Isabel, Ana y Julia Janeiro Rubiales. Ubrique, 1920
Por José María Cabello
Ya llegó el silencio. Ya comenzó la noche. Y en esta alegre fiesta, que algunos se empeñan amargarnos con el pasado, el día internacional de la mujer es una alegría en el presente y una clara esperanza de igualdad en el futuro. Lo peor, es considerarla una revancha o una reivindicación que desiguale el equilibrio en la unidad familiar.
Pienso en el buen número entre hermanas y sobrinas que adornan con su belleza y su valía nuestra orla familiar. Nos ganan por goleada en número y en sus vidas de profesional.
Distingue tempora et concordabis jura. Y otro principio de derecho romano “Genus per speciem derogatur".
Así que las hijas superarán a sus madres, que somos generaciones distintas y en cualquier rincón de la sociedad se encuentra una mujer no solo igual, sino mejor que el varón. Eso es lo ya conseguido.
A vosotras os toca lo más fácil. Romper el frágil cristal que os separa de los mandos, pasar de prejuicios y del falso intento de politización de una reclamación justa y absolutamente precisa para las sanitarias que nos salvan la vida con riesgo de la suya. Sois vosotras, hermanas y sobrinas las valientes, las heroicas. ¡¡Felicidades!! Os admira y quiere…
El decano Pepe
Nota del día 9: Después de ver la fotografía de la entrada, aún hubo más feclicitaciones, que no podemos perdernos 💜💜💜
Y al hilo de la linda foto de las tres hermanas Janeiro Rubiales que nos regaló ayer Esperanza, debo mencionarlas porque como mujeres deben ser felicitadas en su día, ya que siguen vivas en nuestro recuerdo.
Con ellas, todas las de nuestra familia y nuestras paisanas que conforman -mirando a las estrellas- una constelación en el firmamento, que relucen a cualquier hora en nuestra amplia memoria. Y nos ayudan, sin ser sentidas, en lo difícil. Largo trabajo les damos tan larga estirpe que formamos. Y ahora que nuestros paisanos buscan calles para ellas, justo es que en nuestro callejero interior reluzcan nuestras tres hermanas Janeiro.
Curiosamente las tres hermanas eran hijas de un solo padre, Manuel Janeiro. Y Julia, la más pequeña, de la segunda esposa, que al quedar viudo se casó con la hermana de la anterior. Pero las tres eran una piña. Viuda, soltera y casada pero siempre juntas. Todavía siendo ya mayores, se reunían las tres por la tarde, a tomar el café -la tía Ana sin azúcar- recordando el Café Janeiro de su padre.
La tía Isabel, la mayor, era la más alegre e increíblemente buena por naturaleza. Una vida difícil de viuda joven con numerosa prole. Generosidad a tope. Si conocimos a Isabelita, conocimos a su madre. Por aquello que afirma nuestro refranero, en su filosofía popular "de tal palo, tal astilla" que nuestro Evangelio cristianiza con "por sus frutos, los conoceréis."
La tía Ana, que convivió con nosotros y la llamábamos Madrina, era una santa de calendario. Sin descendencia, pero como madre de tantos sobrinos. Las tres personas que llegaban a la Iglesia al primer toque diario a misa, a las seis de la mañana eran la abuela de los Pino, la tía Pepa Parra y la madrina. Don Rafael Jiménez me afirmó en Málaga que un día de frío invierno vio a la tía Ana en éxtasis, como en volandas, rezando fervorosa ante el Sagrario.
Y de mamá, la abuela Julia, se me nublan los ojos y puedo contar todo o nada. " Numquam satis". Bondad y generosidad enmarcan su figura. Y su extremada cultura y formación. Incansable lectora y con una perfecta dicción y grafía era admirable en sus magníficas intervenciones y expresiones artísticas. Soñó con ser Maestra. Y lo fue, realmente ejerciendo lo con sus cuatro hijas. Este trio, unido al competo número de madres artesanas, artistas, empresarias e innovadoras de nuestro pueblo sean el motivo real de nuestra felicitación colectiva.
Ellas son las verdaderas feministas. Para las que se fueron o cayeron en la pandemia, una oración piadosa. Y a las que sobreviven, un camino compartido directo, sin desviación política, ¡¡en busca de una sociedad mejor, más justa, más igualitaria y más unida para conseguir y robustecer el bien común!!
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