jueves, 17 de julio de 2025

Manolo Cabello en mi memoria, por Pedro Galiana

 


 

 

MANOLO CABELLO EN MI MEMORIA 
 
La última vez que vi a mi amigo Manolo Cabello fue en el cruce de la calle Pasadilla con Azorín. Yo venía de la farmacia de la Avda. de España y, como siempre, me paré a mirar bien arriba nuestra imponente Sierra. Manolo me vio y paró su moto. Entre sus pies llevaba una maceta con un arbolillo endeble y joven, creo un nogal o un quejigo, que a duras penas se mantenía tieso en el tiesto. Le pregunté que adonde iba y me dijo que a plantar el arbolillo a la Sierra que falta hacía. Como siempre, sonriente y amable, cariñoso y cercano me preguntó cómo estaba y qué hacía por allí. Lo miré y le dije que mirando al Calvario y que no sabía qué tenía esta tierra, nuestra Sierra, que tanto me ataba y que aun sin nacer en Ubrique ni vivir en el pueblo siento algo nuevo cada día cuando asomo por las revuelta de las Pitas. 
Manolo sonrió y poniéndome la mano en el hombro me dijo : “Amigo un ubriqueño nace donde le da la gana… y tú lo hiciste fuera de aquí …”
Me emocionó; le di un abrazo, lo miré agradecido y allá se fue a plantar el arbolillo…
Manolo nos acercó todo ese patrimonio natural que, a veces, valoramos poco, que es nuestra Sierra. Día a día nos traía un relato pormenorizado de los sitios más anónimos que no lo encontraréis ni en mapas ni en planos, pero sí estaban en el corazón y en el recuerdo de mi amigo. 
 Con nosotros compartía su manera de interpretar la Naturaleza y nos regalaba su cosmovisión de la Vida esa que era Ubrique y su Sierra. Era su mundo y su propósito de vida defenderla mostrándonosla y concienciándonos del tesoro que teníamos y que no cuidábamos.
Hemos de agradecerle el legado que nos ha dejado al compartir no solo la forma que tenía de amar la Naturaleza sino el respeto inmenso que le tenía a todo lo que le rodeaba.
Pero también, como médico, Manolo me enseñó el valor de llevar con dignidad una larga y dura enfermedad… Nunca le escuché un reproche, nunca una mala cara ni en los momentos más duros que Reme me contaba.
¡Impresionante y ejemplificante!
Cuando le preguntaba por su salud minimizaba su enfermedad, le restaba importancia, confiaba en los médicos, en los tratamientos … todo con una sonrisa … estoy seguro para no entristecer ni preocupar a nadie aun siendo conocedor de su enfermedad.
Una cosa más para recordarlo y tenerlo en mi corazón.
Me dicen que se despidió rodeado de todos, de Reme, de sus hijos y hermanos … y que se fue cumpliendo hasta su última hora con el deber de colgar en su página las noticias de su Sierra. Así es como uno se debe despedir de este mundo de la mano del amor y la compañía de quienes quieres y te quieren…y con la tranquilidad, estoy seguro, de saber el lugar donde deseas que ronde tu alma por toda la eternidad. 
Manolo seguro que eligió merodear entre las rocas y los arroyuelos de su Sierra y allí seguirá poniéndoles nombres a cada sitio, cada piedra, cada camino o cada hilillo de agua. Ese era su Paraíso aquí en la tierra y ahora es su Cielo. Ahí creo que está regalando sonrisas. Ahí y en el corazón de todos, al menos en el mío, y qué fácil será recordarlo solo con levantar a diario la mirada a lo alto de la peña …
En el funeral de otro amigo que se fue, Antonio Mateos, el coro al que pertenecía Antonio y Manolo cantó durante su despedida y al final de las exequias Manolo alzo la voz y se despidió con un “… hasta luego amigo…” Lo decía de corazón y…. así era Manolo.
Uno quiere y se siente de un pueblo y de sus gentes cuando, no solo se alegra de lo bueno que pase a ese pueblo y a sus gentes sino también cuando sientes a sus muertos como tuyos y así cada vez más lo siento en mi corazón.
Mis dos amigos y Reme y María Jesús sus esposas , cantando juntos en el coro... se anuda la garganta y el alma.

 

 

Pedro Galiana Jiménez durante el homenaje del Día del Petaquero. 

Fotografía de Radio Ubrique (en este enlace).
 

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