Candelaria Fernández y Esperanza Cabello durante la presentación
Texto de la presentación del documental "La mujer y el agua". 16 de marzo de 2016
Buenas tardes a todos,
bienvenidos a esta actividad programada por la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento
de Ubrique que se enmarca entre las actividades celebradas durante este mes de
marzo con motivo del Día de la Mujer.
En primer lugar quisiera dar las
gracias por el ofrecimiento que me han hecho para presentar esta proyección, “La
mujer y el agua”; para mí son dos de los temas más interesantes que podrían
presentarse. Por un lado la mujer y su papel en la sociedad. Yo pertenezco a
una generación en la que aún había terribles diferencias entre hombres y
mujeres pero en la que la sociedad comenzaba a hacer un esfuerzo para
equilibrar esas diferencias.
También el tema del agua me
apasiona. En los ochenta mi padre hizo un recorrido por las cien fuentes de
Ubrique, y en los últimos años los hermanos hemos estado trabajando para
inventariar y catalogar las fuentes de nuestro entorno, aprendiendo además
cientos de historias del agua que nos rodea.
La película que vamos a ver se
llama “La mujer y el agua”, es un documental que pone en paralelo cuatro
momentos de la vida de las personas “nacer, crecer, desarrollarse y morir”, con
la vida de un río. Poco a poco, la directora y productora de la película, Nocem
Collado, una joven granadina apasionada de la fotografía muy comprometida con
el medio ambiente y la sociedad, va mostrándonos el transcurso de la vida de Bharathi, Seema,
Nanda y Laskmi, cuatro mujeres indias cuyas vidas giran alrededor del agua, son las responsables de
recolectar el agua para los suyos, para las comidas, el aseo, la limpieza y
todo.
Cuando me propusieron presentar esta película me
comentaron que era un documental duro, que presentaba la terrible vida de las
mujeres en la India. Ciertamente es muy duro, pero yo he encontrado mucha
belleza y mucho lirismo tanto en los textos como en los fotogramas.
Comienza
con un bellísimo poema de Rabindranath Tagore, la vida, ese que dice:
El
mismo río de vida que circula por mis venas noche y día, circula por las venas
del mundo y canta, en lo hondo,
con pulso musical.
Y la fotografía es bellísima,
llena de colorido y vida.
Además, quizás los más jóvenes,
como María, no lo aprecien, pero yo he
encontrado infinitas similitudes entre la vida de estas mujeres indias y las
vidas de nuestras madres y abuelas, incluso de alguna de nosotras.
Y me he permitido, gracias a las
historias que me han contado mis tías Isabel Álvarez y Carmen Sánchez, mi
compañera Candelaria Fernández y muchas amigas y amigos a través de la página
“Ubrique en el recuerdo”, hacer un relato de “La mujer y el agua en Ubrique”.
Mi primera protagonista, la de
NACER, la gemela de la india Bharathi, se llamaba María Avelino, era una lavandera
ubriqueña en los años veinte, el sustento de su familia dependía de su trabajo, y ella lavaba para las familias
más favorecidas. Cada mañana iba a la casa correspondiente y recogía la ropa
para lavar, se iba con su panera y su jabón al Rodezno, a veces al lavadero del
Benalfí, y pasaba el día haciendo la colada. Porque si hacía la colada le
pagaban algo más de aquella perra gorda que cobraba.
Nos ha contado Manola Ruiz Cabezas, una ubriqueña que ha pasado media vida lavando, cómo se hacía la colada: Para hacer la colada se
enjabonaba la ropa, después en un canasto grande de varetas se ponía un paño
basto de jerga y allí se metía la ropa enjabonada, sobre la ropa se ponía un cernidor, que era un paño basto, y sobre ese cernidor se echaba la "clarilla", las cenizas de la copa o de la candela en agua hirviendo. El cernidor evitaba que las cenizas cayeran sobre la ropa blanca, y permitía que entrara el agua en la que habían hervido las cenizasEntonces se tapaba de nuevo con otro paño de jerga basto. Se dejaba todo el día
y al día siguiente se lavaba la ropa normalmente.
María estaba embarazada (tuvo al
menos nueve hijos) y no había dejado de trabajar ni un solo día, aquella mañana
estaba preparando la colada cuando notó que el bebé iba a nacer, se retiró del
río para tenerlo y cuando el niño nació lo dejó calentito y entonces siguió
preparando la colada . Aquel día, a pesar de haber casi dado a luz en el
Rodezno, no paró hasta dejar toda la
ropa preparada.
Mi segunda protagonista, la de
CRECER, la gemela de la india Seema, se llamaba Paca Gómez García, era la
madre de Candelaria Fernández. Paca tenía nueve años cuando nació su hermana.
Hasta el momento había sido una niña “normal”, pero al nacer su hermana tuvo
que dejar la escuela para dedicarse a lavar la ropa de la familia. Se iba por
las mañanas al Algarrobal con su panera, su ropa y su jabón, tan cargada que apenas podía.
Pasaba todo el tiempo remojando, refregando, enjuagando, soleando y tendiendo.
Tuvo que hacerse su sitio entre las lavanderas mayores para poder hacer todas
esas faenas ¡desde los nueve años! Y pasaba allí todo el día, sus hermanos le
traían la comida al mediodía. Sobre sus pequeños hombros recayó la enorme tarea
de la limpieza familiar.
Según me ha contado su hija, Paca
estuvo lavando en el Algarrobal hasta los años cuarenta, cuando pusieron un
grifo en su casa.
Mi tercera protagonista, la de
DESARROLLARSE, es la propia Isabelita Álvarez. Ella, que ahora va a cumplir 97
años, nació en una casa en la que no había ni agua corriente ni cuarto de baño,
el agua de la casa la compraban a Ana “la Aguadora”, que traía tres o cuatro
cántaros de quince o veinte litros, le pagaban a chica cada cántaro. Isabel,
como otras muchas niñas, era la encargada de traer, en un cantarillo de
hojalata, el agua para beber, que se guardaba en una tinaja en la cocina. La
recogía en la pila de la Plaza o en la Pilita de abajo, que tenía un grifo y
que a veces daba calambrazos, porque era a la vez pila y farola.
Cuando empezó la Guerra Civil, en el verano de
1936, no había aguadores, pues era muy peligroso andar por las calles por culpa
de los tiroteos entre los de la falange que habían ocupado el pueblo y los
ubriqueños que habían subido a la sierra. Ir a por agua a la fuente era una
odisea, pero Isabel, valiente, se acercaba con mucho cuidado cada mañana, y oía
las balas silbar a su alrededor mientras iba y venía.
El año siguiente el agua
corriente llegó a muchas casas del pueblo, y poco a poco se fueron construyendo
cocinas y cuartos de baño, nos ha contado Inma Domínguez que la casa de su
padre fue la primera que tuvo un wc en la Torre.
En el DESARROLLARSE de nuestro
pueblo hemos de incluir, por supuesto, la alegría del agua, los buenos momentos
recogiendo el agua en las fuentes; la delicia de bañarse en el agua calentita
de un barreño de zinc; los baños en el enriadero, en la alberca del convento o,
más tarde, en el mismo pantano; o los buenos momentos que el agua procuró en
una ocasión, hace casi cien años, a los ubriqueños. Nos contó hace mucho Isabel Moreno que cuando ella era joven en una ocasión había llovido tanto que los
arroyos se desbordaron, y alagaron un molino de aceite de tal manera que el
agua fue a parar al río. La gente, con su pobreza, se fue con cacillos de
hojalata a recoger de un gran charco el aceite, que había quedado sobre el
agua. Algunos cuentan que hubo bastante aceite hasta para hacerse unas migas.
Mis cuartas protagonistas, las de
MORIR, son dos ubriqueñas de principios del siglo XIX. La gran cantidad de agua
en Ubrique, no en vano parece ser que su nombre, según nos cuenta nuestro
maestro don Bartolomé Pérez Sánchez de Medina, viene del latín “uber aqua”,
abundante en agua) hizo que molinos, fábricas de paño y tenerías fueran las
empresas más populares. La profesión de curtidor es verdaderamente dura y
difícil: además de las condiciones digamos insalubres de las tenerías, el hedor
debía de ser insoportable y los productos que se utilizaban en la curtición
difíciles de manejar.
En contra de lo que pudiera
pensarse, en 1830 había dos ubriqueñas, viudas, que se dedicaban a los
curtidos. La primera, Ana Lozano, tenía 63 años, y en los libros de censo de
ese año consta como curtidora. La segunda, María Reyna, tenía 31 años y tres
hijos, Juan, Carlos y Bentura, de 8,6 y 4 años. Las dos eran curtidoras y
debieron de tener una vida verdaderamente difícil no solo por las condiciones
de su trabajo, sino por el hecho de ser mujeres y dedicarse a una profesión de
hombres.
Hasta aquí la similitud de
nuestro relato con el documental de hoy. Este relato y el lirismo del
documental abren, para todas las mujeres, un hilo de esperanza, pues si
nosotras, ubriqueñas, hemos conseguido avanzar mucho en dos o tres generaciones
y hoy hay nuevos aires de igualdad, estoy segura de que este avance continuará
imparable si no cejamos en el empeño.
Espero que disfruten de esta
proyección, quiero agradecer a Juan Carlos Castro los datos técnicos de la
película y comunicaros que la próxima proyección del colectivo cineando será el
1 de abril con la película “Un americano en París”, que presentará don
Bartolomé Pérez Sánchez de Medina.
También quisiera decir que los
actos programados para el Día de la mujer no paran aquí, el próximo viernes,
18, tendrá lugar la conmemoración del “80 aniversario de la Sociedad de Obreras
sirvientas Renacer de Ubrique”, a las 20:00 horas en el Francisco Fatou.
El 21 de marzo a las 17:00 horas
en la Peña Flamenca tendrá lugar el XVII Encuentro de Poesía de Ubrique. En
esta ocasión contaremos con la presencia de Ana Eugenia Venegas Moreno.
El 1 de abril, a las 20:30 horas
en el IES Francisco Fatou el grupo de teatro ubriqueño “Paso a paso”
representará “Acebuche”, con guión y dirección de José Carrasco.
Nada más, muchísimas gracias por
su atención.
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