Así de estupenda está nuestra tía Isabel Álvarez, la mayor de la familia, y con unos recuerdos increíbles. Ya nos contó la historia de los premios del Ayuntamiento que relatamos hace unos días, y hoy hemos estado hablando de su abuelo, Manuel Janeiro Córdoba.
"Mi abuelo Manuel (1859) se casó dos veces, primero con Isabel Rubiales Coveñas, mi abuela, y cuando mi abuela murió, se casó con Julia Rubiales Coveñas, la hermana de su primera mujer.
Tuvo muchos hijos, Edmundo, Humberto, Ángel, Isabel, Arsenio, Julia, Rogelio, Pedro, Manuel, Eloy y Ana, se ocupó siempre de todos ellos con mucho cariño.
Por lo visto cuando era chico lo habían puesto de carpintero, pero a él lo que le gustaba era el Café que tenía mi bisabuela. Así que se ocupó durente toda su vida del Café de Janeiro, en el establecimiento que la familia tenía en la Plaza de Abastos, que hoy se llama la Plaza de la Verdura.
La plaza era muy diferente entonces, no había árboles ni cruz, y el suelo estaba empedrado. Se llamaba Plaza de Abastos porque todas las mañanas se montaba el mercado. La gente venía de sus huertas muy temprano, con un saco y una caja en la que llevaban la mercancía. Extendían el saco sobre el suelo y allí ponían las dos o tres cosas que vendían: unas papas, unos pimientos, unos "moniatos". Eran tiempos de menos abundancia.
Tanto en invierno como en verano, mi abuelo abría el café a las seis de la mañana. Me acuerdo de mi tío Ángel dándole vueltas al bombo en el que se tostaban los granos de café. Se olía a café recién tostado desde todos los rincones de la Plaza.
Entonces mi abuelo les daba a cada uno de los vendedores de la plaza una tortilla (tortitas que hacían con harina, manteca y azúcar) y un vaso de aguardiente, de balde. No podía soportar verlos allí con el frío, sentados en la caja. Siempre se ocupaba de los que tenían menos.
Tampoco les cobraba nunca nada a los que tenían más de sesenta años, decía que ya habían pagado bastante.
Mi abuelo era masón, le gustaba ayudar a los demás. Era un hombre muy culto, le gustaba leer y siempre estaba al día con las noticias. Se dedicaba muchos ratos a pintar, hacía unos cuadros preciosos, y a mis tíos los enseñó a pintar también.
Como tenía el café debajo de la casa, pasaba allí todo el tiempo. Le gustaba mucho organizar entretenimientos. Cada noche contrataba alguno diferente. Me acuerdo de que el cómico que más me gustaba era "El Regaera", nos reíamos muchísimo. También traía a los titiriteros y a los comediantes.
Yo no conocí lo de la Comedia de Ubrique, pero mi tía Ana contaba y no paraba, le encantaban las historias antiguas. Por lo visto mi abuelo llamó a unos cómicos para que hicieran un teatro. Como no venían, llamó a otros, y los primeros, que se enteraron, se enfadaron y se pusieron de acuerdo para estropear la representación, así que por la tarde, cuando la obra se estaba representando, empezaron a meterse y terminaron todos a tortas...
Lo que más le gustaba a mi abuelo eran los toros. Primero organizaba él mismo "El toro del gayumbo", eso era como el toro de cuerda, lo iban trayendo hasta el matadero, que estaba en la esquina de la Plaza de la Verdura. Después, cuando le tocó la lotería, se puso de acuerdo con su cuñado para construir la Plaza de Toros de Ubrique.
De todo esto hace ya mucho tiempo, recuerdo a mis tíos, Paco y Julia, que se quedaron a vivir en la casa familiar, porque Paco fue comprando las partes a los hermanos, y a mi tía Ana, que se quedó con ellos para ayudar a Julia. Recuerdo a mi tío Manuel, que se fue a Argentina, a mi tío Humberto, que tenía una fábrica de fideos y los sacaba a la plaza para que se secaran ...
Mi madre hablaba mucho de mi abuelo, empezaba a contar historias y no paraba..."
Isabel, afortunadamente, tampoco para. Recuerda perfectamente cientos de anécdotas familiares, y nos ha encantado escuchar esta versión de lo que sucedió en Ubrique con "La Comedia de Ubrique". Seguramente nunca sabremos qué pasó en realidad, si el público se levantó para defender a la protagonista o si los actores de otra compañía boicotearon la representación, lo que sí parece seguro es que aquello terminó "a capotazos".
"Mi abuelo Manuel (1859) se casó dos veces, primero con Isabel Rubiales Coveñas, mi abuela, y cuando mi abuela murió, se casó con Julia Rubiales Coveñas, la hermana de su primera mujer.
Tuvo muchos hijos, Edmundo, Humberto, Ángel, Isabel, Arsenio, Julia, Rogelio, Pedro, Manuel, Eloy y Ana, se ocupó siempre de todos ellos con mucho cariño.
Por lo visto cuando era chico lo habían puesto de carpintero, pero a él lo que le gustaba era el Café que tenía mi bisabuela. Así que se ocupó durente toda su vida del Café de Janeiro, en el establecimiento que la familia tenía en la Plaza de Abastos, que hoy se llama la Plaza de la Verdura.
La plaza era muy diferente entonces, no había árboles ni cruz, y el suelo estaba empedrado. Se llamaba Plaza de Abastos porque todas las mañanas se montaba el mercado. La gente venía de sus huertas muy temprano, con un saco y una caja en la que llevaban la mercancía. Extendían el saco sobre el suelo y allí ponían las dos o tres cosas que vendían: unas papas, unos pimientos, unos "moniatos". Eran tiempos de menos abundancia.
Tanto en invierno como en verano, mi abuelo abría el café a las seis de la mañana. Me acuerdo de mi tío Ángel dándole vueltas al bombo en el que se tostaban los granos de café. Se olía a café recién tostado desde todos los rincones de la Plaza.
Entonces mi abuelo les daba a cada uno de los vendedores de la plaza una tortilla (tortitas que hacían con harina, manteca y azúcar) y un vaso de aguardiente, de balde. No podía soportar verlos allí con el frío, sentados en la caja. Siempre se ocupaba de los que tenían menos.
Tampoco les cobraba nunca nada a los que tenían más de sesenta años, decía que ya habían pagado bastante.
Mi abuelo era masón, le gustaba ayudar a los demás. Era un hombre muy culto, le gustaba leer y siempre estaba al día con las noticias. Se dedicaba muchos ratos a pintar, hacía unos cuadros preciosos, y a mis tíos los enseñó a pintar también.
Como tenía el café debajo de la casa, pasaba allí todo el tiempo. Le gustaba mucho organizar entretenimientos. Cada noche contrataba alguno diferente. Me acuerdo de que el cómico que más me gustaba era "El Regaera", nos reíamos muchísimo. También traía a los titiriteros y a los comediantes.
Yo no conocí lo de la Comedia de Ubrique, pero mi tía Ana contaba y no paraba, le encantaban las historias antiguas. Por lo visto mi abuelo llamó a unos cómicos para que hicieran un teatro. Como no venían, llamó a otros, y los primeros, que se enteraron, se enfadaron y se pusieron de acuerdo para estropear la representación, así que por la tarde, cuando la obra se estaba representando, empezaron a meterse y terminaron todos a tortas...
Lo que más le gustaba a mi abuelo eran los toros. Primero organizaba él mismo "El toro del gayumbo", eso era como el toro de cuerda, lo iban trayendo hasta el matadero, que estaba en la esquina de la Plaza de la Verdura. Después, cuando le tocó la lotería, se puso de acuerdo con su cuñado para construir la Plaza de Toros de Ubrique.
De todo esto hace ya mucho tiempo, recuerdo a mis tíos, Paco y Julia, que se quedaron a vivir en la casa familiar, porque Paco fue comprando las partes a los hermanos, y a mi tía Ana, que se quedó con ellos para ayudar a Julia. Recuerdo a mi tío Manuel, que se fue a Argentina, a mi tío Humberto, que tenía una fábrica de fideos y los sacaba a la plaza para que se secaran ...
Mi madre hablaba mucho de mi abuelo, empezaba a contar historias y no paraba..."
Isabel, afortunadamente, tampoco para. Recuerda perfectamente cientos de anécdotas familiares, y nos ha encantado escuchar esta versión de lo que sucedió en Ubrique con "La Comedia de Ubrique". Seguramente nunca sabremos qué pasó en realidad, si el público se levantó para defender a la protagonista o si los actores de otra compañía boicotearon la representación, lo que sí parece seguro es que aquello terminó "a capotazos".
Esperanza Cabello Septiembre 2009