viernes, 12 de marzo de 2021

Gamones en 1906. Por William. Gamones IX

 


 

Biblioteca virtual de Andalucía (en este enlace)

Periódico "La Dinastía", mayo de 1906

 

Por Esperanza Cabello

 

Después de muchas semanas buscando incesantemente en archivos y bibliotecas virtuales con la pretensión de lograr una "serie de gamones" buscando los registros más antiguos de nuestra fiesta,  hemos encontrado ¡Eureka! un texto de Williams, periodista (de quien hemos publicado algún que otro artículo en este blog), escrito en mayo de 1906 y que hace referencia a la quema de gamones en Ubrique, a las fiestas, a san Isidro y a las cruces de mayo. Este artículo está en la Biblioteca Virtual de Andalucía, en el diario "La Dinastía".

Eso sí, en este artículo habla de los gamones por san Isidro (el 15 de mayo), recordemos que el padre Sebastián escribía que se crujían "algamones de los montes" el día de la Cruz y en las fiestas de san Isidro, san Pedro y san Juan.  

Y, aunque se trata de un artículo bastante extenso, hemos querido transcribirlo en su totalidad, ya que después de su estancia en Ubrique, donde se aloja con el diputado Bartolomé Bohórquez (el fundador del cementerio de san Bartolomé), va a la dehesa del Gamiz (aquí la conocemos como "el Gamín"), una de las fincas que existían en los Alcornocales, como la Alcaría, tan relacionadas con nuestro pueblo y en las que vivían tantas personas.

Se trata de un artículo exquisito, escrito con pulcritud y meticulosidad, en el que podemos ver reflejada la vida de nuestros abuelos y bisabuelos en aquellos tiempos en los que ni siquiera había carreteras ni caminos, solo veredas.


Cada vez que visito a Ubrique encuentro más pintorescas y lindas las vistas que se disfrutan paseando por sus alrededores. Ahora si el tiempo nos hubiese favorecido, si no hubiésemos atravesado las huertas y los jardines con un cielo plomizo y un viento fresco y desagradable que denunciaba próxima lluvia, habríamos apreciado en todo su esplendor la lozanía de esta vegetación y las galas brillantes de la primavera andaluza. Pero nada, todo ha sido cariz de noviembre, salimos a pasear con paraguas y no dejamos ni un momento el abrigo. Las dos noches que pasamos allí fueron de frío. Por ello no estuvo este año tan animado como otros la velada de San Isidro en cuya fecha se encienden a las puertas de las casas candelas.

Preguntando yo por el fundamento de esta costumbre me dijeron que era muy antigua: no es la fogata solo un pasatiempo y un recreo, según hubieron de decirme, sino que también tiene algo de extraña devoción porque se le enciende la candela a San Isidro, para que éste, viendo la cosecha y lo sembrado, no se pierdan.

Los chiquillos echan al fuego, «gamones» y se escucha de cuando en cuando, el ruido de la detonación que produce la planta seca al caer entre las llamas. Otra tradición de este mes, es adornar con flores las cruces que hay en las esquinas de varias calles. En la Parroquia y en el Convento se celebran los cultos a la Virgen con ofrecimiento de flores y cánticos y ahora los frailes preparan, con solemnidad, una novena que empezará el 25, a la Pastora.

Durante nuestra corta estancia en la industriosa villa no ha cesado de prodigarnos atenciones con su acostumbrada esplendidez, el diputado a Cortes del distrito tan popular en este pueblo donde tanto se le quiere y se le estima don Bartolomé Bohórquez. En su casa perfectamente puesta, se encuentran todas las comodidades y tanto él como su distinguida esposa, se afanan y se desviven por atender y obsequiar a sus invitados.

 

Al regresar al Gamiz encontré también el mal tiempo. Los que se habían quedado en la Alcaría todo el día 16, me contaron lo imponente y majestuosa que resultó la procesión, que yo no pude ver por mi viaje a Ubrique. Dicen que hacía un efecto precioso el tránsito de la comitiva religiosa por el jardín de la finca, que llama la atención por los grandes macizos de rosas granas y blancas que tiene.

El señor cura de Ubrique, que había predicado después del rosario, con gran elocuencia una plática, ponderando las grandezas de la Virgen, llevó á S. D. M. bajo palio, yendo con luces los Condes, su familia, sus invitados, sus colonos y los empleados y sirvientes de su casa.

Hubo por la noche espléndida comida y terminada ésta se pasó muy amenamente la velada con juegos de prendas, en los que demostraron su ingenio y su habilidad muchos de los asistentes.

Hoy ha habido gran concurrencia en esta dehesa: se han celebrado tres bautizos y una boda. Era típico ver llegar las respectivas cabalgatas; en las mulas subidas las mujeres con sus críos, que naturalmente traían «los trapitos de cristianar»; guiando las bestias los hombres y no faltaban quienes se habían tomado «como desayuno» cuatro o cinco horas de camino a pie para presenciar la fiesta.

El cura de Cortes, D. Antonio Reguera Carrasco, que por cierto habla mucho de Cádiz, pues estudió en ese Seminario cuando era rector D. Manuel Bosichy, y pío operario el Padre Rafael Montañez, fue el oficiante en todas las ceremonias. Primero casó y veló a los novios. Ella ni era una niña, ni tampoco una beldad; vestía de negro, con su velo del mismo color: el novio trabaja en un molino cercano; llevaba terno gris, y si no muy joven, era por su aspecto capaz de luchar y pelear con alcornoques y chaparros: ambos comulgaron en la misa: las arras fueron monedas de a peseta, y como por estos alrededores no hay platerías, los anillos tuvieron que facilitarlos dos de los concurrentes.

Mucho público hubo en la capilla, tanto que hasta el jardincillo de la entrada llegaban los fieles.

Después del casamiento predicó el Sr. Reguera; antes había dicho misa el Guardián de los Capuchinos de Ubrique R. P. Diego de Ronda; y a eso de las once tuvimos los tres bautizos, de modo que esta modestísima ermita pudo competir hoy en cultos con una parroquia de importancia y de trabajo.

Los padrinos y los novios antes de marcharse obsequiaron con «piñonates», dulce característico aquí en esta clase de solemnidades y que reemplaza al «pudin» ó bizcocho de boda, y con aguardiente, a los que habían presenciado la ceremonia y los zagales que por aquí viven, gritaron y vocearon, pidiendo cuartos y dulces.

Escribo casi de camino; entre «los horrores» del equipaje y recogida de chismes. Me dan priesa para terminar y amenazan con recoger el tintero y el papel que necesitan ser guardados. Y yo, antes de que se cumpla el anuncio, cierro la carta, la pongo un sobre y se la entrego a un propio.

WILLIAMS.

Dehesa del Gamiz, 20 mayo.

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