jueves, 29 de octubre de 2015

Consejos y recetario de Belleza

Portada del libro "Consejos y recetario de belleza", de 1939



Por Esperanza Cabello

Nuestra prima Lupe, sabiendo que los libros antiguos son una de nuestras pasiones, nos regaló este pequeño librito de 1939 que llegó a la farmacia de su abuelo en Jimena una vez terminada la Guerra Civil.
Su abuelo era José Sánchez de Medina, esposo de Guadalupe Cabello, hermana de nuestro abuelo Paco, ambos se fueron a vivir a Jimena y allí fundaron su familia. Su hija Joaquina es la madre de Lupe.


Podemos ver el sello de la farmacia en el librito


Nos ha parecido un libro muy curioso. Una primera parte se dedica solamente a consejos sobre la forma de vestir y de actuar para las mujeres. Realmente muy reaccionario, con datos alucinantes que rebajan el papel de la mujer al lugar que ocupó durante muchos años a medidados del siglo pasado-
Pero la segunda parte nos ha parecido realmente especial. Son recetas de belleza que recuerdan a los antiguos alquimistas.
Nos han hecho pensar en las auténticas boticas, en las lociones con esencias, en las pociones semi-mágicas que preparaban los antiguos farmacéuticos.


Es muy curioso sobre todo cuando se leen  los ingredientes de las fórmulas magistrales, por ejemplo, para hacer una coldcream se necesitaba cera blanca y esperma de ballena, aceite de almendras dulces, vaselina blanca y agua de rosas, bórax de Venecia y esencia de rosas
O para fabricar una pasta refrescante para la piel era necesario utilizar harina de arroz, óxido de zinc y lanolina







Para el cutis excesivamente grasiento se hacía una pomada con azufre precipitado, alcanfor, goma arábiga, agua de cal y agua de rosas.

La leche virginal para el embellecimiento del cutis se conseguía con tintura alcohólica de benjul, glicerina y agua de rosas, mientras que el agua para las arrugas se fabricaba con tanino, alcohol, agua de colonia y agua destilada.

El aftersun de nuestras abuelas se conseguía cloridrato de quinina, harina de almendras amargas, esencia de espliego, almidón de arroz, polvo de flores de lirio, esencia de geranio y harina de leguminosas.







El líquido astringente se hacía con extracto fluido de zarzaparrilla, agua destilada de rosa, extracto fluido de saponaria  y agua destilada.

Para conseguir la base líquida para maquillaje, bastaba con utilizar subnitrato de bismuto y agua de rosas, o bien óxido de zinc, talco veneciano, agua de colonia y agua de rosas.

Si lo que se pretendía era colorear las mejillas, se necesitaba precipitado cálcico, óxido de zinc, carmín y esencia de bergamota.

La pasta depilatoria se preparaba con perhidrol, glicerina y lanolina, mientras que los polvos depilatorios se hacían con sulfuro de calcio, sulfuro de zinc y glicerolado de almidón.








Si el problema eran las pecas, para hacerlas desaparecer se fabricaba una pomada con precipitado blanco de mercurio, subnitrato de bismuto y ungüento blanco; también podía hacerse con ácido acético, azufre y lanolina, o con bicloruro de mercurio, bórax y ungüento de glicerina.

Del mismo modo podía fabricarse un lápiz de pomada que borrara las pecas con ácido fónico, esperma de ballena, lanolina y colofonia.

Los puntos negros desaparecían con agua de rosas, alcohol de 90º, glicerina y bórax, o bien con una fórmula que contenía alcohol de 90º, alcoholato de lavanda y jabón negro.

Las pestañas se fortificaban con ácido gálico, vaselina pura, aceite de ricino y esencia de lavanda. Del mismo modo podía prepararse un ungüento  con negro de humo, manteca de cerdo derretida y cera virgen.




Si lo que la señora quería evitar era la caspa de las cejas, su farmacéutico le preparaba una tintura con aceite de almendras, aceite de oliva y alcohol de 90º. Pero si pretendía fortalecer las cejas despobladas necesitaba un preparado con corteza de quina y coñac.
La loción para las arrugas de la parte baja de los ojos se hacía con sulfato de alúmina, leche de almendras y agua de rosas.
Los cuidados para el cabello también estaban considerados. Para desengrasarlso se utilizaba una loción con bálsamo del Perú, resorcina y alcohol. Como brillantina se usaba una mezcla de aceite de esencia de rosa, alcohol rectificado y aceite de almendras.
Como fijador se utilizaba una maceración de goma tragacanto y agua de rosas, y para aclarar el cabello una solución diluida de agua oxigenada o de permanganato potásico al 5 por 100, empleándose después de desengrasar la cabeza con una solución de sosa o amoniaco al 2 por 100.
Para teñir las canas se usaba un producto fabricado con ácido pirogálico, ácido cítrico, glicerina, alcohol concentrado y agua destilada.
Con respecto a las monos, para evitar que transpirasen se preparaba una crema con bórax, ácido salicílico, ácido bórico, glicerina y alcohol diluido.





Para los sabañones se utilizaba un ungüento con resorcina, eucaliptol, esencia de trementina y colodión.
Para pulir las uñas se fabricaba una pasta con glicerina, carmín y magnesia calcinada, o bien con carmín y óxido de estaño.
El esmalte para las uñas de hacía con colodión, tintura de goma laca, eosinato de potasa y éter fluido.
Para combatir las grietas se preparaba una pomada disolviendo una parte de ácido bórico en veinticuatro de glicerina y añadiendo cinco partes de lanolina y setenta partes de vaselina blanca.
Para descongestionar los pies fatigados se preparaba una mezcla de almendras dulces, manteca de cerdo, tintura de benjui y láudano, a la que se añade una yema de huevo.
La última de las fórmulas es la de esencia de jabón para aromatizar el baños, que se conseguía con agua, alcohol, raspadura de jabón blanco, esencia de bergamota y carbonato de potasa...


Nos ha gustado mucho leer este librito, y estas recetas (que hemos copiado por curiosidad, no para que nadie pretenda hacerlas, a no ser que sea un entendido) nos han dado la impresión de que nos llevaban a otras épocas, mezclando productos naturales corrientes, como la manteca de cerdo, o exóticos, como el esperma de ballena con química pura o con hierbas, a la manera medieval.
De todas formas todas nuestras abuelas tenían sus propias recetas de belleza. Recordamos a bisabuela Antonia, que, después de peinarse a conciencia y pausadamente con una peinilla, para asegurarse de que no tenía ningún individuo extraño en el pelo, se lo untaba con aceite de oliva, para qe conservara el brillo y mantuviera bien hecho su rodete.
O a abuela María Jesús, que decía que la mejor receta de belleza era un buen jabón casero y agua corriente.

Muchísimas gracias, Lupe, por habernos enviado este libro tan curioso.


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