martes, 5 de enero de 2021

Canastos de Reyes, por José María Cabello

 

                                             Canastos en casa de los abuelos Luis y Memi


Por José María Cabello Janeiro


Para mí, los canastos de Reyes son el el más vivo recuerdo de mi niñez. Nosotros teníamos a la mejor artista en su creación. Mi prima Isabelita Álvarez Janeiro, que era capaz de confeccionar veinte canastos iguales pero con adornos distintos.

Y como abuela Julia era también exagerada en generosidad llenaba el balcón que da a la plaza n o solo con los nuestros, sino con los de los petaqueros que formaban entonces la plantilla, instalada en el piso principal de nuestra casa familiar. 

Toda una policromía, con las numerosas plantas que adornaban el balcón y el permanente verdor de las enredaderas que caracoleaban por la fachada.

 Lo importante es que se trataba de un trabajo colectivo, que acentuaba la unión familiar tan propia de estas fiestas navideñas. Los más pequeños éramos los recaderos y acercábamos las tijeras, el almidón y todo lo utilizable, los mayores los papeles de color y ayudando a Isabelita y todos juntos ganado la ilusión conforme iba tomando forma el canasto de las sorpresas. 

Eran los duros años de la posguerra incivil en los que prevalecían la necesidad y la pobreza. Por lo que con tanto oropel era escaso su contenido. Unas muñecas de cartón, algún juguete de madera... y un montón de chucherías, pececitos negros como de brea, bucaritos y jamoncitos de la confitería, palodu...

 Pero saltabamos de alegría. Despues llegaban lo Reyes. Nada de carrozas ni de camellos. Asentados en humildes mulas llegaban a la Plaza repartiendo caramelos a voleo y arrancando a su paso la alegría expresada en interminables aplausos... Y hasta aquí puedo contar. 

El día 28 de septiembre de 1942 ingresé como interno, recién cumplidos los nueve años en Málaga. Cambie los tres dones de los Reyes Magos exclusiva y únicamente en incienso. El curso allí era completo. Ni vacaciones de Navidad ni de Semana Santa. Se me acabaron la fiesta, los regalos y mi canasto de los Reyes Magos.

 Hipotequé mi infancia y dejé de ser niño. Por eso escribí en estos apuntes mi Balada Triste de los Reyes Magos. Pero permaneció la ilusión, la superé con creces en mis hijos y en mis nietos. La fiesta sigue. Ni la pandemia nos arrebató la ilusión ni la esperanza. Somos pueblo de artistas. Por eso veo a la estrella de los Magos iluminar con más fuerza las calles de Ubrique para que, reviviendo con fuerza la tradición de siempre, luzcan nuestros canastos de Reyes !!

¡Felicidades a todos!

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