Entrada al Molino de Benamahoma, actual Museo del Agua y Ecomuseo
Por Esperanza Cabello
Nadie diría, estando en la Sierra de Cádiz y a más de cuarenta grados en este verano que acaba de empezar, que hay un lugar (en realidad hay varios, pero este en concreto es especial) en el que el mundo se para, el verano se convierte en frescura y podríamos pensar perfectamente que estamos en Cantabria, o en los Pirineos o en cualquier lugar soñado para estos días de canícula.
Se trata del Ecomuseo de Benamahoma, museo del agua, molino de Benamahoma o lugar para soñar y recordar. Pensamos que es uno de los grandes desconocidos de nuestro Parque Natural, y, aunque quizás este recorrido que vamos a hacer atraiga demasiado al público en general, creemos que los serranos deberíamos ir y maravillarnos con nuestros tesoros.
En primer lugar, el entorno. Para ir a La Huerta de Benamahoma hay que desviarse sea desde Grazalema o desde El Bosque y recorrer unos caminos naturales llenos de vegetación y en el que se esconden traqueliums, hierbas de San Juan, menta, orégano, lentiscos, poleo y cientos de especies vegetales únicas del entorno. Una vez en el pueblo, vamos hacia el nacimiento.
Exuberante, mágico, telúrico, fresco, ancestral... nos faltan palabras para describir este manantial único, tan significativo que pudiera convertirse en la mejor tarjeta de presentación de la sierra.
Bajamos un poquito, sea por la escalera o por la rampa, y, rodeados del agua que mana por todo alrededor, llegamos al increíble molino de Benamahoma, reconvertido en Museo.
Agua por todas partes y, por supuesto, caras conocidas, caras amables, recuerdos de aquellos tiempos en los que un buen porcentaje de nuestros alumnos eran de La Huerta, niños (ahora hombres y mujeres) amables y educados, interesados y representantes de unas generaciones de huerteros que han dejado huella en Las Cumbres.
Nos recibe un amable joven, Eloy Chacón, encargado del cuidado y vigilancia del enclave, que nos acompaña en un trecho y nos permite continuar la visita tranquilamente por la planta superior, deteniéndonos en los interesantes cuadros e imágenes, tomando nota de lo que sería un auténtico sueño para todos nosotros, el posible estado de nuestro Rodezno cuando por fin puedan llevarse a cabo las actuaciones adecuadas.
¡Necesitamos que nuestro Rodezno se convierta en ecomuseo del agua, de las tenerías, de los molinos y los batanes!
Mientras soñábamos, hicimos algunas fotografías de la magnífica cartelería, nos llamó la atención que estaban señalados todos los molinos de la sierra, y además muchas explicaciones de las diferentes partes de cada molino. Además mapas, edificios, alguna simpática nutria y muchos extractos literarios hechos arte.
¡Todo un ejemplo a seguir!
Salimos del molino de Benamahoma con la alegría de haber vuelto a un lugar mágico, agradecidos de la visita, del fresquito y de la alegría del agua que nos rodeaba. Un paseíto por el río, a pesar de ser mediodía y de que era un día de calor, fue de lo más refrescante.
También nos trajimos un pequeño trofeo. Una fotografía que no recordábamos de la pila de la Plaza de Ubrique, que debió de ser, y de hecho fue, un lugar de encuentro para los ubriqueños y ubriqueñas desde su construcción, a mediados del siglo dieciocho.
La pila de la Plaza, un lugar fresquito de encuentros en Ubrique durante varios siglos.
Nota final: "Ojú qué calor" ha sido el título elegido para esta entrada. La expresión "ojú" no está recogida en el diccionario, está claro que las expresiones andaluzas no están de moda, y que los castellanos siguen ignorándolas en sus libros y publicaciones, aunque sean utilizadas y comprendidas en todos los pueblos de nuestra comunidad. A ver si algún día empiezan a pensar un poquito en el Sur (con mayúsculas, que es una palabra llena de sentido, mucho más que un punto cardinal), y van añadiendo en sus diccionarios, aunque sea con la coletilla andalucismo, nuestra palabras más utilizadas.
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