lunes, 24 de octubre de 2011

La Sauceda en el corazón

Muy poco quedó de la Ermita de la Sauceda


Por Esperanza Cabello

Existe un lugar mágico en medio del Parque de los Alcornocales, a treinta y cinco kilómetros de nuestro pueblo...
Mágico e impresionante. Impresionante por la naturaleza, impresionante por sobrecogedor e impresionante por su historia: La Sauceda
 Nuestra relación con ese lugar siempre ha sido muy especial. Nuestro padre nos llevaba allí de pequeños a dar largos paseos, normalmente buscando madroños, pana o corchos para el portal. También explorando las casas caídas, los canutos, buscando rododendros.



 Los aviones nazis no dejaron piedra sobre piedra

Siempre nos impresionaba aquella iglesia destruida, aquellas casas abandonadas. "La guerra fue muy mala en esta zona" era la escueta explicación a aquel destrozo. No había entonces más explicación.
Algunas veces bajábamos al cementerio que está por la carretera de Jimena, y nos apenaba ver aquellas tumbas tan abandonadas ¿No habrá quién las cuide? Nos preguntábamos inocentemente.

Nuestra madre nos contaba que su abuelo, Francisco Izquierdo Moreno, arriero de profesión, pasaba constantemente por la Sauceda hasta finales de los años veinte, llevando y trayendo mercancías entre el campo de Gibraltar y la Sierra, con sus más de cuarenta mulos, llevando al poblado lo necesario y recogiendo allí lo que podían vender, a veces carbón, a veces carne, según las necesidades.






Una de las cabañas reconstruidas


En los años setenta, coincidiendo con las primeras excavaciones del Salto de la Mora, comenzaron también unos Campos de Trabajo Universitarios. La Universidad de Sevilla organizó, en varios años, la reconstrucción de algunas de las casas que habían sido habitadas hasta hace 75 años en la Sauceda, sólo unas cuantas de las más de doscientas (decían) casas destruidas y abandonadas. Nos encantaba el ambiente de aquellos Campos de Trabajo, había jóvenes de varias nacionalidades muy dispuestos a reconstruir una parte de aquel lugar.
"Aquí llegaron a vivir más de mil personas, viviendo del campo, del carbón, del corcho, de la ganadería, de la caza. Los domingos se reunían en la Ermita, que servía también de escuela, y a ella venían los niños y niñas de toda la zona." Recordamos las explicaciones del capataz, que iba explicando cómo se harían los trabajos y dando detalles de la vida en la zona.


El horno de pan comunitario, junto a la Ermita


Nosotros íbamos allí de vez en cuando con nuestro padre y escuchábamos con interés las explicaciones de los profesores, que hablaban de nuestra guerra civil y de los bombardeos, al tiempo que buscaban también vestigios moriscos y restos de otras civilizaciones.

Desde entonces la Sauceda se convirtió en un lugar mágico, un lugar en el que disfrutar de la naturaleza y desconectar del ajetreo diario, un lugar en el que perderse entre rododendros y helechos y pararte a escuchar los mil ruidos del campo.


 Hay una riqueza natural impresionante en el lugar




En los últimos tiempos la información ha ido siendo cada vez más veraz. El estudio de nuestra guerra civil ha ido sacando a la luz atrocidades terribles, y hemos sabido que también en nuestra sierra los hombres se convirtieron en diablos sangrientos capaces de perversiones y matanzas inimaginables.
Hace setenta y cinco años, a finales de octubre de 1936, muchas personas, sobre todo de la campiña de Jerez fueron huyendo hacia Málaga, provincia que aún no había sido tomada por el ejército invasor.(Aqui se puede leer el relato de la huida)
Se fueron por la sierra, y muchos se refugiaron en la Sauceda, uniéndose a las personas que allí vivían, puesto que la zona ofrecía un refugio natural a quien lo buscaba. Allí fueron asaltados por cuatro columnas de falangistas que confluyeron en el lugar mientras que aviones nazis bombardearon sin piedad el poblado, no dejando piedra sobre piedra. (Aquí pueden leer un resumen muy interesante de la historia del lugar).


 Una de las cabañas reconstruidas




El profesor Manuel Almisas escribe a propósito de esta masacre:


La Legión Cóndor, formada en octubre de 1936 por voluntarios de la Luftwaffe, como resultado del decidido y definitivo apoyo de Hitler al ejército fascista de Franco, llega al puerto de Cádiz el día 6 de octubre, y pocos días después comienza sus andanzas de fuego, destrucción y muerte en La Sauceda. Una vez que los republicanos, milicianos y refugiados comenzaron a vagar por las sierras huyendo, hambrientos y heridos, del asolamiento que sufrió esa zona de Los Alcornocales, les fue fácil a los facciosos detenerlos, rematarlos o fusilarlos en cualquier vaguada. Pero muchos de ellos, mujeres y niños también, fueron llevados a la finca El Marrufo (entre Cortes, Jimena y Ubrique) y allí se escribió una de las páginas más negras de la represión de la Provincia de Cádiz, equiparable a la de Casas Viejas (no muy lejos de ese lugar).

El cortijo de El Marrufo fue, entre noviembre de 1936 y marzo de 1937, "un centro de detención, tortura y ejecución equivalente a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Argentina", asegura José María Pedreño, presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria. "Durante esos meses fueron detenidas una media de entre ocho y diez personas al día", corrobora.


Esta vez hemos preguntado al  guarda, Paco Ruiz, algo más de la historia de la Sauceda. Nos ha contado, amable como siempre, las historias que conoce, además de presentarnos a Juan Pino Palma, uno de los primeros guardas de La Sauceda, que escribió un libro, editado por la Consejería de Medio Ambiente, sobre el lugar. Se llama "Nubes en el corazón" y es a la vez un relato personal  y la historia de la Sauceda (pueden acceder al documento completo pinchando en este enlace).


Portada de "Nubes en el corazón" 



Cada año visitamos la Sauceda, siempre en otoño, sigue siendo el mejor lugar para descansar, desconectar y pararse a disfrutar de nuestra sierra. Allí, en una de esas casas reconstruidas, podemos intentar hacernos una idea de cómo fue la vida en este paraíso, capaz de guardar el verdor y la humedad a pesar de las escasa lluvias del otoño.




Un verdadero jardín en miniatura sobre una roca



En esta ocasión,  hemos vuelto con el corazón  aún más encogido por la atrocidad de las personas. 
Nos hemos parado en la Ermita de la Sauceda,  en la "Majá de los muertos" (en el Puerto de Galis), en la puerta del Marrufo y en la entrada del "Abanto", finca en la que no se podían cortar con la motosierra los árboles más grandes porque estaban llenos de balas. 
Cada vez que nos hemos parado hemos querido tener un recuerdo para todos los que sufrieron aquel terrible tormento, y hoy queremos, setenta y cinco años más tarde, rendir un homenaje a aquellas víctimas, tantas inocentes, de la perversión humana.
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10 comentarios:

Manuel J. Venegas dijo...

Esperanza, como se accede a ese lugar ¿?
Gran entrada ;)

Un saludo.

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Es muy fácil, por la carretera del Mojón hasta Puerto Galis, después a la izquierda por la carretera de Jimena unos tres kilómetros y ya está. Unos 35 kilómetros en total, y se pueden reservar las cabañas por teléfono o por internet.
Me alegro de verte por aquí. Un beso

Selu dijo...

Muy buena esta entrada Esperanza. No se podría definir mejor a la Sauceda a como lo has hecho tú: La Sauceda es un lugar mágico e impresionante. Impresionante por la naturaleza, impresionante por sobrecogedor e impresionante por su historia. Conocía algo de la historia de la Sauceda pero no en profundidad, tampoco tenía idea de lo que ocurrió en el Marrufo, y gracias a tu entrada y a otros enlaces que me han pasado he podido explicarme el porqué este precioso lugar tiene ese áurea que sobrecoge.

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Gracias, Selu, yo también estoy sobrecogida de haber conocido más datos de esa historia.
Menos mal que somos capaces de ver las cosas con otra perspectiva, pero conviene que no se olvide esa barbarie para que no dejemos que se repita.

Rafael Gómez dijo...

Mi abuela fue una de las muchas que huyeron, tras perder absurdamente a su padre (apaleado hasta la muerte en la parroquia), hermanos y marido (todos gente apolítica, fusilados tras cualquier tapia por aparecer por la calle equivocada en el peor momento). Se echó a mi madre al "cuadrí" y comenzó a andar hasta hacer una parada en la sauceda.De allí a Gibraltar y luego a motril por la costa, soportando el asedio por tierra, mar y aire del ejército franquista y sus aliados.
Mi madre te puede contar de primera mano a qué sabía el pan horneado allí, pues se encargaban de hacerlo unos familiares suyos, que cuidaban la hermita, con los que vivió una temporada.

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

No tenía ni idea, Rafael,da mucho miedo y mucha rabia pensar en esas cosas. Pero hablaré con ella, y le preguntaré por el pan, ojalá sus recuerdos se hayan difuminado un poco y pueda encontrar en ellos algo agradable en medio de aquella barbarie sin sentido.

Juani dijo...

EStimados amigos Manuel y Esperanza:
me dirijo a vosotros para felicitaros por vuestro magnífico blog y al mismo tiempo solicitaros autorización para que me podáis enviar el texto de este maravilloso artículo "la sauceda en el Corazón" que me gustaría incluir en la crónica de mi 4ª visita a La sauceda que realicé ayer y queriendo en esta ocasión dedicar especial atención a su historia que tan magníficamente queda plasmada en vuestro artículo.
Mi correo es: comandopreston@gmail.com
Juan Ignacio Amador Tobaja

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Estupendo, Juan Ignacio, es una historia que no debería perderse.
Un saludo

Anónimo dijo...

mi abuela era la capataza de ubrique

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

¿Quién eres? No sé bien a quién te refieres cuando dices "la capataza".