viernes, 20 de noviembre de 2020

¡Petróleo en la Sierra de Cádiz!

 

 

Torre de sondeos petrolíferos en Villamartín, 1936

Revista Estampa. Biblioteca Nacional



Por Esperanza Cabello


Es una verdadera delicia sumergirse en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España y dedicarse a leer artículos centenarios en los que se puede aprender muchísimo de la vida diaria de nuestros abuelos.

Hoy le ha tocado el turno a la revista "Estampa", una revista muy popular entre 1928 y 1938, y que ya hemos citado en varias ocasiones en este blog, puesto que se refiere a Ubrique algunas veces.

El número en concreto es además de una fecha muy señalada, el 18 de julio de 1936. Ironías de la vida, la publicación no sobrevivió a la Guerra Civil.

Toda la información y las imágenes de esta entrada son de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional.

 



Y en esta revista encontramos, entre otros, un artículo de José Aracena titulado "Petróleo", en el que confirma que él mismo ha visto el petróleo en los pozos petrolíferos de Villamartín. Habíamos sabido de la fiebre petrolífera en la Sierra por el artículo de nuestro amigo José María Gavira (en este enlace), pero ahora hemos tenido acceso a todo el escrito de José Aracena, que transcribimos a continuación:

 

 



¡En Grazalema ha nacido un volcán!—dice uno.

No hay tal cosa, responde un ciudadano escéptico, que le busca al pretendido fenómeno cualquier explicación pintoresca.

Pero que sí, que no, se aguza la curiosidad y allá vamos, camino adelante, para descubrir qué es lo que puede haber de cierto en lo que dicen que sucede en la Sierra de Grazalema, donde los volcanes, por lo visto, nacen tan fácilmente, con la esperanza de encontrarnos uno auténtico y recién estrenado, en plena erupción, arrojando lava candente, soberbiamente empenachado por una nube de gases y dispuesto a destruir pueblos y caseríos.

Lo primero que hemos encontrado es un puente en la carretera de Jerez a Ronda, que se ha resentido con los últimos terremotos y no permite el paso.

Dejen la carretera a la izquierda, nos contesta un campesino a quien preguntamos, sigan por la orilla del río y encontrarán el vado. Efectivamente, lo hallamos y el río se dilata ante nuestro coche, que avanza entre las aguas. Pero, de improviso, aparece un hombre que nos grita desde la orilla opuesta:

—Esperen, ¡Que no es por ahí!...

Y metiéndose en la corriente hasta medio muslo, nos alcanza. Sin pedir permiso se encarama al estribo, coge el volante y ordena:

¡Acelere más! ¡A la derecha! Despacio. Ahora. Pilotados de esta manera llegamos hasta las piedras de la orilla opuesta, y ya en terreno firme, surgen las explicaciones:

El puente, nos dice, estaba denunciado hace dos años; pero se transitaba por él. En enero, con las avenidas, se resintió un pilar, y... aquí estamos unos obreros parados de Villamartín que enseñamos a pasar por el vado a los automovilistas. Hemos arreglado estos carriles por nuestra cuenta. Claro está que los turistas nos pagan dos pesetas y tres los camiones. Son muchos los coches que han podido perderse por intentar hacer lo que ustedes han tratado de hacer.

¡Pagamos las dos pesetas!

 

¡NI HUMO!

Lo del volcán debe de ser una chufla, porque en Villamartín, industrioso y alegre, nadie sabe palabra del acontecimiento.

El dueño de un garaje nos habla de los terremotos que se han sentido hasta allí.

—De haber algo—conjetura—debe de estar por la Sierra del Pinar.

 

Pero ni en Ubrique, ni en El Bosque, donde hablan de no sé qué misterioso fenómeno acaecido hacia Grazalema, ni en la pintoresca quebrada de Villaluenga, nos cuentan otra cosa que lo ocurrido con frecuentes corrimientos de tierra, masas de rocas desprendidas, socavones abiertos en la montaña. Un terremoto intenso, pero que no produjo, por fortuna, grandes daños. Grazalema, sin embargo, ha sufrido bastante con los seísmos. Acaso son barrios enteros de casas, cuyas paredes están apuntaladas o inician una curva peligrosa sobre la calle.

Los terremotos han sido tan frecuentes, que los vecinos han llegado a familiarizarse con ellos. Ha habido días en los que se han registrado cinco y seis temblores de tierra. Especialmente por la noche. Desde el 20 de abril al 25 de mayo, apenas han pasado veinticuatro horas sin que el terremoto haya hecho temblar las viejas viviendas, muchas de ellas ruinosas.

Uno de los últimos días de abril, a la caída de la tarde, el fenómeno revistió tal aparato, duración y estruendo como en ninguna otra ocasión. Un pastor que guiaba sus ganados por el camino del Hondón vio cómo se desprendía de lo alto de los montes una inmensa masa de rocas que se desmoronaban arrastrando las encinas corpulentas como si fueran pavesas. La sierra entera parecía haberse puesto en movimiento, y las piedras enormes rodaban al fondo de los abismos levantando nubes de polvo, que al pastor le parecieron densas columnas de humo que surgían de las entrañas de la tierra.

De aquella visión apocalíptica surgió la leyenda de la aparición del volcán. De aquella visión y de otras semejantes. Porque no fue sólo allí, sino también por otros lugares y por tierras de Málaga, donde la gente aseguraba que habían aparecido cráteres llameantes, verdaderos volcanes.

 


 

Pudo ser posible, inclusive, que el pastor viera llamas y columnas de humo alzándose sobre la tierra, y que las nubes de polvo fueran algo más que lo que los incrédulos afirman.  Camino de Grazalema, el guía que nos ha conducido por aquellos andurriales va contando historias y más historias, de las que constituyen las preocupaciones de los que viven aislados en el campo. Entre ellas nos refiere lo que ocurre con las piedras de fuego. Pastores y rancheros de la sierra calientan sus chozos y guisan en sus cocinas con unas “piedras”, así las denomina él, que arden con llama azulada y que arrancan a flor de tierra en el campo. Y, a veces, hacen arder simples pellas de barro. — ¿Petróleo? preguntamos.

 

 


—Petróleo, sí, señor. En Grazalema hay petróleo. Y el que sabe bastante de eso es don Ramón.

 Y vamos en su busca.

Don Ramón Villalobos es un viejecito pulcro, atildado y amable, que retirado de los negocios gasta su tiempo y sus rentas sin otro entretenimiento que una partida de tresillo y el recuerdo de los buenos tiempos de Grazalema. Pudo ser el hombre más rico de España.

—En 1916—nos cuenta—estuvo haciendo estudios geológicos aquí el ingeniero don Juan Gavala, y en toda la sierra pudo comprobar que existían vestigios petrolíferos. Vino en 1921 a Grazalema otro ingeniero, don Luis Rodríguez Caso acompañado de geólogos, que acreditaron la existencia de un abundante yacimiento de pizarras bituminosas en una finca de mi propiedad: la llamada el Rancho de la Santa. Se obtuvieron muestras, que enviamos a distintos países. Los análisis arrojaban un diez por ciento de petróleo en las obtenidas en la superficie, y más de un catorce por ciento en las extraidas a dos o tres metros de profundidad. Asi nació la concesión minera Jesús. Yo esperaba que aquello fuera un río de oro. Pero, después de mucho papeleo: planos, memorias, visitas de ingenieros, informes, etc., de lo que me convencí fue que mis pizarras constituían una fortuna. Pero hacía falta otra fortuna para explotarlas. Sin carreteras, sin maquinaria, sin un capital fuerte, nada se podría lograr. Me desesperé viendo cómo se perdía una enorme riqueza para mi pueblo y para mí. Porque los informes de los técnicos son concluyentes: En esta sierra existen yacimientos de petróleo riquísimos. No sólo en pizarras bituminosas, sino en petróleo liquido. ¡Petróleo liquido y en cantidades fabulosas!

 Cualquier día un terremoto hará reventar una bolsa de nafta, y entonces resultará que todo el mundo sabía que había petróleo aquí.

 


 

 

NUEVA PENSILVANIA

La historia del petróleo en España no es nueva; pero quizá la ignoren la mayoría de los españoles. En 1894 se descubrió por primera vez. En Conil, un pueblecito de la costa, donde se exploraban yacimientos de azufre que llamaron extraordinariamente la atención por sus cristalizaciones, se encontró petróleo. El hecho no pasó de una curiosidad científica, aunque otras investigaciones parecieron confirmar la existencia de grandes yacimientos. Los trabajos tuvieron que abandonarse por falta de dinero. En Villamartin, en 1906, cuando se agrandaba el caz[1] del Molino del Picapedrero, se encontró también petróleo liquido. Los dueños del terreno efectuaron trabajos y obtuvieron muestras, que, analizadas, dieron un resultado concluyente.

 Habían encontrado petróleo lampante, tan rico, que hubo hasta una peregrinación de incrédulos que acudieron a visitar los sondeos, llevándose muestras y llenando inclusive el tanque de sus automóviles. Se fundó una sociedad, la Compañía Petrolífera de Villamartín, que a diversas profundidades hizo explorar el terreno, encontrando petróleo liquido y margas impregnadas a diferentes profundidades. Los medios de extracción fueron, sin embargo, rudimentarios, y la sonda no se llevó más allá de los ciento treinta y siete metros de profundidad. Hay que tener en cuenta que se calcula que las bolsas de petróleo de aquella región deben hallarse a unos quinientos metros. 

 

                   El Molino del Picapedrero, en Villamartín

 

Otro ingeniero inglés logró encontrar en 1913 algunos yacimientos copiosos, descubriendo petróleo líquido, muy puro y con bastantes rendimientos, al llegar a los ciento cuarenta metros de profundidad. La guerra puso fin a sus trabajos.

Al señor Mac Donald sucedió en 1924 otro ingeniero inglés, míster Batle, que continuó los trabajos sobre el antiguo pozo de la Compañía Petrolífera. En el curso de ellos surgió una fuerte emanación de gases, que costó la vida a un obrero, José Salas, que trabajaba en un pozo excavado a diez metros. Míster Batle se arrojó heroicamente para salvarle, y él mismo hubiera perdido la vida sin el auxilio del guarda de la finca. El episodio puso fin al intento de explotación.

En Arcos de la Frontera se hallaron también vestigios petrolíferos. Y un notable ingeniero de minas, el señor Víctor Petit, que dirigía antes de la guerra las explotaciones de nafta de Galitzia, afirmaba en 1911: “Por la composición de las capas, Arcos presenta un interés del más vivo, porque debajo de estas capas se han encontrado en Galitzia masas enormes de petróleo. Esto, justamente, puede repetirse en Arcos." Y terminaba su informe: "Las manifestaciones gaseosas y petrolíferas que se han encontrado en un pequeño sondeo a mano son una prueba evidente de que yacimientos de  petróleo deben existir en profundidad. Repitiendo lo que ya he dicho a propósito de los terrenos de Conil: no puede haber manifestaciones petrolíferas en la superficie si no hay yacimientos de petróleo en profundidad, en los cuales estas manifestaciones tienen su fuente.”

 

                          Petrolífera de Pambanco, en Lebrija. 1910



¡PETRÓLEO!

Ni en este lugar, ni en Pambanco, situado en las marismas del Guadalquivir, cerca de Lebrija, donde existe una fuente de agua salada que parece que es característica en los yacimientos de nafta, y en donde se encontraron gases muy ricos, y se instaló una sonda para utilizarlos; ni en Vejer de la Frontera, Rota, Jerez, Bornos, Barbate y Ronda, en cuyos términos sería fácil hallar petróleo, se ha hecho ningún trabajo serio. 

Pero yo he visto petróleo. En la fábrica de harinas de don Francisco Romero, dueño del antiguo Molino del Picapedrero y de los terrenos donde se hicieron los primeros trabajos de exploración, nos dieron una guía cierta. Vadeamos el arroyo de Sarracín, pasamos el Guadalete, hasta llegar a la actual fábrica de electricidad, donde antes estaba el viejo Molino. Aún se conserva el caballete de la maquinaria que instaló don Bernardo Ríos. Llegamos a un punto donde se eleva el brocal de ladrillos, cerrado por una tapia de hierro. Uno de los pozos que abrió míster Mac Donald. En el fondo hay petróleo. La sonda sube a la superficie un líquido de color ambarino, que arde con azules llamaradas. Ese pozo se llama Pensilvania.

¿Por qué no se explota el petróleo en España?

 

                                                                                    JOSÉ ARACENA

 

 

 

Nota: existe un magnífico trabajo sobre el petróleo en nuestra zona realizado por Cándido Martínez Fernández, en Dialnet. Recomendamos su lectura:



 

 

 

 

 



[1] Canal para tomar el agua y conducirla a donde es aprovechada. Rae

2 comentarios:

Jose Manuel A.V. dijo...

http://naturalezasitiosygentes.blogspot.com/2016/10/petroleo-en-grazalema-o-las-piedras-que.html
Por completar la historia!!

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Magnífica entrada, amigo. Todo un trabajo detectivesco magníficamente hilado. Voy a poner el enlace en la entrada con tu permiso.
Gracias