miércoles, 3 de octubre de 2018

La fundación del Convento de Capuchinos de Ubrique

El convento de capuchinos de Ubrique
Fotografía del libro "Historia de la Villa de Ubrique"



Por Esperanza Cabello


Continuamos investigando en la Biblioteca Digital de Málaga, y como nuestro pueblo perteneció a la Diócesis de Málaga hasta bien entrado el siglo pasado, podemos disfrutar de muchísima información relacionada con nuestra historia.
En el tercer tomo de la "Reseña histórica de la provincia capuchina de Andalucía y varones ilustres en ciencia y virtud que han florecido en ella desde su fundación hasta el presente", escrita entre 1906 y 1908 por el padre Ambrosio de Valencina hemos encontrado la historia de la Fundación del convento de Ubrique, que transcribimos a continuación.



La Virgen sale del convento. Ubrique, septiembre 1935



Ya dijimos en el capítulo XL de este libro que el Duque de Arcos nos edificó á costa suya un precioso conven­to en su palacio de Marchena por los años de 1651, señalando una parte de sus rentas para sustento de los religio­sos; y no satisfecha su devoción con eso, quiso labrarnos otro convento en su villa de Ubrique con las mismas con­diciones. A este fin, hallándose enfer­mo de gravedad en Marchena, el año de 1659, llamó á N. P. Leandro de Antequera (que era Provincial y estaba de visita en aquel convento) y le suplicó con mucha instancia que le diese pala­bra formal de admitir la fundación de Ubrique, para salir él de este mundo consolado con esa promesa. Prometióle el P. Provincial trabajar cuanto pudie­ra por complacerlo, y en cumplimiento de su promesa, expuso en el capítulo in­mediato que se celebró en Sevilla por Septiembre de 1660 los deseos del Duque quedando admitida la fundación.

Pretensión del Duque.
Participáronle el buen éxito que ha­bía tenido su pretensión, y el Duque anunció por cartas á los cabildos ecle­siásticos y secular de Ubrique el bien espiritual que había procurado á su vi­lla con la fundación de un convento de PP. Capuchinos. Recibió cada uno de los cabildos su respectiva carta y de común acuerdo éstos y el Duque, escribie­ron al Ilmo., y Rmo. Sr. D. Antonio Piña y Hermosa, Obispo entonces de Málaga, suplicándole se dignase conce­der su licencia para la fundación de un convento en la villa de Ubrique, que es de su obispado. Fué esta petición muy bien acogida por aquel Ilmo. Prelado que solicitaba el alivio espiritual de sus ovejas, y para manifestarlo, en 30 de Septiembre de 1660 dió su licencia inscriptis.
Obtenida esta licencia, el P. Provin­cial, que ya lo era N. P. Francisco de Jerez, envió a Ubrique al P. Bernardino de Granada con otro Padre á escoger si­tio para fundar el convento. Entre tanto murió el Duque que tenía el propósito de edificarlo a sus expensas, como hizo en Marchena, lo que no pudo tener ahora efecto por los trastornos y ocu­rrencias que su muerte trajo á la casa Ducal, y esto fué motivo para que la fundación se demorase. Noticioso de es­to y de la causa de retardarse dicha fun­dación el Licenciado Antonio Borrego de Carvajal, presbítero y beneficiado de la Iglesia de Ubrique, trayendo á la memoria lo que después referimos, es­cribió á N. M. R. P. Provincial diciéndole que estaba pronto a fabricar á sus espensas el convento, con tal que le concedieran el patronato del mismo, con las condiciones que proponía; las que vistas por el Definitorio fueron aproba­das en 1º de Noviembre de dicho año, y el mismo día se comisionó á N. P. Bernardino de Granada para que nombra­se Síndico, el cual otorgase en nombre de Su Santidad y de la Provincia la es­critura de Patronato con el licenciado Borrego.
Este, siendo de 18 años y hallándose estudiando en Sevilla, solicitó ser Capu­chino, y á fuerzas de ruegos consiguió del P. Provincial la licencia obedencial, para pasar á nuestro convento de Sevi­lla á que allí le vistiesen el hábito y tu­viera en él su noviciado. Llegó al dicho convento, y presentando la obediencia como es costumbre al P. Guardián, éste convocó á los sugetos más dignos de su Comunidad para examinarlo y recibirlo. Mucho se alegraron los Padres con el examen del pretendiente, pues en su buen aspecto, modestia y compostura leían la pureza de su alma y lo cierto de su vocación; pero, cuando todos los que á este acto habían concurrido lo aprobaron, el V. P. Juan Francisco de Antequera, varón señalado en virtud y letras, mirando con atención al pretendiente, habló con el P. Guardián y le dijo: Padre Guardián, este joven lo tiene Dios elegido para que en el siglo obre co­sas de su mayor agrado, que tal vez ce­derán en provecho nuestro.


Su vocación de capuchino.
Voces fueron éstas que así en los PP. como en nuestro pretendiente mudaron del todo los intentos pues ni aquéllos insistieron mas sobre admitirlo, ni él se hallaba ya con aquellos fervorosos deseos que al convento le habían conducido; por lo cual, hablando al preten­diente el P. Guardián, le dijo: Ya ha oí­do usted lo que este Padre ha dicho, por lo que le aconsejo que, restituyéndo­se á su casa, tenga siempre presente estas razones para corresponder agrade­cido á los divinos llamamientos, y apli­cándose mucho al estudio de las virtu­des y letras aguarde resignado en la vo­luntad divina el tiempo y fin para que Dios le tiene preparado. Alegre se resti­tuyó nuestro joven á su casa, sin volver á sentir jamás aquellas continuadas an­sias con que vivía de profesar el estado religioso. Continuó sus estudios, llegó á ser sacerdote, y después beneficiado de la Iglesia parroquial de Ubrique, donde pensaba fundar un convento de religio­sos, para que con su doctrina y ejemplo tuviesen sus compatriotas motivos y medios para adelantarse en el camino de la perfección.
Resuelto ya á esta empresa, dióse á pensar detenidamente á cual de las reli­giones que en nuestra España se cono­cen ofrecería, para que lo habitasen, el convento que iba á edificar. En esta de­liberación se hallaba aquel generoso co­razón, cuando llegó á sus oídos la noticia de la fundación que para los Capuchinos pretendía el Duque hacer allí; pe­ro viendo que la casa Ducal desistía de la empresa, recordó lo que algunos años antes oyó en Sevilla al V. P. Juan Francisco de Antequera y creyó que era él á quien Dios tenia predestinado para fundarnos convento en su propia patria. Y así escribió como queda dicho, al P. Provincial y al Definitorio, haciéndo­le el ofrecimiento que arriba expresa­mos. Entonces envió N. P. Provincial al P. Bernardino facultado para nombrar Síndico apostólico al capitán D. Juan Morales Moreno, el cual en nombre de la Provincia firmó la escritura de patro­nato con el beneficiado Borrego, el día 12 de Noviembre de 1660; y ese mismo día tomaron los religiosos posesión de la nueva fundación en la ermita de San Juan Bautista llamada San Juan de Letrán, para que allí residiesen mientras el convento se fabricaba.





Escritura de Patronato.
No era aquel sitio competente para dicha fábrica, por lo cual fué preciso buscar otro más acomodado. Este sitio lo señaló milagrosamente el cielo con un prodigio que vamos á narrar. El lugar que ocupa hoy en Ubrique la Iglesia y convento de los Capuchinos era enton­ces una huerta, propiedad de Dª Juana Aguilar, que la tenía arrendada a Bartolomé Romero.


Aparición de la Virgen.
Este tenía una hija llama­da Leonor, niña de ocho años, la cual vio una mañana entre los árboles frutales á una Señora llena de resplandores celestiales, llevando en su mano una carta y una cuerda como la que usamos los PP. Capuchinos; llamó á la niña pa­ra dársela, y como ésta espantada rehu­sara acercarse, poniendo sobre una pie­dra la carta y la cuerda, dijo la Señora: Ven por esto que dejo aquí, y desapa­reció.
La niña voló á contarle á su padre lo que había visto, y éste tomando de aquel lugar la carta y la cuerda las entregó al P. Bernardino. ¿De quién era la carta? ¿Qué decía? Este es un secreto que se llevó á la tierra el V. P fundador. Solo se sabe, que 8 años después, el de 1668 hecho ya el convento y establecida la Comunidad, se llevó de Sevilla una imagen de la Virgen titulada de los Remedios, para colocarla en el altar mayor; y al verla Leonor, que ya era moza, prorrumpió admiradísima en estas aclamaciones: ¡Esta es la que se me apareció! ¡Esta es la que yo vi! ¡Esta es la Señora de la carta para el Pa­dre Bernardino! De todo lo cual se le to­mó declaración bajo juramento por el tribunal eclesiástico; y comprobado este suceso, el pueblo aclamó por su Patrona á la Virgen do los Remedios, que hasta hoy sigue siendo el consuelo de los buenos ubriqueños.

Empiezan las obras.
Aunque no sabemos lo que decía la carta misteriosa de la Señora aparecida, se infiere claramente que hablaría del sitio destinado por ella para fundar el convento; porque inmediatamente habló el P. Bernardino con el licenciado Borrego, y éste compró la huerta para edificarlo allí. Duraron las obras algún tiempo, hasta que por fin se terminaron felizmente, quedando el convento muy seráfico y con suficiente huerta para los religiosos.

Titular del Convento.
 La Iglesia quedó también muy primorosa, y á ruegos del patrono Alfonso Borrego, se le dió por titular á su santo, el glorioso San Ildefonso de To­ledo, al cual está dedicada.
La fuente de Benafis, que era propie­dad del Duque, la cedió al convento la casa Ducal y se hizo un cauce para conducir las aguas y regar con ellas la huerta. Para esto se hicieron dos postes en el arroyo encima de ellos un canal de madera, el cual duró hasta el año 1680, que el hermano Fr. Pedro de Teba hizo la cañería que actualmente existe. Más tarde quiso el ayuntamiento de Ubrique abastecer con estas aguas una fuente que hizo en la plaza del pueblo, y pidió al P. Provincial que permitiese tomar dicha agua y venir por nuestra cañería hasta el convento, quedando el municipio con la obliga­ción de componer la cañería hasta allí, siempre que fuese menester, sin perjui­cio del convento. A esta petición dió N.M. R.P. Provincial en 20 de Octu­bre de 1726 respuesta, condescendien­do con la proposición del ayuntamiento, por donde se ve claramente que el con­vento tiene la propiedad de dicha agua y cañería.
Este convento dió mucho lustre á Ubrique, de cuyo lugar salieron hom­bres eminentes en ciencia y en virtud, como diremos en el curso de esto his­toria. Fué habitado muchos años por el Apóstol de Andalucía Bto. Diego de Cá­diz y por otros varones insignes en santidad.
Después de la exclaustración de 1835 compró este convento el ilustre y piadoso caballero de Jerez, D. José García Pérez para librarlo de la ley desamortizadora, y darlo á sus moradores cuando pasada la revolución pudieran restable­cerse en él. Con esta condición lo dejó en mejora á su primogénito, d. Francisco García Pérez y Romero, y éste á su hi­jo D. Juan M. García Pérez, que con lau­dable generosidad nos lo ha cedido, re­servándose los derechos de patrón y propietario del mismo. 




Su estado actual.
Este convento es uno de los que actualmente tiene la Provincia, y de los más estimables por los recuerdos que encierra de nuestro Bto. Diego J. de Cádiz.
La fundación de este convento fue de­cretada, como dijimos al principio, en el capítulo provincial celebrado en Sevi­lla el 17 de Septiembre de 1650, en el cual se hicieron las elecciones si­guientes:

Provincial
M R. P. Francisco de Jerez.

Definidores
   R.P. Alejandro de Granada.
   R.P. Gabriel de Vélez.
   R.P. Antonio de Alhama.
   R.P. José de Campos.

Custodios

1º R.P. Alejandro de Granada.
2º R.P. José de Campos.

Secretario de Provincia

P. Agustín de Córdoba.

Guardianes

R.P. José de Campos, Sevilla
R.P. Alejandro de Granada, Granada
R.P. Buenaventura de Antequera, Antequera
R.P. Gabriel de Vélez, Málaga
R.P. Alonso de Cáceres, Jaén
R.P. Bernardo de Antequera, Andújar
R.P. Francisco de Málaga, Castillo
R.P. Antonio de Alcalá, Alcalá
R.P. Tomás de Cañete, Ardales
R.P. José Francisco de Vélez, Córdoba
R.P. Ambrosio de Almonte, Écija
R.P. José de Málaga, Vélez
R.P. Ángel de Tenerife, Sanlúcar
R.P. Bernardino de Málaga, Cabra
R.P. Juan Francisco de Antequera, Cádiz
R.P. Salvador de Baza, Motril
R.P. Buenaventura de Ocaña, Marchena
R.P. Bernardino de Granada, Ubrique



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