Portada del libro escrito por fray Juan Bautista de Ardales en 1949
Por Esperanza Cabello
A vueltas con la imagen de la Divina Pastora de la que hablábamos (en este enlace), nuestro amigo Carlos Pizano nos ha enviado un precioso enlace al libro que escribió fray Juan Bautista de Ardales en 1949, que se encuentra en la Biblioteca Virtual de Capuchinos (en este enlace).
Inmersos en la historia de esta imagen, nos hemos enfrascado en la lectura de este libro tan interesante, buscando, más que la historia del beato Diego José, la historia de la Divina Pastora y el convento de capuchinos de Ubrique.
Parece que la devoción de la Divina Pastora de las almas entre los capuchinos comenzó con fray Isidoro de Sevilla (nacido en 1662).

«Verdadero retrato del M. R. P. Fr. Isidoro de Sevilla,
Misionero Capuchino, tan ilustre por su nacimiento como ejemplar en su
apostólica predicación: “Fue Cronista de su Provincia y Guardián en el convento
de esta ciudad, donde tomó el santo hábito, y permaneció setenta años, los que
ejercitó Incansable en la cordialísima devoción de la Santísima Virgen, en cuyo
sagrado culto ideó con especial espíritu el año de 1703 el traje y título de
Pastora, haciendo pintar el Simulacro que hoy se venera en la Parroquial de
Santa Marina, primera imagen de a sacratísima Emperatriz que conoció el mundo
con este milagroso atributo; fundó su Hermandad, dando regla a las innumerables
que después se han erigido, no solo en este Arzobispado, sino en todo el reino
de España, y aún en las más remotas provincias de la América; predicó este su
peculiar asunto cuarenta y seis años continuados, dotado de la más eficaz
dulzura y gracia, con que legró traer útilmente embelesado a todo este piadoso
pueblo, y a las demás Religiones, entre quienes mereció aplausos
singularísimos, en fuerza de su conocida virtud, con cuyos aclamados méritos,
llamóle el Señor a su aprisco celestial, en sábado a la hora de vísperas a 7 de
noviembre del año de 1750, víspera del Patrocinio de nuestra Señora, a los 89
años de su edad,—SORIANO.—Soy de la Hermandad de la Divina Pastora de Sevilla”.

Con motivo de la canonización de san Fidel de Simaringa y san José de Leonisa, en 1746, fray Isidoro de Sevilla quiso que Germán Lorente pintara un óleo de grandes dimensiones de la Divina Pastora con los dos nuevos santos capuchinos, y del mismo modo se pintó otro gran óleo para el convento de capuchinos de Ubrique. Según el escritor, en este cuadro está el comienzo de la devoción del beato Diego por la Divina Pastora.
Para nuestro convento de Ubrique también se mandó pintar uno
de dos metros de alto, como el descrito; pero con la variante de que los dos
santos estaban de cuerpo entero, de rodillas en el risco de la Divina Pastora y
en actitud de saludarla. De la boca de uno de ellos salía esta inscripción:
Praeclara cusios virginum. La otra es ilegible. La pintura estaba enmarcada en
una especie de retablo de talla muy hermoso.
Delante de esta pintura los capuchinos y el pueblo de Ubrique
celebraron las fiestas de canonización de los dos santos mencionados. Tenía
entonces fray Diego seis años, edad en que la imaginación tierna y virgen cambia
los objetos con impresión indeleble. La visión de la imagen de la Divina
Pastora es algo que los niños no pueden olvidar. La Madre de Dios con traje
pastoril, las ovejitas llevándole flores, y el lobo persiguiendo a la
descarriada, que es defendida por san Miguel, son episodios que se graban en su
memoria y que no dejan de producirles saludables reacciones en el penoso correr
de la vida. La actitud estática de los dos santos con sus dos brazos abiertos
en cruz, también era muy devota e impresionante.
Pepito Caamaño contempló aquella pintura de la Divina Pastora
con sus misioneros, de hinojos a los pies, y puede decirse que desde entonces
cayó en los surcos de su alma la semilla de la vocación para capuchino.
1. El cuadro debió pasar a la parroquia de Ubrique después de
la exclaustración del 35, donde se veneraba, hasta los incendios de 1936, en
que fue quemado por los marxistas. — 2, P. Serafín de Ardales, EL MISIONERO
CAPUCHINO, p. 3.

1. Muñoz y Pabón cae en el anacronismo de muchos escritores
al creer que la Divina Pastora era escultura colocada en camarín. Fue un
cuadro, como se ha dicho, y la imagen, que conocimos en el convento, es
posterior a la invasión francesa, según consta en las crónicas del convento de
capuchinos de Ubrique, donde, haciéndose el inventario de su restauración en
1814, se dice: «Queda también una hermosa y peregrina imagen de talla de la
Divina Pastora, traída de Sanlúcar, posesión de aquella comunidad, a ésta, a
ruegos del R. P. guardián fray Luis de Ubrique y el P. fray Juan Nepomuceno de
Ubrique..., no menos que a súplicas y a vivas instancias del R. P. guardián de
esta casa, quien le deja concluido un precioso camarín, para su religiosa
colocación, lo que se expresa, para honra y gloría de Dios, honra de su
santísima Madre y de Nuestro Padre San Francisco, que en unos tiempos tan escasos y
calamitosos no lo han sido para hacer todas estas cosas’. P. NICOLÁS DE CÓRDOBA,
O. C., f. 93.
Cuando en 1911, se mandó esta imagen a nuestra misión de Santo
Domingo, muchos lamentamos el caso, por estimar ser la que habló a fray Diego y
le hizo los milagros; pero el error es manifiesto.
Ningún punto tan propicio para predicar a la Divina Pastora como el de la villa de Ubrique,
donde el beato Diego José moraba habitualmente y donde por seis años fue el predicador de plaza,
publicando todos los días festivos las grandezas del divino pastorado de la
Madre de Dios. Por esto creemos firmemente que la Hermandad de la Pastora, que
existió en Ubrique, es fundación de fray Diego, bien como fruto de la cuaresma
o de su ministerio de predicador de plaza.
¡Lástima de que no se recogieran las
primicias de este apostolado, henchidas del frescor y lozanía de sus años
juveniles!
Pero no solo con un estandarte de la Divina Pastora mientras rezaba el rosario por las calles, sino de otras muchas se ingeniaba
fray Diego para fomentar y difundir automáticamente la devoción y el nombre de
la Divina Pastora.
Gustábale mucho administrar el santo bautismo, porque este sacramento
hace a las almas místicas ovejas del rebano de Cristo, y procuraba, siempre que
podía, que el neófito, fuese varón o hembra, llevara el nombre de la Pastora
Divina. Dicho se está que, con esta práctica, ese nombre bendito se repetía sin
cesar en el seno de las familias, haciéndose popular y aumentándose el número
de sus devotos (1).
1. En el archivo del Museo de la Divina Pastora de Sevilla
hay algunas copias de partidas, como esta: «En la villa de Ubrique, en 13 días
del mes de abril de 1772 años. Yo fray Diego José de Cádiz, misionero
apostólico, religioso capuchino, conventual en el de esta dicha villa, DE
LICENCIA PAROCHI BAPTICÉ a Mariano de la Pastora, José León, hijo legítimo de Francisco
Morales Hidalgo y de Juana Melgar, su mujer...» L. 22 de bautismo, f. 74. Y en
el 95, con fecha 30 de septiembre de 1772 se inscribe de la misma forma la de
María Pastora Josefa Damiana, hija legítima de Alonso Ruiz Yuste y de Ana María
Romero.