viernes, 1 de agosto de 2025

Mi primo Manolito, por José Manuel Cabezas Cabello

 

José Manuel y Manolo, noviembre de 1961

 

MI PRIMO MANOLITO

Nacimos el mismo mes y el mismo año (1958); el año de Michael Jackson, Madonna, Prince o Enya. Con solo nueve días de diferencia bromeábamos, sin aclararnos bien sobre quién era el mayor, ¡porque trece era superior a cuatro!

Ser niño y crecer en los primeros años sesenta del siglo XX era todo un privilegio pues siempre estábamos rodeados de primos, nuestra mayor riqueza: teníamos todo el tiempo del mundo y a los primos en la Cerca de nuestros abuelos, en el Salto de la Mora o en el Cerro de la Llave, que está muy próximo a la Cueva del Arenal donde mi tío Manolo continuaba sus exploraciones iniciadas en Ocurris.

 

La Cerca, el campo de los abuelos

 

Muchas veces jugábamos en los inmensos pasillos de la casa palaciega de su abuela Natalia, situada frente a la casa de mis abuelos paternos. Lo recuerdo alguna vez enfermo, en la habitación que se hallaba entrando a mano derecha que daba a la calle del Perdón.

Tan sincronizados estábamos que sufrimos una leve tartamudez que se acentuaba según el estado emocional y que fue casi desapareciendo con el paso de los años, quedando en algo anecdótico y residual.

Siempre quedé maravillado por sus dotes musicales. Venía a mi casa, cogía el piano pequeño de mi hermana María José y mientras yo punteaba torpemente con el dedo índice una simple melodía, él usaba todos los dedos para tocar cualquier canción. Incluso alguna vez llegamos a cantar a dúo, una versión ubriqueña de Simon & Garfunkel, en la parte trasera de la iglesia parroquial que tiene entrada por la calle Real.

Un día me dijo que le había puesto José Manuel a su segundo hijo por mí y me confesó algo que no entendí bien y que ahora comprendo: “Primo, tú nunca te fuiste de Ubrique totalmente.”

Cuando me visitasteis hace unos pocos veranos, acompañado por Reme, ya la enfermedad empezaba a mostrar su terrible faz y el color azul intenso de sus ojos iba desvaneciéndose.

Yo lo visitaba sin protocolo, ni aviso previo pues, como él me decía: “A mi primo hermano-hermano no hace falta avisarlo para venir a visitarlo”.

Desde pequeño hasta la edad madura hemos compartido numerosos “secretos”, nuestro código propio que la modestia y el pudor me impiden reflejar por escrito, pero que constituyen una fuente inagotable de sanos recuerdos.

Pasará mucho tiempo antes de que vuelva a aparecer una persona tan sincera, coherente, luchadora, versátil, tenaz, transparente, divertida y tan GENIAL como mi primo Manolito.

 

 

José Manuel Cabezas Cabello

 

 


José Manuel y Manolo, octubre 1966

 

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