martes, 8 de mayo de 2012

Rafael Caballero Bonald: Ubrique en el recuerdo

Ubrique en el recuerdo
Fotografía: Manuel Cabello Janeiro, finales de los ochenta


Por Esperanza Cabello

Mientras buscábamos información sobre el hotel y los apartamentos que nunca terminaron de construirse en Agua Nueva hemos dado un repaso más a los cinco o seis libros de aquella época que conservamos.
De nuestra búsqueda, ni un dato más que añadir a lo que ya había encontrado Leandro, pero hemos tenido una sorpresa muy agradable en el programa de feria de 1974: un artículo de Rafael Caballero Bonald, el renombrado juez jerezano que tuvo como primer destino Grazalema y más tarde fue trasladado a Cuenca.
Nos parece fantástico que conservara el recuerdo de nuestro pueblo tan vivo, y mejor aún que escribiera sobre ello. Transcribimos el artículo para que quede constancia de sus buenos recuerdos de nuestro pueblo.

LA SIERRA EN EL RECUERDO

      En esta tarde, -Cuenca está en el corazón de España-, escribo para Ubrique. Y lo hago sin la frialdad de la pronunciación de un nombre, sino con el recuerdo a flor de piel, a flor de piel de Ubrique. Se me va el alma por los dulces vericuetos de la nostalgia; me veo por sus calles blancas, "que se encabritan quebrada arriba", empinadas por el "tic-tac" de un reloj que no cesa, como el manantial del vivir emocionado.
       Hace años que me acerqué ahí, casi de puntillas, como no queriendo despertar al pueblo, para beber de su belleza, para embriagarme de su alegría. Grazalema, -siempre única- era entonces cabeza de Partido y allí vivía el peregrino. El Juez que medía sus primeras armas en esa serranía, que fue forjando su personalidad, se acercaba, de vez en vez, a Ubrique, a los rincones serranos hermanados en el gozo de muchas bellas horas. Los amigos que siempre guiaban sus pasos, -¿verdad Antonio?, ¿verdad Manolo?-, mientras el viajero descubría nuevos rincones, nuevas flores, nuevos pasos, nuevas bellezas. Porque aquí el paisaje, a veces duro, a veces dormido, otras embravecido, deja huellas para siempre.
       El peregrino de la serranía, que escribe con un pulso impreciso, tiene delante fotografías antiguas, que ahora en la tarde castellana ha repasado; paisajes agrestes, paisajes humanos; desde aquella imagen de don Vicente, el que le dió por primera vez la mano al viajero, hasta esta otra en la que se apiña con amigos ubriquenses. La nostalgia se está despertando aún más con el cielo gris de esta tarde que cae. Jugar con el recuerdo es bello y triste al mismo tiempo, porque faltan personas, aunque siga el paisaje imperturbable de Grazalema y Ubrique.
      Seguirán apareciendo nuevas formas de esa inagotable y sabia artesanía ubriquense; se hará pronto con la belleza un trono en la noche de los Juegos Florales; alguien cantará la flor y el fruto de la serranía, pero el viajero seguirá con ese recuerdo petrificado, -roca que tiene alma-, de sus horas imborrables.
      Es, amigos, el alma de la Sierra gaditana. Y Juan Miguel bajará a la plaza para compensar con la palabra los silencios de su altura vital; y seguirá preparando -¿verdad, Jesús? ¿verdad, Paco?- la caballería de todos los años, para que el milagro de los sigilos rotos se repita en la noche única.
       Y tú, ubriqueño, seguirás luchando  en y por la piel de Ubrique, que es piel de España. Sueño ahora que los amigos, en un cónclave misterioso y milagrero, en alguna de vuestras noches de septiembre, vendréis a mi lado, al lado del peregrino infatigable para contarle de nuevo, no al oído, sino al corazón, el embrujo de esa serranía.
     Entre copa y copa la palabra se irá desbordando. Es que ha entrado el silencio. Es un silencio de esperanza, que es el sueño de todos los que están despiertos. Porque el alma de Ubrique sigue igual. Ubrique se afana, trabaja, descansa, reza, grita, pide, abraza, se ahonda, como siempre. Ubrique es "espejo vivo de la artesanía española, con su corazón de diamante como las sierras que lo arropan.
     Por eso, desde las hondas tierras de la Mancha, bien vale la pena y la alegría cantar este Ubrique mío, este Ubrique de todos, que cada año se empina un poco más para recordar sus gozos.

Rafael Caballero Bonald, Cuenca, septiembre de 1974


1 comentario:

Fernando dijo...

Es curioso cuánta gente tiene magníficos recuerdos de ese pueblo tan acogedor y entrañable para los que hemos vivido ahí en alguna ocasión. Un abrazo a todos los amigos ubriqueños