3 de mayo de 1986. La cruz de la plaza de la Verdura
Fotografía de Esperanza Cabello
Por Esperanza Cabello
Continuando con la serie de publicaciones sobre la fiesta de los gamones, hemos recuperado el escrito del padre J. Campos Giles llamado "Ubrique, un pueblo jugando al esconder" publicado en el boletín del arciprestazgo de Ubrique en 1950 y que ya habíamos publicado en el blog en septiembre de 2009 (en este enlace).
Don José Campos Giles, fue el primer ayudante como coadjutor que tuvo Don Rafael Jiménez Cárdenas como párroco en los años cuarenta del pasado siglo. Un cura malagueño, de los muchos ejemplares que nos regaló la diócesis cuando nuestro pueblo y su arciprestazgo pertenecían a su jurisdicción.
Por su aspecto casi infantil esquivó la muerte en Campillos, su ciudad natal, en las tristes jornadas de nuestra guerra incivil que tantas bajas ocasionó e el clero malacitano. Dejó una profunda y larga huella de los años que pasó en nuestra sierra atendiendo pastoral ente las parroquias de El Bosque y Benamahoma...
Tenía una gran formación literaria y musical, de la que es muestra esta perfecta narración poética. Fundó la primera coral ubriqueña, en un perfecto tándem musical con el Maestro Mateo (otra figura ubriqueña, que sigue hundiéndose en el olvido) y compuso numerosas canciones, de las que fue autor de su letra, y puso en escena un auto sacramental "la Santa Virreina" que protagonizó una joven Pilar Sánchez de Medina en el salón de los Yuste, un día de Santiago de aquellos años.
Pasó de Ubrique a Olvera, hasta que consiguió coronar a su Virgen de los Remedios y posteriormente se fue de misionero a Venezuela con un cura paisano, Miguel Ángel Corrales García. Pero don José Campos volvió más tarde a la sierra gaditana. Un triste asunto. Un sacerdote, de los que vinieron de fuera para reforzar el clero local tuvo un grave desliz que obligó a devolverlo a su región de origen y el obispo de Málaga don Balbino Santos aplicó todo el rigor del derecho penal canónico, con la sanción casi medieval del " interdicto del lugar” que consistía en privar de oficios religiosos a una población, en este caso de El Bosque y Benamahoma contra el principio de pagar justos por pecadores.
Fue don José quien tuvo que cerrar los sagrarios y consumir las hostias consagradas. Y después de presidir actos de piedad y desagravio, reanudaría prestación de sacramentos.
¡¡Otros tiempos!! Y la actitud propia de aquel nacionalismo ultra canónico ajeno abrumaba con prácticas externas sin contenido interno el auténtico del mensaje evangélico.
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