María Isabel Fernández
Nos recibe en el salón de su casa
Por Esperanza
Cabello
Hoy tenemos la gran oportunidad de felicitar por su onomástica a una ubriqueña excepcional, a doña María Isabel Fernández Pérez, una mujer a la que muchos ubriqueños y ubriqueñas le debemos la vida, puesto que nos ayudó a nacer. Una persona entrañable y trabajadora a la que todos conocemos cariñosamente como "Mariquita la partera".
María es de esas pocas ubriqueñas a las que se las menciona con su nombre y su profesión (recordamos en este momento a Candelaria la zapatera), no solo porque la ejercieran, sino porque la ejercieron con una maestría y una dedicación tan grandes, más allá del cumplimiento del deber, que siempre serán recordadas por ello.
María vino al mundo en Ubrique, el nueve de marzo de 1936, hija de Francisco Fernández Pérez, peluquero, al que todos recordamos por su afición a la taxidermia.
¿Quién no recuerda pasar por la calle San Sebastián de niños y asomar la cabeza por la barbería para ver aquel gran búho que hacía las delicias de todos nosotros?
Francisco también se ocupaba de cuidar la dentadura de sus parroquianos, por lo que era muy apreciado en Ubrique; también el primer dentista que vino a nuestro pueblo, Vidal, el de Ronda, pasaba consulta en su casa.
La madre de María era Clara Pérez Palmero, al igual que su marido había nacido en Zahara de la Sierra, y habían venido ambos a nuestro pueblo seis años antes de que María naciera.
1936 fue un año muy difícil para todos los ubriqueños. María nació en marzo y nos cuenta que su madre la tuvo siempre protegida dentro de su moisés en el hueco de la escalera, para que nada pasara.
María tuvo una infancia feliz, desde muy pequeña despuntó en los estudios, era una niña despierta y muy responsable, a la que le gustaba terminar sus tareas escolares con primor y con rigurosidad.
A diario acudía a su escuela, en la calle San Pedro, número diez, dispuesta a aprender y a cultivarse.
Muy pronto su maestro, que era don Liberio (¿quizás Iberio?) se dio cuenta de que María prometía y de que le esperaba una carrera alentadora.
Su maestro habló con su padre y ambos acordaron que María seguiría estudiando después de conseguido el grado elemental.
Estudió bachillerato con don Ramón Crossa (que más tarde sería su suegro) y con don Francisco Besa. Ambos llevaban a sus alumnos a examinarse de bachillerato a Jerez.
En 1954 María se fue a Jerez a comenzar sus estudios de Matrona. Eran tiempos difíciles y de mucho trabajo. Sus padres habían hablado con una conocida de Algodonales que alojaba a María y a otras estudiantes en la calle Sacramento.
Título de Matrona de María Isabel Fernández
Mientras hacía sus estudios en Cádiz, le presentaron a las hermanas Braza, tres matronas muy renombradas en la ciudad que la acogieron como a una hija y le fueron enseñando todos los secretos del oficio.
María no conocía la pereza ni el desánimo. Siempre estaba dispuesta para acudir, en compañía de Teresa Braza, a cualquier parto que se presentara, no importaba si era de día o de noche, no importaban las circunstancias ni el estatus de las parturientas, ella solo quería trabajar, y hacerlo bien.
A veces, en mitad de la noche, Teresa o sus hermanas la llamaban, y María se levantaba rápidamente dispuesta a ayudar en lo que fuera necesario.
Si se les hacía muy tarde, se quedaba a dormir con las matronas, que la acogían como de la familia. Tanto que normalmente la presentaban como su sobrina, cuando iban a trabajar.
Se da la circunstancia de que del mismo modo que las hermanas Braza fueron las que ayudaron a que vinieran al mundo en Cádiz Luis y Memi, María fue quien se encargó de su nieta Esperanza aquí en Ubrique.
Retrato al óleo de María Fernández
Pintado por su marido, Luis Crossa
Durante esta primera época de estudios María conoció al que sería más tarde su marido de toda la vida: Luis Crossa Cuevas. Mientras ella se fue a Cádiz a estudiar, a él, que ya era un conocido repujador, lo enviaron a Cádiz a hacer la mili, por lo que sus vidas siguieron cruzadas desde entonces.
Hace unas semanas relatábamos sus primeros años juntos de la siguiente manera:
Con diecisiete años, y ya dedicado
profesionalmente a los repujados, Luis conoce a la que más tarde sería
su mujer, María Isabel Fernández Pérez (una mujer entrañable y muy
querida en el pueblo, a la que conocemos como "Mariquita la Partera",
gracias a ella muchas generaciones de ubriqueños hemos nacido).
Luis estaba decidido a "hablarle", y
tuvo que esperar su oportunidad y el empujoncito de su amigo Pepe
Coveñas, un día en la calle Botica. Se hicieron novios, y María se fue a
Cádiz a realizar sus estudios de matrona y ATS, pero Luis tuvo la
suerte de que le tocara la mili en Cádiz, por lo que siguió cerca de
María.
Se casaron el cinco de septiembre de
1960. Ambos recuerdan la boda con una ceremonia muy bonita, la Patrona
estaba en el Altar Mayor de la Parroquia y María le ofreció su precioso
ramo de novia (que se lo había traído Paco Aguilar).
Fotografía de boda de Luis y María
5 de septiembre de 1960
La boda se celebró, curiosamente, en
el salón de la petaquería ABC, que se había cerrado recientemente y se
alquilaba para eventos, al precio de 900 pesetas.
Tanto Luis como María recuerdan con cariño a los invitados a la celebración.
Pero antes de casarse María ya había comenzado a ejercer su profesión en Ubrique, trabajó a domicilio durante cinco años, hasta que llegaron sus propios hijos Luis, en 1961 y Jesús, en 1962. El nacimiento de los hijos supuso una pausa en su carrera, aunque María no dejó de estudiar y trabajar nunca, pronto decidió obtener el título de ATS, para completar su formación.
Pero se dedicó unos años en cuerpo y alma a sus dos pequeños, a los que se consagró durantes los primeros años de sus vidas.
Título de Ayudante Técnico Sanitario
María Isabel Fernández Pérez
En 1966 María retoma su actividad profesional en la recién inaugurada Maternidad de la calle del Perdón. Era una etapa diferente, en la que atendía a veces uno o dos partos diarios. En aquella época los médicos no acudían nunca a la maternidad, a no ser que hubiera graves problemas. Era la época de don Antonio Pérez, de don Diego Reguera, de don Salvador Algarra...
En las manos de María vinimos al mundo cientos de ubriqueños y de ubriqueñas, ella recuerda muchos momentos con especial cariño, y nos ha contado algunas anécdotas que, tratándose de un mundo tan complicado como es el de su profesión, nunca han faltado.
Ella recuerda que aprendió de las hermanas Braza que, cuando las avisaban para un parto, atendían a la embarazada en primer lugar y después se sentaban a esperar a su lado. Mientras, comenzaban un jerseicito de lana que regalaban, normalmente, al recién nacido.
En la época de trabajo en la maternidad María atendió a todos los ubriqueños que ahora rondan los cuarenta. Nos cuenta cuando en enero del 74 ayudó a Carmen Bazán a dar a luz a su hijo Jesús Janeiro justo allí, en la maternidad, sin que se hiciera necesaria la intervención de ningún médico, fue ella quien se encargó, como en tantas ocasiones, de todo.
María compaginaba su trabajo en la maternidad con el que hacía en el laboratorio de don Fermín Fatou. Es una mujer infatigable y trabajadora como pocas, siempre solícita y siempre dispuesta a echar una mano y a ayudar.
Su trabajo y su dedicación la han hecho merecedora de más de un homenaje y de miles de agradecimientos. No sabría decirnos a cuantas personas a ayudado a nacer, pero seguro que son miles. Ha trabajado toda su vida y ha dedicado más de cuarenta años a su vida profesional.
Nosotros hemos hecho una pequeña cuenta, calculando los años de formación, los de profesión y los de dedicación, y los nacidos en sus manos debemos de rondar los diez mil, entre Cádiz y Ubrique.
Diploma del homenaje a María Isabel
Realizado en 1992
El Día del Petaquero de 1992 el pueblo de Ubrique le rindió un homenaje por su labor de toda la vida, un homenaje que reconocía sus méritos y los ensalzaba por su humanidad.
Más tarde, cuando ya no funcionaba la maternidad, María comenzó a trabajar en el Centro de Salud de Ubrique, llevando el Control del Embarazo y la Educación Maternal (la recordamos con cariño en tantas sesiones de ejercicios y respiraciones, siempre serena y sosegada.
También trabajaba en Grazalema, atendiendo allí a a las embarazadas que lo necesitaban.
Toda una vida dedicada a los demás, María siempre atenta, solícita y entrañable, una mujer educada y discreta que nos da a todos lecciones de humanidad.
Retrato de María Fernández
Óleo de Luis Crossa Cuevas
Queremos aprovechar la oportunidad que nos ofrece el que hoy sea el día de su santo para felicitarla de todo corazón, no solo por su onomástica, sino por ser una mujer trabajadora, íntegra, dedicada a los suyos y a su trabajo... por ser una persona ejemplar.
¡Felicidades, María!
.