domingo, 1 de diciembre de 2019

Los años del estraperlo: "El cuarto de atrás" de Martín Gaite.

Cartilla de racionamiento de Natalia Izquierdo Fernández
Para la panadería de Ubrique



Por Esperanza Cabello



Algunas veces la lectura nos lleva por derroteros insospechados, y lo que en principio era solo un divertimento nos hace reflexionar, replantearnos algunas historias que estaban totalmente zanjadas y, lo que es mejor, aprender.
Ese es el caso de uno de los libros elegidos para el club de lectura "Café con libros", se trata de "El cuarto de atrás, de la escritora salmantina Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000).
Es un libro diferente, en el que se mezclan, casi sin que nos demos cuenta, lo onírico y el ensayo, la fantasía y el misterio, la memoria y las historias. Y es precisamente eneste apartado en el que nos hemos quedado parados embobados. 
Porque curiosamente, por esas maravillas de la lectura, las vidas de nuestra abuela, de nuestra madre y la nuestra propia se han vido reflejadas en esos recuerdos familiares de la República, de la Guerra Civil y de la posguerra.
Hay muchas, muchísimas similitudes en los recuerdos familiares de la escritora; y la lectora, que además ha adoptado el papel de aprendiz, como si pudiera de nuevo oír las historias de madres y abuelas a propósito de aquellos días, de aquellas infancias y de la infancia propia.
Los silencios, los juegos en el "cuarto de costura" (en nuestro caso no estaba atrás, sino junto al comedor), aquel espacio que los niños considerábamos como propio, que además contaba con una alacena "mágica" en la que se guardaban cuidadosamente dulces y maravillas de abuela (carne de membrillo, mantecados, gañotes, roscos, borrachos, bollos de leche...).
Las visitas a la modista (la "costurera" vivía con nosotros), las estancias en Madrid, siempre a los mismos lugares, las compras en la capital, los secretos de la Guerra, la radio, los boleros, las novelas rosa, las canciones de Concha Piquer,el coche de abuelo Leandro, los juegos infantiles, el "pollito" inglés, los libros de Celia, Robinsón Crusoe...

Y en las dos familias ese resabio de tantos años de escasez y de miedos. Escasez y miedos que nosotros no conocimos, pero de los que, con el paso de los años, comenzó a hablarse.
Y nos contaban historias de cuando no había pan, de cuando el camión de León fue a Madrid cargado de teleras de pan hechas en el molino de Román; de cuando no había café, ni medias, ni jabón de tocador, ni mantequilla, y la única forma de conseguirlos era el estraperlo.

Y siempre hemos pensado, ignorantes, que la palabra estraperlo era más bien local, que como estábamos en la ruta que viene desde Gibraltar por la Sierra lo habíamos tenido aquí siempre, y que esa palabra eraun invento o una herencia de nuestras circunstancias.

Pero mira por donde estábamos totalmente equivocados, nuestra escritora recién redescubierta tiene una muy amplia cultura (sus primeros pasos como alumna los hizo de la mano de su padre, que no quería que su hija asistiera a colegios convencionales) y le gusta contar y explicar.

“Recuerdo que una vez, después de proclamarse la Repúblico, mi tío Joaquín vino de Madrid con un trabalenguas que había aprendido allí (...) una especie de jeroglífico que desprestigiaron a Lerroux y otros políticos en relación con el auge de una timba recién importada, que se llamaba el estraperlo; mis padres se rieron a carcajadas con aquel acertijo, y yo, que tenía muy buena memoria para retener las poesías y las canciones, me lo aprendí en seguida y lo recitaba de carretilla ante la complacencia general, decía:

"El estraperlo es una especie de ruleta que tiene dos colores: le blanc y le rouge. Si tiras al azar, sale una bolita que hace `pich y pon'. Si no aciertas un número, s'han perdido los dineros. Si aciertas dices: Venzo, y puedes irte, galante, a comer de baldivia, y nadie podrá decir: `ése derrocha el dinero".
La gracia estaba en que dentro del texto aparecían los nombres de Leblanc, Lerroux, Salazar, Pich y Pon, Samper, Benzo, Galante, Valdivia y Rocha..."


Straperlo es el acrónimo de Strauss y Perlowitz, creadores de una ruleta fraudulenta que se intentó implantar en España en 1935. Drurante la posguerra, el término se desplazó y coloquialmente aludía al comercio ilegalde los artículos intervenidos por el Estado o sujetos a racionamiento, como las pieles curtidas de Ubrique.




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