miércoles, 1 de junio de 2022

Prudencio Cabezas Calvo. In memoriam

 



Cuéntame cómo vives.

Ven a mí, cara a cara;

dime tus mentiras (las mías son peores),

tus resentimientos (yo también los padezco),

y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).

Cuéntame cómo mueres.

Nada tuyo es secreto:

la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);

la locura imprevista de algún instante vivo;

la esperanza que ahonda tercamente el vacío.

Cuéntame cómo mueres,

cómo renuncias sabio,

cómo frívolo brillas de puro fugitivo,

cómo acabas en nada

y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.

Gabriel Celaya

 

 

 

Palabras para Prudencio

  

Por José Manuel Cabezas Cabello

En nombre de mis hermanos y demás familia quiero expresar nuestro agradecimiento más sincero por vuestra presencia.

Estamos abatidos por el fallecimiento de nuestro padre y con una mezcla de sentimientos entre los que dominan la tristeza, el pesar y desamparo,  pero con el alivio porque ha dejado de sufrir.

Mi padre fue siempre un  hombre íntegro de una humanidad ejemplar y de hondas convicciones intelectuales, empresario de la piel, de espíritu resiliente,  sabio amante de la filosofía, trabajador infatigable, lúcido colaborador del Periódico de Ubrique hasta fechas muy recientes,  erudito e incansable lector, ensayista,  emprendedor versátil  y luchador por numerosas causas y uno de los últimos supervivientes de su generación.

Su discreta vida fue siempre identificada con su denodado  trabajo constante, un compromiso ético muy elevado y un alto nivel de exigencia consigo mismo y con los demás.

Consiguió vivir toda su vida de acuerdo con sus ideas liberales  tratando de no hacer daño a nadie. De habérselo propuesto habría llegado a ser un gran profesor de Filosofía, Ética, Antropología o Sociología.

Pertenece a aquella generación hoy desaparecida que trataba a sus padres de Usted y que usaba el sombrero o boina como prenda de vestir diaria.

 Siguiendo sus convicciones más profundas en Navidades regalaba a sus amistades un libro o una rosa para cultivarla. Creó la librería Cumbres Abiertas para el fomento de la lectura.

 Sus ideas morales  más hondas se sintetizan en su solidaridad, el compromiso ético con los más débiles, la redención por el esfuerzo denodado y el trabajo constante, el no desalentarse bajo ninguna circunstancia adversa, la labor bien hecha, la defensa de la austeridad pues según él “el árbol humano crece mejor, más fuerte con poca agua que regándolo en exceso y la vaga esperanza de un futuro más racional y sensato.

 Mi padre, hombre de carácter fuerte y estricto, personalidad de una complejidad poliédrica con numerosas aristas, reunía en sí todas las contradicciones que hacen grande e irrepetible a un ser de enorme calidad humana: cazador ecologista, eterno enfermo imaginario con salud de hierro, austero ahorrador dadivoso y magnánimo, filósofo culto la mayoría de las veces e ignorante casi nunca, crítico zascandil noble, inquisidor de corruptos, revolucionario conservador, espiritual anticlerical, machista feminista, metafísico pragmático, idealista fenomenológico, con abundante coraje moral para suplir la falta de fortaleza física, tímido extrovertido, egocéntrico altruista,  conservador liberal progresista, ferozmente antifascista y anticomunista, equidistante entre la izquierda y la derecha, con carácter duro pero sentimental a la vez, paciente impacientado, racio-vitalista intuitivo de memoria prodigiosa, autosuficiente, autoritario y complejo, erudito, gran conversador, tertuliano y contador de maravillosas historias (Danauta, Fridolín), cartesiano, kantiano y hegeliano, orteguiano hasta la médula, (haciendo honor a su apellido) con una cabeza muy bien amueblada, pero a veces con poco corazón, orgulloso, intransigente  y dogmático: aprendiz constante siempre sorprendido por la naturaleza y los enigmas  humanos. Confesaba que jamás se había acostado un solo día de su vida sin haberse ganado el pan trabajando al máximo ese día. Y, si ha vivido casi un siglo, necesitaría haber vivido al menos otro siglo más para poder materializar todos sus  innumerables proyectos.

Cada uno de nosotros tiene al menos un átomo de Julio César;

 mi padre, como mínimo dos.

Hasta siempre, Papá


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