María de los Ángeles y Manuel
Ubrique, años treinta
Fotografía de Pedro Rubiales
Por Esperanza Cabello
Hoy es el Día de la
Mujer, un día extraordinariamente importante para todos nosotros pues, a
pesar de los esfuerzos de muchas personas, las mujeres siguen
necesitando dejar de ser casi invisibles en muchos casos, necesitan
recuperar su puesto, dejar de ser ciudadanas de segunda y recobrar toda
su dignidad.
Hace mucho tiempo que
queremos dedicar una entrada a esta mujer extraordinaria, a María de
los Ángeles Janeiro Carrasco, ya hemos hablado de muchas personas de su
familia, de sus tías, de sus padres, de su hermano, de su marido... Pero
ella siempre dice, con la gran modestia que la caracteriza, que el
protagonismo no debe ser para ella, que su vida es una vida normal y
corriente, que no es un personaje.
Sin embargo todos los que la conocemos no estamos de acuerdo con esta afirmación, pues, sin lugar a dudas,
María de los Ángeles es una ubriqueña muy especial, digna merecedora
del modesto homenaje que sus familiares podemos ofrecerle.
No solo su linaje es
de mujeres fuertes, valerosas y de mentalidad avanzada, ella misma es el
modelo de mujer dispuesta, capaz, tenaz, enérgica y, por supuesto, con
un corazón de oro.
María de los Ángeles con sus primas y amigas
En el jardín de Santamaría
María de los Ángeles
Marina Janeiro Carrasco nació en Ubrique, un frío veintisiete de
diciembre de 1928, sus padres fueron Rogelio Janeiro Rubiales y Juana
María Carrasco Bohórquez, (pinchar aquí). Sus padrinos de bautismo fueron Isabel Janeiro y su marido Antonio Álvarez, los padres de nuestra tía Isabelita.
María de los Ángeles
era la segunda hija de la pareja; Juana y Rogelio se habían casado en
1924 (en su boda aún estaban de luto por la muerte de Manuel Janeiro, y
el traje de novia, pese a ser negro, resultaba espectacular. Lo había
diseñado un modisto de Cádiz y tenía una larga y elegante banda negra
haciendo de cola desde el cuello hasta el suelo). Su hermano Manuel había nacido en enero de 1926, así que con la llegada de la niña la pareja vio colmada su felicidad.
Manuel y María de los Ángeles
Ubrique, principios de los treinta
La familia vivía en
la calle Botica, justo en la otra esquina de la farmacia, en la casa de
la tía Juana Bohórquez, donde habían puesto un negocio de marroquinería.
Rogelio había comprado además dos coches, que alquilaba para viajes a los pueblos de alrededor.
Un fatídico día, el
20 de marzo de 1929, Rogelio tuvo un accidente con uno de los
automóviles, justo cuando iba a aparcarlo, y ese accidente resultó
mortal.
María de los Ángeles
cuenta que su madre era una mujer fuerte, acostumbrada al trabajo, muy
capaz de llevar a cabo cualquier actividad laboral, y que habría sido
perfectamente competente para ocuparse del negocio familiar.
Pero eran malos tiempos para las mujeres, una mujer sola "no podía"
ocuparse de su negocio, había demasiados impedimentos sociales, y Juana
María decidió volver a vivir a su casa natal, donde vivían entonces
sus tías Sebastiana y Ángeles Bohórquez, las dos primeras maestras de Ubrique.
Podemos imaginar la
vida en aquella casa de mujeres fuertes y trabajadoras, las tres
hermanas, Sebastiana, Juana (que también se mudó con su sobrina) y
Ángeles, se volcaron con la joven Juana María y sus dos hijos. Juana
María había sido maestra auxiliar de doña Ángeles Bohórquez, del mismo
modo que Antonio Sánchez era el maestro auxiliar de don Francisco Fatou.
Mujeres fuertes y discretas, acostumbradas al libre pensamiento y a una
educación igualitaria, debieron de imprimir carácter a los dos niños.
Juana María Carrasco en la escuela de doña Ángeles Bohórquez
Ubrique, 1915?
La casa de los abuelos de María de los Ángeles no era una casa corriente. Su abuelo había sido Diputado en las Cortes, don Pedro Bohórquez Piñero; su tío Cristóbal Bohórquez había sido asesinado en 1969 junto a Guillén en lucha de guerrillas, por sus ideas liberales.
Su abuela Juana Gómez y sus tías Francisca y Sebastiana fueron quienes encbezaban la carta dirigida a las Cortes pidiendo que se terminara la ley de quintas, haciendo gala de una valentía y una claridad de ideas inusual.
Así que imaginamos
que la vida de María de los Ángeles en ese entorno debió de ser
significativamente diferente de la de las demás niñas de la época, con
esa apertura de mente y esas ideas avanzadas.
Ella cuenta que, a
pesar de eso, durante la Guerra Civil y durante los años de la dictadura
fueron tremendamente respetadas, nunca se metió nadie con su familia,
seguramente por la discrección de la que aún hoy día ella sigue dando
testimonio.
Con cinco añitos
vivió su primer acontecimiento social; fue, junto a su hermano Manuel,
la madrina de nuestro tío José María, ella aún recuerda cómo la abuela
Joaquina sujetaba la cabeza del niño durante el bautizo, porque ella era
tan pequeña que apenas podía sujetar al bebé.
Cuando María de los
Ángeles tenía seis años su madre comenzó a trabajar como encargada de la
centralita del teléfono de Ubrique, hicieron la solicitud y el teléfono
llegó, por primera vez, a la calle del Agua en 1934.
En esa época llegó a
la casa familiar desde Benaocaz Isabel Piñero Orellana, venía dispuesta a
ayudar a Juana María con el teléfono y se convirtió en parte integrante
de la familia Romero Janeiro, siempre la hemos conocido en la casa,
siempre discreta y atenta, muy religiosa, muy trabajadora. Isabel es una
más de la familia, nos encanta ver el cariño con el que todos la
tratan.
De esta época del
teléfono nuestra tía tiene muy gratos recuerdos, debía de ser una niña
muy lista y muy avispada, porque aún recuerda a qué casas correspondían
los cien primeros números de teléfono de Ubrique.
Juana María era una
mujer excepcional, tan fuerte y tan valiente como su hija. Cuando
comenzó la guerra envió a sus hijos pequeños y a sus tías a la casita
que tenían en el Cerro Mulera (en este enlace), pero ella, consciente de
su deber y sabiendo que no podía dejar a Ubrique sin teléfono en esta
época tan peligrosa en la que la comunicación podía ser crucial, se
quedó en la centralita, en la calle del Agua.
Tuvo que poner los
colchones contra las ventanas (había fuego cruzado que venía de la
sierra), que pararon más de una bala, pero ella no cedió y estuvo toda
la guerra pendiente del teléfono.
Al terminar la guerra
pudieron volver los niños y las tías a la casa, y a Juana María le fue
concedida una medalla por el valor demostrado.
Nuestra tía fue a la
escuela en los Grupos de la Ermita. Su maestra en el primer grado fue
doña Paquita Contreras; en segundo grado doña María Fernández, y en
tercer grado doña María Luisa Rodríguez Formoso. Sus recuerdos de
aquella época escolar son muy entrañables, jugando con sus primas,
siempre muy cercana a su hermano Manuel, y siempre alrededor de sus tías
y la centralita de teléfonos.
Doña María Luisa
Rodríguez le ayudó a preparar el examen de ingreso, que hizo en el
instituto Murillo, de Sevilla. Tenía nueve años y estaba muy nerviosa.
Sus ganas de hacer un buen trabajo, bien limpio y bien corregido,
estuvieron a punto de costarle un disgusto, pero consiguió hacer un buen
examen, y pudo comenzar el bachillerato.
Primero de bachillerato
Ronda, 1937
Con nueve añitos se
fue a Las Esclavas de Ronda, allí hizo su primer curso, pero para el año
siguiente se trasladó a las Teresianas de Sevilla, curiosamente donde
estudian hoy sus nietas.
Durante la Guerra
Civil las Escuelas Normales de Magisterio habían sido cerradas, pero al
abrirse de nuevo una vez pasada la guerra, Juana María tenía claro cual
sería el destino de sus hijos. Ella no podría costear dos grandes
carreras, y sabía que daría las mismas oportunidades a los dos (nos
encanta saber que no dejó a la niña relegada, por el hecho de ser niña),
así que los dos hermanos se matricularon en el curso de Ingreso para la
Escuela Normal de Cádiz.
Dado lo inestable del
momento, cuando comenzaron sus estudios ni siquiera sabían cuántos años
durarían. Estudiaba en Cádiz, justo enfrente del Parque Genovés siendo
una de sus profesoras Josefina Pascual.
Las escuelas del convento, 1947
Doña Consuelo Vega, la decana
María de los Ángeles y Rosario Corrales, a la izquierda
Finalmente la carrera
de Magisterio duró cuatro años, y María de los Ángeles regresó a
Ubrique con sus dieciocho añitos recién cumplidos y su flamante título
de maestra.
Era 1946 y, aunque no
se convocaron oposiciones hasta muchos años más tarde, ella comenzó
rápidamente a trabajar en las escuelas del Convento de Ubrique, donde la
maestra decana era doña Consuelo Vega. Fue la encargada en exclusiva
durante muchísimos años del tercer grado, por lo que la mayoría de las
ubriqueñas nacidas entre 1938 y 1950 debieron de ser sus alumnas.
Porque ella, trabajadora incansable, hizo un alto en su magisterio en 1956 para dedicarse a su otra pasión: su familia.
María de los Ángeles y Bartolo, 1946
El día de San Bruno
de 1946 (el seis de octubre), un mocito muy espigado y elegante "le
pidió salir"(en la época se decía "se acercó a ella"), y ella estaba
encantada con el que sería el único hombre de su vida, su marido y el
padre de sus hijos: Bartolomé Romero García.
Domingo de Ramos de 1950
Y empezaron diez
largos años de noviazgo. Nuestra tía nos cuenta que era demasiado
tiempo. Los novios entonces iban a la Plaza, Plaza arriba, Plaza abajo. A
veces se atrevían a bajar a Los Callejones, y daban paseos Callejones
arriba, Callejones abajo.
Cuando iban con
amigos o familiares daban largos paseos, o pasaban un día de campo.
Bartolo era un hombre emprendedor y muy imaginativo, capaz de dedicarse
a los más variopintos trabajos. Ella, mientras, seguía en su escuela,
dedicándose a la enseñanza de tantas generaciones de ubriqueñas y de
muchos ubriqueños, empeñada en enseñarles que no había que hacer
distingos entre niños y niñas, entre hombres y mujeres, como había
aprendido en la casa de sus padres y como enseñaría en la propia.
Boda en el Convento de Ubrique
15 de octubre de 1956
En 1956 María de los Ángeles comenzaría la que ha sido la tarea más importante de su vida: su familia con Bartolo.
Se casaron en el
convento de Ubrique un soleado 15 de octubre de ese año (un mes después
de nuestros padres), sus padrinos fueron Manuel Janeiro (su hermano) y
Pilar Romero (hermana de bartolo) y se instalaron en una preciosa casa
que habían construido junto a la pila de la Esperanza, al final de Los
Callejones.
Los hijos llegaron
pronto, y fueron muchos: Juan (1957), María del Carmen (1959), Rogelio
(1961), Lourdes (1962), Fernando (1963), Jesús (1964), María de los
Ángeles (1966) y Mercedes (1971).
Mari Carmen, Rogelio, Lourdes, Fernando, Jesús y María de los Ángeles
en la puerta de la casa familiar
No pueden ustedes
hacerse una idea de la alegría y la vida que bullía siempre en esa casa.
No solo había ocho niños, sino todos los primos, los amigos, los
vecinos... siempre había sitio para todos.
Nuestra tía, que
había detenido su labor académica para dedicarse a su familia, siempre
ha sido una mujer de bandera, activa, organizadora y participativa:
Cosía, limpiaba, planchaba, guisaba... Ayer recordábamos sus deliciosos
guisos, sus gañotes, su mermelada de tomate.
Como tenía tantos
hijos, compró una tricotosa para tejerles los jerseis, siempre fue muy
mañosa. Pero nos ha confesado que la tricotosa no le permitía tener un
buen rato de charla, así que la vendió pronto y siguió haciendo los
jerseis de lana con las agujas, así podía hablar con todos y estar
pendiente de su casa.
Curso 1968-1969. Aula de El Convento
María de los Ángeles con sus alumnos y alumnas
No obstante, al ser
una mujer inquieta y capaz, María de los Ángeles retomó su actividad
académica en 1969. De nuevo volvió al Convento, que había sido su primer
centro, y de nuevo se dedicó a sus alumnos, a su docencia y a sembrar
aires de libertad y modernidad en su centro.
Como era interina,
estuvo destinada en todos los colegios de Ubrique. En 1978, cuando ya
sus hijos eran bastante mayores y no necesitaban tanta atención, decidió
volver a estudiar y sacar sus oposiciones.
Para quienes no están
familiarizados con oposiciones ni con familias numerosas les diremos
que los dos asuntos, por si solos, son auténticas proezas, por lo que
sacar unas oposiciones ocupándose de una familia muy numerosa es algo
verdaderamente muy difícil.
Pero ella es una
mujer de gran voluntad y gran capacidad, así que se puso manos a la
obra. Se grabó los temas en un radio-cassette, y mientras planchaba o
limpiaba o cosía podía oírlos, repetirlos y memorizarlos. Todo eso sin
dejar su escuela, por lo que sus jornadas eran verdaderas maratones.
Siempre tuvo a su
lado a Isabel, que ha sido como una hermana para ella toda su vida, y
que le ha ayudado en todos los momentos. Pero sobre María de los Ángeles
recaía el verdadero peso de la familia.
Levantarse temprano,
dejar planteada la comida (que Isabel y Bartolo se iban también al
trabajo), el desayuno de once personas, llegar a la escuela a las nueve,
volver a casa a la una. La comida. De nuevo a la escuela de tres a
cinco, y a veces permanencia, talleres, teatros. Y, al llegar a casa,
once meriendas, lavados, planchas gigantescas, aquella escalera siempre
limpia, aquella casa siempre ordenada...
¡Y sacó las
oposiciones! Estudiaba con Elena, y tanto Agustín como Bartolo les
echaban una mano siempre que podían, fueron muchos meses de trabajo,
pero valió la pena.
Feria de Ubrique: los primos Janeiro en el Jardín, años sesenta
Bartolo y María de los
Ángeles; Joaquina y Pepe; Manolo y Carmen; Esperanza y Manolo; Manolo e
Isabel; Ana María y Heliodoro; Isabel, Clara y unos clientes de la
fábrica; Lola y Paco.
Hay algo que siempre
nos ha gustado mucho: las familias de nuestra abuela Julia, de Rogelio,
de Isabel y de Ángel (sus hermanos) siempre han estado muy unidas. Para
nosotros nuestras primas Mari Carmen o Mari Loli eran más cercanas que
otras primas hermanas, por ejemplo. Y siempre hemos vivido la conexión
de nuestro padre con sus primos y primas.
Los Janeiro son muy
"familieros", y precisamente este grupo de primos ha pasado muchas
experiencias juntos, los recordamos juntos en ferias, romerías, bodas,
celebraciones y todo tipo de inventos. Nos gusta pensar que formamos
parte de esta gran familia.
Los primos en el Porvenir, años sesenta
Julia, Remedios, abuela Julia, Manolo, Ana María, María de los Ángeles y Bartolo
Y desde la
perspectiva que teníamos todos estos años, hemos podido observar a María
de los Ángeles y ver cómo se apañaba para compaginar magistralmente su
trabajo, su casa y todas las actividades que acometía. Siempre ha sido
impresionante.
Con las oposiciones
ganadas María de los Ángeles siguió trabajando en Ubrique, su último
colegio fue el Víctor de la Serna, donde trabajó con muchos de los que
habían sido sus alumnos, ahora profesores. Siempre respetada y
apreciada, todos la han considerado una buena mujer, una excelente
maestra y un ejemplo de persona abierta y dispuesta siempre a tratar a
todos sus alumnos por igual, sin hacer distinciones de ningún tipo entre
ellos, atendiendo a sus necesidades y dedicándose a ellos en muchas
ocasiones más allá del deber.
La que al principio
fue maestra casi sin pensarlo, y comenzó sus estudios en tiempos de
guerra, sin saber siquiera si podría terminarlos, se convirtió en una
profesional de excelencia, modelo y ejemplo para las generaciones
posteriores, querida por sus alumnos y admirada por todos los que hemos
tenido algún contacto profesional con ella.
Estuvo trabajando
hasta finales de los ochenta, después de haber sido maestra durante más
de treinta años. Sus compañeros y su familia se reunieron en el
restaurante de la piscina para hacerle un homenaje de agradecimiento
después de tantos años dedicada a los niños y niñas ubriqueños.
Mientras tanto su
familia seguía creciendo. Sus hijos se fueron casando y fueron siendo
padres a su vez. Ahora son catorce nietos los que suman en esta familia
tan numerosa, y siempre tan familieros.
Las familias Janeiro y Carvajal
María de los Ángeles a la derecha de la imagen
A finales de los
noventa Bartolo, su compañero de toda la vida, enfermó. Esto fue un
verdadero mazazo para todos, y para ella aún más. Sin embrago, lejos de
caer en el desánimo, sacó fuerzas de flaqueza y se dedicó en cuerpo y
alma a cuidarlo, a acompañarlo, a cambiar toda su casa para que su vida
fuera lo mejor posible. A pesar de haber perdido algunas de sus
facultades, ella se empeñó en comunicarse con él, y le tendió
repetidamente papel y lápiz, hasta que Bartolo empezó a pintar con una
destreza increíble.
Lo cuidaba con una ternura y una devoción que aún emociona.
Entonces echaba de
menos lo que ha sido quizás, una de sus asignaturas pendientes: poder
conducir un coche. Eran tantos que no había coche en el que cupieran.
Desgraciadamente
Bartolo murió en 2009, y desde ese momento ella ha seguido al cargo de
su casa, de los suyos y, por supuesto, de su querida Isabel.
Ayer, mientras
hablábamos con ella y le pedíamos que nos contara algunos detalles de su
vida, nos respondía que la suya era una vida corriente y que no
destacaba por nada.
Nosotros estamos
seguros de que ha sido una de las maestras que más hondo ha calado en
los ubriqueños y ubriqueñas (con el permiso de doña Ángeles Bohórquez y
doña Consuelo Vega), no solo porque ha sido la maestra de tantas
generaciones de ubriqueños y ubriqueñas, sino porque en sus aulas
siempre ha habido cantos de libertad, de pensamientos abiertos, de
igualdad y, sobre todo, de una gran humanidad.
Para nosotros,
además, es nuestra tía, casi el último bastión de aquellas Janeiro
(junto con nuestras tías Isabel, Ana María y Remedios) que tanta huella
han dejado en todos nosotros.
Por todo esto hoy, el
Día de la Mujer, hemos querido hacer este pequeño homenaje a una mujer
ubriqueña valiente, fuerte y capaz, siempre fiel a sus ideas y a los
suyos.
NOTA ADICIONAL: HEMOS
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Y AÑADIMOS LOS COMENTARIOS QUE ALGUNOS DE SUS MIEMBROS HAN QUERIDO
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María de los Ángeles con su hija pequeña, Mercedes
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