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miércoles, 30 de septiembre de 2009

Isabel Álvarez, recuerdos de la Plaza de la Verdura y "La Comedia de Ubrique".

Isabel Álvarez Janeiro, septiembre 2009



Así de estupenda está nuestra tía Isabel Álvarez, la mayor de la familia, y con unos recuerdos increíbles. Ya nos contó la historia de los premios del Ayuntamiento que relatamos hace unos días, y hoy hemos estado hablando de su abuelo, Manuel Janeiro Córdoba.

"Mi abuelo Manuel (1859) se casó dos veces, primero con Isabel Rubiales Coveñas, mi abuela, y cuando mi abuela murió, se casó con Julia Rubiales Coveñas, la hermana de su primera mujer.
Tuvo muchos hijos, Edmundo, Humberto, Ángel, Isabel, Arsenio, Julia, Rogelio, Pedro, Manuel, Eloy y Ana, se ocupó siempre de todos ellos con mucho cariño.

Por lo visto cuando era chico lo habían puesto de carpintero, pero a él lo que le gustaba era el Café que tenía mi bisabuela. Así que se ocupó durente toda su vida del Café de Janeiro, en el establecimiento que la familia tenía en la Plaza de Abastos, que hoy se llama la Plaza de la Verdura.
La plaza era muy diferente entonces, no había árboles ni cruz, y el suelo estaba empedrado. Se llamaba Plaza de Abastos porque todas las mañanas se montaba el mercado. La gente venía de sus huertas muy temprano, con un saco y una caja en la que llevaban la mercancía. Extendían el saco sobre el suelo y allí ponían las dos o tres cosas que vendían: unas papas, unos pimientos, unos "moniatos". Eran tiempos de menos abundancia.

Tanto en invierno como en verano, mi abuelo abría el café a las seis de la mañana. Me acuerdo de mi tío Ángel dándole vueltas al bombo en el que se tostaban los granos de café. Se olía a café recién tostado desde todos los rincones de la Plaza.
Entonces mi abuelo les daba a cada uno de los vendedores de la plaza una tortilla (tortitas que hacían con harina, manteca y azúcar) y un vaso de aguardiente, de balde. No podía soportar verlos allí con el frío, sentados en la caja. Siempre se ocupaba de los que tenían menos.
Tampoco les cobraba nunca nada a los que tenían más de sesenta años, decía que ya habían pagado bastante.

Mi abuelo era masón, le gustaba ayudar a los demás. Era un hombre muy culto, le gustaba leer y siempre estaba al día con las noticias. Se dedicaba muchos ratos a pintar, hacía unos cuadros preciosos, y a mis tíos los enseñó a pintar también.

Como tenía el café debajo de la casa, pasaba allí todo el tiempo. Le gustaba mucho organizar entretenimientos. Cada noche contrataba alguno diferente. Me acuerdo de que el cómico que más me gustaba era "El Regaera", nos reíamos muchísimo. También traía a los titiriteros y a los comediantes.

Yo no conocí lo de la Comedia de Ubrique, pero mi tía Ana contaba y no paraba, le encantaban las historias antiguas. Por lo visto mi abuelo llamó a unos cómicos para que hicieran un teatro. Como no venían, llamó a otros, y los primeros, que se enteraron, se enfadaron y se pusieron de acuerdo para estropear la representación, así que por la tarde, cuando la obra se estaba representando, empezaron a meterse y terminaron todos a tortas...

Lo que más le gustaba a mi abuelo eran los toros. Primero organizaba él mismo "El toro del gayumbo", eso era como el toro de cuerda, lo iban trayendo hasta el matadero, que estaba en la esquina de la Plaza de la Verdura. Después, cuando le tocó la lotería, se puso de acuerdo con su cuñado para construir la Plaza de Toros de Ubrique.

De todo esto hace ya mucho tiempo, recuerdo a mis tíos, Paco y Julia, que se quedaron a vivir en la casa familiar, porque Paco fue comprando las partes a los hermanos, y a mi tía Ana, que se quedó con ellos para ayudar a Julia. Recuerdo a mi tío Manuel, que se fue a Argentina, a mi tío Humberto, que tenía una fábrica de fideos y los sacaba a la plaza para que se secaran ...

Mi madre hablaba mucho de mi abuelo, empezaba a contar historias y no paraba..."



Isabel, afortunadamente, tampoco para. Recuerda perfectamente cientos de anécdotas familiares, y nos ha encantado escuchar esta versión de lo que sucedió en Ubrique con "La Comedia de Ubrique". Seguramente nunca sabremos qué pasó en realidad, si el público se levantó para defender a la protagonista o si los actores de otra compañía boicotearon la representación, lo que sí parece seguro es que aquello terminó "a capotazos".

Esperanza Cabello Septiembre 2009


lunes, 28 de septiembre de 2009

Los Archivos de Benaocaz

Archivo de Benaocaz
Fotografía: Manuel Cabello



Ya hemos tratado con anterioridad el tema del Archivo de Benaocaz, cuando Manuel Cabello comenzó en el año 1972, con sumo cuidado y el asesoramiento de expertos, a ordenar y catalogar someramente el archivo de Benaocaz, en estado de semi-abandono hasta ese momento, en el que los responsables municipales solicitaron su ayuda y asesoramiento para emprender la dificilísima tarea de organizar los legajos sin dañarlos.
Una parte de este trabajo la publicó en su libro "Ubrique, encrucijada histórica", y nosotros hemos estado intentando encontrar la documentación original, pero hasta el momento no la hemos encontrado.
Lo que sí hemos encontrado han sido estas dos fotografías de los archivos, distintas de la que teníamos hasta el momento, relizadas por nuestro padre. La primera es de dos cartas de finales del siglo XVI y la segunda es la página exacta en la que se hacen constar los pricvilegios de la Mesta en Benaocaz y el escrito de querella y demanda por Juan Sigler, procurador del Concejo de Mesta en contra de la Villa de Benaocaz.




Archivo de Benaocaz
Fotografía: Manuel Cabello

sábado, 26 de septiembre de 2009

El reloj de la Torre de mi pueblo. El San Antonio

La Torre del San Antonio, hace unos días, con su reloj averiado
Foto: Leandro Cabello 
 
 
 
 
Por Leandro Cabello
 
El San Antonio, y con él su reloj, se ha convertido en un símbolo de Ubrique, o, como dice Ana María Benítez, en una reliquia para los ubriqueños. Ya en entradas anteriores explicamos que la torre del San Antonio había sufrido grandes transformaciones a lo largo de su historia, y nuestro padre dedicó varios estudios a la torre, a la fachada posterior del edificio (que es la que vemos desde La Plaza) y al edificio en sí, incluso utilizó su imagen para la portada de su primer libro. Pero del reloj en concreto no se había ocupado, aunque había "fantaseado" con que todos los elementos de esta fachada, reloj incluido, formaban parte de un conjunto que evocaría la imagen de las herramientas propias de los petaqueros o ¿por qué no? de los masones. El caso es que el reloj, tal y como lo conocíamos, estaba en la fachada del San Antonio desde 1886. En principio iba a ser colocado en el Ayuntamiento, pero su fachada principal, en aquel entonces, estaba un poco deteriorada y no podría soportar el peso de la maquinaria del reloj. Según Ana María Benítez, la corporación municipal decidió entonces : "... la restauración de la fachada en 1886, acometida con la intención de ubicar en ella un reloj... En la navidad de 1886 se hicieron los preparativos. La torre se ordenó con una decoración de banderas y para que se viera bien el reloj se iluminó con lámparas de carburo... El reloj fue comprado a plazos a la casa cordobesa "Pascual de Gregorio y Compañía", y para esta compra se habían destinado dos mil quinientas pesetas. Como curiosidad, cabe decir que posee el mismo diseño y estilo que el que se encuentra en el Big-Ben de Londres." El mismo diseño, el mismo estilo... ya no. El reloj estaba averiado desde hace unos meses, y el viernes, por casualidad, encontré en el San Juan este coche:
Empresa dedicada a los relojes de Torre y Campanas 
 
 
Este vehículo me dio que pensar, así que estuve pendiente para ver si finalmente arreglaban el reloj, y lo han hecho. Ahora, el reloj de la Torre del San Antonio funciona muy bien, da las horas y marca las horas, pero... 
 
Foto: Luis Eduardo Rubio La Torre del San Antonio, parece que nada ha cambiado, pero...
 
 
 
Si miran ustedes bien las agujas, se darán cuenta de que el diseño es diferente, ya no son agujas del mismo tipo que durante años. ¡A saber cuántas veces ha habido cambios a nuestro alrededor y no nos hemos dado cuenta! 
 
El reloj del San Antonio, con sus nuevas agujas Foto: Luis Eduardo Rubio 
 
 
El caso es que por fin está arreglado nuestro reloj, y podemos seguir mirándolo tranquilos mientras paseamos un poquito en La Plaza.
Leandro Cabello Izquierdo, septiembre 2009

viernes, 25 de septiembre de 2009

El tesoro que apareció en la obra

Una obra moderna ¿Habrá algún otro tesoro?
Foto: Leandro Cabello


La obra de nuestra fotografía es muy actual, han comenzado los trabajos en la antigua barbería, pero la historia que relatamos sucedió hace mucho tiempo.

Es sabido que en los pueblos corren todo tipo de rumores referentes a la existencia de tesoros escondidos. Antes no había tantos bancos y la gente aprovechaba cualquier hueco en su casa para guardar los objetos preciados o las monedas, o los enterraban en la tierra para supuestamente tener a buen recaudo sus pertenencias.
Recuerdo una historia que le contó un albañil a mi padre: Resulta que estaban derribando una casa antigua en Ubrique y notaron que al tocar en una parte del muro sonaba a hueco. Rompieron un poco y se llevaron una gran sorpresa al ver que dentro había una gran tinaja.
Nerviosos por el hallazgo guardaron silencio y quedaron en volver por la noche para descubrir lo que ellos pensaban que sería un gran tesoro. Ya de noche , a oscuras, volvieron y con cuidado descubrieron totalmente la tinaja.
Llevados por el nerviosismo uno de ellos le dio con la machota y empezaron a salir aceitunas partidas que tenía la vecina en una tinaja en su alacena.
¡En realidad habían picado en la casa de la vecina, le habían roto la alacena y la tinaja!

Yo sé que en algunas obras aparece un tarro con unas pocas monedas de la época en la que se hizo la casa asi como el nombre de los albañiles y alguna cosilla más. Me imagino que alguna vez alguien habrá encontrado el tesoro y se habrá callado, aunque tambien oí comentarios de personas que de un día para otro cambiaron de estatus y más de uno oyó rumores de tesoros escondidos.


Una alacena en el muro, en el Rodezno de Ubrique


Nuestro padre conservó, durante mucho tiempo, un trozo de vasija árabe que había aparecido al derrumbar una casa del casco antiguo en el que, por casualidad, se había adherido una de las monedas que, supuestamente, llenaban la vasija. Durante una tarde entera buscaron con cuidado los restos de la vasija y las "otras monedas", pero sólo encontraron ladrillos y escombros.


Leandro Cabello Izquierdo, septiembre 2009


jueves, 24 de septiembre de 2009

El ocho de septiembre en Ubrique

Esperanza Izquierdo con su hijo y sus nietos Ubrique, 8 de septiembre de 2009
 
 
 
De todos los miembros de la familia, nuestro hermano Francisco, su mujer y sus hijos son los que con más fervor y devoción siguen las tradiciones populares. Costaleros de la Virgen desde hace muchos años, los dos Francisco, padre e hijo, llevan la imagen de Nuestra Señora de Los Remedios por las calles de Ubrique en procesión el día de la Patrona y el día del voto. María y María del Carmen los acompañan siempre. Desde que murió nuestro padre, esperamos a la procesión en nuestro balcón, y siempre se para un minutito abajo, lo suficiente como para que, como dijo nuestra prima este año, "se te encoja un poquito el corazón y te de un pellizco, aunque no seas religiosa". Si nuestras abuelas pudieran verlos, se sentirían tremendamente orgullosas de ellos.
 
 
 
 
 
Procesión 2009 en la calle San Pedro 
 Foto: Esperanza Cabello 
 
 
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Ana Córdoba Leytón. La almona de jabón.

Plaza de la Verdura, años 60



Ana Córdoba Leytón: Hoy tú, mañana yo


Ese es el epitafio que podemos encontrar en la tumba de nuestra tatarabuela, Ana Córdoba, madre de Manuel Janeiro Córdoba, y bisabuela de nuestra tía Isabel, que nos ha contado otra interesante historia:

"Mi bisabuela Ana había nacido en Marchenilla (Cádiz), en 1855, se casó con un gallego, Manuel Janeiro López, que había nacido en El Barco de Valdehorras en 1828. Vivían en Ubrique en la Plaza de la Verdura, en la misma casa de siempre, donde estuvo el café de Janeiro.

Tuvieron cinco hijos, Manuel, Teresa, Emilio, José y Eduardo. Desde muy pronto Ana tuvo que buscarse la vida para sacar adelante a sus hijos, y montó varios negocios: donde hoy está lo de Carriles, tenía una fábrica de fideos, que después llevó mi tío Humberto. Era muy curioso ver las madejas de fideos enrolladas secándose en la puerta.


También tenía el café, aquí en la esquina de la plaza, que después regentó mi abuelo Manuel, y además allí, junto a la calle Madera, donde estaba la posada y al lado de la pescadería, mi bisabuela Ana tenía una almona.


Una almona es una fábrica de jabón. En unos noques como los de los curtidos se mezclaba agua, sosa caustica y grasa, que no siempre era aceite, también se podían usar trozos de cerdo. (Mi padre nos contaba que después de una epidemia de peste porcina, echaron cerdos casi enteros en los noques de sosa para hacer jabón).
Ese jabón se vendía en la misma almona, y se utilizaba en las casas tanto para lavar la ropa, como para limpiar el suelo o el aseo personal".

La almona de nuestra tatarabuela desapareció a principios del siglo XX, a partir de entonces en cada casa se hacía el jabón necesario para el gasto, pero con los tiempos modernos, el proceso de su fabricación se ha ido perdiéndo en las últimas fechas hasta casi olvidarse.

Nosotros tuvimos la suerte de conocer la receta de jabón que se hacía en la casa de nuestra abuela Natalia, y Pepa Morales nos enseñó a hacerlo. Aunque se trata de sustancias tóxicas y no conviene hacerlo en casa, ni mucho menos utilizarlo para el aseo personal, hemos decidido explicar el procedimiento, para que no se pierda.


Utensilios para hacer jabón Foto: Esperanza Cabello

En primer lugar, los utensilios: nos hemos modernizado y en vez de la vara para mezclar utilizamos una batidora (su uso es exclusivo para el jabón), un cubo para hacer la mezcla, un recipiente para el jabón y guantes y mascarilla para protegersnos.




Ingredientes para hacer jabón Foto: Esperanza Cabello

En segundo lugar los ingredientes: agua, sosa y aceite usado: una parte de sosa, el doble de agua y el doble de esta última cantidad  de aceite. Por ejemplo, medio Kilo de sosa, un litro de agua y dos litros de aceite. Con todos los ingredientes a mano, los guantes y la mascarilla puestos y un grifo cerca, hay que ponerse en un lugar ventilado, se echa la sosa en el cubo, después el agua y se remueve bien con la vara, finalmente se va añadiendo el aceite despacito, como si fuera una mayonesa, mientras se bate con la batidora.
Hay que tener mucho cuidado con la sosa que se utiliza, la de bolitas de los grandes supermercados no sirve, porque su composición es diferente y no cuaja bien. Más vale utilizar la sosa en escamas de siempre, de venta en droguerías o en pequeños comercios.



Jabón recién hecho Foto: Esperanza Cabello

Al terminar de añadir el aceite, la mezcla ya será un poco más consistente. Se vierte con cuidado en el molde y se deja reposar un día entero. Con un cuchillo (especial sólo para el jabón) se hacen unos cortes antes de desmoldarlo.




Ya se ha cuajado el jabón
Foto: Esperanza Cabello


Finalmente se desmolda y se dejar secar unas horas. Después lo guardamos en una caja hermética.
Ahora utilizamos este jabón sólo para la lavadora o para el suelo, pero es estupendo, y todas las tías, abuelas y amigas están encantadas de poder usar el mismo jabón de siempre.




Jabón ya terminado
Foto: Esperanza Cabello


miércoles, 23 de septiembre de 2009

Isabel Álvarez Janeiro

Las hermanas Janeiro Rubiales en 1922


Hablar con nuestra tía Isabelita es siempre una suerte, un privilegio y algo fantástico. Nacida en 1919, es la mayor de todos los nietos de Manuel Janeiro Córdoba, y goza de una extraordinaria salud, una prodigiosa memoria y una vitalidad que nos agotaría si compitiéramos con ella.
Todas las tardes se viene a La Plaza, a pasear un ratito y a sentarse con sus amigas, después de haber arreglado su casa, haber hecho obras de arte con el croché o el punto y haber visitado a quien lo necesita. Hoy hemos tenido la suerte de sentarnos un poquito con ella y nos ha contado un montón de historias de hace muchos años. Intentaremos acordarnos de todo en los próximos días, hoy nos quedamos con una historia muy curiosa:


" Era el año 24, y el alcalde, don Claudio Reguera, había convocado un concurso para adornar las farolas de La Plaza para el Carnaval.
Ahora hay muy pocas farolas en La Plaza, entonces había por lo menos quince, y muchos vecinos se habían apuntado para el concurso, porque el premio era extraordinario: Una guitarra con las cuerdas de oro y las iniciales grabadas en oro también.
Mi madre, Isabel Janeiro Rubiales, se había apuntado a ese concurso, estaba embarazada de mi hermana Lola, pero tenía ganas de concursar, porque contaba con una idea muy original . Como era una artista, de las que son capaces de terminar una tarea con primor y con esmero en dos días, adornó la farola como si fuera un toro, haciendo con ella una cabeza de toro, con sus banderillas, con su divisa, y, detrás, uan botella de vino y unas copas.
Ganó el primer premio, vinieron los del ABC a hacerle una entrevista, y salió una foto de mi madre preciosa en el periódico, también había una foto de la farola.
Y le dieron el premio, su guitarra con las cuerdas de oro. Ella estaba contentísima. Pero, lo que son las cosas, la guitarra duró muy poco. Como era carnaval, mi tío Pedro cogió la guitarra para irse a cantar con los amigos, se tomaron sus copitas y rompieron la guitarra...
El año siguiente nació mi hermana Lola, y volvieron los del ABC y le hicieron de nuevo fotografías y volvieron a sacar a mi madre en el periódico, como la artista de Ubrique que ya había tenido a su niña."

Cuenta nuestra tía que las fotos del toro y de su madre las tenía ella, pero se las pidió alguien del Ayuntamiento y ya nunca más las vio. También conservaba los recortes del periódico, pero se los dejó a su hermana Lola y no sabe dónde están. Afortunadamente, seguimos contando con su buena memoria y el cariño que pone en sus relatos, así no perderemos las historias de nuestra familia.

Ubrique, 23 de septiembre de 2009



Don Salvador de Sancha Fernández

Presentación de "Ubrique, encrucijada histórica"
Manuel Cabello con dos de sus mejores amigos:
Francisco Collado y Salvador de Sancha



Por Esperanza Cabello


Nuestro padre tuvo grandes amigos que conservó a lo largo de los años, entre ellos queremos destacar hoy a Salvador de Sancha Fernández, un gran amigo y un gran hombre.
La amistad entre Manuel Cabello y Salvador de Sancha comenzó a finales de los sesenta. Casualmente Salvador vino a Ubrique a hacer unas gestiones y lo pusieron en contacto con nuestro padre. Fue una afinidad immediata: dos personas muy interesadas por la arqueología, la cultura y el arte que rápidamente se entendieron. Hombre muy culto, trabajador incansable y muy minucioso, Salvador era arqueólogo, director de las excavaciones de Bolonia, director de las excavaciones del Salto de la Mora, director del Museo de Artes y Costumbres populares de Sevilla y de Jaén...
A lo largo de los años se hicieron muy amigos, y fue Salvador quien lo animó a que escribiera sus experiencias, por eso, cuando nuestro padre decidió publicar su primer libro, le encargó a su amigo el prólogo. Hoy transcribimos ese escrito que daba entrada a "Ubrique, encrucijada histórica".
Prólogo de "Ubrique, Encrucijada Histórica", por Salvador de Sancha Fernández


La historia, y en particular esta historia modesta, eminentemente rural y casi cotidiana que no figura en los textos, se discierne la mayoría de las veces mediante la sencilla lectura o interpretación de un paisaje. Ubrique y su bello entorno serrano está lleno de recuerdos, de tradiciones, de vocaciones incluso, heredadas de la antigüedad más remota; tiene impresa esa historia, gracias a los continuos testimonios materiales que reflejan una densa presencia humana que, partiendo del neoeneolitico y avanzando en el tiempo, dejó su huella en estas tierras.

A la hora presente en que se proclama con ardor reinventado la defensa del Patrimonio Histórico-Artístico y Etnológico andaluz, Manuel Cabello Janeiro se había adelantado en muchos años. Como un taumaturgo resurrector enamorado de su pueblo y de su sierra, el autor sintió muy pronto la necesidad de empeñar el tiempo libre que le dejaba su aula tan querida, en desvelar aquel mensaje antiguo, tan vinculado a su propio hecho cultural e histórico, a sus propias raíces e identidad.

A partir de entonces, con rigor y minuciosidad, Manuel Cabello recorrió mil veces la difícil rugosidad de ese paisaje hasta hacerlo suyo integrándolo en su ser, prendiéndose y prendándose de él, mejor, y analizando su lectra histórica a través de una intensa, fecunda y respetuosa prospección arqueológica de campo, prolífica y merecidamente premiada por los organismos oficiales competentes.

Reconocidos y apreciados de forma unánime, sus trabajos han sido el punto de partida, ya, de varias tesinas y excavaciones arqueológicas oficiales, de entre las que destaca por su gran interés científico la dirigida por nosotros en el yacimiento íbero-romano del “Salto de la Mora”, inédita aún a causa de penosas circunstancias. Las contribuciones del profesor Cabello para completar el mapa arqueológico de la comarca e inventariar sus yacimientos y monumentos, constituyen una inapreciable fuente de información por cuanto la moderna mecanización del campo ha supuesto la destrucción de algunos yacimientos de los que, gracias a la labor del autor, se conservan noticias.

La obra que tienes en tus manos, lector, recoge una parte de ese trabajo que el autor supo realizar tan bien. El recorrido atento por sus páginas es una pura delicia, incluso cuando pone en nuestra boca expresiones apreciativas interpretadas con cierta ingenuidad, y que contribuyen a destacar quizás la frescura y espontaneidad con que esa “pandilla” andariega trata sus relatos.

Obra sencilla y amable, no pretende ser -por voluntad del autor- erudita y científica; más bien parece que, como buen pedagogo, el profesor Cabello se dirija en esta ocasión al mundo de los jóvenes, herederos indiscutibles de unos valores culturales, históricos y artísticos, infundiendo en ellos, en los jóvenes, amenamente y casi de puntillas, el amor y el gran respeto hacia esos mismos bienes culturales, que fue siempre norma de acción y polo norte vocacional de Manuel Cabello.



Portada de "Ubrique, encrucijada histórica"

Pero también el autor, a través de esta obra en la que se nos da una visión global de su rica experiencia de campo, deja clara la intencionalidad de proporcionar noticias de unos testimonios materiales que, pudiendo ser aprovechados por arqueólogos e historiadores futuros, se convierten así en punto de partida para multitud de estudios. Es en potencia, por lo tanto, un capítulo de la historia que nos es sugerido y que nos permite percibir el valor de los méritos del autor, siempre confirmados, como rospector arqueológico de campo.

Hemos de felicitarle pues -y felicitarnos- por esa grata y aleccionadora obra que viene a enriquecer y a divulgar la importancia histórica de Ubrique y su bello entorno serrano. Y quiero agradecérselo desde lo más profundo de mi corazón, primero como andaluz, y también como arqueólogo.

En el umbral de estas páginas, aprendamos del profesor Cabello su mejor lección: la sabiduría vivida y realista que marca toda su andadura larga y generosa, rica en frutos donados a los demás.


Salvador de Sancha Fernández, Sevilla 1987

martes, 22 de septiembre de 2009

Adiós a Tito Antonio


Hoy es un día triste. Hemos despedido a un miembro de nuestra familia. Antonio Benítez Romero murió ayer, 21 de septiembre, a causa de un fallo multiorgánico. Hoy nos hemos reunido en el cementerio de Ubrique para decirle adiós.

Tito Antonio, como lo llaman Laura y Leandro Cabello Benítez, sus sobrinos, no había tenido muy buena salud ultimamente, pero no esperábamos que nos dejara tan pronto.

Hoy les hemos explicado que Tito Antonio está con los abuelos, con abuela Maruja, con abuelo Francisco y con abuelo Manolo, en el lugar donde están las buenas personas que un día dejan de estar aquí con nosotros, y que quedan para siempre en nuestros corazones.


Leandro Cabello Izquierdo

domingo, 20 de septiembre de 2009

La caliza rosa de Ubrique

Plaza de San Juan, Ubrique
La casa de los Misut



Por Esperanza Cabello

Hoy ha caído en nuestras manos, en la visita al despacho de nuestro padre, un curioso catálogo realizado por las alumnas y la monitora del taller de cerámica de la "Escuela Taller Ocurris". No sabemos exactamente cuándo se hizo, pero se trata de un bonito catálogo, simple, en el que se muestran fotografías de cerámicas en Ubrique, empezando por las ceramicas aparecidas en el yacimiento de Ocurris y siguiendo por toda la cerámica decorativa que podemos encontrar por nuestras calles y en el interior de algunas casas.

Aprovechamos la ocasión para seguir con nuestro particular catálogo de piedra rosa de Ubrique, y, ya que podemos utilizar esta fotografía de un blog amigo, mostramos esta espectacular fachada de la casa número 6 de la Plaza del San Juan. Nuestro interés es la caliza del umbral y del escalón, pero copiamos además el comentario que podemos leer en el catálogo de la Escuela-Taller Ocurris:


"En la Plaza del San Juan, número 6, nos encontramos una vivienda con azulejos italianos considerada monumento histórico.
Esta casa data del siglo XVI, perteneció a don Pedro Misut Maffres, cuyo oficio era el de confitero, y llegó a esta localidad en el siglo XVIII junto con don Ángel Becina, ambos de Malta (primer marroquinero de Ubrique).
En un viaje de visita a Italia, don Pedro fue a su ciudad natal Accip (Nápoles) y a su regreso se trajo consigo los azulejos que figuran en la fachada de su casa, los cuales pertenecen a la ópera de Dulce Amores.
Esta obra es parte de una colección italiana de la cual faltan estos azulejos, en ellos podemos ver algunos personajes tocando instrumentos y éstos acompañados de animales.
En total son once azulejos, y los colores que predominan son: azul, celeste, blanco, anaranjado, amarillo, verde, negro, marrón, etc., la técnica utilizada en ellos es la de sobrebaño."



Nota de noviembre de 2019:
Jose Maria Cabello Janeiro Como simple detalle anecdótico añadido al estupendo comentario que nos acompaña Esperanza de su padre - merecido candidato al callejero Ubriqueño, añado un detalle referido al apellido Misut:
 En los años oscuros de los cuarenta del pasado siglo eran frecuentes los cortes en el alumbrado publico, independiente de los escasos voltios. En estos días prenavideños en que aumentaba " faena " en las petaquerías, relucían en las frías calles de mi pueblo la poderosa luminosidad de los petrolux y el ruido constante de los autógenos. En la esquina de la casa de los Coveñas con los Reguera, aledañas a mi casa natal, había un transformador que al atardecer lo conectaba algún empleado de la familia Misut.
 Y en los notables retrasos y habituales averías, aquel grupo de niños que -en un Ubrique sin coches- jugábamos libremente por la plaza a guardias y ladrones, parábamos el juego. La cercana noche se mostraba oscura, y las voces infantiles se convertían en coro, con una de esas letrillas anónimas que se hacían populares tipicamente ubriqueñas. "Esta noche no hay luz. Porque lo ha dicho Misut".
 Sirvan estas líneas de reconocimiento a una familia que historia y hacer vivo uno de mis más tiernos recuerdos.
 
 
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sábado, 19 de septiembre de 2009

Ubrique, un pueblo jugando al esconder

Plaza de la Verdura, Ubrique 1950
Fotografía recuperada por Esperanza Cabello




Por Esperanza Cabello



Entre los recuerdos de nuestra madre ocupa un lugar preferente uno de los Boletines del Arciprestazgo de Ubrique, concretamente el número 12, año II, correspondiente a febrero y marzo de 1950. En él podemos leer la despedida de don Rafael Jiménez Cárdenas y la bienvenida a don Francisco Lanzat Ríos, que llegó a Ubrique, procedente de Fuente de Piedra, el 17 de enero; también hay muchas noticias de interés general, noticias de Benaocaz y la festividad de San Blas, de Ubrique y San Sebastián y un artículo de don Francisco García Parra sobre la ingente labor de reconstrucción de la parroquia por don Rafael Jiménez en los años que siguieron a la guerra civil.
 
Además podemos leer un escrito del padre Sebastián de Ubrique ("Pensamientos") y, lo que más nos ha llamado la atención: el artículo del Presbítero don J. Campos Giles del que tantas veces hemos oído hablar y nunca, hasta ahora, habíamos podido leer:
 
 "Ubrique, un pueblo jugando al esconder". Habíamos leído referencias en la prensa y nuestra madre nos había contado cómo el presbítero había descrito el pueblo, pero es la primera vez que hemos podido leerlo.
Se trata de un relato de lo que podría encontrar un viajero a la llegada al pueblo, viniendo desde Ronda. También podría ser un folleto turístico, teniendo en cuenta que fue escrito hace sesenta años...
 
El retrato que hace de los pueblos vecinos deja mucho que desear, pero copiamos un extracto para saber qué escribió el padre Giles:

J. Campos Giles, 1950
Publicado en “Horizontes”, Boletín del Arciprestazgo de Ubrique,
Año II, número 12. Febrero y Marzo de 1950

..."Al entrar, la torre del San Antonio, milagro de equilibrio y de acrobacia, enhiesta sobre las altas rocas, nos mira sonriendo y alargando su espadaña sobre el azul. Esta torre alpinista es el brazo en alto con que Ubrique saluda a sus visitantes.
 


Torre del San Antonio y Cruz del Tajo. Ubrique, 1986
Foto: Esperanza Cabello

Un fuerte olor a tanino que emana de las fábricas de curtidos es el primer anuncio del pueblo laborioso e industrial, que estampando su nombre sobre carteras y petacas, como otro caballero andante, le ha dado la vuelta al mundo.
Todo el pueblo es un inmenso colmenar humano; por sus calles corre un zumbar de abejas laboriosas. Chillan sin parar, durante el día, las “patas de cabra”, que abrillantan las pieles, las máquinas eléctricas de rebajar y de cortar, las estecas bruñidoras, y no para un momento el jolgorio de risas y de coplas de las muchachas laboriosas, que tomando el sol, junto a la puerta en medio de esas calles, mitad morunas y cristianas, cosen, inclinadas sobre el cuero, sus famosas petacas. Y en las puertas y ventanas, secándose al sol, veréis la bella policromía de los mil artículos de sus acreditadas manufacturas; desde la diminuta rosariera, hasta la cartera repujada con un cuadro velazqueño, que se levanta orgullosa de sí misma entre bolsos y carteras, y los mil envoltorios de cueros chillones de la coquetería femenina.


Foto: Manuel Cabello. Ubrique, 1990

Pueblo trabajador y emprendedor, bullanguero y espléndido, fácil e imaginativo, todo lo asimila y lo copia, y lo que no copia, ¡lo inventa!
¿Qué no han de inventar ellos? Por difícil que sea, si dice verdad esta copla:
“El demonio no intentara
Lo que hicieron los de Ubrique
Que amortajaron a un gato
Y le echaron un repique”.
 
Un aire de modernidad y urbanización ha corrido por la villa, con pretensiones de ciudad, y la sencilla aldea de ayer ha comenzado a acicalarse con esmero. Una alineación y pavimentación modernísima de sus principales calles, la instalación de aguas hasta en los hogares más humildes, limpieza y pulcritud de sus moradores, bien le merecen al pueblo llevar sobre su nombre este mote de orgullo: “Cádiz el chico”.
 


Ubrique, 1991. Foto: Manuel Cabello

Pero saliendo de este centro modernizado y elegante ¡qué tipismo más encantador el de esos barrios moriscos, enredados como madejas en los altos peñascales! Callejones revueltos y caprichosos, largas escalinatas de piedras toscas y duras, con sus cenefas de cal, casitas de pie sobre las rocas en posturas inverosímiles, patinillos que escalan la sierra, cruces en las esquinas y tiestos de flores en ventanas y balcones de arbitraria arquitectura. ¡Y qué nombres los de esas calles para un cuento de Fernán o un cuadro de Julio Romero! 
 
La Fuentezuela o el Pozuelo; el caracol, que sube a gatas en difícil espiral, agarrado a las breñas como un Babel en miniatura; la Guindaleta y los Gatos, ¡calles de encomendarse a Dios en una noche sin luna! Y aquella plaza graciosa y pueblerina de la Trinidad, con su cruz y con su patio, y su nicho, con el cuadro que mandó pintar el Beato Diego, junto a la casa en que moró aquella musa del pueblo andaluz que se llamó Fernán Caballero. Y por encima de todas las callejuelas, la sierra majestuosa, cortada a tajos por unos sitios, bajando en graciosos declives por otros; la sierra imponente, recortando un cielo de azul intenso por donde vuelan las águilas.
 


Plaza de la Verdura, 3 de mayo de 1986
Fotografía: Esperanza Cabello

Parece que los altos riscos van a caer, de un momento a otro, sobre el pueblo atrevido que vive de milagro; pero no, que tres cruces, abiertos sus brazos como símbolo de amor, coronan los más altos picachos. ¡Cruces del Benalfí, del Tajo y de la Guindaleta, que nos miráis con ojos de misericordia desde los altos pedestales de nubes y de rocas!
El amor a la cruz es una de las más bellas y simpáticas devociones de este pueblo serrano. Cuando mayo florido nos trae su fiesta, en las plazuelas y en los patios florecen las cruces, por un milagro de amor, las llamas y las fogatas iluminan las calles, se crujen los gamones y de ventana a ventana se tiende la cuerda del columpio, donde, entre risas y cantares, se mecen las doncellas, y columpian los mozos enamorados.
¡Y qué coplas se bordan sobre el viento de la noche, en una cantinela tristona, con aire de gaita gallega!:
 
“Morena soy, morena soy,
Y no niego mi color,
Que fue la Virgen morena,
Y crió al niño Dios,
Más blanco que una azucena”...

El texto completo del Padre Giles puede ser leído en este enlace, y el Boletín del Arciprestazgo está a la disposición de quien lo necesite.

Rincón de Ubrique
Foto: A. Rodríguez Carrión


Comentario de José María Cabello del 26 de enero de 2016: 

Jose Maria Cabello Janeiro Me ha encantado volver a leer el famoso articulo del Padre Campos, que siempre recordó sus primeros años en Ubrique. Aquí fundó la primera coral con algunas canciones propias a las que armonizaba en el armonium el Maestro Mateo (digno de algún comentario) y acompañado al violín por Juan Yuste, de tan temprano fallecimiento. Ya intervenía como solista brillante Juan Vallejo.
Como letrista fue autor de los himnos de las Patronas de Málaga, de Ronda y de Melilla. Y gozó de una popularidad extraordinaria en El Bosque y Benamahoma, hasta el punto que ante un desgraciado "desliz" de un cura sucesor en el pueblo, el Obispo Don Balbino (que "se las traía") tuvo la ocurrencia de cerrar dejándo vacíos los sagrarios de los dos pueblos atendidos religiosamente desde Ubrique.Tuvo que volver don Jose Campos, tan querido entonces, para calmar la legitima irritación de los feligreses y restaurar el culto del que tan injustamente habían sido privados por la mala conducta de un cura a la que los pueblos eran ajenos.
Y se consiguió el efecto contrario: que el desliz se convirtió en una sonora escandalada. Ya en edad madura y siendo  un destacado escritor y un excelente poeta se fue de Misionero a Venezuela a la diócesis de Maturin acompañado por Miguel Ángel Corrales Gracia, nuestro paisano, que dejo su Parroquia de Nerja para su labor misionera. Allí falleció el Padre Campos en los años setenta.


viernes, 18 de septiembre de 2009

Mi primer libro

Fotografía coloreada de 1915


La decana de nuestra familia contó ayer uno de los relatos más entrañables que hemos podido oir en los últimos tiempos:

"Hace mucho tiempo, cuando yo era chiquitilla, pues no tendría más de ocho años, vivía en la calle Real. Mi mundo entonces empezaba y terminaba allí, desde la Plaza hasta la casa de las Piñeritas (al principio de la calle San Francisco). Ubrique era más grande, llegaba hasta la Pilita Abajo, pero yo sólo me aventuraba en mi calle. Un poco más abajo, en mi misma acera, vivía mi amiga Mercedines Marín Montero; Mercedines era la hija de Maruja, una asturiana que enamoró de un ubriqueño que había ido a hacer el servicio militar a Asturias. Los padres de Mercedines se casaron y se vinieron a vivir a Ubrique, también en la calle Real.
Recuerdo que Maruja tenía una tiendecita como de regalos, en ella había un Rey Mago de cartón piedra que recogía las cartas de los niños por Navidad, y que Mercedines era un poquito mayor que yo, así que estaba más adelantada en la escuela, y era una niña que leía muchos libros.

Un día salimos a jugar, y llegamos hasta la Plaza. Había obras en la casa de la familia Peña (esa tan bonita que tiene azulejos) y nos pusimos a jugar entre los escombros. Yo me caí y me hice una gran herida en la pierna, intenté taparla, para que no la viera mi madre, pero nada más llegar a mi casa mi madre la vio, y como me había hecho la herida en una obra, tuvieron que ponerme la inyección del tétano.
Como yo era muy pequeña, la inyección me pareció enorme, y tuve que pasarme el resto del día metida en la "camita de barandas" (una cuna muy grande), no me sentía nada bien. Al día siguiente, mi amiga Mercedines vino a verme, y me trajo un libro que se llamaba "Heidi" (entonces se pronunciaba /eidi/).

Fue lo más maravilloso que me había pasado nunca. Era una historia incríble, diferente, mágica. Me pareció estupendo poder leer y revivir toda aquella vida, conocer a aquellas niñas, sufrir con aquella institutriz tan malísima, querer a aquel abuelo...

Heidi fue mi primer libro, a partir de entonces no paré de leer. Mercedines me fue trayendo los libros de Celia, que eran estupendos, y poco después su padre murió y ella y su madre volvieron a Asturias.


Escrita por Johanna Spyri en 1880,
Heidi fue llevada al cine por Shirley Temple en 1937



El pobre Rey Mago de cartón piedra terminó en mi casa, donde lo colocamos en un lugar prioritario; poco después, mi padre compró las obras completas de los hermanos Álvarez Quintero y, como me seguía gustando muchísimo leer, las leí enteritas, a pesar de no tener ni siquiera diez años".

Esta historia tan bonita que contaba una abuela lectora a su nieta lectora, una Esperanza de diez años, nos hizo imaginar aquel Ubrique de hace setenta años, el suelo empedrado, los niños jugando en la calle, el Rey Mago de cartón recogiendo las cartas de los niños del pueblo, las obras de la casa de la familia Peña, los primeros libros...


Esperanza Cabello, septiembre 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

La escuela de doña Consuelo Vega

Doña Consuelo con sus alumnas en el Jardín
Ubrique, 1933

Por Esperanza Cabello

Nuestra amiga Margarita Piñero nos ha proporcionado estas dos fotografías históricas del Ubrique de 1933.
Había en la calle de San Sebastián, en la casa que después fue adquirida por don Miguel Romero, una escuela con tres plantas:
En la planta baja estaban los parvulitos, con doña Emilia.
En la primera planta, las niñas, con doña Consuelo.
En la segunda planta, los niños, con don Antonio Haro.

Nosotros reconocemos a Margarita y a su hermana Carmen en el centro de la fotografía (Carmen en brazos de su maestra), y a nuestra tía Isabelita Álvarez Janeiro en la última fila, a la izquierda, vestida de negro (quien, aunque parezca increíble, tiene un gran parecido con nuestra prima Mercedes). Pero seguro que podremos descubrir entre todos a más madres y abuelas ubriqueñas...



La escuela de don Antonio Haro

Don Antonio Haro y sus alumnos en la puerta de la escuela
Calle San Sebastián, Ubrique, 1933

Por Esperanza Cabello
Tenemos muy pocos datos de esta fotografía que nos ha facilitado nuestra tía Isabel, sabemos que es la escuela de don Antonio de Haro, el equivalente masculino a la de doña Consuelo Vega. Que estaba en la calle de San Sebastián, en la casa que después fue de Miguel Romero, y que en una planta estaba la escuela de niñas con doña Consuelo y en la otra la de niños, con don Antonio. Entre los niños dos de los hermanos de Isabel, Gerardo y Paco.
 


Nota del 17 de Diciembre de 2010: Carmen Piñero nos comenta que en la foto puede reconocer a:
Gerardo Álvarez y su hermano, Juan Mancilla, Baldomero, Manolo González, Pedro Medinilla y Antonio, Juan Castro el hermano de Inés, Antonio González, Pizano, Paco González Castro...
Nota del 31 de diciembre de 2011: Juan de Dios nos comenta que en la parte de arriba a la izquierda, con una camisa blanca, está su tío, Cristóbal González Martín. 

Nota del 30 de julio de 2012: Juan Pan nos comenta que en esta fotografía está su padre, Juan Pan Maza.


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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Natalia Fernández Piñero en la feria de Ubrique

Ubriqueñas vestidas de gitana en la feria de Ubrique
(¿1925?)

No estamos muy seguros de la fecha en que fue tomada esta fotografía. Nuestra abuela Natalia (nacida en 1908) es esa joven que está colocada en el centro de la segunda fila, así que pensamos que la foto debe de haber sido tomada entre 1924 y 1926.
El caso es que esta foto familiar se ha convertido en un documento histórico, porque nos muestra la vida en feria de nuestro pueblo a principios de siglo.


Plaza de la Constitución
Ubrique, feria de septiembre


Estas otras dos fotografías, recuperadas por Manuel Cabello, nos muestran la Plaza del Ayuntamiento de Ubrique cuando se celebraba la feria a principios de septiembre.
No podemos saber con exactitud cuándo fueron tomadas, pero si tomamos como referencia la preciosa casa modernista del número 49, construida a principios del siglo XX (en 1924, según el catálogo de la Escuela-Taller Ocurris) y que aún no aparece en esta primera fotografía, podemos deducir que se trata de dos fotografías de principios del siglo XX o de finales del XIX.

Esta casa de la Plaza (entonces llamada Plaza de la Constitución) es ahora un referente de nuestra arquitectura. No hay que olvidar que la casa vecina, el número 47, (que fue propiedad de don Serafín Vecina y postiormente de la familia Maza), se mantiene intacta desde la primera mitad del siglo XIX.



Plaza de la Constitución en Feria
Fotografía recuperada por Manuel Cabello


Esta tercera fotografía de la feria de Ubrique nos muestra una Plaza engalanada para la ocasión. Hemos tenido la ocasión de leer en Los Callejones una bonita entrada sobre la feria de Ubrique, que nos explica cómo se adornaba la Plaza y cómo se celebraba la feria.
Valga esta imagen como aportación para conservar el recuerdo gráfico de nuestra feria.

Esperanza Cabello, Ubrique, septiembre 2009