lunes, 28 de septiembre de 2015

Ocurris en el "II Encuentro de Ubrique en el recuerdo"

El grupo de "Ubrique en el Recuerdo" durante la visita a Ocurris
26 de septiembre de 2015


Por Esperanza Cabello 


Como nuestros amigos saben ayer sábado tuvo lugar el "II Encuentro Ubrique en el Recuerdo". Nuestro grupo de facebook, que acumula miles de fotos, miles de comentarios y miles de amigos, acudió a un segundo encuentro (el primero había sido en enero de 2014).
 En esta ocasión con un marcado acento campero y, como siempre, cultural.
Habíamos hablado muchas veces de hacer una paellita en el campo, de organizar otra visita por el pueblo, de subir al Calvario o al Ubrique el Alto. Habíamos hecho muchos planes. Pero nunca terminaban de cuajar.
Hay que tener en cuenta que en nuestro grupo hay muchos ubriqueños que viven fuera, otros que trabajan fuera, otros que tienen muchas obligaciones y nunca encontramos el momento apropiado para todos.
De todas formas al final arrancamos y decidimos reunirnos este fin de semana. El plan era muy facilito: Visitar Ocurris a primera hora de la mañana y reunirnos al mediodía en los Veinte Pilares para hacer un picnic.






Y a las diez estábamos casi todos en Ocurris. Habíamos hecho la reserva para un grupo de unas treinta personas, y allí estábamos, tempranito y dispuestos a disfrutar la mañana. Coincidió con una jornada de puertas abiertas, por el Día Internacional del Turismo, pero de todas formas hubiéramos pagado de buen grado el eurito que cuesta a los ubriqueños recorrer  el yacimiento y conocer de primera mano los detalles de este lugar mágico.



Desde el primer momento encontramos amabilidad y buena disposición, desde Antonio Mateo y su familia, en la Venta, hasta María y Salvador, que nos acompañaron durante la visita. Nada más entrar nos sorprendió muy agradablemente lo limpísimo y lo cuidado que estaba todo. Se nota, a la legua, el trabajazo que están haciendo los responsables del yacimiento. El camino limpio como una patena, los edificios sin maleza, sin piedras ni suciedad de ningún tipo.
Y desde el primer momento también comenzaron los reencuentros y los saludos. Como en la primera reunión, cada uno de nosotros llevaba una etiqueta identificativa, aunque en esta ocasión éramos muchos los "repetidores",  y, teniendo intereses comunes y conociéndonos al menos virtualmente todos, las charlas, los comentarios y las alegrías surgieron casi instantáneamente.




 La verdad es que la arqueóloga que nos guiaba, María Campos, tuvo una paciencia ejemplar. Se paraba constantemente para que los mayores fuéramos recuperando el aliento en las cuestas y comentaba con los más pequeños detalles curiosos, haciendo que se fijaran (ellos y nosotros) en los árboles, en las piedras, en las estructuras. Y Salvador, que cerraba el grupo, estuvo todo el tiempo pendiente de todos, siempre atento y discreto. María puso mucho interés en mostrarnos la gran labor que tanto Manuel como Salvador, los guardas del yacimiento, hacen a diario, y nos explicó que el éxito de todo es el trabajo de grupo.




Algunos de los que íbamos en la visita habíamos, como dice nuestra madre, "echado los dientes en el Salto de la Mora", y por supuesto todos habíamos ido a las laderas de Santa Lucía a comer boniatos y castañas el Día de los Paseos.
Hubo tiempo de recordar la tienda de Cristales y su gato, con las castañas pilongas; también el mosto de la viña del "moniato", (ahora la Viña del Rubi, donde sigue habiendo el mejor mosto del lugar), o las castañas cocidas, las excursiones al Pico de San Cristóbal y los días de campo de antaño.
Comentamos que esta visita era, para muchos de nosotros, como si hubiéramos recuperado, de alguna manera, el Salto de la Mora, como si hubiera pasado mucho tiempo sin que hubiéramos podido subir, y hoy nos hubieran -nunca mejor dicho- abierto las puertas de "nuestra antigua casa" de par en par.



Poco a poco los más rezagados se unieron al grupo. Nos encantó que Juan y su familia llegaran por fin, los habíamos esperado al principio, como a Antonio y a su familia, que llegaron muy prontito, pero llegamos a temer que no vendrían, aunque llegaron al Columbario.
La verdad es que tanto el clima del grupo como el paseo, el tiempo (que nos acompañó agradablemente durante toda la jornada) y las charlas fueron de lo más distendido y grato. 


La visita se nos fue haciendo muy corta. Había mucho que ver y María y Salvador hicieron gala, como hemos dicho, de una gran paciencia, porque estábamos encantados con el lugar, nos parábamos a hacer fotografías, a mirar el paisaje, a fijarnos en las ruinas. Estos parones hicieron que no pudiéramos hacer la visita con más tranquilidad, puesto que siempre hay que cumplir con el horario, ya que a las doce hay otro turno de visitas.



En el columbario, con la llegada de la familia de Juan y los nervios de los acontecimientos del día, se nos había olvidado hacer la foto de familia. Pero al llegar al primer depósito de agua tuvimos tiempo de seguir disfrutando de las explicaciones de la arqueóloga al tiempo que pedíamos a Salvador que hiciera de fotógrafo improvisado. La verdad es que es un lujo poder oir todas las explicaciones, a veces te transportas a otros tiempos, a otra época en la que tod era diferente. Manuel quiso saber qué era la estructura que se veía y pronto todos estuvimos viendo la fuente, la estatua de al diosa, el entorno...
(Gracias por las fotos, Salvador).



Y las explicaciones siguieron después, así supimos cómo era el acueducto que traía el agua a Ocurris desde El Castril, cómo serían las tuberías y cómo funciona un sifón. Didáctica y amena, María volvía a transportarnos al mundo romano.




Al llegar al foro nos llevamos una sorpresa monumental: está limpio como una patena. Se ve el esfuerzo y el trabajo que realiza a diario el equipo encargado del yacimiento. Jamás lo habíamos visto así. Era impresionante. 
Nuestra guía nos comentó, al hablar de la zona, que fue precisamente nuestra hermana, la arqueóloga Natalia Cabello, durante los trabajos de limpieza que realizó a mediados de los noventa, cuyo resultado está publicado en Papeles de Historia y en este enlace,  quien explicó que esta zona, aterrazada, era uno de los detalles que hacían pensar en un primitivo asentamiento íbero, pues los íberos se instalaban en lugares altos, bien defendibles, como Ocurris, y aterrazaban el lugar para poder construir.
 Al estar en el foro, pedimos a nuestra guía que nos diera un minutito para tomar la palabra y dar la bienvenida, en este caso como "anfitriones" a todos los del grupo, también para dar las gracias a todos los que habían hecho posible que esta reunión fuera posible y a todos los que nos han facilitado todo lo necesario para este día.




Era impresionante hablar a un grupo en el foro, y también era el momento de dar la palabra a una de las integrantes del grupo, que estaba allí en calidad de miembro, pero también en calidad de alcaldesa, Isabel Gómez García,acompañada por Manuel Jesús Chacón, el Primer Teniente de Alcaldesa.
Isabel se dirigió al grupo, dando a todos la bienvenida y agradeciendo la presencia especialmente, a los ubriqueñso que venían de otros pueblos y ciudades, explicando también   que hacíamos una gran labor desde el grupo recuperando la memoria colectiva con tantas fotografías y siempre en un tono amable y familiar. También tuvo palabras de agradecimiento para el equipo que gestiona el yacimiento por la eficacia de la gestión y el estado del lugar. Del mismo modo anunció que continuarían gestionando el lugar, e intentarían seguir mejorándolo, pues era un tesoro para todos, y para los ubriqueños en particular.


 La visita continuó hacia las Termas, a nosotros nos gusta especialmente pensar que sigue existiendo la posibilidad, como apuntó don Salvador de Sancha (y Manuel Cabello también) de qu erealmente aquella zona pudiera estar relacionada con una antigua Tenería.
Nos encantó ver todo el lugar escrupulosamente limpio, los depósitos sin un solo guijarro y sin ninguna piedra de aquellas grandotas que habían caído en el interior, los pequeños taludes sin malas hierbas y sin tierra por doquier.




Poco a poco el final de esta primera paret del encuentro iba llegando a su fin. Durante el camino no sdio tiempo de "conocer" un poco mejor a nuestros amigos, de charlar con ellos y de disfrutar de estos momentos contando historias. Nosotros contamos cómo nuestros padres se "habían conocido" en una excursión al Salto de la Mora, y unos amigos nos contaron cómo se habían conocido durante una excursión al Pico de San Cristóbal, él se había ofrecido a ayudar a ella con el canasto, que pesaba mucho, y aún siguen juntos en la actualidad, disfrutando de los nietos.
Al llegar a la venta pudimos ver el magnífico audiovisual que te transporta a otros tiempos (oyendo la voz de Paqui Viruez puedes realmente viajar con la imaginación) y con el que puedes ver el yacimiento a ojo de pájaro.
También tuvimos ocasión de tomar un cafelito y de firmar en el Libro de Visitas, agradeciendo todas las atenciones.
Era el momento de dirigirnos, una vez que terminó la prueba ciclista que tuvimos ocasión de ver, a los Veinte Pilares, donde nos esperaban los amigos que no habían podido subir al Salto de la Mora.
Íbamos contentos de haber pasado la mañana con todos, de haber conocido a Álvaro de mayor (hacía más de veinticinco años que no veíamos a su familia), de haber estado con Trini, con Juan, con Paqui, con Lupe, con Carmen, con María, con Manola, con Manolo, con Reme, con Paca, con Ana, con Pepe, con Manuel, con Antonio, con Puri, con Pepi, con Pepe, con ... tantos.


Cuando llegamos a los Veinte Pilares ya había allí un buen montón de personas. Nos encantó ver a la familia López casi al completo (sabemos que eso es imposible, ya que es una gran familia, pero sí era una estupenda representación), con el tío Antonio a la cabeza, el más veterano de todos; a la familia Pérez, a la familia Cía, a la familia Román, a la familia Sánchez, a tantas familias y a tantos amigos.
Ya estaban colocadas varias mesas y el ambiente era estupendo. Si en Ocurris estábamos unos treinta en los Veinte Pilares pudimos llegar a cincuenta.



Cada uno había preparado un montón de exquisiteces y, como estaba previsto, hablamos, comimos, reímos, brindamos con un exquisito vino de más de ciento treinta años que Manuel y Paqui trajeron, celebramos el cumpleaños de Puri, que había hecho una deliciosa tarta de queso.
Y tuvimos ocasión de merendar con las tartas y dulces que habían preparado todos. Elena y Lucía habían hecho una tarta de obleas, Pepi una tarta de manzana, también había un delicioso hojaldre y un montón de dulces.



Y aquí debemos terminar la crónica, receordando estos buenos momentos de reunión y de amistad. Decir que nos impactó ver cómo dos amigas de la infancia que no se veían desde hace cincuenta años se encontraron sin saberlo previamente, y notar cómo todo el mundo estaba contento y a gusto.
Gracias a todos los que han hecho posible estos buenos momentos, estamos seguros de que otros encuentros tendrán lugar. 
Ojalá para la próxima vez demos con el momento adecuado que venga bien a todos los que, a su pesar, no pudieron acompañarnos.


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