domingo, 5 de octubre de 2025

La Divina Pastora y el beato Fray Diego José de Cádiz, por fray Juan Bautista de Ardales

 

Portada del libro escrito por fray Juan Bautista de Ardales en 1949

 

Por Esperanza Cabello

 

A vueltas con la imagen de la Divina Pastora de la que hablábamos (en este enlace),  nuestro amigo Carlos Pizano nos ha enviado un precioso enlace al libro que escribió fray Juan Bautista de Ardales en 1949, que se encuentra en la Biblioteca Virtual de Capuchinos (en este enlace).

Inmersos en la historia de esta imagen, nos hemos enfrascado en la lectura de este libro tan interesante, buscando, más que la historia del beato Diego José, la historia de la Divina Pastora y el convento de capuchinos de Ubrique.

Parece que la devoción de la Divina Pastora de las almas entre los capuchinos comenzó con fray Isidoro de Sevilla (nacido en 1662).

 


 

«Verdadero retrato del M. R. P. Fr. Isidoro de Sevilla, Misionero Capuchino, tan ilustre por su nacimiento como ejemplar en su apostólica predicación: “Fue Cronista de su Provincia y Guardián en el convento de esta ciudad, donde tomó el santo hábito, y permaneció setenta años, los que ejercitó Incansable en la cordialísima devoción de la Santísima Virgen, en cuyo sagrado culto ideó con especial espíritu el año de 1703 el traje y título de Pastora, haciendo pintar el Simulacro que hoy se venera en la Parroquial de Santa Marina, primera imagen de a sacratísima Emperatriz que conoció el mundo con este milagroso atributo; fundó su Hermandad, dando regla a las innumerables que después se han erigido, no solo en este Arzobispado, sino en todo el reino de España, y aún en las más remotas provincias de la América; predicó este su peculiar asunto cuarenta y seis años continuados, dotado de la más eficaz dulzura y gracia, con que legró traer útilmente embelesado a todo este piadoso pueblo, y a las demás Religiones, entre quienes mereció aplausos singularísimos, en fuerza de su conocida virtud, con cuyos aclamados méritos, llamóle el Señor a su aprisco celestial, en sábado a la hora de vísperas a 7 de noviembre del año de 1750, víspera del Patrocinio de nuestra Señora, a los 89 años de su edad,—SORIANO.—Soy de la Hermandad de la Divina Pastora de Sevilla”.

 


 Con motivo de la canonización de san Fidel de Simaringa y san José de Leonisa, en 1746, fray Isidoro de Sevilla quiso que Germán Lorente pintara un óleo de grandes dimensiones de la Divina Pastora con los dos nuevos santos capuchinos, y del mismo modo se pintó otro gran óleo para el convento de capuchinos de Ubrique. Según el escritor, en este cuadro está el comienzo de la devoción del beato Diego por la Divina Pastora.

 


 


Para nuestro convento de Ubrique también se mandó pintar uno de dos metros de alto, como el descrito; pero con la variante de que los dos santos estaban de cuerpo entero, de rodillas en el risco de la Divina Pastora y en actitud de saludarla. De la boca de uno de ellos salía esta inscripción: Praeclara cusios virginum. La otra es ilegible. La pintura estaba enmarcada en una especie de retablo de talla muy hermoso.

 

Delante de esta pintura los capuchinos y el pueblo de Ubrique celebraron las fiestas de canonización de los dos santos mencionados. Tenía entonces fray Diego seis años, edad en que la imaginación tierna y virgen cambia los objetos con impresión indeleble. La visión de la imagen de la Divina Pastora es algo que los niños no pueden olvidar. La Madre de Dios con traje pastoril, las ovejitas llevándole flores, y el lobo persiguiendo a la descarriada, que es defendida por san Miguel, son episodios que se graban en su memoria y que no dejan de producirles saludables reacciones en el penoso correr de la vida. La actitud estática de los dos santos con sus dos brazos abiertos en cruz, también era muy devota e impresionante.

Pepito Caamaño contempló aquella pintura de la Divina Pastora con sus misioneros, de hinojos a los pies, y puede decirse que desde entonces cayó en los surcos de su alma la semilla de la vocación para capuchino.

 

1. El cuadro debió pasar a la parroquia de Ubrique después de la exclaustración del 35, donde se veneraba, hasta los incendios de 1936, en que fue quemado por los marxistas. — 2, P. Serafín de Ardales, EL MISIONERO CAPUCHINO, p. 3.

 


 

1. Muñoz y Pabón cae en el anacronismo de muchos escritores al creer que la Divina Pastora era escultura colocada en camarín. Fue un cuadro, como se ha dicho, y la imagen, que conocimos en el convento, es posterior a la invasión francesa, según consta en las crónicas del convento de capuchinos de Ubrique, donde, haciéndose el inventario de su restauración en 1814, se dice: «Queda también una hermosa y peregrina imagen de talla de la Divina Pastora, traída de Sanlúcar, posesión de aquella comunidad, a ésta, a ruegos del R. P. guardián fray Luis de Ubrique y el P. fray Juan Nepomuceno de Ubrique..., no menos que a súplicas y a vivas instancias del R. P. guardián de esta casa, quien le deja concluido un precioso camarín, para su religiosa colocación, lo que se expresa, para honra y gloría de Dios, honra de su santísima Madre y de Nuestro Padre San Francisco, que en unos tiempos tan escasos y calamitosos no lo han sido para hacer todas estas cosas’. P. NICOLÁS DE CÓRDOBA, O. C., f. 93. 

Cuando en 1911, se mandó esta imagen a nuestra misión de Santo Domingo, muchos lamentamos el caso, por estimar ser la que habló a fray Diego y le hizo los milagros; pero el error es manifiesto. 

 


 

 

Ningún punto tan propicio para predicar a la Divina Pastora como el de la villa de Ubrique, donde el beato Diego José moraba habitualmente y donde por seis años fue el predicador de plaza, publicando todos los días festivos las grandezas del divino pastorado de la Madre de Dios. Por esto creemos firmemente que la Hermandad de la Pastora, que existió en Ubrique, es fundación de fray Diego, bien como fruto de la cuaresma o de su ministerio de predicador de plaza.

 ¡Lástima de que no se recogieran las primicias de este apostolado, henchidas del frescor y lozanía de sus años juveniles!

Pero no solo con un estandarte de la Divina Pastora mientras rezaba el rosario por las calles, sino de otras muchas se ingeniaba fray Diego para fomentar y difundir automáticamente la devoción y el nombre de la Divina Pastora.

Gustábale mucho administrar el santo bautismo, porque este sacramento hace a las almas místicas ovejas del rebano de Cristo, y procuraba, siempre que podía, que el neófito, fuese varón o hembra, llevara el nombre de la Pastora Divina. Dicho se está que, con esta práctica, ese nombre bendito se repetía sin cesar en el seno de las familias, haciéndose popular y aumentándose el número de sus devotos (1).

1. En el archivo del Museo de la Divina Pastora de Sevilla hay algunas copias de partidas, como esta: «En la villa de Ubrique, en 13 días del mes de abril de 1772 años. Yo fray Diego José de Cádiz, misionero apostólico, religioso capuchino, conventual en el de esta dicha villa, DE LICENCIA PAROCHI BAPTICÉ a Mariano de la Pastora, José León, hijo legítimo de Francisco Morales Hidalgo y de Juana Melgar, su mujer...» L. 22 de bautismo, f. 74. Y en el 95, con fecha 30 de septiembre de 1772 se inscribe de la misma forma la de María Pastora Josefa Damiana, hija legítima de Alonso Ruiz Yuste y de Ana María Romero. 

 


 Altar mayor y retablo de la iglesia de los capuchinos de Ubrique, tal como estaba cuando fue santificado con el descenso del Espíritu Santo sobre fray Diego, que ya (1949) no existe.

 


 La Divina Pastora, imagen primitiva del Seminario de misioneros capuchinos de Sanlúcar de Barrameda, después donada al convento de Ubrique, y últimamente llevada a la iglesia de Santo Domingo (donde estaba Leopoldo de Ubrique, el obispo Panal) donde se venera en la iglesia de las Mercedes de la capital. El Niño Pastor es moderno.

 


En 1773 después de misionar en Ceuta y Málaga, dice: «Me volví a Ubrique, de donde fui llevado por la Hermandad de la Divina Pastora a la ciudad de Ronda, para predicar su novena en la parroquia de santa Cecilia”

 


Antiguamente se celebraban su novenario y procesión con la misma solemnidad y entusiasmo que a las imágenes más célebres de Córdoba; en la actualidad continúa el viejo esplendor de la novena, pero la procesión ha decaído y casi puede decirse que está suprimida.

A todas estas esculturas acompañaba un grupo de dos ángeles en actitud de coronar a la Madre de Dios; todavía se conservan algunos ejemplares perfectísimos, que completaban armónicamente el título de Pastora Asunta y Coronada con que la dio a conocer el venerable padre Isidoro.

Nuestro convento de Ubrique carecía de imagen de Pastora, pues no tuvo más que la pintura de la que se habló anteriormente. Este convento y su iglesia fueron muy dañados durante la invasión francesa y en el corto tiempo, que duró su dominio en la villa, la comunidad fue violentamente exclaustrada y dispersa. Cuando volvieron los religiosos, en 1814, se vieron obligados a hacer algunas restauraciones y reparar las muchas pérdidas de sus enseres. El padre guardián solicitó empeñadamente de la comunidad de Sanlúcar que le cediera la vieja escultura, que había retirado del culto para poner la nueva; y se la donó ciertamente, porque, al cesar en su guardianía dejó escrito: «Queda también una hermosa y peregrina imagen de la Divina Pastora, traída de Sanlúcar, posesión de aquella comunidad»

 

Desde entonces pudo Ubrique satisfacer su gran devoción por este título predicado tantas veces por el beato en la plaza ubriqueña; y celebró su novenario y procesión con la misma solemnidad que en los demás conventos, hasta que advino la exclaustración del 55, y aun así los padres exclaustrados cuidaban de sostener el fuego de la devoción encendido por sus antecesores.

 Cuando, a principios de este nuestro siglo, se incorporaron otra vez a su convento los capuchinos, época de muy mal gusto, fue esta bella e histórica imagen sustituida por otra moderna, de ningún valor y quemada por los marxistas en 1936. La vieja, que se guardó en una celda, al fundarse nuestra misión de Santo Domingo en 1909, fue donada, dos años después, a aquellos misioneros para que tuviesen imagen de su Patrona Divina e hicieran propaganda de su devoción en La Española. A esta providencia se debe que aún subsista esta venerada efigie, que con las de Casares y Motril forma la Trinidad más antigua de nuestras iglesias.

 

 

 

Hasta aquí la historia de las diferentes imágenes de la Divina Pastora que hubo en el convento de Ubrique, en primer lugar, un cuadro, pintado en 1748, más tarde los diversos estandartes que el beato Diego utilizaba para sus predicaciones y el rezo del rosario y, finalmente, en 1814, una  imagen donada por el convento de Sanlúcar de Barrameda que posteriormente, en 1911, fue enviada a la entonces isla de "La Española", actual República Dominicana, a la iglesia de Las Mercedes, donde estaba destinado el capuchino Leopoldo de Ubrique, el conocidísimo obispo Panal.

Ahora nos queda seguir leyendo este importante libro de Fray Juan Bautista de Ardales para conocer los orígenes de la imagen de la Divina Pastora que don Francisco García Parra fotografiara en 1925 y que, por mano de la IA y la destreza de Carlos Pizano, podemos comprobar que era extraordinaria. 

 


 Releyendo con atención el  texto de Juan Bautista de Ardales hemos encontrado las frases siguientes:
 
"Cuando, a principios de este nuestro siglo, se incorporaron otra vez a su convento los capuchinos, época de muy mal gusto, fue esta bella e histórica imagen sustituida por otra moderna, de ningún valor y quemada por los marxistas en 1936." 


 Realmente no estamos en absoluto de acuerdo con el escritor en relación a esta imagen de la Divina Pastora, que cataloga como "de ningún valor".

Tendremos que seguir buscando datos para poder completar la visión de conjunto.

 

 

 

 

 

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