domingo, 30 de octubre de 2022

El Día de los Difuntos, por José María Cabello

 


30 oct 2020
 
 
Y llegó la festividad de Todos los Santos y el del piadoso recuerdo a nuestros difuntos. Dos solemnidades de hondo sentido religioso y de una enorme popularidad. Son el binomio trascendental de la vida y de la muerte, de la alegría y la tristeza, del gozo y de la pena.
 
Cada pueblo,cada país y hasta cada cultura la enriquece con manifestaciones bien distintas. Y una oportunidad más para que convirtamos esa neblina otoñal mañanera, pese a la pandemia, en unas jornadas brillantes que internamente nos haga disfrutar del ser y del existir. 
 
Los santos que celebramos mañana no tienen corona y carecen de peana. Son de corbata y de alpargata, huelen a cocina y pasaron su vida pendiente de los demás. Formaron parte de nuestras familias, vivieron de su trabajo y ahora son como sombras que permanecen vivas. 
 
El Libro Santo los identifica: "Vi una muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de todas las naciones, pueblos, razas y lenguas de pie delante del Trono y delante del Cordero"(Apoc. 7,2-4) y con la solemnidad de los difuntos se basan en el misterio del Cuerpo Místico de Cristo que está formado y permite la intercomunión entre la Iglesia Triunfante, la Luchante y la Purgante! 
 
Intercambiemos oraciones con la intervención de estos santos que nos liberen de la pandemia...
 
Y los difuntos. Aquí mi recuerdo se reviste de niño. Y se convierte en un placer para todos los sentidos. También en Ubrique se celebraba la vida y la muerte. El constante doblar de la campana del templo, la visita al Cementerio, las tres misas seguidas con las naves de la Iglesia repletas... y el tostón de castañas, los frutos silvestres de la sierra hoy desaparecidos o prohibidos como el palmito, los churris, las endrinas, los madroños, las murtas...
 
Y al día siguiente, dos de noviembre, la explosión de vida. Todo el pueblo en el campo. Era el día de los Paseos.
 
Pepe Cabello Janeiro

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