miércoles, 12 de enero de 2011

Petacas de Ubrique. Los artículos de piel. Por Manuel Cabello Janeiro

Petaca repujada de la fábrica
de Francisco Cabello, años 30

 Siguiendo con la historia de los curtidos y los artículos de piel en Ubrique, hoy traemos el capítulo VIII de "Ubrique, piel al descubierto", escrito en 1992 por Manuel Cabello. Hemos ilustrado el capítulo con imágenes de las petacas más antiguas que conservamos de las fábricas de nuestros dos abuelos, Leandro Izquierdo y Francisco Cabello, grandes creadores de la marroquinería en Ubrique.
Sello grabado en el interior de las petacas 
fabricadas por Francisco Cabello




Capítulo VIII
LOS ARTÍCULOS DE PIEL


De esa impresionante piel que, aún pasados los años se conserva tan fresca y suave como en su nacimiento, surgirá la labor actual de la marroquinería; vocablo muy antiguo que se refiere al taller donde se suele trabajar con pieles muy finas y lustrosas.
En los siglos XVIII y XIX, existe documentación de ello, se hacen y se cosen petacas (pequeños estuches de piel para llevar el tabaco) en Ubrique y con ello aparecen las primeras petaquerías (talleres en los que se confeccionan dichas petacas, las cuales, aún siendo  muy bastas, vienen a ser los primeros artículos manufacturados).
Se componían de dos trozos de piel (cachas), rectangulares, doblados cada uno sobre sí y cosidos en sus extremos por hábiles y expertas manos femeninas, con puntadas casi microscópicas, y era una pieza tan perfecta y de tanta utilidad, que ya la fama ubriqueña comienza a rebasar fronteras, y a la "Villa de las cien fuentes" se le empieza a llamar "Ubrique el de las petacas".

Era tal el mimo, el interés y el cuidado que se ponía en su costura, hecha sobre tablillas de boj —conocida popularmente por "boje"—, a manera del bolo que usaban los antiguos zapateros en el cosido del calzado que fueron varios los hombres de ciencia y de empresas, sobre todo extranjeros, que vinieron en busca de la "máquina milagrosa" que hacía este tipo de costura mínima de puntadas tan simétricas.

 La petaca más antigua de la fábrica
de Leandro Izquierdo, años 20

Estas primitivas petacas, tras un proceso de ahormado, servirían fundamentalmente, como hemos indicado, para contener tabaco; pero quizás deba usted saber que estas piezas, al igual que lo hacen hoy día sus descendientes los cigarrillos servían para ligar o comenzar una amistad, con la conocida y sonada frase: ¡¡Echa un cigarro, amigo...!!

Otras veces, la tapa o pieza superior de la petaca, por sus características especiales, servía para beber el buen vino o el agua de cualquier nacimiento o fuente del camino, a falta de un mejor recipiente.
 Petaca de Francisco Cabello, años 20
Todas las petacas  se componen de dos piezas


Después de que estas petacas rompieran fronteras, comenzó a manufacturarse un práctico compañero de ella conocido como el "preciso", pequeño y original receptáculo hecho en piel de buena calidad, parecido a una pequeña carterita cosida a la manera de su pariente cercana la petaca, que cerraba con una pequeña correa, la cual le daba un par de vueltas. Este artilugio contenía un eslabón, un pedernal o sílex y una yesca muy seca, es decir, todo lo necesario, preciso e indispensable para el fin a que iba destinada: dar fuego al cigarro de la petaca o encender cualquier candela.
Después, lógico es pensarlo, como así debieron hacerlo aquellos ingeniosos primeros petaqueros, se comenzó a fabricar la famosa "bolsa de avíos", que en principio fue para contener petaca y preciso (a la manera de las riñoneras actuales), que terminó siendo, engrandecido su tamaño, un "portatodo". Aquí comenzó el fabricante a grabar a presión, bien su nombre, bien la fecha de su construcción, bien el precio, bien la marca, o los cuatro apartados juntos.
 Todas las piezas de la primera mitad del siglo
tienen un sello en el interior
en ésta: F.Cabello Ubrique

Finalmente, completamos este periplo del proceso evolutivo de la fabricación marroquinera con la aparición de la cartera, en principio, con el modelo más simple por su construcción, denominada de "tratante o ganadero". Quisiéramos precisar la época de su aparición. En buena lógica, podemos pensar que entre el origen de las primeras petacas (mediados del siglo XVIII) y la fabricación de las primeras carteras transcurre más de medio siglo, puesto que ya existían estos artículos en 1820, según marca de correa, usada al estilo de la época.
 Rosariera de Leandro Izquierdo
Como la petaca, pero más pequeña




Estas primeras carteras consistían en un plano (llamado "plato" en el argot marroquinero), rectangular de piel, con dos pequeños bolsos laterales, uno a cada extremo que hacían las veces de bolsillo. Cercano al centro por donde doblaba, llevaba incorporado un lápiz; ribeteada y cosida, por todo su contorno al que se adornaba con un vivo (cinta), generalmente verde, que le servía de adorno. Y al igual que su compañera la bolsa de avíos también estaba abrazada por una envidiosa y celosa correa, como si temiera perder el contenido de su interior, correa ésta que hacía las veces de tarjeta de visita, pues sobre ella llevaba grabado a presión los datos identificativos de quién hizo la cartera, para quién la hizo, el año en que la hizo y su precio en reales de entonces: las hay de 10, de 12 y de 18 reales que, nos imaginamos, serían las mejores.
 Petaca de Francisco Cabello
Años 30


Hemos considerado el inicio de esta incipiente marroquinería, hacia mediados del siglo XVIII, por dos razones lógicas al caso con las que estamos de acuerdo casi todos los investigadores que estudiamos estos principios.
 La primera la centramos como consecuencia lógica del constante devenir que le acarrea a Ubrique el ser punto estratégico y paso obligado, (siguiendo la misma ruta de la vía romana Carteia-Astigi, es decir Algeciras-Ecija), de la "Ruta del contrabando" (Gibraltar-resto de España). Todo lo que se confeccionaba en la primitiva marroquinería (petacas, precisos y bolsas de avíos) tenía una meta bien definida: las manos del varón, que era quien caminaba, laboraba el campo, hacía contrabando…
Hay quien supone también que el contrabandista, tendría que cubrir sus alijos para preservarlos de las lluvias, sobre todo en las sierras de Cádiz (de máximos niveles pluviométricos) qué mejor que hacerlo con buenos "becerros", impermeables al agua y la humedad. 
 Petaca repujada sellada
F. Cabello, Ubrique

Y si el inicio de ese contrabando fue en el primer tercio del siglo XVIII, habría que fijar fechas próximas para la aparición de la petaca, que, por otro lado, aparece en manos de aquellos guarnicioneros, que ya trabajaban la piel en creaciones únicas, como eran la zahona, botines, alforjas, cananas, fundas de escopetas…
Algunos de sus nombres han llegado hasta nosotros, como los Becinas y Poley, situados en Ubrique hacia 1725-30.

Esta incipiente marroquinería o manufactura de artículos de piel que nace en la cuna de Ubrique se mantiene de forma reiterada, con poca evolución de patrones, a lo largo de un amplio periplo que nos acerca a los años finales del siglo XIX, con muy pocas creaciones y novedades  en sus moldes, aunque en este largo período se incluyan algunas pequeñas modificaciones, sobre todo en la calidad de sus "becerros" que se hacen más suaves, dúctiles y maleables, dando mayor valor a la pieza terminada, y en su colorido, que se conseguía aplicando fórmulas elementales y muy arcaicas, como son el azafrán disuelto en agua, que aplicado a la piel del becerro daba un color burdeos claro, o la limadura de hierro mezclada con vinagre, con cuya aplicación se obtenía un color marrón/negro.

También cercano ya a los 80 del pasado siglo, aquellas pomposas tarjetas de visita a que ya hemos hecho referencia en la confección de la cartera y el preciso desaparecen y aparece grabado sobre el articulo, un logotipo, identificativo siempre de Ubrique, aunque en algunas ocasiones, pueda ir el nombre del fabricante o la palabra "legítimo", como sello de calidad de la pieza.
Sello Izquierdo
Ubrique, años 20



Aquel estancamiento en la producción poco o nada favoreció la idea innovadora, y los petaqueros tuvieron que hacer uso de su ingenio y crear nuevas perspectivas para una nueva marroquinería a la que iban llegando.
Es así como, entre los años 1885-1930, una pléyade de grandes creadores ubriqueños: Chacón, Aragón, Vecina, Rivero, Tenorio, Zarco, Pinero, Del Canto, Roldan, Cabello, Izquierdo, Santamaría, Benítez... y muchos más dieron lustre a la anciana y anquilosa marroquinería hasta darle una viveza que alcanzará una prestigiosa y merecida fama. Es a partir de los años 30 cuando Ubrique estará incorporado, si bien antes ya lo estuvo, a todos los mercados del mundo y sus productos de la piel son verdaderas joyas.

Ya en nuestros días se confeccionan los artículos de viaje, se fabrica la estuchería, llegando al cénit con la moda "Vestir Piel", sin olvidar sus complementos, como el bolso femenino que, ajustado en sus manos, es el pasaporte para la elegancia y la belleza.
 
Tarjeta de visita de marroquinería
LIZ ( Leandro Izquierdo) Años 50

 NOTA.— A punto de finalizar esta primera parte, he de señalar que este período de casi medio siglo de cambiante marroquinería, así como el conocimiento de sus gentes, de su forma de ser, de sus centros de trabajo (la popular "petaquería") de sus formas de vivir, de cómo se divierten..., lo ire¬mos entremezclando a lo largo de una segunda parte en la que les ofrezco tres itinerarios especiales para que elijan: centro urbano y casco antiguo; nuevo Ubrique y Ubrique en su barrio moderno y comercial.
Pero, sobre todo, venga a Ubrique, camine despacio, tire el reloj y…
¡Olvídese del tiempo!

No busque la monumentalidad que poseen tantas ciudades españolas, ni las grandes factorías ni las altas chimeneas, que no encontrará... Vea en Ubrique una sencillez y una blancura extrema que contrasta con el verde y el gris de su sierra, y, en esa misma sencillez 
¡Admire su belleza!



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