Ordóñez, lástima que no se refiere al acueducto de Ubrique, sino a otra conducción de agua "muy" diferente.

Más recientemente, en  El periódico de Ubrique, en su edición del 5 de febrero de 2010, hemos encontrado un artículo sobre la investigación de las construcciones hidráulicas en el Salto de la Mora, escrito por uno de los últimos arqueólogos que ha trabajado en el Salto de la Mora, Luis Guerrero. En él habla de un acueducto, hoy día prácticamente desaparecido.


(pinchar sobre la imagen para ampliar)


Si en pocos minutos hemos conseguido encontrar tanta información sobre el acueducto romano de Ocurris, está claro que se trata de una construcción muy importante, aunque lamentablemente es un gran desconocido para todos los ubriqueños.


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martes, 16 de diciembre de 2008

¿Un acueducto romano en nuestra Sierra? Pues sí, el acueducto de la Sierra de Los Paredones

 
  se dirige hacia el Salto de la Mora

Texto y Fotos: Leandro Cabello

El acueducto de la sierra de los paredones.


Como hemos contado en este blog,  durante las excavaciones arqueológicas que se realizaron en la ciudad Ibero-Romana de Ocurris en Ubrique en los años 70, fueron muchas las veces que visitamos el Salto de la Mora con nuestro padre. Aunque siendo niños normalmente jugábamos por nuestra cuenta en cualquier cuevecilla o en cualquier árbol,  recuerdo que también nos llamaban la atención los descubrimientos  que se hacían en las excavaciones (lo que más, cuando aparecía un esqueleto).

De aquella época tenía el recuerdo de una visita que hicimos con mi padre a la Sierra de los Paredones que se encuentra junto a la del Salto de la Mora y que desde algunas perspectivas se puede decir que es “gemela” de esta. Allí nos enseñó lo que para mí era solo un montoncito de piedras pero  él nos dijo que era muy importante pues formaba parte del acueducto que abastecía de agua a la ciudad romana. En su primer libro lo situó como uno de los yacimientos romanos más importantes de la zona, pero no hubo ocasión para estudiar la construcción como se merecía.


 Acueducto Romano de Los Paredones
Años después, recondando esas visitas y aquellas construcciones busqué  varias veces el sitio pero no  volví a ver los restos.  Fue hace unos días cuando hablando con mi hermano Manolo me dijo que él se acordaba del sitio y no solo eso sino que lo ha visitado recientemente con su familia y algún amigo.
De modo que nos hemos puesto en camino y cuando lo he visto me he llevado una gran sorpresa porque lo que de niño me pareció un muro  de piedras  igual que los que había en el Salto de la Mora hoy creo perfectamente que tiene la importancia que le daba mi padre.


Los primeros restos que se ven son 
este muro con el que se salva una diaclasa.


Manolo Cabello siguiendo el acueducto.
A continuación este murete para nivelar el terreno.
Se puede ver un recorrido de unos 40 metros



Los romanos fueron buscando 
el lugar por el que pasar la conducción.


 Después de un pequeño recorrido 
se llega a la parte final de lo construido.



Piedra y argamasa.

La construcción sigue durante muchos metros


Podemos encontrar grandes muros 
y muchos restos de construcción para conducir el agua


Efectivamente el acueducto se dirigía al Salto de la Mora


Nos ha casusado una gran impresión y mucha alegría volver a encontrar, después de tantos años, esta conducción de agua. Nuestro padre hizo un plano de la cantidad de cisternas y algibes que había en el Salto de la Mora para abastecer a la población de agua, pero esos depósitos debían de llenarse, además de con el agua de la lluvia, de alguna otra manera. Suponemos que el agua del nacimiento del Castril, en Benaocaz, tuvo mucho que ver en todo esto, y recordamos algunas frases y algunas teorías de los expertos en aquel tiempo. Lástima que sus conclusiones nunca fueron publicadas, quizás en ellas estuviera la explicación de esta fantástica construcción romana.



El agua en Ocurris. Manuel Cabello Janeiro 1968?


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viernes, 3 de octubre de 2008

Abuela Julia

Julia Janeiro Rubiales con sus nietos
La Cerca, octubre de 1970


Por Esperanza Cabello

Pocas cosas deben de ser más gratificantes para una abuela que estar rodeada por sus nietos, si excluimos estar acompañada por sus nietos en el campo...
Hoy nuestra prima Ana María Cabezas nos ha enviado una preciosa fotografía de nuestra abuela Julia, tomada en octubre de 1970 en la Cerca, el campo familiar.
Abuela Julia está con varios de sus nietos: Manolo, Sergio, Leandro, Irene, Natalia Julia, Esperanza con Ana María en brazos...
En realidad tuvo muchísimos más: veinticinco nietos como veinticinco soles, aunque a los más pequeños no los conoció, abuela murió en septiembre del 71, poco antes de que nacieran varios de nuestros primos.
Gracias, Ana, por este regalo tan entrañable.


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lunes, 18 de agosto de 2008

Las pinturas de la Cueva de la Pileta, expuestas en Madrid

 La Ilustración Española, 22 de mayo de 1921
Exposición de Arte Prehistórico
Biblioteca Nacional de España 


Por Esperanza Cabello

Después de visitar la Cueva de la Pileta este verano hemos estado curioseando, pues aquella historia de la visita de los Beatles nos sigue encantando y a veces buscamos en la red a ver si hay suerte.
Pero, en lugar de encontrar la noticia de los Beatles, hemos encontrado la que, seguramente, sería la primera presentación al gran público en la capital española del arte en la Cueva de la Pileta y otras muchas cuevas españolas.
Se trata de una publicación de La Ilustración Española, recogida en la Hemeroteca Digital, del 22 de mayo de 1921; es un reportaje sobre la exposición de Arte Prehistórico Español preparada por el profesor Hugo Obermaier








Era una exposición organizada por la Sociedad Española de Amigos del Arte, presentada en el Palacio de Museos y Bibliotecas, y llamada d despertar, por su trascendencia e importancia, un excepcional interés en el mundo científico.
Fue el mismo profesor alemán el encargado de presentar la exposición:
"Esta Exposición -comienza diciendo-es, por todos los conceptos, interesantísima y digna de estudio, y sus resultados para la ciencia positivos e innegables. Es gloria, casi exclusiva, de España, que sólo puede compartir en proporción bien pequeñael sur de Francia, la de encerrar en sus cavernas los primeros pasos, las primeras manifestaciones del arte, en cuanto a lo  pletórico se refiere. Los hombres que llevaron la expresión de sus sentimientos artísticos a las cuevas o cavernas del Norte o del Levante de España en forma tan prodigiosa como usted irá viendo, eran hombres tan primitivamente rudos que no conocían más utensilios que los fabricados con la piedra tallada; es decir, hombres de la época paleolítica, pudiendo asegurarse sin temor a errar que fue preciso que transcurrieran muchos miles de años para que pulimentaran la piedra y más tarde emplearan los metales.
En resumen: que las pinturas cuyas reproducciones vamos a ver fueron hechas por hombres que vivían en España muchos miles de años antes que comenzaran las antiguas civilizaciones orientales."

A continuación admiramos también multi-
tud de reproducciones, unas del tamaño de los
originales, y otras reducidas, de gran copia de
     animales (grabados, contorneados y dibujados
con colores), pertenecientes a las cavernas de
Santián, Bolado, de La Haza, del Pendo, de la
Loia, de la Venta de la Perra, de la Pasiega,
del Castillo, del Covalanas, de Hornos de la
Peña, de «Clotilde», de Pindal, de la Peña de
Candamo, de Basondo, de la Paloma y de la
Pileta, esta última en la provincia de Málaga,
en las estribaciones de la Sierra de Ronda, cer-
ca del pueblo de Benaojan, y la cual se inclu-
ye en la sala del Arte del Norte, por contener
ailgunas manifestaciones artísticas del estilo
cantábrico.
 ¡Imposible hacer una labor más
comprensiva y completa que la realizada, con
esfuerzo digno de toda loa por
los Amigos del Arte!

lunes, 28 de abril de 2008

La Hermandad del Cristo del Perdón y de la Sierra

Cristo del Perdón y de la Sierra, 1934
 
 
En la imagen podemos observar la procesión de una sencilla imagen de Cristo Crucificado en la Semana Santa de 1934, bajando por la actual calle Moreno de Mora y acercándose a Los Callejones. Durante un largo periodo las manifestaciones religiosas se suspendieron en Ubrique  después de la Guerra Civil.
En 1951, siendo párroco de Ubrique don Francisco Lanzat Ríos, Manuel Cabello tuvo la idea de crear la hermandad del "Cristo del Perdón y de la Sierra", que fue debidamente autorizada. La imagen del Cristo del convento volvió a salir en procesión en la Semana Santa de 1951, pero el año siguiente la parroquia cambió de titular, y el nuevo párroco consideró que la imagen no contaba con un trono adecuado que garantizara su seguridad, por lo que no permitió que volviera a salir y la hermandad se disolvió.
Es la misma imagen del Cristo que actualmente sale a hombros y es llevada hasta el Calvario.

Esperanza Izquierdo Fernández, abril 2008



Hace unos minutos han depositado,  en unos lienzos sobre el suelo, delante del altar de nuestra parroquia, una imagen del Cristo Crucificado. Nuestra madre ha empezado a explicarnos que esa es una imagen antigua que no se saca en procesión porque no tiene andas ni trono. También  nos ha explicado que nuestro padre se empeñó en 1951 en sacar la imagen del Cristo, aunque fuera directamente sobre los hombros de los costaleros, y que el párroco  don Francisco Lanzat les dió el permiso pertinente.
Nos ha contado también cómo fundaron la hermandad del Cristo del Perdón y de la Sierra, y ese nombre nos ha parecido muy significativo para una cofradía serrana.
 
Íbamos a escribir la entrada correspondiente cuando hemos recordado que ya en 2009 habíamos hablado de las procesiones y el crucificado, y en 2010 explicamos que el primitivo Cristo del Perdón había sido quemado en 1936, habiendo venido a sustituirlo un crucificado del sevillano Antonio Castillo Lastrucci que es el que actualmente está en la Parroquia.


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martes, 22 de abril de 2008

¿Jugamos en el Salto de la Mora?

Jugando en el Salto de la Mora
Ubrique, diciembre de 1963
Gentileza de Luis Vilches y Paquita Arenas


Por Esperanza Cabello

Nuestros querido Luis Vilches y Paquita Arenas nos han enviado una fotografía muy especial: el recuerdo de una de las muchísimas veces que nos íbamos todos a pasar un día de campo.
Es una fotografía de diciembre de 1963, y  en ella podemos ver a unos cuantos niños de la familia: Antonia María; María  Teresa, María Isabel, Esperanza, Ángel y Pepe Luis.
En aquellos tiempos nos juntábamos varias familias, todas con muchos niños, y pasábamos unos estupendos días de campo, unas veces íbamos a la Viña del "Moniato", donde estaba nuestro tío, el padre de Antonia María y María Teresa, otras al llano de la Zarza (allí montábamos hasta la tienda de campaña azul), otras a la Cueva del Arenal y muchísimas otras al Salto de la Mora, entonces nos quedábamos en el llano de Santa Lucía o subíamos al actual yacimiento de Ocurris, y jugábamos en la cueva de los "Beatles de Cádiz".
Pues en ese llano debíamos de estar jugando a la pelota cuando nos hicieron esta fotografía. Recordamos perfectamente aquella pelota (la que tiene María Isabel en las manos) y la capita azul. Nos habían hecho una igual a cada prima.
Nos parece una foto muy entrañable, que nos trae unos magníficos recuerdos, y no queremos dejar de agradecer a Luis y Paquita (los compadres de nuestros padres) que nos la hayan ofrecido. Gracias a los dos.


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miércoles, 2 de abril de 2008

Una tanda de Janeiros y de Rubiales

Julia Janeiro Coveñas con su madre


Por Esperanza Cabello

La historia de nuestra familia está llena de personas de las que hemos oído hablar desde siempre, pero a las que no sabíamos distinguir, porque no teníamos imágenes de ellos. Poco a poco vamos recuperando fotografías y recuerdos de unos y de otros, y estamos muy orgullosos de ver cómo toda la familia se interesa, nos cuentan historias, nos dan fotografías y vamos hilando, despacito, la madeja familiar.

Para esta galería fotográfica de hoy hemos tenido la suerte de contar con la ayuda de Julia y Javier Janeiro Pérez, Isabel Álvarez Janeiro, Remedios y Joaquina Cabello Janeiro, Esperanza Izquierdo, Pepa Rubiales y su hijo Cristóbal.


La historia de este trocito de familia comienza con Isabel Coveñas Orellana, nuestra tatarabuela, de la que hemos hablado en varias ocasiones, (pinchar aquí) tuvo "siete hijas como siete soles" (Isabel, Consuelo, Natalia, Ángeles, Francisca, Julia y Josefa) y varios hijos (José, Emilio y Cristóbal).



Isabel Coveñas, madre de Isabel y Julia


Una de sus hijas, Isabel, fue la primera esposa de Manuel Janeiro Córdoba, y con él tuvo varios hijos, Edmundo (que murió muy pequeño), Manuel (que emigró a Argentina), Isabel, Ana y Humberto. Isabel era la abuela de nuestra tía Isabelita Álvarez Janeiro.



Isabel Janeiro Coveñas
primera esposa de Manuel Janeiro Córdoba



Isabel murió en el parto de su último hijo, Humberto, y Manuel se casó de nuevo con la hermana de ésta, Julia, que se ocupó de los hijos de su hermana y de los suyos propios, formando una gran familia (pinchar aquí para leer la historia).


Manuel Janeiro Córdoba
esposo de Isabel Rubiales Coveñas
casado con Julia Rubiales Coveñas
tras la muerte de Isabel



El mayor de los hijos de Manuel e Isabel, Manuel Janeiro Rubiales, un fantástico pintor, emigró a Argentina muy pronto (en los primeros años de 1900) a buscar fortuna. Y allí se quedó para siempre. Ésta es su última fotografía en España, las otras que conservamos (pinchar aquí para verlas) ya llegaron desde Argentina, donde Manuel se estableció, aunque no llegó a casarse.




Manuel Janeiro Rubiales
el mayor de los hijos de Manuel e Isabel



Uno de los hermanos de Manuel, Eloy, se fue en principio a Cuba, con sus hermanos Humberto y Rogelio, allí trabajaban en un ingenio (fábrica) de café. Cuando sus hermanos volvieron a Ubrique, Eloy decidió ir también a Argentina, como su hermano Manuel. Eloy había trabajado en Ubrique con su padre, y había sido novio de María Coveñas muchos años, pero se fue al nuevo mundo buscando fortuna y tampoco regresó a España.
Eloy no formó su propia familia, trabajó constantemente pero siempre tuvo añoranza de su tierra, a la que no volvió. Se puso enfermo y quería volver, pero no tuvo ocasión, nos ha contado nuestra tía Joaquina que cuando estaba ya muy enfermo sólo llamaba a María.



Eloy Janeiro Rubiales
Hijo de Manuel e Isabel


Aunque Eloy y Manuel se fueron lejos, nunca perdieron el contacto con la familia. Nuestra abuela Julia guardaba las cartas y las fotografías de sus hermanos como un tesoro, del que nosotros hemos elegido la tarjeta que Eloy mandó a su padre justo antes de coger en Santander el barco que los llevaba a Cuba el seis de noviembre de 1919. Eloy volvió a España varias veces, hasta que se quedó definitivamente en Argentina a partir del año 1925.




Tarjeta enviada por Eloy a sus padres
desde Santander antes de salir para Cuba
6 de noviembre de 1919


Reverso de la tarjeta de Eloy


Queridos Padres:

Hoy, 6 llegamos a ésta (se refiere a Santander). Mañana, 7 salimos. Les escribo ésto porque no sé qué contarles. Su hijo, Eloy.

Dirigido al señor D. Manuel Janeiro (Café) Ubrique (Cádiz).



Nota del 11 de agosto de 2011: Hemos tenido la suerte de que Eduardo Rubiales Rascón, un jerezano tataranieto de Isabel Coveñas, se haya puesto en contacto con nosotros. Se da la circunstancia de que es bisnieto de Josefa Rubiales Coveñas, así que hemos despejado la duda que teníamos desde que escribimos esta entrada: la séptima hija de Isabel se llamaba Josefa. Era habitual que dos hermanos (hombre y mujer) tuvieran el mismo nombre, porque se seguía a rajatabla la tradición de poner los nombres de los abuelos y los padres según fuera tocando, fuera niño o niña. En nuestra familia materna tenemos el mismo caso, nuestra bisabuela Pepa tenía un hermano llamado José (el Tío Pepito).
Agradecemos a "nuestro primo" Eduardo que se haya puesto en contacto con nosotros y lo animamos a que nos envíe los datos familiares que le sea posible.

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sábado, 29 de marzo de 2008

La fabricación de los sombreros de fieltro

Hemos encontrado en internet un reportaje sobre la fabricación de los sombreros de fieltro (en esta página) de que hemos entresacado los datos que nos ayudarán a hacernos una idea de cómo se fabricaban los sombreros en Ubrique. Son los siguientes:

"Durante la fase inicial de la fabricación de sombreros de fieltro se prepara un primer bastido; las pieles, generalmente de conejo, liebre y castor, se trabajan convenientemente en la máquina sopladora, que mezcla los pelos; éstos pasan a la máquina apelmazadora, donde, mediante chorros de agua caliente, se peinan y el fieltro, todavía no acabado, adquiere la típica forma de campana

Antes de recibir el tinte, el bastido de fieltro debe adquirir la consistencia necesaria; esto se logra mediante las operaciones de abatanado y alisado (a la izquierda) y el enfurtido ( en el centro).





Después de estas operaciones el bastido está en condiciones de recibir el teñido y acabado. En el depósito de tinte ( a la derecha) el fieltro permanece en ebullición en un baño del colorante adecuado durante cierto tiempo

El acabado de los sombreros de fieltro comprende de sesenta a setenta operaciones que van desde el modelado (a la izquierda) hasta la fula, el planchado (centro), el toscado (derecha) y el repaso final.



Operaciones accesorias, pero que siempre se realizan en una sección del taller de sombrerería, son los últimos toques y el aditamento de detalles ornamentales mediante los cuales el sombrero se adapta a la línea señalada por la moda.

Para la fabricación del fieltro, se emplea, generalmente, pelo de conejo doméstico o salvaje, de liebre y de castor, convenientemente seleccionado y mezclado en una máquina soplosa ( o sopladora). El pelo así mezclado, unido a veces con otras fibras, se pesa para formar unidades ( cada una de las cuales es la cantidad suficiente para elaborar el fieltro de un sombrero); después pasa a una máquina de apelmazar, que aspira el pelo y, a través de un juego de tambores y aspas dotados de un movimiento giratorio vertiginoso, lo proyecta sobre un cono metálico con perforaciones muy finas, provisto de un aspirador, capaz de mantener el pelo sólidamente unido al mismo cono. Distribuido de una manera uniforme sobre el cono giratorio, se lanza contra el pelo un chorro de agua caliente para peinarlo; la lámina así obtenida, llamada Bastido, se introduce posteriormente en las máquinas de abatanar y alisar, operaciones que dan al fieltro una primera consistencia. Después de esta operación, el bastido pasa a las máquinas de enfurtir que, en distintas fases, reducen el fieltro a un estado más compacto y resistente; en este momento se obtiene el verdadero fieltro, dispuesto ya para las operaciones siguientes de tinte y acabado. A esta etapa de la elaboración sigue, por lo general, el teñido del sombrero (en algunos tipos es posible realizarlo directamente sobre el pelo en la operación de enfurtir). , mediante su ebullición en un baño de colorante con mecanismos apropiados para que el color penetre profundamente en el fieltro. Los sombreros teñidos pasan sucesivamente al modelado, a la prensa, al planchado y al acabado final, para recibir después solamente los últimos toques y el adorno. La elaboración de un sombrero de fieltro precisa un total de sesenta operaciones".




Suponemos que a principios del siglo pasado la fabricación de los sombreros era absolutamente artesanal, así que esas sesenta operaciones se hacían a mano, con meticulosidad y garantía.

jueves, 27 de marzo de 2008

Manuel Cabello Janeiro: La palmera del Convento de Ubrique

Foto: Leandro Cabello Izquierdo
El Convento de Capuchinos de Ubrique




El artículo que podemos leer a continuación fue escrito por Manuel Cabello Janeiro a principios de los 70 para participar en los juegos florales de la sierra. Fue publicado en el diario ABC el 11 de septiembre de 1974 y por el Diario Sur de Málaga

"Del seráfico convento, barco varado en el solitario mar de sus huertas, aún quedan enhiestos dos mástiles de sutiles alturas: la espadaña trinitaria de su campanario y su centenaria palmera.
El convento de Capuchinos de Ubrique, sobre una liviana moheda, está vacío muchos años ha. Solo el santuario lo ocupa la Patrona, Santísima Virgen de los Remedios.
La mole conventual, tranquila, reposada y blanca, atesora sobre la piedra su recuerdo y se airea con los acompasados movimientos de una palmera. Su figura es como una huella indeleble y fiel de su pasado. Esa única y gigantesca palmera, de tronco recto y alto, con hojas laciniadas formando su penacho, se encuentra en el pequeño camino que conduce a una alameda; en ésta, entre fuentes y manantiales, pilones y albercas, la reminiscencia de un exuberante pasado. Ella misma se doblega con rítmicos vaivenes tocados por el aire: A la izquierda y a la derecha, a todos lados, en reverenciales movimientos desde su altura hace un esfuerzo por escudriñar lo que por su alrededor pasa.
Mientras... Soledad y silencio.
Al pie de la palmera yo descanso y me quedo profundamente dormido...

"¿Qué buscas tú por aquí?" -me pregunta la palmera. Ya ves, yo siempre sola. A veces me distraigo mirando de un lado para otro, así cambio mi monótona postura. Hoy te he encontrado a tí.
Nací cuando trajeron a la Virgen de Sevilla ¿Lo sabías? Yo era muy chica, apenas era un palmito en el suelo. Junto a mí, en esa gran piedra junto al instituto, se apareció la Señora a Leonor, la hija del hortelano. ¡Qué susto pasó la pobre!
Varios años antes, en 1663, el Duque de Arcos, Don Rodrigo, había pedido construir un convento en Ubrique, porque dos veces los capuchinos le habían salvado la vida, y él sabía que los capuchinos les harían mucho bien al pueblo. Pero no fue la Casa Ducal quien construyó el convento. Lo hizo el pueblo entero, bajo el patronato de aquel genial Alonso Borrego, que en su día quiso ser cartujo, o carmelita, o capuchino, y terminó siendo "cura de misa y olla". Con él trabajó incansablemente el síndico capitán Morales.
Aún sin terminar vino una pequeña comunidad de capuchinos. Se instalaron en el San Juan. Como superior venía fray Bernardino de Granada.
Cuando la Virgen se le apareció a Leonor (tenía la niña ocho años), le entregó un cordón de sayal y una carta.
Ya te digo que todo el pueblo trabajó para construir el Convento. Con tanto ahínco y tesón que la monumental obra fue realizada en un tiempo récord de ocho años: entre 1660 y 1668. Y hubo hasta sus anecdóticos accidentes. Recuerdo que un grupo de ubriqueños se adentró en los montes propios de Cortes de la Frontera para cortar la madera necesaria para las obras y fueron hechos presos por la Guardia. Hubo que andar muy prestos para poderlos liberar.
Cuando trajeron esa bonita imagen de la Patrona, la que está en el Santuario, desde Sevilla, regalo de la comunidad Trinitaria, Leonor, que estaba muy cerquita de mí, gritaba y gritaba, a sus veintidós años, que era Ella, la mismísima, que de niña se le había aparecido.
¡Si vieras cuántas y cuántas cosas he visto desde mi altura...!
Recuerdo al hermano Diego de Cabra, que por olvidar una cartera en la fuente perdió la vida. A fray Pedro de Teba, el "eminentísimo ingeniero", creador del suministro de agua del convento y de la población. Y ¿qué decir de los venerables Félix José de Ubrique, predicador en la corte de Carlos II, e Ignacio Calvo, muerto en olor de Santidad?
¿Y de aquella noche tormentosa, en la que el padre Buenaventura subía a los picos de nuestra sierra pidiendo a Dios que calmara la tempestad? Allí dejó clavadas tres cruces, la del Tajo, la de la Viñuela y la del Benalfelix; y no contento con esto construyó El Calvario y su Vía Crucis.
¿Y José Caamaño, el beato Diego de Cádiz chiquito?
¿Te cansas de tantos nombres? Desde mi altura he visto todos los azotes habidos en Ubrique. El cólera de 1.800; la peste amarilla y los vómitos negros de 1.804; la sequía de 1.817, el cólera morbo de 1.855, centenario ya el voto de los cabildos.

He contemplado las numerosas vicisitudes políticas, cómo el 16 de mayo de 1.810 los franceses arrasaron el pueblo; los graves atropellos que sufrió la población entre 1.869 y 1.873, con el asesinato del alcalde Toro; los efectos funestos de la Mano Negra, ahora hace un siglo; los incendios de 1.936... ¿Para qué te voy a hablar más de tanta tragedia?
Porque pienso que tras todas las tormentas llegó la paz y la calma. Pues ahora, desde mi altura, sólo veo la quietud, la laboriosidad, la entrega total de un pueblo, mil veces renacido de sus propias cenizas, como el Fénix de leyenda.
Párate y observa tú mismo esa grandeza. Mira el Calvario, clavel blanco en la solapa de la Sierra, y pensarás en el Beato Diego de Cádiz de niño. Mira sus cruces iluminadas, llamas hacia el cielo, y recordarás al seráfico Buenaventura. Columbra la Cornicabra, y sentirás envidia de su altura, porque allí se está más cerca de Dios. Observa el San Antonio, con los rubores de antaño, y a sus pies intrincadas callejuelas, con sabor morisco, mostrando sus desnudeces con cándida hermosura. Sus nombres son nostálgicos recuerdos: Fuentezuela, Ladereta, Libertad, Caracol, Saúco, Guindaleta; o pícaras reminiscencias del pasado: la de los gatos, la del pescado, Culito, Tragamasa...

Y todo esto forjando un Ubrique moderno, que nace de sí mismo, haciendo bandera de su nombre. Bandera que portan sus hombres como estandarte en la batalla de la vida. Luchan y vencen, levantando nuevos mundos . El mundo de la industria, del poder y la riqueza. El mundo del prestigio, ganado paso a paso, gota a gota por la habilidad de sus manos artesanas. El mundo del amor, porque amor ponen en las piezas que construyen. El mundo de la fraternidad con los otros pueblos de la Sierra. El mundo, en fin, de su propia grandeza.

La tarde comenzaba a declinar. La palmera me dijo un suspirado adiós, nacido del mejor de sus contoneos. Después... Soledad y silencio.



Manuel Cabello Janeiro. Ubrique, agosto de 1974.


Enamorados de este monumento de Ubrique, Manuel Cabello Janeiro y Esperanza Izquierdo Fernández abogaron siempre por su restauración, y lo propusieron en repetidas ocasiones como sede del futuro Museo de la Piel de Ubrique. Hoy día, tenemos la suerte de contar con la exposición "Manos y magia en la piel", auténtico germen de un verdadero museo.



Esperanza Cabello Izquierdo. Ubrique, marzo de 2009.