sábado, 30 de mayo de 2009

Manuel Cabello Janeiro: mi abuelo Manolo

Foto: Manuel Cabello Janeiro, 1978

Manuel Cabello había nacido en Ubrique el 15 de noviembre de 1931, hijo de Julia Janeiro y Francisco Cabello, un conocido empresario Ubriqueño. Se casó con Esperanza Izquierdo Fernández el 10 de septiembre de 1956, tuvieron cinco hijos y diez nietos, a los dos más pequeños, Laura y Leandro, no llegó a conocerlos, pero también los estaba esperando.
Durante toda vida puso entusiasmo y pasión en todo lo que hizo, dedicándose fundamentalmente a su familia, a su magisterio y a su pueblo.
Murió demasiado pronto, a los sesenta y ocho años, el 31 de mayo del año 2000, y hoy queremos dedicarle las palabras que su primera nieta, Ester, escribió para él el primer aniversario de su muerte.


Abuelo Manolo con Ester y José Manuel
Boda de Tito Francisco 8 de junio de 1986


Ester fue la primera nieta, vino como un regalo del cielo el 25 de mayo de 1978 y fue la alegría de toda la familia, sobre todo de sus abuelos, para los que siempre ha sido especial. Un poco más tarde llegó José Manuel, siempre sonriente y fantástico, para completar la felicidad de todos. Los abuelos se volcaron en los primeros nietos, y a ellos dedicaron toda la ilusión y el cariño del mundo.
Después vendrían Serafín, Arturo, Francisco José, Julia y María, y con todos ellos compartieron los mejores momentos del mundo...


Abuelo Manolo con Ester, José Manuel, Serafín, Arturo,
Francisco José, Julia y María

Navidad de 1994



Abuelo Manolo y Abuela Esperanza con sus nietos
Ubrique, Carnaval 1995




En el Carranza, con unos nietos entusiasmados
Cádiz, agosto 1995



Cumpleaños de abuelo
15 de noviembre de 1996


Ester con sus abuelos el día de su graduación
Granada, 1999


Ester, quizás por ser la primera, ha resultado ser una magnífica heredera del espíritu familiar, y esta es la carta que escribió a su abuelo:

Hace un año…

Hace un año…

UNAS LETRAS A MI ABUELO:


Te voy a echar mucho de menos. Hay cosas que se quedaron por decir, se han quedado guardadas en ese gran tintero que es el corazón.

El corazón de mi abuelo ha latido siempre con fuerza, incansable, buscando por doquier la manera de realizarse y de agradar a los demás. Eso sí, con un fuerte carácter y carisma capaz de hacer que todos fuéramos atraídos como planetas en órbita hacia él, el rey sol.

Esa atracción se llama amor y devoción por alguien que se ha desvivido por su mujer, por sus hijos, sus nietos, sus amigos y, en general, por todas las personas que han tenido la inmensa fortuna de haberlo conocido. Como yo, que guardo y guardaré infinitos recuerdos con él: las subidas al Salto de la Mora, los días de campo, las visitas a Villaluenga a por queso y al campo a por manzanilla, las comiditas en el Stop, los años de colegio… él siempre estaba allí; la nieve, los cumpleaños en la calle Matadero, el carnaval con la Patacabra de Tito Leandro, las Navidades, el sonido de su máquina de escribir, sus historias de viajero…

Todo eso no son nada más que pequeñas gotas que han formado parte de su gran océano, de esa vida que le ha tocado vivir y a la que ha sabido sacar el mejor partido.

¡Qué decir de mi abuelo al que he admirado y querido siempre y, aunque ya no esté, su esencia perdurará infinitamente en todos los corazones de sus seres queridos!


Ester Cabello Núñez, 31 de mayo de 2001



1 comentario:

Julia dijo...

Increíble el blog este...que cantidad de recuerdos bonitos leyendo la carta de la prima Ester. La foto del Carranza es mítica, y una cosa no se ha dicho: siempre que íbamos a la playa en Cádiz nos compraba un polo de limón, ¿os acordáis?
Un saludito