Ana María Cabello con su prima Isabel Álvarez
Dos mujeres de bandera, a cual más buena y agradable
Por José María Cabello
El veintiséis de julio nos marca el calendario
una fecha de hondo contenido familiar. La festividad de san Joaquín y santa
Ana, los padres de la Virgen María y abuelos de Jesús de Nazaret. Felicitamos
aquí a todos los que ostenten tan populares nombres y a quienes celebren en
esta fecha el día de su nacimiento. Pero también participamos de esa común
alegría todos los que ostentamos esa entrañable condición de abuela o de abuelo
en este día. Es nuestra fiesta. Todavía no oculta por ese desbordado consumismo que está convirtiendo a otros miembros de la familia en
motivo comercial. Pero que luce, por fin unidos los dos nombres en una misma
fecha, con toda la esplendidez de su celebración religiosa. Y nos sirve para
una serena reflexión sobre el sentido cristiano de la familia y el importante
papel que desempeñamos los abuelos y abuelas en la pirámide familiar. Joaquín y
Ana son dos nombres bíblicos, que significan en su origen hebreo "preparador" y "gracia", significativos del papel a
desempeñar por ellos en la historia de la salvación. Pertenecían a la estirpe
del Rey David y con el mismo nombre se repiten repetidas veces en los textos
bíblicos. Ana es la madre de Samuel (libro de los Reyes 1,1) y la profetisa que
con Simeón recibe al Niño Jesús en su primera presentación al templo (Lucas,
2,36).Pero no hay una referencia directa a ellos en los textos evangélicos, por
lo que debemos admitir su devoción a la antiquísima tradición y alguna
referencia los textos protocanónicos. Y en especial a la común celebración en
fechas distintas de las tres confesiones cristianas, la ortodoxa griega -de la
que trae origen desde la declaración de la maternidad divina de María en Éfeso
el año 431- la reformada anglicana y la católica. Fue santa Elena emperatriz la
que erigió la primera iglesia en Jerusalén con el título y en honor de nuestros
santos Joaquín y Ana. A ellos nos encomendamos, con la vieja y breve oración “San Joaquín y santa Ana corta enfermedad y
poca cama”.
Centrando mi
felicitación en mi cuadro familiar, la dedico a mi hermana Ana María, a mi
sobrina Ana y a mi amiga Ana Venegas. A mí consuegro Joaquín Ortuño y a mi
sobrina Maritina. Y un piadoso recuerdo a la memoria de mi hermana y a mi prima
hermana Joaquina, que recibieron hace años el premio de su descanso eterno en
el cielo.
¡Albricias! ¡Alegría! Es la fiesta de los abuelos y abuelas que
celebramos el día de nuestros patronos, San Joaquín y Santa Ana. De
inmediato surgen dos sentimientos
íntimos.
De dolor por tantos y tantas que han perdido la vida por el
zarpazo del virus, que los eligió con preferencia. Y de alegría para
quienes hemos superado la primera fase de la pandemia y debemos seguir
escrúpulosamente el trio de mascarilla, distancia e higiene porque el
virus sigue.
¡Felicidades
a quienes ostentan el nombre de Joaquín y Ana, tan repetidos en nuestro
grupo familiar!
Y en la neblina de mis recuerdos, surge la clara
imagen de una casa blanca, destacada sobrer el verdor de las huertas
ubbriqueñas de antaño, por el paseo del Prado con destacado título de
Santa Ana.
¡Felicidades
también para todos los que, orgullosos, seguimos ejerciendo de
abuelos y de abuelas!
Y nuestra permanente acción de gracias. A Dios que
acogió en su seno a quienes ya se fueron y nos concede la alegría
de disfrutar de la sonrisa y de los éxitos de nuestros nietos y nietas. Y
la oración de siempre nuestros patronos. " San Joaquín y Santa Ana,
corta enfermedad y poca cama".
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