lunes, 5 de octubre de 2009

Archite y la "Sierra de Cádiz Andalusí"

Borrador para el libro "Ubrique, Piel al descubierto" pág, 131
Fotografía: Manuel Cabello, 1991
Edificaciones sobre restos de murallas (restos andalusíes)



Este fin de semana hemos tenido la ocasión de hojear con nuestra madre el libro del ubriqueño Alejandro Pérez Ordóñez: "Sierra de Cádiz Andalusí".

Es un libro precioso, de edición muy cuidada, con muy buenas fotografías, bien documentado, alegre, ordenado, preciso, completo. Nos ha encantado.
Además, pese a ser técnico y riguroso, es un libro muy humano; los agradecimientos, las reseñas, el prefacio , el prólogo y algunos detalles nos hacen pensar en una gran persona.


Portada de "Sierra de Cádiz Andalusí"

Alejandro también fue alumno de nuestro padre, o, por lo menos, de su colegio. Nuestra madre dice que era un niño extraordinario, y que nuestro padre lo apreciaba muchísimo, decía que le recordaba enormemente a su nieto, Serafín, que tenía mucha curiosidad y se interesaba por todo, por los animales, por la historia, por la ciencia...
Seguramente no podía ni imaginar, cuando hablaba con su padre y le decía que ese chaval tenía que seguir estudiando, que valía muchísimo, que Alejandro sería historiador, y de los muy buenos, y que publicaría este libro del que, sin lugar a dudas, Manuel Cabello estaría muy orgulloso. ¡Enhorabuena, Alejandro!

Nuestra madre estaba emocionada. El libro de Alejandro le ha recordado mucho lo que vivió con nuestro padre. Las fotografías, los lugares...Alejandro describe minuciosamente todas las muestras de arquitectura islámica en nuestra comarca y ella sabe mejor que nadie cuántos paseos dieron ella y nuestro padre por esas sierras, cuántas veces hablaron con los vecinos, con los dueños de los campos, con los pastores, con los cazadores...
Muchas veces nos llevaban a nosotros, apasionados de las piedras y de los "huesos antiguos", aunque fueran de oveja. O de esos restos "tan antiguos y tan romanos", aunque fueran trozos de tinajas. Más tarde iban con los nietos mayores, Ester y José Manuel, que los acompañaban en todos los paseos.
Otras veces era con los alumnos. Los niños y niñas de Misión Rescate que aprendimos a conocer y a querer nuestra sierra en aquellos paseos.

Esperanza recuerda cuántas veces fueron a Aznalmara (decían que había un pasadizo subterráneo que llevaba hasta el río, pero nunca se encontró), a Fátima, a Cardela, al Salto de la Mora, al Garciago... y a Archite.
Por lo visto, Archite, una de las Siete Villas, no estaba localizada. Se sabía que había existido, pero nadie sabía dónde. Había una finca muy cerca de Benaocaz, que se llamaba "Chite", con un nombre claro pero que estaba demasiado cerca del pueblo para ser otro asentamiento, así que buscaron por el Rano, por Agua Nueva, por la Diaclasa...

Un día, hablando con el dueño de la finca, éste les contó que mientras estaba cavando, salió volando un insecto muy grande de una hoquedad, y que allí tenía que haber tumbas, porque había huecos. Entonces fueron a esa zona y, efectivamente, podía vislumbrarse el trazado de varias edificaciones, restos de muros y los enterramientos. Allí estaba Archite, muy cerquita de Benaocaz. Hablando con el secretario del Ayuntamiento, llegaron a la conclusión de que en realidad en 1500 no estaría tan cerca, porque Benaocaz ocuparía sólo el Barrio Nazarí, y que las dos villas estarían separadas más de dos kilómetros.


1 comentario:

Serafín Ruiz Cabello dijo...

Me suena esa expresión de "tan antigua y tan romana", jeje. Amante de los libros que era nuestro abuelo, seguro que le encantaría éste. Y por cierto, que algunos de los nietos no tan mayores también hicimos alguna excursión con él.