martes, 14 de agosto de 2012

Billares en Villaluenga

Futbolín de los años cincuenta, fabricado en Barcelona


Por Esperanza Cabello

En marzo de 2007 comenzamos nuestra andadura en este mundo entonces  increíble y mágico de internet. Al principio se trató de una página profesional, realizada para el centro de profesores, pero rápidamente decidimos que hacer un blog era una magnífica idea para homenajear a nuestros padres y para conseguir que sus nombres, sus trabajos y su historia estuvieran muy presentes en la red.
En el mes de abril comenzó el primer blog dedicado a Manuel Cabello y Esperanza Izquierdo, y tras la presentación, una de las primeras entradas se llamaba como esta de hoy: "Billares en Villaluenga" (pinchando en este enlace podemos verlo).


Un futbolín de la empresa Escardibul



Aquellas primeras entradas aún no tenían imágenes (tuvimos que aprender la técnica del escaneado y a manejar los programas de tratamiento de fotografías) y aquel primer blog se quedó en el tintero, ya entonces existía la piratería, y alguien entro en nuestro nombre y cambió las contraseñas, impidiéndonos continuar las entradas pero, al mismo tiempo, dejando un testimonio muy curioso de aquel primer y primitivo trabajo.

A pesar de hacer más de cinco años y de haber repetido la entrada en el siguiente blog, nunca tuvimos una imagen para aquella anécdota familiar: 


"BILLARES EN VILLALUENGA

Ya hacía unos años que había terminado la guerra, pero aún eran los tiempos de los "maquis". Manuel Cabello era un jovencito con muchos ánimos, poco miedo y sólo un real en los bolsillos. Esa mañana se había puesto de acuerdo con dos de sus amigos: Paco Izquierdo, que después sería su cuñado, y Fernando Corrales. Una partida de billar o de futbolín en Ubrique costaba dos reales, mientras que en el casino de Villaluenga sólo un real, así que los tres cogieron el camino de la Calera y en un santiamén se plantaron en Villaluenga. Echaron su billar, y como no tenían más dinero, tuvieron que volver muertos de hambre por el mismo camino que habían subido.
¡Imagínense la preocupación de sus madres, todo el día sin saber nada de ellos y pasada la hora de comer! Al llegar a Ubrique, Manuel no tuvo más ocurrencia que explicar que aunque se había ido sin permiso, allí había sido educado, porque no había aceptado, de ninguna manera, la invitación para comer algo que una vecina les había hecho."



 Insignia de la casa Escardibul. Barcelona

 Pero hoy hemos tenido la ocasión de fotografiar lo más parecido a aquellos billares de los años cuarenta en Villaluenga. Se trata del futbolín que estuvo desde junio de 1953 en uno de los bares de Villaluenga del Rosario. Es un futbolín que estuvo en funcionamiento hasta hace unos años y que fue desechado al cerrar el bar. Está muy viejecito y muy deteriorado, después de casi sesenta años de uso, pero sus propietarios lo habían mantenido en buenas condiciones para entretener a los parroquianos del bar.

El futbolín tiene todas las marcas: las dos insignias de la Casa Escardibul, de Barcelona, una a cada lado, en ellas reza la siguiente inscripción: "Casa Escardibul, Barcelona. Calle Sicilia nº 163. Tel: 225-90-94". También tiene la chapa correspondiente de la Inspección Técnica de Máquinas y Aparatos de la Delegación de Industria de Barcelona, con fecha 16 de junio de 1953. "Fútbol de Salón" fabricado por RIM S.A.




Futbolín de madera, fabricado en 1953


Nos parece fantástico que haya personas que se preocupen por recuperar y reutilizar algunos objetos de nuestra vida diaria que van quedando obsoletos y son sustituidos por otros más modernos pero con menos historia.
Seguramente no tenga nada que ver este futbolín con el billar que tanta preocupación les causó a nuestras abuelas y seguramente ni siquiera estaba en el mismo establecimiento. Pero sí que es seguro que alrededor de  este futbolín se han vivido muchas historias, que nosotros mismos habremos echado una partida cuando subíamos a Villaluenga con nuestro padre de pequeños y que sesenta años de generaciones payoyas han marcado miles de goles en este futbolín. 
 
Quizás algún día encontremos también aquel billar...


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