Por José María Gavira
Entre mediados de julio y finales de agosto de 1824 (y quizá también durante parte del mes de septiembre) estuvo de vacaciones en Ubrique la intelectual gaditana Francisca Javiera Ruiz de Larrea y Aherán, más conocida como Frasquita Larrea, junto a sus hijas Aurora y Ángela (en este viaje no la acompañó su otra hija, la escritora Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber) que se había casado en 1822).
Doña Frasquita escribió un Diario en el que fue anotando sus impresiones de esta larga visita. Copio aquí la entrada del 31 de julio, en la que cuenta su visita al Salto de la Mora el día anterior para conocer as ruinas romanas allí existentes. Quiero advertir que la referencia que hace a Marco Antonio
es fruto de su imaginación o de la de los que le enseñaron el lugar.
Está basada en la creencia errónea de que la estatua femenina con
serpientes en el pecho que allí se encontró representaba a Cleopatra (lo más probable es que fuera de Minerva).
Día 31 de julio
Ayer tarde fuimos a la Vena-Feliz ó Venafí que es como la llama el pueblo, y por otro nombre el salto de la Mora.
Es una peña altisima que esta a la entrada del pueblo. Llevamos dos
borricos, pues nos dijeron que no podiamos hacer todo el camino a pie.
Sin embargo, Aurora con las demas vecinitas que nos acompañaban, anduvo
hasta la cumbre, con bastante desazon mia, porque en efecto, es camino
solo para cabras, a pesar de que la senda sube en espiral por los
pedregales y breñas hasta llegar a la puerta de una viña plantada en su
cima y que pertenece al padre de una de las jovenes que iban con
nosotras. Yo siempre fui en borrico que si bien acostumbrado a las
escabrosidades de este pais no dejaba de tropezar con grande susto mio
que a veces me veia tan elevada que al menor vayven parecia deberme
despeñar a lo profundo. Antes de entrar por esta puerta, que abre a un
cuadro de tierra cercado de peñascos, vimos una ruina que ciertamente
sería un baño. Es un edificio cuadrilongo, bovedado, con varios huecos o
nichos en la pared. Esta ruina esta bastante bien conservada, y sirve
para ordeñar las cabras. Parte del techo se ha desplomado y por sus
hendiduras entra la luz, que no se adivina bien por donde le entraba
antes. La puerta o rastrillo que esta a su lado abre a una cuadra o
salon natural cerrado por paredones de peñascos a cuyos pies se ven
algunas piedras sueltas a manera de sofas y sillones. Salimos de este
salon por una abertura que nos llevó a la viña que domina una hermosa
perspectiva de montes escalados sobre montes, y a un lado se divisa la
pequeña poblacion de Venaocaz con sus casas blancas interpoladas
de verde, metida en un vallecito, semejante a una manada de ovejas
pastando tranquilamente en medio de las montañas; al otro lado se
presenta Ubrique abismado entre peñascos tan diminuto por la distancia, que parecia un juguete de filigrana esculpido en piedra.
Las casitas de las viñas y olivares en sus derredores se divisaban
como puntitos blancos casi imperceptibles. En el primer viñedo que
atravesamos vimos cinco columnas de piedra en cuyos zocalos se leen
inscripciones latinas. Su situacion me pareció denotar que habrian sido
de alguna galeria o fachada de edificio. En el suelo vimos rodando un
trozo de estatua de Cleopatra de hermoso marmol blanco.
Lo unico que se conservaba de ella es desde la cintura hasta el
pescueso. Los dos aspides estan perfectamente trabajados aunque me
parecieron demasiado simetricos. El padre Guardian de Capuchinos
que ha tenido la curiosidad de examinar estas antiguedades y aun de
descifrar con mucho trabajo las inscripciones (que ha mandado a Sevilla) me ha dicho que cuando primero vió esta estatua conservaba la cabeza, y que habia otra de Marco Antonio;
pero que habiendo sido abandonadas allí, los muchachos a pedradas las
han destruido. Además se han escavado en este sitio como una fenega de
monedas antiguas que tambien se han enviado a Sevilla. Mas allá
vimos otro baño y un grande alhive y nos dijeron que a una corta
distancia habia una sima profunda que corria subterranea no se sabe
hasta adonde. Pero el sol se estaba ocultando entre los montes y yo
temia volver de noche por estos despeñaderos. La tarde era deliciosa y
respirabamos en esta altura de un aire verdaderamente celestial.
Volvimos, sintiendo que e! tiempo no nos permitiese observar, y sobre
todo meditar en estas ruinas de tantos siglos.
Al pie de este peñasco (que llaman tambien el salto de la Mora, por motivo de una tradicion que supone a una Mora arrojandose de esa altura huyendo de los cristianos) sale el manantial que surte al pueblo y que, pasado el Convento, fluye por un arqueducto al traves de cuyos arcos se ven las huertas. Entre este Arqueducto y un guardalado, debajo del cual se ven las mugeres lavando con el agua del otro nacimiento que sale por el molino, corre una calzada hasta entrar en las calles del pueblo. Un grandisimo y frondoso alamo negro sombrea a las lavanderas, y mas arriba del molino se ven grupos de olmos y chopos en derredor del manantial y a sus espaldas suben peñascos hasta las nubes.
Al pie de este peñasco (que llaman tambien el salto de la Mora, por motivo de una tradicion que supone a una Mora arrojandose de esa altura huyendo de los cristianos) sale el manantial que surte al pueblo y que, pasado el Convento, fluye por un arqueducto al traves de cuyos arcos se ven las huertas. Entre este Arqueducto y un guardalado, debajo del cual se ven las mugeres lavando con el agua del otro nacimiento que sale por el molino, corre una calzada hasta entrar en las calles del pueblo. Un grandisimo y frondoso alamo negro sombrea a las lavanderas, y mas arriba del molino se ven grupos de olmos y chopos en derredor del manantial y a sus espaldas suben peñascos hasta las nubes.
Agradecemos
a José María Gavira que nos haya permitido compartir su trabajo en
nuestro blog, publicado originariamente en "5*U", más tarde en
"Historias del Mediodía" y actualmente en proceso de publicación en
"Historias de Ubrique" (en este enlace).
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