sábado, 10 de octubre de 2015

Ubrique, la simpática villa Gaditana, por José Galbis Baz

Artículo publicado por José Galbis Baz en enero de 1943
Gentileza de Ana María León
 

Por Esperanza Cabello

En el artículo precedente (en este enlace) explicábamos quién era el escritor José Galbis Baz, quien, además de sus libros, había escrito muchos artículos para diferentes periódicos y, entre ellos, había escrito sobre nuestro pueblo, Ubrique.
Hemos tenido la inmensa suerte de que nuestra amiga Ana María León nos enviara un recorte de periódico de enero de 1943 con un artículo que, en su momento, debió de ser toda una alegría para el pueblo.
Habla de los inicios de la marroquinería en Ubrique, remontando hasta finales del siglo XVIII, explica cómo eran las primeras piezas y cómo se elaboraban. Habla de los habitantes, de los fabricantes, de las costureras y de los obreros; de los problemas, en aquel Ubrique de postguerra, para conseguir materias primas, pieles y fornituras (los militares habían militarizado las últimas tenerías y las habían cerrado); de las petacas, de los precisos, de las primeras carteras.
También habla de don Francisco García Parra, y debemos entender que se trata de 1943 y ese momento se  imponía  el ensalzamiento del régimen (nos ha chocado terriblemente imaginar al San Antonio saludando). Del mismo modo habla del alcalde, don Diego Reguera, y de los avances de un pueblo en el que había agua corriente en todas las casas, todas las calles estaban convenientemente empedradas y había proyectos para construir un grupo de 20 viviendas (que se inaugurarían en el 58) y un Grupo escolar (que se inauguró en el 68).
También habla de un ubriqueño conocidísimo y apreciado, don José Corrales, el jefe de la estafeta de Correos, desde la que se enviaban a diario los paquetes de las fábricas de artículos de piel y, al final, de uno de los ubriqueños conocidos mundialmente, el Beato Diego José de Cádiz, José Caamaño.

Realmente es una pequeña joya para nuestra historia local, y estamos muy contentos de poder publicar este artículo en nuestro blog. Agradecemos enormemente a Ana María que nos lo haya enviado para su publicación. Todas las fotografías que ilustran este artículo son, igualmente, gentileza de Ana María León.



 Ubrique, la simpática villa gaditana, goza de un alto prestigio fabril por la prodigiosa producción de sus inimitables petacas, carteras y otros artículos de piel.


Va quedando atrás la campiña jerezana, a la que las casitas blancas, diseminadas por doquier, prestan un encanto bucólico y antiguo. Y se tiende toda ella en la llamada esmeralda hasta que surge Arcos de la Frontera, colgado sobre el montículo, como oteando la inmensa extensión que se abre a sus pies. Y el camino ahora comienza a hacerse sinuoso, a medida que trepa sobre las laderas de los montes, que en estas primeras horas del atardecer, a los reflejos del sol, se tiñen de un verde inimitable en la gama del colorido. Y de pronto, en la hondonada, el brillo metálico de El Bosque, sobre cuya crestería parpadean las luces inciertas y como avergonzadas. Queda el poblado a nuestra izquierda, y la ascensión se hace cada vez más pina, hasta alcanzar las alturas del Viso, y emerge a nuestros pies la visión extremada y cautivadoramente poética de Ubrique, puesto a manera de joyel sobre el manto estallante de sus puertas magníficas,  y a los pies de los picachos de Benafix, El Tajo y La Viñuela, que forman los tres pilares de esta ingente sierra de Ubrique que protege a la población que muestra en su lomo la típica espadaña de su ermita de San Antonio, que es como el brazo en alto con que Ubrique saluda a España Nacional, según la frase del culto escritor local, mi amigo, Francisco García Parra.

La villa industrial sorprende gratamente al viajero que, atraído por la fama que le prestó su prodigiosa fabricación de petacas, carteras y otros artículos de piel, llega hasta ella. Y es que Ubrique, puesta en el valle entre la fragosidad de los montes que la ciñen y  defienden, tiene sobre los encantos de que la Naturaleza la dotó, la maravilla de su blancura impecable, estallante y cegadora, la abundancia de sus aguas que fluyen por doquier, borbotean entre los regatos, caen como láminas de acero sobre las ruedas de sus molinos y alumbran la comodidad y frescura en todas las casas de la villa, sin distinción alguna en el consumo, y tiene, por último, la perfección, poco común en estos pueblos andaluces, de una pavimentación cuidadosamente hecha y exquisitamente cuidada, que hace cómodo y fácil el caminar por sus calles pinas.






Yo he querido, y a eso vine aquí, conocer en sus detalles la historia industrial de esta villa que se ha jalonado como una de las primeras españolas en el empeño, felizmente logrado, de llevar allende los continentes el nombre de España enlazado a una manufactura singular y prodigiosa. Porque Ubrique hace ya más de un siglo que vinculó su existencia y su economía –no la dotó la Naturaleza de tierras feraces en extensión suficiente- a la fabricación de esos artículos, que ninguna otra población española pudo imitar, y que a lo largo de los años ha constituido siempre su más preciada ejecutoria de laboriosa y activa. Y es curioso conocer los orígenes que tuvo esta industria suya, y que yo, ligeramente, voy a detallar aquí.
En los principios del pasado siglo, pudiéramos señalar también como inicio las postrimerías del siglo XVIII, Ubrique, colocado en el centro de la obligada ruta que los trashumantes, cuadrillas de segadores y nómadas en general habían de recorrer desde los montes porteños de Málaga hasta el emporio de riqueza que siempre prestó la campiña de Jerez, era punto forzoso de provisión de todos aquellos útiles y menesteres que precisaban para sus necesidades de jornada y su peculiar oficio o profesión. Y surgieron los zajones, las mantas primitivas, las alforjas multicolores, las bolsas de cuero, los “precisos” –bolsita pequeña encintada en la que guardaban el pedernal, eslabón y yesca, útiles de fumador- y a seguida, la petaca, tosca, de badana, sobre cuya funda se grababa un dibujo alegórico cualquiera, al que rodeaba una inscripción hecha con la “estena” alusiva al humorismo del fumador, o como expresión y jaculatoria de sus amores ausentes, petaca que ya desde entonces comenzó a catalogarse y a distinguirse por lo inimitable de su cosido y lo irreprochable de su factura, hasta llegar a los umbrales de este siglo, en que el nombre de Ubrique se ha aureolado de un prestigio tan singular en la elaboración de estos artículos de piel, que, como he dicho, constituye su mayor galardón.



Yo he tenido ocasión de ver en algunos talleres y hasta sentadas a las puertas de sus casas, al amparo de un sol que las confortaba en estos días de enero, a las muchachas que a esta labor del cosido de petacas, carteras etcétera se dedican, y he quedado maravillado de la pasmosa y rara agilidad con que sus dedos, hábiles y diestros, hunden la aguja en la piel, trenzan el cosido, diminuto e inverosímil, de precisión y simetría inimitables que es, sobre todo, lo que ha dado a Ubrique su alto predicamento. Labor de artesanía, de gremio, que se perpetúa de generación en generación y que alienta y vive en la mayoría de los hogares, porque hay que dejar consignado para prez de la villa y como corroboración del aserto que Ubrique, población de 8.000 habitantes, tiene unos 2.000 dedicados a estas faenas de su industria. Cuenta también con hermosas fábricas, donde la maquinaria idónea y moderna ha venido a perfeccionar y a hacer más rápidas las labores del bruñido y rebaje de la piel entre otras; fábricas en las que, a la amplitud de las naves, se une el cuidado exquisito de duchas, cuartos de aseo, etcétera, en cumplimiento de la vigente legislación social.
Y en mi deseo de completar una información que rindiera honor a la laboriosidad de este pueblo y a los particulares de su genuina y típica industria, he querido recoger unas notas técnicas sobre la misma de labios de algunos de estos fabricantes, muchos de los cuales perpetúan, persiguiéndola, la obra de sus progenitores. Y he aquí, sucintamente, lo más interesante:
Aunque en un principio comenzaron a utilizarse las badanas y las pieles de cabra y becerro para la fabricación, y hay que señalar que por lo que respecta a esta última ha adquirido Ubrique en su preparación y empleo uno de sus mayores prestigios, desde hace algunos años, cuando las importaciones fueron posibles, utilizó con gran éxito pieles finas (boxcalf, cerdo inglés, focas legítimas, lagarto, cocodrilo, serpiente, etc.) derivando a partir de la Liberación a la preparación de estuchería de lujo (bolsos, joyeros, billeteros de rara originalidad) en los que ha consolidado su alta reputación. Las circunstancias presentes, al impedirles la provisión de aquellas pieles lujosas y caras, les obliga al empleo exclusivo de la piel de cabra lisa, que, por la especial preparación que aquí se le da, ha llegado a conocerse con el nombre de “piel de Ubrique”, y que adquieren casi exclusivamente en Valencia y Barcelona. Determina también una reducción en la fabricación de bolsos y algunos otros objetos especiales la falta obligada también por la distancia que se halla, de los centros productores de fornituras, según los últimos modelos impuestos por el gusto o la moda que en este particular cambia con mayor frecuencia. Solamente, y por lo que a pieles respecta, se pueden adquirir algunas especiales de nuestra Guinea, lamentando muy sinceramente que no pueda servírseles las de becerro, tan precisas e insustituibles en ciertos trabajos y modelos.






La cifra de producción de artículos de piel que anualmente lanzan al mercado estas fábricas de Ubrique, mercado que se extiende a toda la Península, con Marruecos, Baleares y Canarias, aunque preferentemente radique en Cataluña, Madrid y la toda la zona del Norte, puede muy bien calcularse en un millón de objetos, y ello dice muy elocuentemente del esfuerzo gigante que estos ubriqueses realizan, ya que han de adquirir forzosamente todas sus primeras materias y han de hacer frente día a día, con entusiasmo cada vez superado, al deseo de sostener su hegemonía en esta particular fabricación que ninguna otra población española ha podido mejorar. Por eso no me ha sorprendido que, como una vibración de esta importancia industrial de la villa, de su estafeta de Correos, servida por el dignísimo jefe del Cuerpo don José Corrales, salgan a diario más de 30 despachos de paquetes-muestra conteniendo envíos de estas fábricas para las distintas poblaciones de España, ni que en todas sus capitales tengan representantes y agentes especializados.
Es curioso el procedimiento de fabricación, curioso por lo que, dentro de la mecánica, tiene de artesanía. Elegida la piel a propósito, se corta según los patrones que han de modelarla; una vez abrillantada con el bruñidor, se rebajan los filos de la misma para el pegado, luego, si se trata de petaca, se empasta el forro con la piel para formar un solo cuerpo –tenemos ya la maravillosa piel de Ubrique- y enseguida pasa al cosido a mano, labor esta que, por su escrupulosidad y perfección, ha dado a Ubrique la fama de que goza; finalmente se completan estas operaciones con el “hormado”, del que resultan ya completamente terminada la petaca. Cuando se trata de carteras, billeteros, etcétera, después de cortada, planchada y rebajada la piel, pasa a la mesa, donde el operario la monta y termina. Y es de notar que todas estas labores se realizan pieza por pieza. Y es que en Ubrique –y esta es otra característica de su industria- no se fabrican  sus artículos en “standard” o serie, sino obedeciendo siempre a las demandas que de los mismos se tenga. De aquí precisamente arrancan la consolidación y prestigio de estos talleres de Ubrique, que lograron para su fabricación, aparte el mercado nacional, un dilatado mercado extranjero que, cuando esto fue posible, se extendió a toda América, Portugal e Inglaterra. Y ha tenido, aparte de los años anteriores a la República, su periodo álgido de florecimiento en estos posteriores a nuestra guerra de liberación, singularmente en el 40, 41 y 42.
Por lo que a los operarios y su adiestramiento en el oficio se refiere, me dicen que, ingresando como aprendices en su edad temprana, al cabo de cuatro o cinco años pasan a la categoría de auxiliares, de donde derivan luego a la de oficiales en sus categorías de segunda y primera clase, viniendo luego a constituirse, aquellos que demuestren una competencia especial, en maestros de taller, que, como es lógico, gozan dentro de su profesión de un prestigio y autoridad indiscutibles.
Y no he querido dar por terminadas estas notas informativas sin traer a ellas la expresión sincera de los anhelos que estos hombres sienten en pro del auge de su industria, y que pueden concretarse en el deseo ferviente de que pueda servírseles para su fabricación piel de becerro, en la que tanta fama alcanzó siempre Ubrique, y que les permitiría ampliar y mejorar su catálogo con nuevas producciones que dijeran siempre del buen gusto, aquilatada técnica y cuidadoso esmero que presidieron y presiden siempre toda la fabricación. Y únase a esto el afán con que esperan que, desaparecidas las actuales circunstancias, puedan importárseles pieles finas para la fabricación de artículos de lujo, aparte de las fornituras para las labores especiales.






Por todo lo expuesto yo creo que los lectores habrán podido darse perfecta cuenta de la labor que en pro de la reconstrucción nacional y de nuestros prestigios industriales, digna del más cálido aplauso, está llevando a cabo esta simpática, atrayente y bella villa de Ubrique.
Y como colofón a estas líneas, unas notas sobre el desenvolvimiento de su vida urbana.
Ubrique, como me decía su digno alcalde don Diego Reguera, es una población en la que, resuelto el problema fundamental del abastecimiento de aguas con el abundante caudal que de la misma le prestan los tres manantiales de que dispone, aguas de excelente calidad y de las que disfrutan todas las casas, y por cuyo consumo pagan los vecinos de las mismas unas cuotas mensuales que oscilan entre 2 y 10 pesetas, no tiene al presente más necesidad que la de resolver el problema de su falta de viviendas, problema que empezará a conjurarse en breve con la construcción de un grupo de veinte para empleados y obreros, al que seguirá otro de igual número. Se acometerá después la construcción de un Grupo escolar, con lo que quedarán suficientemente atendidas las necesidades escolares de la población, que, por lo que a su Beneficencia atañe, cuenta con un Asilo-Hospital bien dotado al que subvenciona cumplidamente el Ayuntamiento y está a cargo de Hermanas del rebaño de María.
Pavimentada sólidamente la población y construido casi en su totalidad el alcantarillado de la misma, Ubrique es una villa limpísima y atrayente si bien se echa de menos la existencia de un hotel que responda a las necesidades de la población flotante que a ella acude.
Nivelada la Hacienda municipal –sigue diciéndome el señor Reguera- , todas nuestras obligaciones están debidamente atendidas con los ingresos legales sobre arbitrios, que son los únicos de que se nutre nuestro presupuesto, que alcanza tan solo  la cifra de 300.000 pesetas, y no hemos tenido necesidad de, haciendo uso de la autorización legal, ir a la confección de ningún presupuesto extraordinario. Hoy por hoy –termina- nuestras aspiraciones se cifran en el cada día mayor desenvolvimiento de nuestra genuina industria para que en todo momento Ubrique se haga digna del alto prestigio que como población fabril ha conquistado a través de los años.
Y no he querido yo abandonar la villa sin visitar el famoso Convento de Capuchinos, que en sus afueras se yergue todo blanco entre unas huertas deliciosas, y sin sobrecogerme de respeto y devoción en la celda que en él ocupó el beato Diego José de Cádiz, que en esta población se formó su niñez y sus primeros años de joven y entre los claustros de este convento silencioso y recogido sintió nacer en su alma los primeros fervores de su vocación monacal, que le llevó a tanta obra docente y evangelizadora, y que muy en breve le colocará entre el coro brillante de Santos españoles.

José GALBIS-BAZ
 


Firmado por José Galbis-Baz





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