viernes, 8 de enero de 2016

Petacas de Ubrique en "El Museo Universal"

 "El Museo Universal" 30 de junio de 1858
Hemeroteca Digital (BNE)

 Por Esperanza Cabello

 El Museo Universal es una publicación del siglo XIX, una revista que comenzó a publicarse en 1857 y se mantuvo en el mercado hasta 1869. Sus fundadores fueron José Gaspar Maristany y Fernando Roig. Fue el germen de "La Ilustración Española y Americana", precisamente en esta última revista encontramos los datos de la exposición de Cádiz.
Curiosamente en el número del 30 de junio de 1858 hemos encontrado un artículo, muy extenso, firmado con las iniciales M.B. en el que se analizan los pormenores de la exposición de Jerez de 1858, organizada por la Sociedad Económica de Amigos del País, en la que expuso el fabricante de petacas ubriqueño José Félix Aragón, como explicábamos en este enlace.
Nos parece muy curioso que el periodista habla de "la fábrica de estuches y petacas de Ubrique, única en la provincia, que hoy surte a la Guardia Civil de estos y otros necesarios."
Imaginamos que es desconocimiento del articulista, pues en 1858 se supone que hay al menos tres fábricas de petacas, la de José Aragón, la de Vecina y la de Rivero. Quizás aún no se conocían como tal.
Transcribimos  el artículo a continuación:




"Poco más de quince días van transcurridos desde que se dio por terminada la esposición de productos naturales, industriales y artísticos de la provincia de Cádiz. La mayoría de nuestros lectores, á lo menos, de aquellos que se interesan en el movimiento progresivo de la agricultura y de las artes españolas, saben sin duda alguna que este importante concurso celebrado en Jerez de la Frontera, se debe á la poderosa iniciativa de la sociedad económica de esta ciudad, bajo cuya dirección y buenos auspicios ha podido llevarse á cabo una empresa ardua de suyo, nueva en Andalucía y de trabajosa ejecución.

La sociedad económica jerezana había ya inaugurado hace dos años, con una esposición de productos puramente locales, la serie de trabajos que de entonces acá vienen haciéndose con mejor ó peor éxito en varias provincias de España, inclusa la de Madrid, á fin de estimular á los productores  y de mejorar los productos por medio de la competencia: resultado natural de estos concursos, que hace tiempo recomienda la ciencia económica, y que hoy son un ejemplo constante y vulgar en aquellos países cuyo destino es hoy precedernos en la senda de la civilización moderna. Y sin embargo, si examinamos severamente la apatía que se manifiesta en algunas clases productoras de España; la timidez, por no decir la repugnancia, de los industriales á figurar en público concurso, y la equívoca acogida que las esposiciones han merecido de las clases consumidoras en general, forzoso es confesar que esa senda tan trillada en los países extranjeros está apenas desbrozada en el nuestro, y que los esfuerzos del gobierno y de las sociedades científicas deben redoblarse con actividad perseverante, si queremos que la producción se mejore y se aumente al nivel de las necesidades del siglo en que vivimos.

No se crea que exageramos á designio estas conclusiones. Tomando por tipo la esposición verificada en Madrid en el año pasado y que se componía casi exclusivamente de productos naturales, no podemos menos de observar que una mitad cuando menos de los espositores eran forzados: no hubo espontaneidad en la presentación de los objetos: la mano del gobierno, que por más que se disfrace asoma siempre en todos los actos de nuestra vida pública, era allí demasiado visible y su acción en las provincias demasiado directa para que un observador imparcial pudiera equivocarse respecto del verdadero significado de aquel concurso. Fue un acto de competencia oficial, en que lucharon á porfía los empleados del gobierno por llevar á la metrópoli los productos de sus respectivos departamentos: productos que, esta es la ocasión de decirlo, se pedían con las mismas instancias que si se tratara de acumular votos en una urna. Y el gobierno obraba bien: nosotros, lejos de impugnar su conducta, la creemos digna de elogio. Solo así pudo la corte de Madrid y los extranjeros transeúntes formar un juicio, aunque incompleto, del estado actual de nuestra agricultura. Pero respecto del juicio que haya formado el economista, seguramente no será distinto del nuestro.

Esta misma falta de espontaneidad ha caracterizado las esposiciones que acaban de verificarse en Sevilla y en Jerez.

En Sevilla el principal objeto de la sociedad que ha promovido el concurso ha sido al parecer presentar un brillante espectáculo á los ojos del público. Lo útil ha sido secundario. A falta de objetos con que llenar los magníficos salones del Alcázar, se veían allí los muebles de altos personajes y otras cosas de pura decoración, que ciertamente no eran en su mayor parte obra de artistas sevillanos ó contemporáneos. La consecuencia de todo este aparato es que el artesano humilde, herido en su amor propio, ó se retrae completamente, ó bien hace sacrificios para poder presentar un objeto lujoso en apariencia, pero inútil en el uso común. En Jerez la esposición ha sido mejor dispuesta y mejor entendida por la parte de la sociedad que la promoviera, pero por parte de los espositores el resultado ha sido análogo. La mayor parte de los artesanos de la provincia se han negado á presentar sus artefactos, á pesar de las influencias que se pusieron en juego para vencer su apatía; y esto, que algunos traducen por mala voluntad, no es más que el resultado del juego erróneo que han formado de las esposiciones por lo que han visto y oído (…).




Portada de "El Museo Universal"
Hemeroteca Digital (BNE)







La sección segunda de la esposicion que comprendía los productos industriales se subdividió en tres series, veinte y dos clases y setenta y tres grupos: trabajo de clasificación que hace el mayor honor á sus autores y que ciertamente merecía mejor correspondencia de la parte de la clase industrial. Por desgracia esta sección ha sido la peor representada de todas. Tan solo ochocientos setenta y cinco objetos se presentaron en concurso, y sin embargo, en medio de esta pobreza aparente se han distinguido algunas manufacturas de que apenas se tenía noticia en la provincia. Tales son los cueros charolados de la fábrica del señor Fernández, de Algeciras, única tal vez en Andalucía, cuyos productos superan á los extranjeros por su bondad, belleza y baratura, premiados justamente con la medalla de oro. La fábrica de cristales del Puerto de Santa María se distinguió con 16 muestras de botellas y fanales, estos últimos de grande dimensión y escrupulosa limpieza. En objetos de fundición el señor Rollo, de Cádiz, presentó 8 muestras de estufas, muebles, etc., que por cierto no son inferiores á los objetos fundidos en Málaga. El señor Solano, armero de Jerez, sobresalió como era de esperar con sus armas de fuego, perfeccionadas con un nuevo método, invención suya. Las obras de platería y esmalte de los señores Llamas y Sibelo, de Cádiz, llamaron la atención por la limpieza y elegancia de la mano de obra. Las varias manufacturas de pastas finas de El Puerto de Santa María, que son hoy objeto de exportación considerable, merecieron los elogios de los forasteros; así como los licores del señor Gay, de la misma ciudad, y las sustancias químicas y aparatos farmacéuticos del licenciado Pérez de Salanava de Jerez. En ebanistería lucharon los señores Martínez y Rojas, de Cádiz y Jerez, distinguiéndose el gaditano por su buen gusto y el jerezano por la conciencia con que trabaja. En la fabricación de guantes, sombreros, calzados y otras industrias que comprenden lo que Blanqui llamaría des aimables colifichets, Cádiz campeó sin rivales, aunque es digna de celebrarse la obra de calzado del señor Pastor, del Puerto de Santa María.

En talabartería Jerez se llevó la palma, sin que olvidemos la fábrica de estuches y petacas de Ubrique, única en la provincia, que hoy surte á la Guardia Civil de estos y otros necesarios.

En tonelería los jerezanos no admiten superioridad ni en España ni en el extranjero. En encuadernaciones, la Revista Médica de Cádiz nada tiene que envidiar á los establecimientos de Madrid; y en dorados, el señor Hernando, de Jerez, es una especialidad, aunque no tuvo competidores de Cádiz, que ciertamente son temibles.(…)

Recapitulando lo que dejamos reseñado, la esposición de Jerez ha comprendido 2203 objetos: el doble de este número hubiera apenas bastado para dar una idea exacta de los productos generales de la provincia.

Los espositores apenas pasaban de 400, y de estos 220 y más eran jerezanos.

Esperemos que la sociedad económica de Jerez, á quien tanto se debe, y las demás sociedades hermanas de la provincia, trabajarán de consuno para conseguir mejores resultados en lo futuro. Una esposicion aislada nada significa: repetida con frecuencia, es un dato negativo; preparada de antemano y convocada por períodos convencionales, es el espejo en que se retrata la marcha de la civilización y la prosperidad material de los pueblos."

M.B.
 



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