Factura de una modista ubriqueña en los años setenta
Por la hechura de dos trajes y una blusa, 960 pesetas
Por Esperanza Cabello
En realidad esa no es la letra de Antonia Mari, ni creo que la factura fuera suya, porque no estoy segura de que nos pasara factura como a todo el mundo. Pero este papelito nos la ha recordado y justo es hablar un poquito de su trabajo de modista.
Nuestra prima Antonia María Pérez Ortega era la mayor de los primos. En realidad, las generaciones estaban mezcladas y es difícil hablar de lazos familiares. Pero ella era la mayor de los primos, aunque sus primeros apellidos no se parecían a los nuestros. Nos criaron a todos juntos en los primeros años de nuestra infancia, ella era hija de Teresita Ortega Rivera, prima hermana de abuelo Leandro, en realidad más que hermana. También era hija de Francisco Pérez Rivera, sus padres también estaban emparentados en segunda línea.
El caso es que Antonia Mari, Leandro, Francisco, María Teresa, Manolo, Mari Carmen y Esperanza éramos los primos mayores, los bisnietos de Abuela Antonia, y crecimos todos juntos en la calle San Pedro, las niñas íbamos al asilo y los niños primero a la miga de María Sánchez, y después a Los grupos.
En la tienda de Juana y Pilar Piñero, 1962
La madre de Antonia Mari y María Teresa, Teresita, era un cielo de persona, no la hubo más atenta, más humilde, más sencilla, más buena, más empática, mejor. Teresita era la bondad personificada, la paciencia hecha persona (porque para atender a la bisabuela Antonia había que tener infinita paciencia) y la meticulosidad personificada.
Huérfana desde su más tierna infancia, se vino a vivir con su tía y su primo Leandro, que fue el padrino de las niñas. Estuvo trabajando en la fábrica familiar hasta que se casó con Rivera, y a partir de entonces se dedicó a la casa y a las atenciones a Antonia.
Cosía como los ángeles, puntadas milimétricas y perfectas como las de las buenas costureras, y era muy perfeccionista en su trabajo. cuando enviudó, decidió llevar las riendas de la casa con su costura, enseñando a Antonia Mari desde pequeña y cosiendo "para la calle" las dos juntas desde el principio.
La familia Pérez Ortega en la Plaza de Toros
Nosotros éramos muy pequeños entonces, pero ahora imaginamos lo terrible que debió de haber sido para las tres verse sin Rivera, no solo por el sustento, sino por lo necesaria que era su compañía. Recordamos la tristeza de Teresita, y el horror de las primas al recibir la noticia.
María Teresa se fue a Casa Cabello, a la tienda, creemos que ese fue su primer trabajo, y después continuó en la marroquienría, donde ha sido durante décadas una costurera fantástica.
Las dos hermanas con primorosos trajecitos a la moda
Retratadas por Teresita la fotógrafa
Y Antonia Mari se convirtió en modista.
Primero en casa, con su madre, las dos eran cuidadosas, perfeccionistas, primorosas. Pero Antonia Mari tenía algo más, era una estupenda patronista, y tú podías pedirle lo que fuera que ella captaba la idea al vuelo y te hacía un traje o una blusa sin titubear.
Durante muchos años ha seguido cosiendo, hasta llegar, afortunadamente, a su edad de jubilación, aunque seguro que aún cose algún trapito para sus nietos, y seguro que en carnavales no para (este año ha cosido miles de plumas para los disfraces de fénix de su grupo familiar).
Y hoy, al recoger esta factura de una modista, en la que por dos trajes y una blusa, con sus accesorios, se pagaban novecientas sesenta pesetas, se nos ha venido al alma el recuerdo de tantas mujeres buenas, en todos los sentidos de la palabra, que ha habido en nuestra familia, destacando, por supuesto, el de Teresita, que fue otra madre para todos nosotros, y el de mi prima Antonia Mari, que sigue siendo la mejor modista de la familia.
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