lunes, 29 de noviembre de 2021

Bandoleros en la Sierra a finales del siglo XIX

 

 

Periódico "El Guadalete" 21 de noviembre de 1892

Biblioteca virtual de Andalucía


Por Esperanza Cabello


A finales del siglo XIX, según podemos leer en la primera página del periódico del Guadalete, en la Biblioteca Virtual de Andalucía, la seguridad en nuestra sierra era un problema grave, pues fuera del pequeño núcleo urbano había muchos pequeños núcleos de población en aldeas, fincas y campos, y eran precisamente estos los atacados por delincuentes, bandoleros en estado puro, que tenían a la población en jaque.

Transcribimos las quejas que uno de los lectores del periódico envía en forma de carta:

 

 

LA SEGURIDAD EN LA SIERRA

No puede estar más abandonada en casi todos los pueblos de la Sierra, no solo la personal sino la de la propiedad, constantemente amenazada por infinitos merodeadores que viven de la sorpresa y del robo.

Apenas pasa día sin que tengamos noticia, ya por conducto particular, ya por el oficial, de algún robo efectuado en aquellos abruptos caminos con la confianza que presta al malhechor la impunidad.

La repetición de estos actos, más frecuentes en el tiempo que entra que en el verano, tiene impedidos a los laboriosos vecinos de los mencionados pueblos, de consagrarse al trasporte de sus productos, y, sobre todo, de emprender los viajes necesarios para adquirir las primeras materias de sus industrias; en una palabra, el terror tiene hoy en suspenso la modesta vida mercantil de muchos pueblos de la Sierra.

Ya que se les priva de carreteras y caminos vecinales cómodos, déseles al menos buen número de fuerzas de la Guardia Civil, que garanticen la seguridad personal.

Como prueba elocuente de lo que venimos lamentando, a continuación copiamos los párrafos más importantes de una carta particular que ayer recibimos de Ubrique:

«Todavía no estamos en el invierno y ya se notan en esta región síntomas alarmantísimos de la seguridad personal que disfrutaremos en el que se espera.

» Después del robo hecho al farmacéutico D. Rafael Sánchez de Medina, en la noche del 11, se han verificado los siguientes:

«Aún clareaba el crepúsculo vespertino cuando se presentaron siete hombres en la casa cortijo del «Retamoso», a tres kilómetros de esta localidad, donde se encontraba el dueño D. Pedro Jaén Rodríguez, con su familia y criados.

«¡Todo el mundo al suelo!, dijeron los bandidos, y le robaron 1.500 pesetas en diferentes monedas, más dos onzas de oro, tres escopetas, mantas y ropas de valor.

«Se fueron tan tranquilos, dejándolos hasta sin pan.

«Encontráronse en pleno día y frente a la venta de «Albuera» a un pobre arriero y lo desbaldaron de 10 únicas pesetas que llevaba.

«Del molino de las «Dos paradas» han desaparecido también once gallinas; y en nuestra población el pánico es indescriptible, particularmente entre los que viven en el campo.

» Los que sufren semejantes perjuicios niegan los hechos cuando las autoridades los llaman para declarar, ante el temor, muy fundado, de escapar peor si los bandoleros cumplen sus pronósticos de quemar y asesinar si algo dicen; y como fusilaron ha poco tiempo Lorda y los suyos varias vacas, propias de un pobre labriego de Villaluenga, que dio parte de que andaban por su terreno, de ahí el silencio que las víctimas se han impuesto.

» Como por aquí no hay más que caminos de herradura y veredas para cabras, a las que forman marco sierras elevadísimas, con crecida vegetación, cada altura es un observatorio para los malhechores, que ven sin ser vistos; y mientras distinguen los vistosos uniformes de la Guardia Civil, encargada de perseguirlos, se ríen a mandíbula batiente de sus infructuosas pesquisas.

» Son siete los bandidos; visten bien, llevan tercerolas[1] y en sus bolsillos interiores pistolas y revólver.

» No les han visto caballos, y se presentan como contrabandistas, y otras veces fingiéndose empleados de la Tabacalera, divididos en dos grupos; pero luego se reúnen para dar un golpe como el del «Retamoso» para el que necesitaban más fuerza.

Aquí no hay otro medio que organizar una columna de Guardia Civil numerosa, con paisanos prácticos también armados; batir todas estas Sierras y tomar las salidas naturales del terreno, por donde pudieran escapar.

» La que compone este Puesto son un sargento y cinco guardias, que no pueden cumplir este servicio tan importante, aun cuando no les faltan ganas.

» En este sentido oficia el alcalde al Sr. Gobernador, pues si esto es ahora, cuando empiecen las lluvias y vengan las necesidades, que consigo trae la paralización de los trabajos agrícolas, el bandolerismo echará raices en esta región, costando más trabajo hacerlo desaparecer.»



[1] Tercerola: Arma de fuego usada por la caballería, que es un tercio más corta que la carabina. RAE

domingo, 28 de noviembre de 2021

Misiones en Ubrique en 1863

 


Por  Esperanza Cabello


Entre los libros que Google ha digitalizado se encuentra un compendio de revistas "El Cristianismo", un semanario religioso, científico y literario que se editaba en Madrid a mediados del siglo XIX.

Imaginamos que en aquella época nuestro pueblo sería un lugar tremendamente exótico y perdido entre "peñas agrestes", y que costaría mucho trabajo incluso situarlo en los mapas, por mucho que en la época y eran famosas nuestras petacas y tampoco sería lugar de paso obligado para nadie, por lo que cada vez que llegaban las misiones debía de ser todo un espectáculo. 

Por lo visto a mediados del siglo XIX ya se hacían misiones para impedir a los protestantes que fueran comiendo el terreno a los cristianos, y venían a evangelizarnos. 

También en 1954 hubo misiones en Ubrique (en este enlace) y debió de ser un acontecimiento también grandioso. Aunque en 1863 nuestro pueblo era verdaderamente pequeño.

 

 

Así era Ubrique en 1876



Y este es el relato de las Misiones en Ubrique el seis de mayo de 1863 que publica "El Cristianismo":

 






Nuestros lectores están viendo frecuentemente en nuestras columnas interesantes relatos de las misiones que se dan en los pueblos de España; pero habrán visto pocos que en menos palabras digan más que el siguiente, relativo a la misión dada en Ubrique, pueblo de la Serranía de Ronda, diócesis de Málaga, por los reverendos sacerdotes de la Compañía de Jesús, el padre Doyague y el padre Esclapés, residentes en Sevilla. Se trata precisamente de un territorio en que tanto trabaja la propaganda protestante, y por eso son doblemente satisfactorios estos resultados. Helos aquí tal cual se refieren desde el indicado punto:

Ubrique mayo 6, 1863..., Dios pague a estos caritativos é ilustrados sacerdotes el gran bien que nos han hecho,

«Desde el primer día de su misión, no siendo suficiente el templo para contener la muchedumbre que se agolpaba fue preciso sacar el púlpito a la puerta, que da a una gran plaza, y tanto esta como la iglesia estuvieron literalmente inundadas, no solo por el vecindario de esta población, sino por el de tres otras inmediatas, que han acudido en gran número a estos santos ejercicios.

«Los misioneros han predicado cuatro sermones diarios, y para que puedan Vds. formar idea del precioso fruto que han conseguido, bastará decirles que, a pesar de haber venido a auxiliarles en su santa tarea nada menos que doce sacerdotes de los pueblos vecinos, y de emplear ocho horas lodos los días en el confesonario, no fue posible atender a todos los penitentes que se presentaron durante los días de la misión.

La actitud de estos fieles pueblos al despedir a los misioneros ha sido verdaderamente edificante y tiernísima: un repique general de campanas anunció su salida de la casa en que estaban alojados, y aunque por las calles iban acompañados de todo el clero, del ayuntamiento y de multitud de personas, todavía su sorpresa debió ser tan grata como viva cuando, fuera ya de la villa y a la falda de la montaña, se encontraron con que la población en masa estaba esperándolos para despedirlos.

El espectáculo que entonces presencié, es indescriptible: las lágrimas de lodo aquel pueblo se mezclaron con las lágrimas y bendiciones de los misioneros, cuyas manos y ropas besaba aquella multitud. Trabajo costó a los padres desprenderse de ella, y a despecho de todas sus instancias para evitar molestias al vecindario, no pudieron impedir que más de cincuenta personas los siguiesen a caballo acompañándolos hasta más de una legua, sin contar a inocentes grupos de niños que los seguían a pie por entre riscos y malezas...»

Seguramente no hay palabras que basten a dar a Dios las debidas gracias por lo viva y profunda que se mantiene la fe entre nosotros, a pesar de tantos elementos como se conjuran contra ella.

 

 

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sábado, 27 de noviembre de 2021

Palabras que nunca existieron: "Lloró emmorecío"

 

 

Bebé llorando "emmorecío"

Gentileza de Ser Padres (en este enlace)


Por Esperanza Cabello


Siempre es momento de aprender, y cualquier excusa es buena cuando nuestras palabras nos dan una lección, a nosotros que somos "adoradores" de las palabras y nos han tenido entretenidos toda la vida, nos encanta encontrar, sin esperarlo, una palabra nueva que desconocíamos y que solo podríamos reconocer en su formato ubriqueño.

Ya hemos contado alguna vez cuando supimos, por García Márquez, que las sábanas que nuestra abuela llamaba "percoías" eran percudidas; o que las aceitunas son sajadas y no zajás, como siempre habíamos dicho, o que el jabón lo fabricaba nuestra tatarabuela en una "almona", y no en una "armona", como habíamos dicho siempre.

Una vez, en un ejercicio de vocabulario, tachamos la palabra "azartén" que una niña (un besito, Noemí) había escrito traduciendo poêle, que es sartén en francés. La chiquilla, muy indignada, nos dijo que su madre siempre decía "azartén", y que si su madre decía "azartén" quién era ella para corregir a su madre. Recuerdo que le devolví el punto, no sin antes hacerle prometer que no volvería a escribir sartén de esa mala manera.

Pues lo mismo nos ha pasado a nosotros con la palabra "emmorecía", pasó junto a nosotros una madre con una niña de meses llorando "emmorecida", y estuvimos comentando lo curiosa y visual que era esa palabra, porque cuando un bebé llora tantísimo a veces "se pone negro" de respirar con dificultad.

Y resulta que no, que no tiene nada que ver con el morado. Hoy, leyendo uno de los capítulos del libro de Juan Barea "Aventura en el Índice", hemos encontrado la palabra "desmorecerse" y la hemos buscado en el diccionario de la RAE

 


Desmorecerse es cuando la respiración se perturba por el llanto excesivo, y nosotros toda la vida diciendo "emmorecío".

Nos ha encantado esta magnífica lección de castellano, y desde hoy añadiremos emmorecido a la palabras ubriqueñas que ni siquiera llegaron a existir, a pesar de que podemos dar fe de su existencia: las pilistras, las estrebes, las jocifas, las cerpas (felpas), incluso las angarillas.

Y a partir de hoy, cuando busquemos en internet emmorecido o emmorecida, quizás encontremos algo más que la exigua cantidad de 1 o 2 resultados en total.