jueves, 29 de diciembre de 2022

El "Sanantonio" por Manuel Cabello Janiero

 

Portada del Diario de Cádiz

13 de septiembre de 1981

Gentileza de Rafael Pérez



Por Esperanza Cabello


Nuestro hermano Leandro nos ha traído un "regalito" de Navidad. Él es una de las personas que cultivan la buena costumbre de la conversación, y más si se trata de hablar con personas interesantes y que tienen mucho que contar, como es el caso.

Resulta que ha tenido algunas conversaciones con Rafael Pérez, un antiguo empresario marroquinero ubriqueño, ya jubilado, que tuvo la suerte de conocer aquel Ubrique antiguo que añoramos.

El Ubrique del resurgimiento de las petaquerías, el propio Rafael junto con su socio montó su propia petaquería y fue fabricante muchos años. El Ubrique que visitó Matheu, a quien Rafael conoció personalmente y con quien  mantuvo una gran amistad. Pierre Matheu, el pintor sobrino de  Manuel de Falla que plasmó en sus lienzos el centro histórico de nuestro pueblo y precisamente en uno de ellos se vislumbra la entrada de su petaquería.

Y Rafael atesora recuerdos ubriqueños por doquier, conserva con cariño la memoria de nuestro padre y de nuestro tío Pepe, a quien admiraba, y también, como los buenos, conserva con cuidado fotografías, periódicos, libros y "tesoros" ubriqueños.



Rafael en la tienda de Camenae

Un maestro marroquinero de los que ya casi no quedan


Y precisamente ha tenido la amabilidad de mostrar a nuestro hermano Leandro uno de sus recuerdos, un suplemento dominical del Diario de Cádiz del 13 de septiembre de 1981, dedicado en exclusiva a Ubrique y su feria.

Lo mejor es que, conociendo la debilidad de la familia por los escritos de nuestro padre, Rafael nos ha reseñado un artículo que Manuel Cabello Janeiro publicó en este especial feria 1981 sobre uno de los símbolos de nuestro pueblo: El San Antonio.



Diario de Cádiz. Dominical del 13 de septiembre de 1981
Gentileza de Rafael Pérez


Artículo que transcribimos a continuación:


APUNTES PARA UNA HISTORIA

UBRIQUE Y EL “SANANTONIO”

Por Manuel Cabello Janeiro

 

Son muchas las hipótesis sobre la realidad de un Ubrique como pueblo o como entidad. Escasamente muy poco sabemos de ello. Salvo núcleos muy aislados, los asentamientos primitivos que conocemos corresponden a hábitats muy pequeños y concretos, o a lugares habitados por reducidos grupos humanos, sin llegar nunca a alcanzar la identidad de una pequeña población o una villa.

Recordemos la existencia del hombre primitivo, neo y eneolítico, en las cuevas del Rano, del Berrueco, de las Palomas o de la Motilla; los yacimientos del Bajo Bronce o del Rincón: el iberorromano de Ocurris; los romanos del Salto del Pollo y de la Bovedilla; las «villas» romanas de la guardona y de la avenida de Carrero Blanco[1], y un largo etcétera.

No obstante, el Ubrique histórico que buscamos comienza a florecer a partir de un pequeño poblado de pastores, asentado en los lugares conocidos actualmente por «Ubrique Alto», al este del Ubrique moderno, sobre una planicie recostada en los inaccesibles farallones del Tajo, Sierra Alta y La Maceta. Fundamento esta existencia en los continuos hallazgos de restos y materiales sobre superficie, cuya existencia identifica la presencia de este Ubrique primitivo. Asimismo, en estas prospecciones no es difícil localizar otros restos más antiguos, pero en menor cuantía, que corresponden a épocas tardorromanas y de los que en su día tendremos constancia, cuando se realicen de manera oficial algunas catas o excavaciones arqueológicas.

Pero continuando con este Ubrique pequeño y pastoril, cuyo nombre originario pudo ser Umrica, se encontraba, como he dicho, en la altura, en una situación envidiable y a salvo de toda contingencia bélica precisamente por ser tierra «de frontera» entre los reinos cristianos y el moro de Granada, pero sufrió numerosos asedios a lo largo de los casi 250 años que permaneció situada en territorio de «racias».

Pero llegó el momento de la paz, tras la caída de Ubrique en manos de duque de Arcos, en 1485. Con esto, su situación buscaría lugares más accesibles, bajando uno de los escalones insalvables de la sierra y asentándose en torno a la actual y conocida calle de la Torre, cuyo nombre, obvio es decirlo, lo toma de una antigua torre, la del San Antonio, en cuya base hemos detectado la presencia de basamentos y sillares romanos Esta singular torre del “Sanantonio” es un torreón colocado sobre unas altas rocas y adosado a las paredes de un templo en uso, pero con cultos muy restringidos, y de la que se ha hablado mucho y bueno. Recuerdo una extraordinaria frase que a este respecto me dijo hace muchos años el inolvidable fotógrafo aficionado don Francisco García Parra, cuando trabajaba una fresca tarde de verano sobre el puente de la Esperanza: “No habrá una bella fotografía de Ubrique si no aparece por cualquier ángulo una toma del San Antonio”.

 

Porque en verdad es una torre para la contemplación, el estudio y la admiración; difícil de describir, su base es rectangular, montada sobre rocas y los restos de otra torre albarrana perdida en el tiempo; auténtico equilibrio de alpinista, no tiene parangón en España entera.

Es, sin duda, un testimonio permanente del Ubrique moderno, y originariamente pudo ser la torre de una basílica o templo romano, la torre de una muralla o el alminar o minarete de una mezquita árabe (hay un arco califal de ladrillos en su cara norte) que posteriormente haya sufrido diversas transformaciones hasta convertirse en una torre con las características que le son peculiares y cuya remodelación fue efectuada en 1886.

Adosado a ella, el templo de San Antonio, de una sola nave, con bóveda de medio cañón y de poco gusto arquitectónico. No obstante, lo que sí vale una visita es la entrada al mismo templo por una gran puerta frontispiciada por unas dovelas polícromas, que en conjunto forman un admirable dibujo traslúcido a través de unas cuantas capas de cal de sucesivos encalados.

Lamentablemente, este interesante foco para el estudio arqueológico y arquitectónico se encuentra actualmente en muy mal estado. No solo el propio templo, sino esa soberana y maravillosa torre digna de salvar por cuanto dice, por su sola presencia, de historias, de tradiciones y de leyendas y, cómo no, por ser el símbolo permanente para todos los ubriqueños.

 

 

Publicado en el Diario de Cádiz el 13 de septiembre de 1981



[1] Actualmente avenida de Carlos Cano

 

 

 

Muchísimas gracias, Rafael Pérez, por guardar esos recuerdos tan importantes para todos nosotros, y por las buenas y agradables conversaciones con Leandro Cabello, siempre pendiente de recoger todos los eventos interesantes de nuestro pueblo.

 

 

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