martes, 25 de agosto de 2009

La casa de la familia Izquierdo: ¡Un poco de madera!

 
La casa de los Izquierdo Foto: Manuel Cabello Janeiro, 1992
¡...más madera! 
 
 

La casa familiar en la que habitó  la familia Izquierdo desde 1944, era un palacete construido veinte años antes por la familia Lobatón en la Calle San Pedro, nº 22. En el escalón de la entrada, fabricado en piedra rosa de Ubrique, podemos ver las iniciales FL entrelazadas (Francisco Lobatón Gómez) y el año de construcción: 1922.

Durante veinte años fue habitada por una magnífica familia numerosa, la formada por don Francisco Lobatón y doña Francisca Herrera y sus diez hijos. La familia Lobatón se trasladó a Jerez después de la guerra y el hijo mayor, Francisco (pues el padre había muerto diez años antes), procedió a su venta.

Era una casa espectacular, con incontables habitaciones, escaleras, alacenas, recovecos, patios, azoteas, cocinas, cuartos de baño, salitas, salones, chimeneas. Por mucho que lo intentemos no podemos ponernos de acuerdo en cuántas dependencias tenía, más de treinta desde luego, repartidas en tres plantas en las que había espacio para la fábrica, los almacenes de pieles, la bodega y el hogar familiar. 

No hubo mejor casa en su momento y estuvo siempre habitada por multitud de personas de la familia y allegados. Nuestra madre cuenta que su padre la adquirió por veintiún mil duros, ofreciendo mil duros más que otra familia interesada (la de José Arenas). Fue una sorpresa para toda la familia, que estaba de vacaciones. Durante todo el verano su padre la estuvo amueblando, hizo que le construyeran los muebles tallados a medida en Ronda e hizo traer alfombras y lámparas de Madrid. Se trasladaron a la casa nueva el 20 de enero de 1944, el día de San Sebastián, justo cuando bautizaron a la más pequeña de la familia.

Un día nos contó nuestro abuelo Leandro que, para su construcción se había utilizado madera de pinsapos. Por lo visto el señor Lobatón habló con el dueño de la finca en la que está el Pinsapar de Grazalema y le pidió permiso para cortar la madera necesaria para las puertas y ventanas de una “casita” que se estaba haciendo en Ubrique. Con el permiso concedido, hizo falta madera para... ¡más de cien pares de hojas de puertas y ventanas!

Y como era una casa tan grande, con cuadras, cochera, almacenes e incluso un lugar para los animales, se había construído sobre toda una manzana, entre el río y la calle San Pedro, en la que anteriormente había más de diez casitas.

Desgraciadamente para nuestra casa familiar, nuestros abuelos se hicieron mayores, y ninguno de nosotros  podía quedarse con ella, así que hubo que venderla, pero ya nadie se ocupa de ella y están dejando que se caiga. ¡Una pena!

Ya que hoy en día parece excesiva una casa tan grande para una familia, sería buena idea que las autoridades la adquirieran como edificio de utilidad pública, por ejemplo. 

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ésta es la casa de mi familia Lobatón es un casa única pero mejor aún era la que estaba más arriba (números 48-52)perteneciente a mi bisabuelo Don José Ayala Bohórquez juez de Ubrique, Hijo de Juan Antonio Ayala(juez de Ubrique también), cogía tres calles(calle nueva,actual Cerafín Bohórquez, calle del Perdón y callejón de San Pedro), la tiraron hace unos años para hacer unos pisos, todavía en el lado derecho de esos pisos se conservan unas rejas del cierro de la antigua casa

Juan Lobatón dijo...

el propietario de El Pinsapar en ese momento era la familia Merencio Troya.
Más tarde el hijo de Francisco Lobatón Gómez, Francisco Lobatón Herrera se casaría con una sobrina de este, Flora Sánchez de Alba Merencio y éstos con el tiempo pasaron a ser los propietarios de esta finca. Con el tiempo fue expropiada y ahora es un lugar publico.

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Muchísimas gracias, Juan, por esos datos. Supongo que serás descendiente de esos "Lobatones" ¿no?
Pues la casa de tus abuelos primero y de mis abuelos después era espectacular. Es una lástima que se esté cayendo y los actuales propietarios solo quieran que se termine de caer. Ojalá la comprara alguien con sensibilidad y la restaurara, como nosotros hicimos con la de don Ernesto, que es más pequeña, pero es un poco más antigua y está en la misma calle.