martes, 11 de noviembre de 2025

La fundación del convento de Ubrique, por Fray Ambrosio de Valencina

 

Grupo de acción franciscana en la plazuela del convento

Ubrique, año de 1934

Fotografía de Francisco García Parra

 

Por Esperanza Cabello

Siempre estamos indagando en internet, y damos muchas vueltas, sobre todo, a los libros, y hemos tenido la suerte de dar con una serie de libros escritos por el capuchino fray Ambrosio de Valencina (1859-1914)  en los que relata las historias de los conventos andaluces.

 

 


 Convento de capuchinos en 1935

 

CAPÍTULO XLVII

Fundación del convento de Ubrique

Ya dijimos en el capítulo XL de este libro que el Duque de Arcos nos edificó a costa suya un precioso convento en su palacio de Marchena por los años de 1651, señalando una parte de sus rentas para sustento de los religiosos; y no satisfecha su devoción con eso, quiso labrarnos otro convento en su villa de Ubrique con las mismas condiciones. A este fin, hallándose enfermo de gravedad en Marchena, el año de 1659, llamó a N. P. Leandro de Antequera (que era Provincial y estaba de visita en aquel convento) y le suplicó con mucha instancia que le diese palabra formal de admitir la fundación de Ubrique, para salir él de este mundo consolado con esa promesa. Prometióle el P. Provincial trabajar cuanto pudiera por complacerlo, y en cumplimiento de su promesa, expuso en el capítulo inmediato que se celebró en Sevilla por septiembre de 1660 los deseos del Duque, quedando admitida la fundación.

Participáronle el buen éxito que había tenido su pretensión, y el Duque anunció por cartas a los cabildos eclesiásticos y secular de Ubrique el bien espiritual que había procurado a su villa con la fundación de un convento de Licencia del PP. Capuchinos. Recibió cada uno de los cabildos su respectiva carta y de común acuerdo éstos y el Duque, escribieron al Ilmo. y Rmo. Sr. D. Antonio Piña y Hermosa, Obispo entonces de Málaga, suplicándole se dignase conceder su licencia para la fundación de un convento en la villa de Ubrique, que es de su obispado. Fue esta petición muy bien acogida por aquel ilustrísimo prelado que solicitaba el alivio espiritual de sus ovejas, y para manifestarlo, en 30 de septiembre de 1660 dio su licencia in-scriptis.

Obtenida esta licencia, el Padre Provincial, que ya lo era N. P. Francisco de Jerez, envió a Ubrique al P. Bernardino de Granada con otro padre a escoger sitio para fundar el convento. Entre tanto murió el Duque, que tenía el propósito de edificarlo a sus expensas, como hizo en Marchena, lo que no pudo tener ahora efecto por los trastornos y ocurrencias que su muerte trajo a la casa Ducal, y esto fue motivo para que la fundación se demorase. Noticioso de esto y de la causa de retardarse dicha fundación, el Licenciado Antonio Borrego de Carvajal, presbítero y beneficiado de la Iglesia de Ubrique, trayendo a la memoria lo que después referimos, escribió a N. M. R. P. Provincial diciéndole que estaba pronto a fabricar a sus expensas el convento, con tal que le concedieran el patronato del mismo, con las condiciones que proponía; las que vistas por el Definitorio fueron aprobadas en 1º de Noviembre de dicho año, y el mismo día se comisionó a N. P. Bernardino de Granada para que nombrase Síndico, el cual otorgase en nombre de Su Santidad y de la Provincia la escritura de Patronato con el licenciado Borrego.

Este, siendo de 18 años y hallándose estudiando en Sevilla, solicitó ser capuchino, y a fuerza de ruegos consiguió del P. Provincial la licencia obediencial, para pasar a nuestro convento de Sevilla á que allí le vistiesen el hábito y tuviera en él su noviciado. Llegó al dicho convento, y presentando la obediencia como es costumbre al P. Guardián, éste convocó a los sujetos más dignos de su Comunidad para examinarlo y recibirlo. Mucho se alegraron los Padres con el examen del pretendiente, pues en su buen aspecto, modestia y compostura leían la pureza de su alma y lo cierto de su vocación; pero, cuando todos los que a este acto habían concurrido lo aprobaron, el V. P. Juan Francisco de Antequera, varón señalado en virtud y letras, mirando con atención al pretendiente, habló con el P. Guardián y le dijo: Padre Guardián, este joven lo tiene Dios elegido para que en el siglo obre cosas de su mayor agrado, que tal vez cederán en provecho nuestro.

Voces fueron éstas que así en los PP. como en nuestro pretendiente mudaron del todo los intentos pues ni aquéllos insistieron más sobre admitirlo, ni él se hallaba ya con aquellos fervorosos deseos que al convento le habían conducido; por lo cual, hablando al pretendiente el P. Guardián, le dijo: Ya ha oído usted lo que este Padre ha dicho, por lo que le aconsejo que, restituyéndose a su casa, tenga siempre presente estas razones para corresponder agradecido a los divinos llamamientos, y aplicándose mucho al estudio de las virtudes y letras aguarde resignado en la voluntad divina el tiempo y fin para que Dios le tiene preparado. Alegre se restituyó nuestro joven a su casa, sin volver a sentir jamás aquellas continuadas ansias con que vivía de profesar el estado religioso. Continuó sus estudios, llegó a ser sacerdote, y después beneficiado de la Iglesia parroquial de Ubrique, donde pensaba fundar un convento de religiosos, para que con su doctrina y ejemplo tuviesen sus compatriotas motivos y medios para adelantarse en el camino de la perfección.

Resuelto ya a esta empresa, dióse a pensar detenidamente a cuál de las religiones que en nuestra España se conocen ofrecería, para que lo habitasen, el convento que iba a edificar. En esta deliberación se hallaba aquel generoso corazón, cuando llegó a sus oídos la noticia de la fundación que para los Capuchinos pretendía el Duque hacer allí; pero viendo que la casa Ducal desistía de Escritura de Ia empresa, recordó lo que algunos años antes oyó en Sevilla al V. P. Juan Francisco de Antequera y creyó que era él a quien Dios tenía predestinado para fundarnos convento en su propia patria. Y así escribió como queda dicho, al P. Provincial y al Definitorio, haciéndole el ofrecimiento que arriba expresamos. Entonces envió N. P. Provincial al P. Bernardino facultado para nombrar Síndico apostólico al capitán D. Juan Morales Moreno, el cual en nombre de la Provincia firmó la escritura de patronato con el beneficiado Borrego, el día 12 de noviembre de 1660; y ese mismo día tomaron los religiosos posesión de la nueva fundación en la ermita de San Juan Bautista llamada San Juan de Letrán, para que allí residiesen mientras el convento se fabricaba.

No era aquel sitio competente para dicha fábrica, por lo cual fue preciso buscar otro más acomodado. Este sitio lo señaló milagrosamente el cielo con un prodigio que vamos a narrar. El lugar que ocupa hoy en Ubrique la Iglesia y convento de los Capuchinos era entonces una huerta, propiedad de doña Juana Aguilar que la tenía arrendada a Bartolomé Romero. Este tenía una hija llamada Leonor, niña de ocho años, la cual vio una mañana entre los árboles frutales a una Señora llena de resplandores celestiales, llevando en su mano una carta y una cuerda como la que usamos los PP. Capuchinos; llamó a la niña para dársela, y como ésta espantada rehusara acercarse, poniendo sobre una piedra la carta y la cuerda, dijo la Señora: Ven por esto que dejo aquí, y desapareció.

La niña voló a contarle a su padre lo que había visto, y éste tomando de aquel lugar la carta y la cuerda las entregó al P. Bernardino. ¿De quién era la carta? ¿Qué decía? Este es un secreto que se llevó a la tierra el V. P. fundador. Solo se sabe, que 8 años después, el de 1668, hecho ya el convento y establecida la Comunidad, se llevó de Sevilla una imagen de la Virgen titulada de los Remedios, para colocarla en el altar mayor; y al verla Leonor, que ya era moza, prorrumpió admiradísima en estas aclamaciones: ¡Esta es la que se me apareció! ¡Esta es la que yo vi!¡Esta es la Señora de la carta para el Padre Bernardino! De todo lo cual se le tomó declaración bajo juramento por el tribunal eclesiástico; y comprobado este suceso, el pueblo aclamó por su Patrona a la Virgen de los Remedios, que hasta hoy sigue siendo el consuelo de los buenos ubriqueños.

 Aunque no sabemos lo que decía la carta misteriosa de la Señora aparecida, se infiere claramente que hablaría del sitio destinado por ella para fundar el convento; porque inmediatamente habló el P. Bernardino con el licenciado Borrego, y éste compró la huerta para edificarlo allí. Duraron las obras algún tiempo, hasta que por fin se terminaron felizmente, quedando el convento muy seráfico y con suficiente huerta para los religiosos. La Iglesia quedó también muy primorosa, y a ruegos del patrono Alfonso Borrego, se le dio por titular a su santo, el glorioso San Ildefonso de Toledo, al cual está dedicada.

La fuente de Benafis, que era propiedad del Duque, la cedió al convento la casa Ducal y se hizo un cauce para conducir las aguas y regar con ellas la huerta. Para esto se hicieron dos postes en el arroyo y encima de ellos un canal de madera, el cual duró hasta el año 1680, que el hermano Fr. Pedro de Teba hizo la cañería que actualmente existe. Más tarde quiso el ayuntamiento de Ubrique abastecer con estas aguas una fuente que hizo en la plaza del pueblo, y pidió al P. Provincial que permitiese tomar dicha agua y venir por nuestra cañería hasta el convento, quedando el municipio con la obligación de componer la cañería hasta allí, siempre que fuese menester, sin perjuicio del convento. A esta petición dio N. M. R. P. Provincial en 20 de octubre de 1726 respuesta, condescendiendo con la proposición del ayuntamiento, por donde se ve claramente que el convento tiene la propiedad de dicha agua y cañería.

Este Convento dio mucho lustre a Ubrique, de cuyo lugar salieron hombres eminentes en ciencia y en virtud, como diremos en el curso de esta historia. Fue habitado muchos años por el Apóstol de Andalucía Bto. Diego de Cádiz y por otros varones insignes en santidad.

Después de la exclaustración de 1835, compró este convento el ilustre y piadoso caballero de Jerez, D. José García Pérez para librarlo de la ley desamortizadora, y darlo a sus moradores cuando pasada la revolución pudieran restablecerse en él. Con esta condición lo dejó en mejora a su primogénito, don Francisco García Pérez y Romero, y éste a su hijo D. Juan M. García Pérez, que con laudable generosidad nos lo ha cedido, reservándose los derechos de patrón y propietario del mismo. Este convento es uno de los que actualmente tiene la Provincia, y de los más estimables por los recuerdos que encierra de nuestro Bto. Diego J. de Cádiz.

La fundación de este convento fue decretada, como dijimos al principio, en el capítulo provincial celebrado en Sevilla el 17 de septiembre de 1660, en el cual se hicieron las elecciones siguientes:

 

Provincial

M R. P. Francisco de Jerez.

 

Definidores     

1º R.P. Alejandro de Granada.

2º R.P. Gabriel de Vélez.

3º R.P. Antonio de Alhama.

4º R.P. José de Campos.

 

Custodios

1º R.P. Alejandro de Granada.

2º R.P. José de Campos.

 

Secretario de Provincia

P. Agustín de Córdoba.

 

Guardianes

R. P. José de Campos,     Sevilla.

R.P. Alejandro de Granada,     Granada.

R.P. Buenaventura de Antequera, Antequera.

R.P. Gabriel de Vélez,      Málaga.

R.P. Alonso de Cáceres,  Jaén.

R.P. Bernardo de Antequera,  Andújar.

R.P. Francisco de Málaga,       Castillo.

R.P. Antonio de Alcalá,    Alcalá.

R.P. Tomás de Cañete,    Ardales.

R.P. José Francisco de Vélez,  Córdoba.

R.P. Ambrosio de Almonte,    Écija.

R.P. José de Málaga,        Vélez.

R.P. Ángel de Tenerife,    Sanlúcar.

R.P. Bernardino de Málaga,    Cabra.

R.P. Juan Francisco de Antequera, Cádiz.

R.P. Salvador de Baza,     Motril.

R.P. Buenaventura de Ocaña, Marchena.

R.P. Bernardino de Granada,  Ubrique.

 


 


 El convento de capuchinos en la actualidad

Fotografía de Leandro Cabello



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