Francisco Cabello Orellana en el campamento de Tarfesit (Marruecos)
18 de mayo de 1923
Gentileza de Natalia Julia Cabello
Por Esperanza Cabello
Siempre habíamos oído que nuestro abuelo Paco hizo el servicio militar en Marruecos, en plena Guerra del Rif, y que otros paisanos de Ubrique e incluso de Villaluenga había ido con él.
Nuestra tía Reme nos ha contado que aquella "mili" duró mucho tiempo, dos o tres años, que nuestro abuelo siguió ganándose la vida (y la de su madre y hermanas) vendiendo carteras y artículos de piel en Marruecos y que llegó descompuesto al ver la mala saña que tenían algunos de los militares marroquíes.
Ella conserva una fotografía con su padre y un compañero marroquí sentados sobre una piedra. Pero nosotros nunca lo habíamos visto hasta que nuestra hermana Natalia nos ha traído esta increíble fotografía que ya tiene más de cien años. Escrita y enviada en mayo de 1923, nuestro abuelo, con su diminuta letra y su muy correcta ortografía, habla con su madre y hermanas de un modo fluido, preocupándose por su salud y por la marcha del negocio familiar.
Cuando nuestra bisabuela Joaquina Orellana Artacho (muerta el 20 de marzo de 1947) enviudó en Argentina, se trasladó con toda su familia, en 1909, a Ubrique, donde ejercía como cura párroco don José Cabello (muerto en enero de 1923), y en un principio, vivieron todos con él en su casa de la calle Real. Más tarde, y a cuenta de roces con la asistenta del cura, nuestra bisabuela y sus hijos se trasladaron a la calle Botica, donde comenzó, con la "platita" que había traído de Argentina y todos sus hijos menores de edad, un negocio familiar de marroquinería. Abuela Joaquina fue una de las primeras mujeres empresarias de la piel de nuestro pueblo (si no la primera).
Joaquina Orellana y sus seis hijos tras la muerte de Francisco Cabello
"Los argentinitos", llegados a Ubrique en 1909
Fotografía de Lupe Quirós Sánchez de Medina
Guadalupe, Elena, Joaquina, Paco, José y Miguel
Fundó la empresa marroquinera "Hermanos Cabello", y muy pronto todos empezaron a arrimar el hombro, porque hacía falta mantenerla a flote. Desgraciadamente, pocos años después murió el hijo mayor, José, el 19 de enero de 1918, a los veinte años, y recayó sobre Paco, con sus dieciocho años, el peso de la empresa.
Abuela Joaquina debía de ser muy fuerte para haber soportado todas las vicisitudes de la familia. Pocos años más tarde Paco fue llamado a filas, más lejos no se podía, a Marruecos, en una de sus peores épocas, poco después del desastre de Annual (1921, donde murieron casi doce mil soldados españoles) y durante un periodo terrible también en el gobierno español.
Paco fue enviado a Tarfesit, al sur de Annual, a más de trescientos kilómetros de Ceuta, y allí estuvo casi tres años, ocupándose de la guerra y del negocio familiar al mismo tiempo.
En la página de la agencia EFE (en este enlace) podemos ver una fotografía de junio de 1923 del antiguo poblado de Tarfesit y el campamento militar español.
Nuestro abuelo soportó, como tantos compatriotas, el aislamiento en Marruecos, varios años de penalidades y la crudeza de una guerra que terminó al mismo tiempo que el protectorado. Mientras, el contacto con la familia era constante.
Ya era novio de nuestra abuela Julia (1898-1971), con quien se casaría tres años más tarde, el once de septiembre de 1926 (nuestros padres se casaron el diez de septiembre de 1957), fue una boda de luto, los padres de Julia habían muerto recientemente, bastante jóvenes, el bisabuelo Manuel Janeiro tres años antes, el ocho de abril de 1923 (de un "hipo" -padecía hernia de hiato-), y la bisabuela Julia Rubiales el 14 de octubre de 1925. Nuestra tía María Remedios guarda algunas de las cartas que se escribieron los novios durante aquella época.
Pero hoy la fotografía que nos ha traído nuestra hermana Natalia tiene una preciosa sorpresa en el reverso.
Carta de Francisco Cabello Orellana a su madre y hermanas. Algunas palabras son ilegibles por las manchas, pero hemos podido transcribirla casi en su totalidad.
Abuelo Paco: Tafersit, 18 de mayo de 1923
Querida madre y hermanas,
recibo su carta del 12 y por ella veo que están todas buenas. Yo bien, gracias a Dios. Supongo recibieron una tarjeta militar donde les decía que había recibido el paquete certificado.
Ya en anteriores cartas me comunicaron la fechoría del comisionista Medina de Jerez; y no crean, que cuando yo estuve en Jerez para facturar las mercancías de Francisco J. pedí informes de él y me los dieron buenos, así es que cuando lo sucedido me lo relataron ustedes me extrañó mucho.
Y después de todo gracias a Dios que de las cajoneras no tuvo lo que le diera la gana. Más, bien pensado, lo de ustedes que siquiera las 100 pesetas se les cogieron.
Lo que más siento que el trabajo se haya cortado y el tío este Benchimol[1] pudiendo hacer negocio aquí, tampoco eso se mueve, escribidle y mandadle una tarifa de precios. La última vez que hablé con él me dijo que se le había extraviado. A mí también me mandan una o dos si las tenéis hechas.
Les mando esta foto para que me vean, nos dicen por aquí que serviremos dos años, todo lo más treinta meses.
Sin otra cosa por hoy reciban besos y abrazos de su hermano e hijo que os quiere, Paco.
Es increíble ver cómo a más de quinientos kilómetros de distancia y con las comunicaciones del primer cuarto de siglo, nuestro abuelo manejaba, junto a su madre y hermanas, el negocio familiar hace exactamente cien años.
Lo vemos preocupado por las "fechorías" del comisionista Medina, de Jerez, (parece que les robó en la fábrica 100 pesetas) o por el comercial árabe, Benchimol, que no se mueve nada para vender, con todo el negocio que representaban tanto los otros soldados españoles como los habitantes del lugar.
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