jueves, 25 de diciembre de 2025

La calle del Agua, por don Bartolomé Pérez Sánchez de Medina

 

Calle del Agua, años cincuenta

Fotografía de Francisco García Parra

 

 

Por Esperanza Cabello

 

Cuando estábamos trabajando en el blog "Calles de Ubrique" (en este enlace) pudimos observar que los nombres de las calles de nuestro pueblo cambiaban, a veces aleatoriamente, a veces por cuestiones políticas. Pero también que los nombres populares han sobrevivido a épocas y modas en muchas ocasiones (echamos de menos algunos de aquellos nombres: Cantarranas, San Pedro, Hospital...).

La calle que hoy nos ocupa tenía un nombre preciso y apropiado desde la antigüedad: calle del Agua. Su pendiente, su localización y sus características hacían que las aguas de lluvia corrieran alegremente hacia el río Ubrique... ¿o será que fue una de las primeras calles en las que se canalizaba el agua para llegar desde la pila de la Plaza hasta la Pilita Abajo?

En cualquier caso, ese era su nombre tradicional, aunque lo cambiaran por "Aragón Macías", autor de las Misceláneas a la villa de Ubrique, o por "Calvo Sotelo" más tarde, durante la Dictadura. 

De lo que no hay duda es de que fue, casi desde siempre, una de las calles más importantes y con más vida del pueblo, y de ello da fe el relato que nuestro queridísimo don Bartolo, el Ilustre Hijo Predilecto de Ubrique, escribiera para ilustrar el ambiente de la calle del Agua y sus alrededores hace más de diez años.

Tuvimos la ocasión de leer los primeros borradores de este precioso escrito, que más tarde fue publicado en el libro: José Morales Reina. Reinita, publicado por la editorial Tréveris en 2014 y del que eran autores Antonio Morales Benítez, José Luis López Morales y el propio don Bartolo. 

 


 Calle del Agua

Fotografía de Gustavo Herrera

 

Buscando información en nuestro archivo sobre una de las casas de esta calle hemos redescubierto este texto tan ilustrativo, escrito con la maestría a la que nos tiene acostumbrados nuestro profesor y comprobando que es uno de sus escritos más nostálgicos y sentidos.

Así pues,  hemos hablado con nuestro querido amigo y con sus hijos para poder publicar esta lindeza literaria y compartirla en el blog. Seguro que para todos los que nacimos en los cincuenta, los sesenta y los setenta, esta descripción de la calle del Agua es un verdadero tesoro de recuerdos.

Mil gracias, querido maestro, por regalarnos estas alegrías para la memoria 💜💜💜 

 


 Calle del Agua, 1964

Ubrique en el recuerdo

 

 

LA CALLE EL AGUA Y SUS ALEDAÑOS

Bartolomé Pérez Sánchez de Medina

 

 

Hace más de cincuenta años la calle El Agua gozaba de mucha vida comercial y vecinal, una vida que se advertía mediante los sentidos, sobre todo con la vista, el oído y el olfato. Gente -calle arriba, calle abajo- entrando en los comercios; personas que salen de las casas y unas suben a la plaza, otras se pierden por una esquina... El panadero con su burro vendiendo el pan. Un hombre pregona a voces el pescado. Un olor a infiernillo de petróleo invade la calle. Suenan martillazos sobre una chapa de zinc... Vida que hiere los sentidos.

He de precisar dos puntos a tener en cuenta. En primer lugar, una calle no solo la conforman una calzada, dos aceras, dos hileras de edificios frente a frente flanqueando la misma; también la determinan las otras calles que confluyen en ella y los vecinos de todas ellas. Las calles que limitan con una calle determinada son sus aledaños. En segundo lugar, rememorando, haciendo memoria de un tiempo en que vivía una persona que echamos de menos, tratamos de dotar de vida ese recuerdo para, en este caso, homenajearla o enaltecerla, y no debemos tener aire triste; puede ser que alguien considere inapropiados e irreverentes algunos recuerdos que nos produzcan risa, hilaridad, al tratar de honrar a alguien que murió. Pero el recuerdo es un trozo de realidad vivida, especie de foto o video en nuestra memoria. En esta ocasión, los recuerdos cuentan con la intervención —en el marco de la imaginación— de Pepe Reina, o si no aparece él, sí lo hace el halo de su gracia y humor desgarrado.

En la calle San Sebastián, frente a la Fonda Comercio, Manuela Benítez tenía una tiendecita y también era despacho de vino y tasca, parecida a lo que en el Habla de Cádiz se llama "bache", definido como tasca de fácil entrada y difícil salida. Por la mañana temprano el aguardiente de Cazalla, para quitar las telarañas antes de comenzar el día. A esas horas coincidían en diaria tertulia el comandante Moreno, Pepe Reina, Ramiro el Barbero, Montero el del Estanco y, llegaba para irse —no sin antes repostar— Crispín. 

Una mañana llegó éste, se tomó la copa de aguardiente y haciendo feos aspavientos, que ya de por sí lo era en cuerpo y cara, exclamó quejándose: «¡Qué cuerpo más feo se me ha puesto!». Pepe Reina, riéndose, le contestó que no le echara la culpa al aguardiente de la fealdad, que ya la traía él. Otro día, cuando le echaron la copa a Crispín, la cogió y arrojó el contenido a la calle. «¿Qué haces?», le preguntó Ramito muy extrañado; a lo que les respondió Crispín: «Es que llevo unos días en que la primera copa me sienta muy mal y prefiero no tomarla».

A la hora del almuerzo y de la cena se reunían allí Pedro Pérez, hijo, Pepe Rubiales, don Diego Reguera, Montero el del Estanco, Juan Moreno el de la Carne, Samuel Sánchez y, a veces, Pepe Reina. Desde el bar de Aguadilla se oían las voces y las risotadas, pues la cerveza y el Agustín Blázquez les hacían cosquillas.

En la Pilita Abajo, Plaza Colón, estaba el puesto de Concha, pegando a la acera, más abajo de la puerta del molino de aceite de don Adrián, antiguo veterinario de Ubrique. El estanco de Catalina Viruez, entre la casa de los Coveñas y la tienda de Antonia María, tía de Conchita García, Conchita la del Corte. Entrando ya en la calle propiamente dicha: a la derecha, el callejón de Fleming y enfrente la central de Teléfonos que fue regentada por Juanita María Carrasco, cuya operadora era Isabelita la del Teléfono; los días de Feria se llenaba de gente poniendo y esperando conferencias y en la salita de espera un banco de madera marrón oscuro; el humo de los cigarrazos empobrecía la luz de la bombilla que colgaba del techo, endurecía el aire y las esperas. Pasados algunos años la trasladaron más arriba en la misma acera.

La tienda de Pedro Pérez estaba más arriba en la acera de enfrente, más arriba de la casa de don Rafael Gómez, cuya fachada parecía un curioso bordado. En el cierro de Pedro Pérez ataban a las bestias mientras el dueño de las mismas compraba o se pelaba en la barbería de Reinita. En la acera de enfrente, más arriba de Teléfonos, tuvieron allí la vivienda y la fábrica los Godoy. Más arriba vivía Pepe Arenas, cuyo hijo, Pepito Arenas, llevó a su cortijo «Lavatrapos» a Pepe Reina y a algunos aficionados a echarles unas vaquillas. 

Pedro Arenas con su sombrerería, cuya casa tenía una escalera de caracol que era la locura y el terror de los chiquillos. Más arriba, Juan Ruiz, Juanito el Cartero, aficionado a los toros desde su silencio. En la esquina de la calle El Agua con la calle Prim, acera derecha en dirección a la Plaza, ahí estaba la barbería de Pepe Reina; justo al doblar la esquina se hallaba la confitería de Carrillo. Por la calle Prim hacia arriba Inés Ramos tenía su peluquería y, frente a su casa se abría el patio de Julia la del Carbón, hacia donde se dirigía una recua de bestias cargadas de seras de carbón.

Calle Prim abajo estaba la Fula, donde Sixto Arenas preparaba las pieles de conejo para hacer los sombreros. Manuel Arenas vivía al lado, y todos los días iba a la barbería a leer el periódico; de su casa salía un embriagador aroma a chicharrones, a lomo metido en manteca, a chorizo caliente... Era muy gracioso y casi siempre estaba a la gresca con Pepe Reina.

 Frente a la casa de Manuel Arenas, Ángel López vendía el petróleo, el «mineral» —como se le llamaba aquí en Ubrique— para los infiernillos, los quinqués y los «petromanes», pues la electricidad era poca, mala y, a veces, ninguna. Más abajo de la barbería vivía Diego Herrero, A.T.S., buen conversador y muy ingenioso. Frente vivía Miguel Rojas, relojero y joyero; tenía una hermana, Clarita, toda alegría y muy simpática. Miguel enviudó joven y Manuel, su único hijo, vivía con ellos. Haciendo esquina vivía Lucrecia. Frente, pasada la bocacalle, Juanito el Latero tenía su taller. En la antigua banda de música tocaba la tuba.

 

Pegada al taller se encontraba la tienda de Eladio León, Cristales. De este señor se cuenta que, en cierta ocasión, molesto con el Ayuntamiento por el cobro de algo que le pareció excesivo, se plantó delante de entrada y, dirigiéndose a voces al guardia municipal que estaba de puerta, preguntó por Alí Baba. Aquél le contestó que allí no había ningún Alí Baba, a lo que Eladio le dijo que entonces saliera uno de los cuarenta ladrones. Al pobre hombre lo metieron en la cárcel.

Frente a Juanito estaba la tienda de ultramarinos de Ana Peña Montes. Junto vivía Eusebio Suárez, y en la planta baja estuvo la oficina de Teléfonos. Continuaba la tiendecita de Otilia, una pequeña mercería. Más arriba, las Vallejo tuvieron primeramente un boliche pequeño y posteriormente una pastelería. Frente, Cirilo tuvo una tienda de cerámica. Pegando vivían los Torito, junto a Fermín Sánchez, que siempre colgaba algunas jaulas de jilgueros o canarios a la puerta de su casa. En esa acera, por las tardes, del bar de Barrera, sacaban una mesita y Diego Herrero y Policarpo Becerra se ponían a conversar. Las noches, al amparo de las buenas tapas, se llenaba el bar.

Una noche llaman al teléfono. Quieren hablar con don Diego. Diego Jaén, tratante, se levanta, coge el teléfono y pregunta quién es. La voz le pregunta si es don Diego Reguera el médico, a lo que nuestro amigo le responde que el único don Diego es él, que el médico es Dieguito Reguera.

Así era la calle El Agua, esa que se iluminaba cuando la Banda de Música bajaba camino de La Plaza de Toros a los acordes de un pasodoble torero.

 

 

 

 

1 comentario:

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Eduardo Janeiro
Esperanza, de la calle El Agua de Ubrique y D. Bartolomé Pérez Sánchez de Medina. Podemos decir, que en aquellos años 40 y 50, que las lluvias eran torrenciales y la calle del agua era un rio de barro y tierra con piedras En Ubrique, los chiquillos cantábamos aquel anuncio de Radio Sevilla !! Pero si esto es el diluvio!! Pues cómprate un paraguas en casa de Pedro Rubio.