JOSE MARÍA GAVIRA VALLEJO
Fotografía cedida por José Mª Prieto Soler y mejorada por ÁNGEL PABLO
Tenemos el placer de mostrar a ustedes esta imagen única e inédita que nos retrata el
ambiente de la Plaza de la Verdura de Ubrique a finales de los años 20 del siglo pasado (concretamente en
1928) y al artista vallisoletano-gaditano
Francisco Prieto Santos plasmándolo en uno de sus lienzos.
Nos la ha enviado su hijo,
José María Prieto Soler, profesor emérito del departamento de Filosofía, Lógica y Filosofía de la Ciencia de la
Universidad de Sevilla, quien nos cuenta esto del afamado pintor, parte de cuya obra se halla en el
Museo Provincial de Cádiz:
Estaba enamorado de todos los pueblos de la Sierra de Cádiz; pintó en
Arcos, Ubrique, Zahara de los Membrillos, Setenil, Villaluenga del
Rosario…; también en Ronda, Chiclana, Vejer, Sevilla y Cádiz (donde
vivíamos, frente a la Alameda de Apodaca). No me explico cómo en los
años 20 podía ir de Cádiz a esos lugares; sí recuerdo que me dijo una
vez que a Zahara iba a caballo desde Algodonales.
La fotografía la tenía el pintor en su estudio y en ella se aprecia
que el motivo del cuadro que está pintando es, lógicamente, la
plaza de la Verdura:

Sin embargo, no se trata del mismo que
en su día descubrimos a ustedes en este blog, que retrataba también la
plaza de la Verdura, pero su otra mitad (la sur):
Ampliando la foto podemos observar
detalles muy interesantes y sugestivos. Por ejemplo, nos llama la
atención lo que podíamos llamar “la escena de los churreros”:

En
el centro (ligeramente a la derecha) podemos ver a una señora
removiendo los churros en una sartén de la que se desprende el vapor del
aceite. A su lado, sobre una mesa, se adivina el mismo tipo de
recipiente de lata que los churreros usan hoy día para depositar las
pinzas y escurrir la fritura. A la derecha de la mujer se halla quien
probablemente es su marido, el cual, vestido con bata blanca, prepara la
masa en un lebrillo. Al pie de ambos personajes encontramos dos
cántaros de hojalata del
mismo tipo. Esto nos hace pensar que la niña que se observa a la
izquierda transportando un cántaro igual (evidentemente no lleno) tiene
relación con los churreros. Sin embargo,
parece que no es así…
A nuestra amiga
Esperanza Cabello le hemos enseñado esta foto y ella a su vez ha acudido a una de sus memorias vivas:
Isabel Álvarez, que nació en 1919 (tenía, pues, 9 años cuando se tomó la instantánea).
Isabel cree identificar a la niña del cántaro como una
Anita que en la imagen se muestra en su trabajo habitual de
aguadora. Esta
Anita fue desde muy pequeña y durante toda su vida sirvienta
en casa de la
viuda de Castro.
Por lo visto, muchas niñas y jovencitas llevaban agua a las casas en
los años 20, y las hermanas o las conocidas se ponían de acuerdo para
hacerlo “a remua” (por relevos).
Además de esta, vemos a mucho/as niño/as en la fotografía (algunos
esperando su turno para comprar churros; otros de la mano de su madre, y
algún que otro “suelto” por la plaza, como el del babi que parece que
se come un churro, en primer plano, el cual
Isabel Álvarez cree reconocer como su propio hermano). Algunos de esto/as niño/as probablemente viven todavía.

Isabel identifica perfectamente muchos elementos de
la fotografía ya desaparecidos. A la derecha de la plaza se encontraba
una tienda (a la que entra la señora del pañuelo blanco en la cabeza,
sobre estas líneas) propiedad de “
las Pardeza”, donde se vendían caretas, artículos de broma, disfraces de carnaval… La finca pertenecía a
Eugenio Arenas, que la alquilaba a varias familias.
Dice nuestra informante que en la foto, a la izquierda, se distingue la “posá” de
Manuel Corrales, y probablemente a él mismo en la puerta. Al fondo se observa la
pescadería, que tenía un
toldo. Allí se vendían unas soberbias pescadillas, muy apreciadas, que traían los arrieros en burro desde
Manilva. Justamente enfrente estaba el
matadero.

Lo que sorprende a
Isabel Álvarez es ver a tanta
multitud en la plaza; dice que lo normal es que no estuviera tan
frecuentada y piensa que quizá aquel día había allí
pelea de gallos, que era una diversión en el
Ubrique de aquellos tiempos, como se observa en esta fotografía de la colección de
Esperanza Cabello:
Pelea de gallos en la plaza de la Verdura en los años 20
Hay otras escenas interesantes. Por ejemplo, esta de lo que parece un puesto de venta de tabaco:

o esta otra en la que se ve a dos personas que parece que venden búcaros:

O
la de la vieja de la derecha vendiendo no se sabe qué y la de la chica
sentada cerca de la churrera con el pelo cortado como era costumbre en
la época: a lo
garçon…

Llama la atención una especie de
castillete que se ve a la derecha de una de las torres de la iglesia:

La fotografía que estamos comentando la podemos comparar con esta otra de la
plaza de la Verdura tomada probablemente en
1931 que también nos ha facilitado
Esperanza Cabello:

Como nos dice
José María Prieto Soler, su padre pintó varios cuadros en
Ubrique en
1928. Uno de ellos
ya lo hemos reproducido en este blog, pero volvemos a hacerlo ahora para contextualizarlo mejor:
Tarde de fiesta en Ubrique, de Francisco Prieto (1928)
Isabel comenta curiosos hechos cuando observa imagen, como este: “
La gente rica paseaba por dentro de la plaza y los pobres por la parte de afuera”. He aquí una foto de la plaza en esa época (¡
gracias de nuevo, Esperanza!), donde se observa a la izquierda el mismo tablado central donde se subían los músicos a tocar y que reprodujo
Prieto:

El hijo de
Francisco Prieto ha tenido la amabilidad de enviarnos imágenes de otros cuadros que su padre pintó en la
Sierra:
Campamento de gitanos, de Francisco Prieto (1947) dedicado “A Camilo Gálvez, gran maestro y amigo”
Una poco habitual imagen de Arcos que, según nos cuenta el pintor ubriqueño José Luis Mancilla, se halla en el Ayuntamiento de esa localidad.
Corrida de toros en Arcos, de Francisco Prieto
Y nos ha contado cosas muy interesantes de este último cuadro:
La antigua plaza de toros de Arcos de la Frontera se
encontraba excavada sobre una ladera y situada en el llamado entonces
–no sé si ahora también– Camino de las Nieves. Si se visita ese lugar se
puede apreciar aún la hondonada que configuraba el hueco del redondel.
Desde la ladera opuesta la gente se ponía a ver la corrida. En muchas
ocasiones y desde distintas perspectivas pintó esa Plaza. En aquellos
años el novelista Alejandro Pérez Lugín vio esos cuadros de la Plaza de
Arcos y decidió rodar allí algunas escenas de la película “Currito de la
Cruz” sobre su propia novela. Como esa película es de 1925, se entiende
que mi padre ya había pintado ese tema antes.