domingo, 8 de marzo de 2015

María de los Ángeles Janeiro, una ubriqueña excepcional

María de los Ángeles y Manuel
Ubrique, años treinta
Fotografía de Pedro Rubiales


Por Esperanza Cabello

Hoy es el Día de la Mujer, un día extraordinariamente importante para todos nosotros pues, a pesar de los esfuerzos de muchas personas, las mujeres siguen necesitando dejar de ser casi invisibles en muchos casos, necesitan recuperar su puesto, dejar de ser ciudadanas de segunda y recobrar toda su dignidad.

Hace mucho tiempo que queremos dedicar una entrada a esta mujer extraordinaria, a María de los Ángeles Janeiro Carrasco, ya hemos hablado de muchas personas de su familia, de sus tías, de sus padres, de su hermano, de su marido... Pero ella siempre dice, con la gran modestia que la caracteriza, que el protagonismo no debe ser para ella, que su vida es una vida normal y corriente, que no es un personaje.
Sin embargo todos los que la conocemos no estamos de acuerdo con esta afirmación, pues, sin lugar a dudas, María de los Ángeles es una ubriqueña muy especial, digna merecedora del modesto homenaje que sus familiares podemos ofrecerle.
No solo su linaje es de mujeres fuertes, valerosas y de mentalidad avanzada, ella misma es el modelo de mujer dispuesta, capaz, tenaz, enérgica y, por supuesto, con un corazón de oro.



María de los Ángeles con sus primas y amigas
En el jardín de Santamaría


María de los Ángeles Marina Janeiro Carrasco nació en Ubrique, un frío veintisiete de diciembre de 1928, sus padres fueron Rogelio Janeiro Rubiales y Juana María Carrasco Bohórquez, (pinchar aquí). Sus padrinos de bautismo fueron Isabel Janeiro y su marido Antonio Álvarez, los padres de nuestra tía Isabelita.
María de los Ángeles era la segunda hija de la pareja; Juana y Rogelio se habían casado en 1924 (en su boda aún estaban de luto por la muerte de Manuel Janeiro, y el traje de novia, pese a ser negro, resultaba espectacular. Lo había diseñado un modisto de Cádiz y tenía una larga y elegante banda negra haciendo de cola desde el cuello hasta el suelo). Su hermano Manuel había nacido en enero de 1926, así que con la llegada de la niña la pareja vio colmada su felicidad.




 Manuel y María de los Ángeles
Ubrique, principios de los treinta


La familia vivía en la calle Botica, justo en la otra esquina de la farmacia, en la casa de la tía Juana Bohórquez, donde habían puesto un negocio de marroquinería.
Rogelio había comprado además dos coches, que alquilaba para viajes a los pueblos de alrededor.
Un fatídico día, el 20 de marzo de 1929, Rogelio tuvo un accidente con uno de los automóviles, justo cuando iba a aparcarlo, y ese accidente resultó mortal.
María de los Ángeles cuenta que su madre era una mujer fuerte, acostumbrada al trabajo, muy capaz de llevar a cabo cualquier actividad laboral, y que habría sido perfectamente competente para  ocuparse del negocio familiar. 
Pero eran malos tiempos para las mujeres, una mujer sola "no podía" ocuparse de su negocio, había demasiados impedimentos sociales, y Juana María decidió volver  a vivir a su casa natal, donde vivían entonces sus tías Sebastiana y Ángeles Bohórquez, las dos primeras maestras de Ubrique.
Podemos imaginar la vida en aquella casa de mujeres fuertes y trabajadoras, las tres hermanas, Sebastiana, Juana (que también se mudó con su sobrina) y Ángeles, se volcaron con la joven Juana María y sus dos hijos. Juana María había sido maestra auxiliar de doña Ángeles Bohórquez, del mismo modo que Antonio Sánchez era el maestro auxiliar de don Francisco Fatou. Mujeres fuertes y discretas, acostumbradas al libre pensamiento y a una educación igualitaria, debieron de imprimir carácter a los dos niños.



Juana María Carrasco en la escuela de doña Ángeles Bohórquez
Ubrique, 1915?


La casa de los abuelos de María de los Ángeles no era una casa corriente. Su abuelo había sido Diputado en las Cortes, don Pedro Bohórquez Piñero; su tío Cristóbal Bohórquez  había sido asesinado en 1969 junto a Guillén en lucha de guerrillas, por sus ideas liberales.
Su abuela Juana Gómez y sus tías Francisca y Sebastiana fueron quienes encbezaban la carta dirigida a las Cortes pidiendo que se terminara la ley de quintas, haciendo gala de una valentía y una claridad de ideas inusual.
Así que imaginamos que la vida de María de los Ángeles en ese entorno debió de ser significativamente diferente de la de las demás niñas de la época, con esa apertura de mente y esas ideas avanzadas.
Ella cuenta que, a pesar de eso, durante la Guerra Civil y durante los años de la dictadura fueron tremendamente respetadas, nunca se metió nadie con su familia, seguramente por la discrección de la que aún hoy día ella sigue dando testimonio.

Con cinco añitos vivió su primer acontecimiento social; fue, junto a su hermano Manuel, la madrina de nuestro tío José María, ella aún recuerda cómo la abuela Joaquina sujetaba la cabeza del niño durante el bautizo, porque ella era tan pequeña que apenas  podía sujetar al bebé.

Cuando María de los Ángeles tenía seis años su madre comenzó a trabajar como encargada de la centralita del teléfono de Ubrique, hicieron la solicitud y el teléfono llegó, por primera vez, a la calle del Agua en 1934.
En esa época llegó a la casa familiar desde Benaocaz Isabel Piñero Orellana, venía dispuesta a ayudar a Juana María con el teléfono y se convirtió en parte integrante de la familia Romero Janeiro, siempre la hemos conocido en la casa, siempre discreta y atenta, muy religiosa, muy trabajadora. Isabel es una más de la familia, nos encanta ver el cariño con el que todos la tratan.
De esta época del teléfono nuestra tía tiene muy gratos recuerdos, debía de ser una niña muy lista y muy avispada, porque aún recuerda a qué casas correspondían los cien primeros números de teléfono de Ubrique. 
Juana María era una mujer excepcional, tan fuerte y tan valiente como su hija. Cuando comenzó la guerra envió a sus hijos pequeños y a sus tías a la casita que tenían en el Cerro Mulera (en este enlace), pero ella, consciente de su deber y sabiendo que no podía dejar a Ubrique sin teléfono en esta época tan peligrosa en la que la comunicación podía ser crucial, se quedó en la centralita, en la calle del Agua.
Tuvo que poner los colchones contra las ventanas (había fuego cruzado que venía de la sierra), que pararon más de una bala, pero ella no cedió y estuvo toda la guerra pendiente del teléfono.
Al terminar la guerra pudieron volver los niños y las tías a la casa, y a Juana María le fue concedida una medalla por el valor demostrado.
Nuestra tía fue a la escuela en los Grupos de la Ermita. Su maestra en el primer grado fue doña Paquita Contreras; en segundo grado doña María Fernández, y en tercer grado doña María Luisa Rodríguez Formoso. Sus recuerdos de aquella época escolar son muy entrañables, jugando con sus primas, siempre muy cercana a su hermano Manuel, y siempre alrededor de sus tías y la centralita de teléfonos.

Doña María Luisa Rodríguez le ayudó a preparar el examen de ingreso, que hizo en el instituto Murillo, de Sevilla. Tenía nueve años y estaba muy nerviosa. Sus ganas de hacer un buen trabajo, bien limpio y bien corregido, estuvieron a punto de costarle un disgusto, pero consiguió hacer un buen examen, y pudo comenzar el bachillerato.



Primero de bachillerato
Ronda, 1937



Con nueve añitos se fue a Las Esclavas de Ronda, allí hizo su primer curso, pero para el año siguiente se trasladó a las Teresianas de Sevilla, curiosamente donde estudian hoy sus nietas.
Durante la Guerra Civil las Escuelas Normales de Magisterio habían sido cerradas, pero al abrirse de nuevo una vez pasada la guerra, Juana María tenía claro cual sería el destino de sus hijos. Ella no podría costear dos grandes carreras, y sabía que daría las mismas oportunidades a los dos (nos encanta saber que no dejó a la niña relegada, por el hecho de ser niña), así que los dos hermanos se matricularon en el curso de Ingreso para la Escuela Normal de Cádiz.
Dado lo inestable del momento, cuando comenzaron sus estudios ni siquiera sabían cuántos años durarían. Estudiaba en Cádiz, justo enfrente del Parque Genovés siendo una de sus profesoras Josefina Pascual.


 Las escuelas del convento, 1947
Doña Consuelo Vega, la decana
María de los Ángeles y Rosario Corrales, a la izquierda

Finalmente la carrera de Magisterio duró cuatro años, y María de los Ángeles regresó a Ubrique con sus dieciocho añitos recién cumplidos y su flamante título de maestra.
Era 1946 y, aunque no se convocaron oposiciones hasta muchos años más tarde, ella comenzó rápidamente a trabajar en las escuelas del Convento de Ubrique, donde la maestra decana era doña Consuelo Vega. Fue la encargada en exclusiva durante muchísimos años del tercer grado, por lo que la mayoría de las ubriqueñas nacidas entre 1938 y 1950 debieron de ser sus alumnas.
Porque ella, trabajadora incansable, hizo un alto en su magisterio en 1956 para dedicarse a su otra pasión: su familia.


 María de los Ángeles y Bartolo, 1946


El día de San Bruno de 1946 (el seis de octubre), un mocito muy espigado y elegante "le pidió salir"(en la época se decía "se acercó a ella"), y ella estaba encantada con el que sería el único hombre de su vida, su marido y el padre de sus hijos: Bartolomé Romero García.



 Domingo de Ramos de 1950


Y empezaron diez largos años de noviazgo. Nuestra tía nos cuenta que era demasiado tiempo. Los novios entonces iban a la Plaza, Plaza arriba, Plaza abajo. A veces se atrevían a bajar a Los Callejones, y daban paseos Callejones arriba, Callejones abajo. 
Cuando iban con amigos o familiares daban largos paseos, o pasaban un día de campo. Bartolo era un hombre emprendedor y muy imaginativo, capaz de  dedicarse a los más variopintos trabajos. Ella, mientras, seguía en su escuela, dedicándose a la enseñanza de tantas generaciones de ubriqueñas y de muchos ubriqueños, empeñada en enseñarles que no había que hacer distingos entre niños y niñas, entre hombres y mujeres, como había aprendido en la casa de sus padres y como enseñaría en la propia.



Boda en el Convento de Ubrique
15 de octubre de 1956

En 1956 María de los Ángeles comenzaría la que ha sido la tarea más importante de su vida: su familia con Bartolo.
Se casaron en el convento de Ubrique un soleado 15 de octubre de ese año (un mes después de nuestros padres), sus padrinos fueron  Manuel Janeiro (su hermano) y Pilar Romero (hermana de bartolo) y se instalaron en una preciosa casa que habían construido junto a la pila de la Esperanza, al final de Los Callejones.
Los hijos llegaron pronto, y fueron muchos: Juan (1957), María del Carmen (1959), Rogelio (1961), Lourdes (1962), Fernando (1963), Jesús (1964), María de los Ángeles (1966) y Mercedes (1971).


 Mari Carmen, Rogelio, Lourdes, Fernando, Jesús y María de los Ángeles
en la puerta de la casa familiar



No pueden ustedes hacerse una idea de la alegría y la vida que bullía siempre en esa casa. No solo había ocho niños, sino todos los primos, los amigos, los vecinos... siempre había sitio para todos.
Nuestra tía, que había detenido su labor académica para dedicarse a su familia, siempre ha sido una mujer de bandera, activa, organizadora y participativa: Cosía, limpiaba, planchaba, guisaba... Ayer recordábamos sus deliciosos guisos, sus gañotes, su mermelada de tomate.
Como tenía tantos hijos, compró una tricotosa para tejerles los jerseis, siempre fue muy mañosa. Pero nos ha confesado que la tricotosa no le permitía tener un buen rato de charla, así que la vendió pronto y siguió haciendo los jerseis de lana con las agujas, así podía hablar con todos y estar pendiente de su casa.


 Curso 1968-1969. Aula de El Convento
María de los Ángeles con sus alumnos y alumnas

No obstante, al ser una mujer inquieta y capaz, María de los Ángeles retomó su actividad académica en 1969. De nuevo volvió al Convento, que había sido su primer centro, y de nuevo se dedicó a sus alumnos, a su docencia y a sembrar aires de libertad y modernidad en su centro.
Como era interina, estuvo destinada en todos los colegios de Ubrique. En 1978, cuando ya sus hijos eran bastante mayores y no necesitaban tanta atención, decidió volver a estudiar y sacar sus oposiciones. 
Para quienes no están familiarizados con oposiciones ni con familias numerosas les diremos que los dos asuntos, por si solos, son auténticas proezas, por lo que sacar unas oposiciones ocupándose de una familia muy numerosa es algo verdaderamente muy difícil.
Pero  ella es una mujer de gran voluntad y gran capacidad, así que se puso manos a la obra. Se grabó los temas en un radio-cassette, y mientras planchaba o limpiaba o cosía podía oírlos, repetirlos y memorizarlos. Todo eso sin dejar su escuela, por lo que sus jornadas eran verdaderas maratones.
Siempre tuvo a su lado a Isabel, que ha sido como una hermana para ella toda su vida, y que le ha ayudado en todos los momentos. Pero sobre María de los Ángeles recaía el verdadero peso de la familia.
Levantarse temprano, dejar planteada la comida  (que Isabel y Bartolo se iban también al trabajo), el desayuno de once personas, llegar a la escuela a las nueve, volver a casa a la una. La comida. De nuevo a la escuela de tres a cinco, y a veces permanencia, talleres, teatros. Y, al llegar a casa, once meriendas, lavados, planchas gigantescas, aquella escalera siempre limpia, aquella casa siempre ordenada...
¡Y sacó las oposiciones! Estudiaba con Elena, y tanto Agustín como Bartolo les echaban una mano siempre que podían, fueron muchos meses de trabajo, pero valió la pena.


 Feria de Ubrique: los primos Janeiro en el Jardín, años sesenta
Bartolo y María de los Ángeles; Joaquina y Pepe; Manolo y Carmen; Esperanza y Manolo; Manolo e Isabel; Ana María y Heliodoro; Isabel, Clara y unos clientes de la fábrica; Lola y Paco.


Hay algo que siempre nos ha gustado mucho: las familias de nuestra abuela Julia, de Rogelio, de Isabel y de Ángel (sus hermanos) siempre han estado muy unidas. Para nosotros nuestras primas Mari Carmen o Mari Loli eran más cercanas que otras primas hermanas, por ejemplo. Y siempre hemos vivido la conexión de nuestro padre con sus primos y primas. 
Los Janeiro son muy "familieros", y precisamente este grupo de primos ha pasado muchas experiencias juntos, los recordamos juntos en ferias, romerías, bodas, celebraciones y todo tipo de inventos. Nos gusta pensar que formamos parte de esta gran familia.


 Los primos en el Porvenir, años sesenta
Julia, Remedios, abuela Julia, Manolo, Ana María, María de los Ángeles y Bartolo



Y desde la perspectiva que teníamos todos estos años, hemos podido observar a María de los Ángeles y ver cómo se apañaba para compaginar magistralmente su trabajo, su casa y todas las actividades que acometía. Siempre ha sido impresionante.

Con las oposiciones ganadas María de los Ángeles siguió trabajando en Ubrique, su último colegio fue el Víctor de la Serna, donde trabajó con muchos de los que habían sido sus alumnos, ahora profesores. Siempre respetada y apreciada, todos la han considerado una buena mujer, una excelente maestra y un ejemplo de persona abierta y dispuesta siempre a tratar a todos sus alumnos por igual, sin hacer distinciones de ningún tipo entre ellos, atendiendo a sus necesidades y dedicándose a ellos en muchas ocasiones más allá del deber.
La que al principio fue maestra casi sin pensarlo, y comenzó sus estudios en tiempos de guerra, sin saber siquiera si podría terminarlos, se convirtió en una profesional de excelencia, modelo y ejemplo para las generaciones posteriores, querida por sus alumnos y admirada por todos los que hemos tenido algún contacto profesional con ella.
Estuvo trabajando hasta finales de los ochenta, después de haber sido maestra durante más de treinta años. Sus compañeros y su familia se reunieron en el restaurante de la piscina para hacerle un homenaje de agradecimiento después de tantos años dedicada a los niños y niñas ubriqueños.

Mientras tanto su familia seguía creciendo. Sus hijos se fueron casando y fueron siendo padres a su vez. Ahora son catorce nietos los que suman en esta familia tan numerosa, y siempre tan familieros.

Las familias Janeiro y Carvajal
María de los Ángeles a la derecha de la imagen


A finales de los noventa Bartolo, su compañero de toda la vida, enfermó. Esto fue un verdadero mazazo para todos, y para ella aún más. Sin embrago, lejos de caer en el desánimo, sacó fuerzas de flaqueza y se dedicó en cuerpo y alma a cuidarlo, a acompañarlo, a cambiar toda su casa para que su vida fuera lo mejor posible. A pesar de haber perdido algunas de sus facultades, ella se empeñó en comunicarse con él, y le tendió repetidamente papel y lápiz, hasta que Bartolo empezó a pintar con una destreza increíble.
Lo cuidaba con una ternura y una devoción que aún emociona.
Entonces echaba de menos lo que ha sido quizás, una de sus asignaturas pendientes: poder conducir un coche. Eran tantos que no había coche en el que cupieran.
Desgraciadamente Bartolo murió en 2009, y desde ese momento ella ha seguido al cargo de su casa, de los suyos y,  por supuesto, de su querida Isabel.
Ayer, mientras hablábamos con ella y le pedíamos que nos contara algunos detalles de su vida, nos respondía que la suya era una vida corriente y que no destacaba por nada.
Nosotros estamos seguros de que ha sido una de las maestras que más hondo ha calado en los ubriqueños y ubriqueñas (con el permiso de doña Ángeles Bohórquez y doña Consuelo Vega), no solo porque ha sido la maestra de tantas generaciones de ubriqueños y ubriqueñas, sino porque en sus aulas siempre ha habido cantos de libertad, de pensamientos abiertos, de igualdad y, sobre todo, de una gran  humanidad.

Para nosotros, además, es nuestra tía, casi el último bastión de aquellas Janeiro (junto con nuestras tías Isabel, Ana María y Remedios) que tanta huella han dejado en todos nosotros.
Por todo esto hoy, el Día de la Mujer, hemos querido hacer este pequeño homenaje a una mujer ubriqueña valiente, fuerte y capaz, siempre fiel a sus ideas y a los suyos.





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María de los Ángeles con su hija pequeña, Mercedes



1 comentario:

M I A A dijo...

¿Se puede decir algo más? Creo que no, ha sido un ejemplo de mujer a seguir, como esposa, madre, maestra y persona... Un enorme beso para ella y muchas gracias, Esperanza, por tu artículo... Besos.