domingo, 30 de diciembre de 2018

Señó Sebastián. Cuento triste con lágrimas alegres.


Señó  Sebastián. Cuento triste con lágrimas alegres. 


Procedía de humilde familia como la mayoría de los niños andaluces. Desde muy pequeño hubo de trabajar. Sería principios del siglo XX o postrimerías del XIX. Por aquel tiempo, más que en cualquier otro, la vida decente requería realizar duros trabajos. Carente de medios mecánicos de transporte, el de los animales se efectuaba a través de cañadas, conducidos por ganaderos en caballerías que alternaban a pies. Un día caluroso de primavera sedientos y hartos  de naranjas para calmar la sed, se aproximaron a una casuca, pequeña y mal conservada a pedir agua, donde una mujer, desgreñada y no correctamente vestida se la negó. Al abrir la puerta aparecieron unos chicuelos no mejor presentados. Para suplir el agua con que calmar la sed los conductores del ganado pelaron unas naranjas de las pocas que aún les quedaban. Cuando comenzaban a comerlas los niños arrebujados  mirándolos con tal avidez y ansia de comer aquella fruta que nunca habían  probado, que la idea de satisfacer su necesidad se impuso a su sed y les hizo regalarles las pocas que le quedaban.-
Los niños se apresuraron a mostrárselas a su madre que acongojada por su torpe negativa corría buscando a aquellos hombres que ya habían iniciado su marcha; cuando los  encontró, les pidió perdón y les ofreció agua en un cántaro rebosante que llevaba. Le agradecieron su gesto con este consejo: Mujer, ni el agua que se da sin voluntad calma la sed, ni obras que se realizan  sin ella benefician a nadie.
Corrido el tiempo y cuando la vejez flaqueó sus fuerzas, con los pequeños ahorros que su trabajo le había producido  compró un huertecito que producía las mejores frutas y hortalizas de su entorno. Porque nada fructifica con más abundancia y calidad que las obras del amor.
Pero cuando disfrutaba de su merecido descanso, la aberración monstruosa, de los que no habían cumplido su destino, le llenó de dolor y humillación.-
Sus hijas contrajeron matrimonio con hombres limitados que creían que la dureza de la vida se evitaba quitándosela  a otra parte de la sociedad, que era su causante. Sus yernos murieron en la contienda.
¡Señó Sebastián! Si alguien intentó privarte de tu hombría nosotros la reivindicaremos. Las sociedades sin hombres emulables  desaparecen.


Ubrique  17 de Diciembre de 2018
FIRMADO: Prudencio Cabezas Calvo

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